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Archive for diciembre 2007

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             El Gerente edificante es aquel que como lo expresa el término, edifica a su paso no solamente una Empresa exitosa, sino la persona y la vida de su equipo humano, preocupándose día a día por cada uno  de ellos; conociéndolos, participado activamente en su formación empresarial como en su crecimiento espiritual, su familia y todo aquello que pudiere afectarles. Equilibra su actuación como Gerente con sus roles de líder, padre, esposo y miembro de su comunidad, dándole a cada actividad su peso específico, en una vida que él tiene la obligación de hacer lo más placentera e integral posible, para si mismo y para quienes dependen de él.

            Este Gerente utiliza las cosas pero cuida especialmente a las personas  que lo sirven, con el mismo cuidado que lo hace en su entorno íntimo; porque tiene la certeza de que todos son seres humanos que como él, tienen una vida personal que es absolutamente respetable y a la cual deben igual o más cuidado que a su trabajo, porque es en su hogar donde se nutren de esa energía y buena voluntad que les hace ser más eficientes todos los días. Esos gerentes están conscientes de que ni su trabajo ni el de ninguno de sus colaboradores sería óptimo, si no tuvieran en sus casas ese compañero o compañera de viaje largo, que les guarda las espaldas en esas importantes actividades de la vida, que constituyen hacer familias amorosas y dignas.

            Un gerente de ese perfil, igualmente atiende los estudios o cualquier  necesidad del más humilde de sus empleados, como la asistencia a cualquier seminario o cena de negocios. Equilibra su tiempo, conocimiento, poder y liderazgo en un programa que le permita satisfacer sus necesidades de atención a su familia y ese otro entorno, que de alguna manera es parte de su vida activa, como sus empleados, Asesores, proveedores y otros colaboradores. Sabe  que el liderazgo conlleva la conciencia de la buena o mala influencia que se puede tener sobre las personas. Pero como él es proactivo y conoce su fuerza, la usa de manera positiva, logrando beneficiar a las personas pero también alimentar su espíritu, llenándolo de amor y comprensión…

            Ese tipo de gerente no llegan a su casa enfermo de supuesta sabiduría y  talento, sino que con humildad reconoce que «Mientras más se conoce, más conciencia se tiene de lo mucho que se ignora».  Sabe  que en su hogar él es  un miembro más de la familia querido, respetado y reconocido, pero sólo un miembro más de la familia. Porque sabe que el hogar es el templo donde día a día comulga la familia que le inyectan el amor, la fe, el optimismo y la seguridad necesarios para dirigir esas personas bajo su responsabilidad. Por eso ama, respeta y considera a su esposa, como el soporte sin el cual no podría ser exitoso; el hombro donde recostar su cabeza; el vigilante incansable, bien intencionado y permanente que, cuando él enfrenta afuera la vida, le cubre la retaguardia sin pedir honores, halagos o reconocimientos especiales, más allá de lo que le corresponde sobradamente: amor, respeto y consideración.

            El gerente  edificante cuando comenzó su proyecto decidió vivir disfrutando todo el proceso mediante el cual lograría sus metas, sin desperdiciar el calor,  afecto y  camaradería de quienes le ayudarían a sus logros. Determinó que igual llegaría a la meta, pero disfrutando el camino y engrandeciéndose el mismo y a todos las personas de su entorno, con lo cual al final podría mirar atrás con satisfacción,  todo lo hermoso dejado en el camino en pro del crecimiento de su gente. Ese gerente tendrá muy buena salud física y espiritual, pero también mucho amor que disfrutar en su hogar. Para su esposa y sus hijos nunca dejará de ser un líder ya que nunca  olvidarán su amor probado, su ecuanimidad y humildad como jefe de un equipo humano exitoso, que es lo que en el fondo es la familia.

         Posiblemente sus cuentas bancarias no estén muy infladas, pero tampoco su próstata, al menos no por falta de voluntario, agradable y compartido ejercicio. Seguramente no sufrirá de infartos ni cáncer en el colon, porque la  salud física, espiritual y mental que se nutre del amor y la bondad, no dan tiempo para el estrés, cual es el promotor de las enfermedades más graves.

            A usted le toca escoger entre estos dos Gerentes ¿Cuál quiere ser? No me lo diga. No me hace falta. Yo lo hice una vez y aquí me tienen, después de veinte años como gerente soy muy feliz con mi familia, mis amigos y muchas personas que fueron mis dirigidos, que cuando los encuentro sé que son felices de verme. Con ellos recuerdo las peripecias que vivimos por años para lograr el éxito de las empresas, al mismo tiempo que priorizamos nuestro derecho a defender nuestra propia  felicidad.

         Ahhh… por cierto. Les cuento que aun tengo bastante pelo en mi cabeza, nunca he tenido un infarto ni cáncer de colon, y mi próstata por mi edad está un poco inflamada, pero no por falta de uso porque me funciona de lo mejor.

Próxima Entrega: NACER Y MORIR… SIN DOLOR

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Durante  una conferencia, en un curso de Maestría de   Gerencia Educativa, uno de los estudiantes me interrumpió para preguntarme: Profesor ¿Porqué la Gerencia es tan estresante?

En principio recordé mi concepción de lo que debería ser un gerente y lo mucho que había discutido el tema con empresarios privados y funcionarios públicos en funciones gerenciales y  expuse mi  criterio en cuanto a que ser un Gerente no sólo conlleva dirigir actividades, sino que requiere liderazgo sobre quienes le sirven de soporte.

Entonces, si su concepción es puramente desarrollista, seguramente no le preocupará la situación de su personal  y pudiera ser que ni siquiera la suya o la de su familia, porque su única meta será producir sin importar el costo humano, con lo cual convertirá el proyecto en una fuente de estrés para quienes intervengan en él.

Esa es la que yo denomino «Gerencia Estresante», porque no solamente afecta al Gerente sino sus demás relacionados como sus dirigidos, proveedores, asesores y colaboradores, al trabajar sobre el desacertado principio  de utilizar indiscriminadamente a las personas y cuidar las cosas, en vez de utilizar las cosas y cuidar a las personas.

Ese tipo de gerentes desconocen que, sin importar el volumen o tipo de  la inversión, la mejor forma de reproducirla es mediante el trabajo eficiente y bien intencionado de sus dirigidos,  por lo cual su éxito será directamente proporcional al estado de satisfacción que experimenten; especialmente en estos días,  cuando un buen empleado tiene un amplio mercado, en una nueva gerencia que sí conoce la importancia de formar recursos humanos, cuales  siendo debidamente tratados y reconocidos, sientan los proyectos como suyos y por tanto den lo mejor de sí.

El gerente estresado y estresante proyecta sus metas,  desde su inicio hasta su final, que normalmente conlleva los mejores años de su vida, sobre la base de lograrlas al  más bajo costo  y  menor tiempo posible, sin importar a quien se lleva por delante,  incluidos   su propio bienestar, el de sus dirigidos y el de su familia, porque su objetivo es lineal:  llegar al final sin  medir qué ni cuanto tenga que hacer, porque la recompensa está… al final. Consecuentemente,  al llegar a su término, como quiera que en el camino existen elementos imprevistos y difíciles de controlar como la competencia, nueva tecnología y obsolescencia, se convierte en una constante fuente de estrés que ni  vive, ni deja vivir a su entorno.

 En esa vía esta modalidad gerencial descuida a sus colaboradores, olvidando que para ellos su trabajo representa el  treinta por ciento de cada uno de sus días. No reconoce sus éxitos, ni los engrandece, dedicándole el mínimo tiempo y atención necesarios; desestimando que ellos dedican ocho horas de su preciosa vida por un salario nunca suficiente,  para que quienes ni siquiera conocen  se enriquezcan del producto de su esfuerzo. Sin duda, nunca especulan sobre lo agradable que sería convivir con esas personas, donde él sería el gran ganador porque se enriquecería precisamente de su diversidad.

La  situación con su familia no es menos inconveniente, porque: ¿Cómo desperdiciar el tiempo que es oro en algo tan elemental como una familia, donde no hay aplausos, condecoraciones o bonos de fin de año? ¿Qué sentido tendría para un Gerente, que por sobre todo ambiciona el éxito, el poder, el reconocimiento y el dinero, preocuparse por cosas tan pequeñas como la gripe de un hijo, sus malas notas o una cita en la Asociación de Padres y Representante de su  Colegio?

 ¿Cómo justificarse a sí mismo utilizar horas satisfaciendo  a  esa humilde y dedicada colaboradora, que veinticuatro horas al día hace lo que a él le correspondería  realizar en el cincuenta por ciento, y que nunca hace, llevándola a pasear,  a la playa o a un camping con sus hijos?

 ¿Quién atendería el negocio? Y… ¿Si en su ausencia algo falla y no lo pueden localizar? Se demoraría el proyecto y eso… él no podría perdonárselo.

Los resultados son obvios: estrés, estrés y más estrés. Pero también hay otros adicionales. En el trabajo, menos productividad que si su actitud fuese pro activa a favor del bienestar integral de su equipo. En su casa, desamor, desinterés, indiferencia afectiva. En su persona, más dinero pero menos tiempo para disfrutarlo; más condecoraciones pero menos pelo en la cabeza; el corazón y el colon no avisan y los infartos y el cáncer se nutren precisamente  del estrés; la próstata crece en la misma medida en que avanzan los años y disminuye la actividad sexual,  por cierto muy menguada en ese tipo de personas «exitosas».

Pero no se asuste, en la próxima entrega hablaré de otro tipo de gerencia más exitosa que la estresante y donde un Gerente podrá disfrutar de sus éxitos, pero al mismo tiempo de su propia vida.

Próxima Entrega: LA GERENCIA EDIFICANTE

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En la entrega anterior planteaba el caso de un esposo agradecido que reconocía a su esposa, invitándola a cenar, bailar, o simplemente tomar un café fuera de la casa. En tal caso, a la esposa corresponde suspender o atrasar cualquier actividad, dando prioridad a esa invitación especial, porque ese tipo de eventos no sólo mantienen la emoción en la pareja, sino que combaten uno de sus peores enemigos: la monotonía.

La más común de las quejas de las damas, cuando para animar su matrimonio sugerimos que se hagan un peinado nuevo, modifiquen el ambiente de la habitación, cambien su ropa interior por otra más sugestiva o utilicen un perfume más excitante, es la falta de reconocimiento por su cónyuge, cuando expresan: ¿Para qué voy a hacerlo si es que él ni siquiera lo nota?… …Todo eso lo he intentado, pero para él es igual… …Nunca reconoce nada de lo que yo hago… …En el principio de la relación él se entusiasmaba, pero ahora le da igual.

Esas actitudes producen el efecto de la gota de agua que cae incesantemente sobre la piedra: al final, la horada. No se requiere demasiada inteligencia para imaginar la suerte de la relación, si en el caso planteado el esposo hubiese manifestado su agrado y reconocimiento por esta demostración de entusiasmo por mantener viva la pasión; probablemente la relación se hubiese fortalecido, o por lo menos se habría hecho algo por combatir el aburrimiento, que es uno de los enemigos permanentes de la relación de pareja.

Es que la relación de pareja es una forma de vida, que se nutre de motivaciones diarias y sencillas, cuales, paradójicamente, producen los grandes momentos. La felicidad raramente la producen eventos extraordinarios. Una palabra, una mirada, una sonrisa, un abrazo, una caricia, un guiño y… hasta una nalgadita, suelen transmitir mensajes inmediatos que tocan el alma de las personas llenándoles de amor, ternura, paz, tranquilidad y… seguridad. Por el contrario la indiferencia, la desatención, la desconsideración, la falta de respeto, la chabacanería y la ausencia de ternura, suelen dejar heridas muy difíciles de sanar.

No es fácil mantener el calor en la relación de pareja sin una constante atención a los detalles. Una forma de no descuidarse, es recordar que esa persona que convive con nosotros es especial; que fue la que escogimos para acompañarnos toda la vida. Por tanto, para nosotros debe ser la más hermosa, tierna, pulcra, honrada… la más querida. Ella merece toda nuestra atención frente a las demás personas y en privado. Por eso todos los días debemos repetirnos que la amamos, que en nuestra mente y en nuestra alma no hay cabida para ninguna otra persona, porque nadie es mejor que ella. Que su cuerpo es el más hermoso, su sexo el más agradable y su alma la más pura.

Que nadie es más sincero, ni puede sernos más leal que ella. Que es la única persona que nos dedica todo su tiempo y atenciones; que es quien comparte nuestras ambiciones y sueños, aunque no fueren los mejores. El consejo es el de que no descuiden ninguna oportunidad para fortalecer la relación, porque el amor, y muy especialmente el de un nexo tan vulnerable y expuesto a tantos peligros como el de pareja, cual es esencialmente emocional y de mantenimiento permanente, no puede mantenerse sin esos elementos mínimos que le dan vida como el amor, la ternura, la aceptación, la solidaridad, la lealtad, el reconocimiento y la buena sexualidad.

No es por coincidencia que vemos parejas de diferentes edades, imagen física, personalidad y posición social, que al mirarlas quedamos convencidos que realmente se aman. No necesitan gritarlo o exponerlo. Simplemente no pueden ocultarlo. Lo determinamos al observar su trato, como hablan con los demás, como actúan el uno frente al otro. Pero si inquiriéramos: ¿Qué es lo que hacen para ser felices? Seguramente nos dirían: «Nada especial, sólo nos amamos; nos sentimos parte el uno del otro como integrantes de un proyecto común y por eso también nos respetamos; nos aceptamos como somos, nos ayudamos mutuamente a ser mejores todos los días. Pero para ser más felices y gozar al máximo de nuestra unión, incorporamos a nuestra relación la magia, el idilio y la fantasía, lo que nos permite convertir momentos normales, comunes y corrientes en experiencias extraordinarias».

Como dijera Sherlock Holmes: «Elemental mi querido Watson». Absolutamente elemental: Amar, ser sinceros, sentirse parte del más importante proyecto personal emprendido; comunicar oportunamente lo que se desea, se espera, se ambiciona y se siente; dar lo mejor de sí todos los días sin resentimientos, temores, sospechas, pero con respeto, consideración, aceptación y ternura, reconociendo los valores de nuestro par, más que señalando e insistiendo en sus fallas y a ser posible y conveniente, tratando de ayudarle de la manera más respetuosa, si determinamos que tiene graves zonas erróneas. Para hacer buenas las palabras de Angel Buonarroti, cuando expuso: «El amor es el ala que Dios ha dado al hombre para volar hasta Él»

Próxima Entrega: LA GERENCIA ESTRESANTE

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En los casos de ruptura de parejas, el más alto porcentaje tiene su origen en desavenencias de carácter conyugal, que nada tenían que ver con situaciones consideradas por las leyes como justificativas para declarar la disolución del vínculo matrimonial. Es muy poca la incidencia de los denominados «motivos graves» como adulterio, adicción a drogas, corrupción del cónyuge o los hijos, o condena a presidio, ya que en casi todos los casos abren y cierran su ciclo con situaciones de mala comunicación, incomprensión, desconsideración, desatención, falta de solidaridad, aburrimiento, rutina; pero quizás el más significativo de los factores que concurre para lograr la ruptura, es la falta de reconocimiento a la labor e iniciativas de uno de los integrantes de la pareja.

En el ejercicio de nuestra condición de Consejeros Familiares, mi esposa y yo verificamos que ciertamente en la casi totalidad de los casos, por acumulación de situaciones lo que producía o hacía más grave las desavenencias, lo era la falta de reconocimiento a la labor, esfuerzo y aportes a la relación, por parte de la persona que producía la ruptura. Esa fue la queja común. Determinamos que la mayor frustración se producía por la indiferencia de una parte a los esfuerzos en pro de la satisfacción o beneficio del otro miembro y/o de la relación, con respecto a la atención, dedicación, cuidado, lealtad y sinceridad aportados; incluidos dentro de tales esfuerzos el cuidado personal para agradar a su cónyuge, así como aquellos para mantener una relación sexual más activa y emocionante para ambos.

La proposición básica de la pareja lo es que dos concurren para hacerse la vida mutuamente más fácil, edificante y feliz. Por tanto, si alguno de los integrantes hace algo bueno en función de vivir mejor, es una obligación de la otra parte reconocer de manera expresa su iniciativa. Por eso los integrantes de parejas felices siempre están prestos a reconocer y celebrar cualquier acto que aporte algo positivo a la relación.

Si la esposa mantiene una impecable presencia, debe ser celebrado con entusiasmo y de manera expresa por su cónyuge como una forma de manifestar su amor; porque es para él que ella se esfuerza en estar agradable. Es para él que trata de estar a la moda; que usa su mejor perfume, que cuida su cabello, que trata de ser impecable, pulcra… sexy. En tal caso, el esposo deberá sentirse orgulloso por ser capaz de generar esos hermosos y pasionales sentimientos en su cónyuge quien se esfuerza por agradarlo.

Esa loable actitud de la esposa merece un reconocimiento especial que llegue a lo más profundo del alma, con palabras de admiración y tierno agradecimiento. Porque igual ella podría no hacerlo y seguramente no pasaría nada. Pero ella lo hace, y eso es bien especial porque es una demostración de que el deseo por agradarle sigue vivo, y eso de alguna manera es como una ofrenda, que merece un especial reconocimiento.

Las cosas fundamentales para mantener el hogar en orden y agradable las realiza la mujer, no porque sea una cláusula escrita del contrato matrimonial, sino porque es un tipo de cultura machista y aunque extraño, pudiera ser que ella sea feliz haciéndolo. Por otra parte, lo hace tan bien que es prácticamente insustituible. En tal estado de certeza procede comentar: si como es cierto esa no es una obligación exclusiva de la mujer, quien accede al matrimonio en igualdad de condiciones que el hombre, sino que ella voluntaria y amorosamente lo hace ¿No merece acaso un reconocimiento especial de su pareja?

Pues claro que lo merece. Y es que, como consecuencia de no recibirlo su entusiasmo se deteriorará, terminará convenciéndose de que su esfuerzo es inútil y el amor… disminuirá. Esa falta de respuesta y compensación proporcional a su esfuerzo, la hará sentirse objeto y no sujeto de la relación, siendo este uno de los motivos por los cuales con el tiempo sentirá que continuarla no tiene sentido.

El integrante de pareja que por su actuación enriquece el calor y la emoción haciendo la vida más grata a su par, requiere de éste como especial compensación a su esfuerzo, el reconocimiento expreso. Ello fortalece la relación creando en el actor bondadoso satisfacción y deseo de repetirlo, para nuevamente ser halagado. En el caso contrario la relación se desmejora, porque el cónyuge obsequioso siente que su par no diferencia su esfuerzo e intención, al no demostrar sentirse especialmente halagado, por no decir atendido, ni expresa ningún tipo de reconocimiento. En tal caso… dudo que el acto atento vuelva a repetirse.

En el caso del reconocimiento expreso por parte de quien ha sido halagado, la actitud de la parte reconocida debe serlo también de gran emoción y regocijo, e igualmente de forma expresa. Porque es simplemente el disfrutar de ese reconocimiento especial que en buena lid se ha ganado; es el disfrutar de esa especial sensación que produce la seguridad de que se ha hecho algo especial, más allá de lo que normalmente se exige, en una labor en pro de la empresa más importante de su vida: Su felicidad personal y la de la persona amada.

Próxima Entrega: EL RECONOCIMIENTO EN LA PAREJA II

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En la entrega anterior decíamos que la errada formación de los jóvenes, cambió sus esquemas fundamentales sobre los cuales vinieron a este mundo con el único fin de ser felices. De tal manera al sustituir su valor y fuerza natural como hijos de Dios, por sentimientos negativos como el temor a lo que no se conoce, propiciaron una condición enfermiza de su mente, frente a la falta de fe, seguridad propia y optimismo. El miedo a un futuro, que es incierto e indeterminable, y cuyo resultado estará condicionado a nuestra actuación en el día de hoy, hizo más pesada una carga que en la realidad es inexistente. Adicionaron además a esa carga mental, la tentación, el pecado, el demonio; y un castigo de Dios que tampoco existe, porque Dios ama a sus hijos porque son su máxima creación sobre esta tierra.

Tampoco les enseñaron algunos secretos para vivir una vida más plena, que nos regaló Jesús hace dos mil años, y que pueden hacer la diferencia entre el éxito y el fracaso, cuando enseñó: «Si tienes fe como una semilla de mostaza… podrás mover las montañas.», o su recomendación: «Cada día trae su propio problema… le basta a cada día su mal.» También les ocultaron el uso de la más idónea de las herramientas que Él no señaló en la vía de lograr una vida feliz, cuando aconsejó: «Todo lo que pidas orando a mi padre, os será concedido.»

Todo ese temor, desconcierto y negatividad que se sembró en el alma de los jóvenes, es lo que predispone y/o alimenta una mala comunicación en las parejas, que hoy, desventuradamente, en un alto porcentaje no superan los cinco años de unión. Es que un alma atemorizada, siempre temiendo lo peor, considera la felicidad la excepción y la infelicidad la regla. Como consecuencia, le es muy difícil mostrarse como es realmente y darse en su totalidad sin reservas, cuales son dos condiciones indispensables para una buena comunicación en la pareja. Porque, ¿Cómo podría alguien comunicarse bien en una relación tan íntima como la de pareja, si a cada paso presiente un peligro, un riesgo o una celada?

La buena comunicación en la pareja nace de la sana intención, la presunción de buena fe y la confianza en la estatura humana de quien se escoge como compañero para toda la vida. Sin esos elementos esenciales el recurso comunicación es muy frágil. Especialmente cuando uno de ellos trabaja y el otro atiende la casa, porque para entender la pérdida temporal de humor de una esposa que atiende tres diablillos, se requiere comunión de espíritu o hacerse cargo de ellos por un mínimo tiempo, que en estos casos raramente se da.

Para una esposa que está todo el día pendiente de la llegada de su amado, tampoco es fácil comprender que éste llegue tarde o que aparezca estresado, deprimido o de mal humor por los problemas del día en su trabajo. En este mismo sentido, para evaluar la importancia de asistir y lidiar en una reunión de padres y representantes en el Colegio, no basta con emitir el cheque de la mensualidad; ni es fácil de comprender para quien está todo el día bien vestido, perfumado y asistido de una elegante secretaria, la importancia de salir a tomarse un cafecito, compartir con alguien más que no sean lo niños y respirar aire fresco en un sitio agradable con esa persona que se ama, luego de un día que comienza antes de que aparezca el sol, con el aseo de los niños y termina a la hora cuando se les ocurra dormir.

Para procesar todas esas mutuas y domésticas situaciones, analizarlas y entenderlas, sin que se conviertan en pequeñas batallas familiares, no existe otro mecanismo que una buena comunicación, la cual no puede lograrse si ambos no establecen como prioridad y eje de su actuación a la familia, alrededor de la cual deben girar todas sus actividades.

Es que para quien hace pareja convencido de que deja su mundo para comenzar uno nuevo con una persona que le hará más feliz, cuando la comunicación no es buena o se deteriora, ese choque con una realidad inesperada y frustrante puede tener efectos devastadores, porque es todo lo contrario de lo que se previó al conformar la unión. Ciertamente, es la actitud más que los hechos lo que afecta la relación, y la buena comunicación es en si misma una actitud.

La buena comunicación en la pareja es la única posibilidad de que sus integrantes sientan que al unir sus destinos, no han perdido su libertad personal de opinión y de acción. Es también generadora de esa reconfortante impresión de sentirse amado, comprendido y aceptado con su personalidad e identidad propias, convirtiéndose en un arma poderosa frente a los peligros que normalmente amenazan a la pareja bien avenida, como suelen serlo entre otras, las malas interpretaciones, desinteligencias, torpezas, la rutina, el hastío y… la tentación.

No vacilo en asegurar que una pareja que mantenga una buena comunicación, cimentada en el vigor que da el amor y el respeto por la persona humana de su par sobre sus tendencias y convicciones más íntimas, que conlleve la aceptación por la ideología personal e individual del objeto de la vida sobre esta tierra, es frente a los embates de las circunstancias similar a una roca en la montaña, que resiste el frío del invierno, el calor y el fuego del verano, los huracanes y las tempestades… sin perder nunca su fortaleza.

Próxima Entrega: El Reconocimiento I

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PAREJA

 

Suscribo la máxima de que «Cuando aprendemos a comunicarnos abiertamente y con sinceridad, la vida cambia». Especialmente en el caso de la pareja, para establecer una buena comunicación requiere el estar dispuestos a oír, ya que, independientemente de que en el amor los medios de comunicación pueden ser diversos, es el idioma su forma más expresiva. Fue de forma oral como se intercambiaron las primeras ideas, que se sugirió la posibilidad de la unión y en su oportunidad se solicitó la decisión. También es mediante el uso de las palabras que ratificamos los votos cuando se repite la frase más hermosa y sentida: te amo.

Una fluida comunicación orienta el camino a la sinceridad recíproca de doble vía, donde exista confianza de las partes para que el temor quede en último plano, abriendo la posibilidad de cualquier tipo de confidencia por más difícil que pudiere resultar. De hecho, no podría concebirse la relación más íntima como es la sexual sin una muy buena comunicación entre ambos participantes.

En mis entrevistas con personas que tuvieron problemas de pareja, una de las constantes fue las malas comunicaciones o la ausencia de este indispensable recurso. Primordialmente, porque cuando se producen los mal entendidos, problemas, desacuerdos o actuaciones dudosas en la pareja, como no existe la confianza y seguridad que genera la permanente y buena comunicación, el afectado entra en un proceso progresivo de desmejoramiento cual similar a una copa que se llena gota a gota llega un momento en que se rebosa, y al derramarse el líquido se hace imposible recoger su contenido íntegro.

Es que el amor conlleva comprensión, ternura, camaradería, concordia, respeto, consideración y…entrega; no puede progresar y desarrollarse por conjugar en sí mismo todas esas emociones que no se mantienen ni progresan, si mediante una buena comunicación no se ratifica que se es parte integral y no parcial de esa otra persona con quien se hace vida común. La mala comunicación entre los que se aman engendra el virus de la desconfianza, el cual se nutre con la sospecha de que no somos importantes ni prioritarios en la escena afectiva de nuestro par.

Quienes optan por vivir en pareja, lo hacen con el convencimiento de que al unir su vida con otro los convierte en una sola persona, y por tanto con una intercomunicación fluida, sincera y permanente… casi automática. Es sobre la base de esta premisa, que se presume que la pareja que no tenga una buena comunicación, le será muy difícil lograr sus dos fines principales: la permanencia y la felicidad.

¿Cómo podría alguien imaginar que dado el alto grado de afectividad que encierra la relación de pareja, pudiere mantenerse por mucho tiempo en estado de felicidad si entre ambos no existe una fluida comunicación.? ¿Dónde quedarían la ternura, la comprensión, la solidaridad, la emoción y la pasión que hacen del amor en pareja la más hermosa aventura, si su canal de expresión ideal no estuviere presente y activo?

Son las parejas bien comunicadas la piedra angular sobre la cual se establecen las comunidades que producen los mejores ciudadanos, y hacen a los países buenos para la mayor felicidad de sus habitantes. No puede racionalmente concebirse un país próspero y bueno para la vida de sus ciudadanos, donde las parejas y las familias no tengan capacidad para comunicarse de manera fluida y gratificante, porque ya no podría denominársele nación. En todo caso, sería lo más parecido a la… Torre de Babel.

En una oportunidad y por causa de una de nuestras conferencias, alguien preguntó: ¿Si todo lo que usted ha dicho es obvio, por que es tan difícil de admitir, y sobre todo… de realizar? Precisamente porque ES OBVIO; y cuando las soluciones son obvias, extrañamente no las consideramos importantes, o simplemente… no las advertimos.

Procede observar que no realizamos ningún esfuerzo personal para nacer; luego, para nuestra subsistencia física durante la niñez y adolescencia, si no nos la proporcionan nuestros padres o el Estado, la naturaleza se encarga de hacerlo con esa variedad de productos y elementos que con una mediana diligencia, nos asegura. Asimismo, desde el punto de vista intelectual somos unos especialistas en complicarnos la vida. El mayor porcentaje de nuestro intelecto lo dedicamos a perseguir metas de enriquecimiento, poder, y otra multiplicidad de cosas materiales con la intención de sobrevivir más que de vivir intensamente, sin advertir que esas cosas materiales por sí solas de ninguna manera pueden suplirnos lo fundamental para mantener nuestra máxima aspiración: paz y felicidad.

En descargo de la población joven tan afectada por la desconfianza, debemos aceptar que esa tendencia hacia la negatividad, es producto de un cúmulo de basura mental, que por dosis progresivas, les fueron inoculando desde su más tierna edad, con especial descuido por su formación espiritual, tanto en sus hogares como en sus escuelas, donde el temor al futuro, a la tentación, al pecado, al demonio y quien sabe cuántas taras mentales más dentro de las cuales la más terrible se la endilgaron al castigo de Dios al desvirtuar su naturaleza divina y por tanto sustentada en el amor infinito a sus hijos, que lo hace padre amoroso, que no terrible y castigador…

Próxima Entrega: COMUNICACIÓN EN LA PAREJA II

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El efecto de la competencia imperfecta en la pareja como de los motivos que la originan puede ser  muy dañino para los hijos, ya que éstos tienden a emular a sus padres y en tal propósito también competirán con sus relacionados, con riesgo de  perder todo sentido de sensibilidad, solidaridad, compasión, caridad y amor por sus semejantes. Esa tendencia puede afectarlos al punto de que por competir por todo motivo, se alejen progresivamente de su propia identidad hasta convertirse en irreconciliables con su propio yo, imposibilitando establecer relaciones sanas y perdurables, con el resultado de vivir una vida en solitario sin afectos permanentes.                               

       Para evitar tales efectos,  con respecto al liderazgo sobre los hijos, previo a su advenimiento, la pareja debe pactar la perfecta igualdad de autoridad en su actuación sobre éstos. El compromiso deberá versar especialmente sobre la consecución o negación de permisos. Así, en caso de negativa por parte de alguno, el otro debe apoyar la decisión sin perjuicio de que, si lo considera desacertado en privado razone con su par la disidencia, pero sin afectar el principio de autoridad. En caso de lograr variar la decisión, será  el mismo progenitor que tomó la decisión, quien inteligentemente razonará el cambio de su criterio, sin mencionar la participación del otro en la reforma o cancelación de  la medida.

      Tal convención evitará que los hijos manipulen a sus padres asumiendo que es uno de ellos quien toma las decisiones, o quien puede modificarlas. Este equilibrio de autoridad familiar evita múltiples malentendidos, dejando incólume la autoridad de ambos  progenitores, así como la ratificación del respeto mutuo, aportando reconocimiento y gratificación a la relación, haciéndola más sólida, edificante y duradera.

      Cuando se hace pareja se comienza una nueva vida y ya no se podrá hacer exactamente lo que nos plazca sin medir las consecuencias del acto. Como esta es una relación  esencialmente emocional y pasional, además de la competencia malsana, deberá evitarse tratar las diferencias sobre temas que afecten los sentimientos más conflictivos del individuo, como los religiosos y políticos. Por tanto, lo conveniente sería que antes de materializar su unión conozcan de  manera diáfana las tendencias de cada uno y la forma de tratarlas, si fueren disímiles.

      Con el conocimiento previo pueden planificar el comportamiento individual frente a esas realidades, que no tienen porqué cambiar por causa del nuevo estado civil que comienzan, sino que deben adecuarse a la nueva situación. Por ejemplo, en el caso del credo religioso, si los dos son cristianos pero de diferentes religiones, el problema es menor y será suficiente acordar la forma de actuación frente a cada credo, ya que su basamento filosófico no tendría diferencia profunda, porque se fundamenta en el mensaje de Cristo que  ambos comparten. En los casos de marcadas diferencias  como sería si uno fuere musulmán y otro cristiano, la negociación previa se hace difícil pero necesaria, si la intención es una unión duradera.

      En los casos de participación o activismo político, la convención tiene relevante importancia, porque se dan casos en los cuales una de las partes no solamente no le interesa el tema político, sino que… no lo soporta. Si el amor es fuerte pudiera ser que haciendo un gran esfuerzo pueda sobrellevar que su pareja tenga una definida preferencia política y/o que participe activamente. En otros casos, los dos pudieran tener actividad política pero en diferentes bandos, siempre que sean personas razonables que no se afecten ni permitan actitudes de fanatismo político, deberán establecer de forma clara las reglas y mecanismos mediante los cuales manejarán, de común acuerdo estas actividades.

      Es por todo lo expuesto que  considero importante que antes de iniciar la relación de pareja se convenga sobre el tratamiento objetivo y diario de estos temas, en vez de competir sobre ellos.

      Una recomendación apropiada para toda pareja es la de evitar en lo posible discusiones  sobre religión y/o política, salvo casos muy especiales de personas de mentalidad y espiritualidad muy avanzada, lo cual no pareciera ser lo normal; o aquellos que independiente de su preferencia política sean investigadores académicos sobre el tema,  lo que en vez de una discusión se convertiría en un intercambio de ideas con la intención de mejorar o aclarar conceptos, lo cual lejos de ser negativo, es formativo desde el punto de vista intelectual, pero además beneficioso para ambos.

      Dada mi experiencia como asesor de parejas y parte de una bien avenida, me permito recordar a nuestros lectores, que no tiene otra razón el constituir una pareja, que la seguridad de que viviremos mejor en ese nuevo estado que permaneciendo solteros. Por tanto, debe evitarse cualquier sentimiento o actitud personal que ponga en peligro alguna de las tres bases fundamentales de las familias felices: el amor, la paz y la armonía. Pienso que fue eso lo que quiso advertir Benjamín Franklyn, cuando sentenció: «La paz y la armonía constituyen la mayor riqueza de la familia.»

PROXIMA ENTREGA: COMUNICACIÒN EN LA PAREJA I

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 En la dinámica vida de  hoy la competencia es el factor de afectación común en los conglomerados humanos. Se compite por todo y con todos: por los negocios y la política; por  el prestigio familiar y profesional; por el ingreso a las Universidades y las mejores notas en los estudios; por la belleza y popularidad; por los alimentos y los servicios; por los trabajos, por quien se come el Sándwich más grande de un solo mordisco, y por…el mejor puesto en los juegos de fútbol.

      De igual manera, Países y Organizaciones Nacionales, Binacionales y Bloques Geopolíticos deben competir por los mercados de los productos; por los recursos financieros y la energía; por pertenecer a la ONU, OTAN, OMC,  OEA, BID, ALALC, MERCOSUR; por mejorar  la tecnología espacial; por avanzar en la creación de nuevos mecanismos frente al terrorismo; por el Miss Universo y  Míster Músculo… entre otros.

      Lamentablemente, la mayor incidencia de esa competencia constante lo es para lograr poder, control, supremacía, fama, prestigio y…riqueza económica; aún con más ahínco que por procurarse amor, salud, educación, justicia social,  tranquilidad o paz. Tampoco se orienta esa lucha a ser efectivos en la consecución de vacunas contra el SIDA u otra de las muchas enfermedades endémicas que acogotan al mundo; controlar el trabajo de millones de niños, que en países asiáticos, africanos, centro y suramericanos, en las peores condiciones se les niega su derecho más elemental: ser niños; vencer el hambre y la pobreza que depredan países y regiones enteras, o lograr convenios internacionales para proteger el ambiente, sobre el cual si no hacemos algo desde ya, en menos de cien años nos dejará sin la mayoría de las especies animales y sin agua; con los bosques, las tierras y el petróleo, completamente agotados.

      La pareja, como producto y factor social, no podía librarse de los efectos de la globalizada tendencia a competir. En esta relación, la competencia suele funcionar de dos maneras marcadas y diferentes. Especialmente aquellas integradas por quienes realizan actividades laborales y/o generadoras de  ingresos fuera de casa, independiente de cual fuere su profesión, labor u oficio,  puede manifestarse en sus dos versiones: la primera, que es  la competencia de ambos  por hacer las cosas mejor, aportar más amor, comunicación,  consideración y respeto a la relación, que es actitud indiscutiblemente beneficiosa a la relación porque la fortalece y hace la vida de sus integrantes más agradable, edificante y feliz. 

      La segunda suele darse cuando compiten entre sí, no sólo desde el  punto de vista profesional y del nivel de aporte de ingresos a la familia, sino además por un liderazgo mal entendido, representado por la autoridad, aprecio y atención de sus hijos a favor de uno y desmedro del otro. Este último tipo de competencia, que aunque no tan descarnada y horrible como la comercial o política que  a veces pareciera no tener límites, sí suele convertirse en un problema que de no ser detectado y tratado a tiempo, progresivamente va horadando las bases de la pareja hasta convertir el hogar en la casa de habitación de dos extraños, quienes conviven en el mismo techo por pocas horas, pero que no comparten integralmente ni la misma filosofía de la vida ni los mismos intereses, desde el punto de vista de su  globalidad. 

      Sobre la base del aforismo que pareciera haber sido escrito especialmente para las parejas, «Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.»,  considero que la única competencia válida entre los miembros de una pareja, es aquella orientada a dar todos los días su mejor trabajo para la fortaleza de la relación. Es esa misma competencia positiva la que se debe profesar para ver quien es el mejor para reconocer a su par por todas las múltiples cosas buenas que hace todos los días; sus valores y aciertos, de tal manera  haciendo menos significativas las consecuencias de sus zonas erróneas y desaciertos. Debe ser la búsqueda por lograr y preservar ese sentido de conexión indispensable en la pareja,  del engrandecimiento mutuo en búsqueda de la perfectibilidad posible; de la identidad permanente con los valores éticos que harán perdurable la relación.

      La otra competencia, sin ninguna duda imperfecta para demostrar que se es mejor en la profesión, o en liderazgo en la familia, o en la generación de ingresos económicos, o… haciendo el amor, me parece simplemente una majadería contraria al sentimiento de unión, solidaridad, participación y buen ejemplo, que motive a los solteros a construir una pareja. Si se quiere, es una forma de dañar y perjudicarse a sí mismo, sin otro resultado que no fuere el  demostrar a su consorte su errada escogencia,  y que, posiblemente, además de ser competidor  es un actor pero de una comedia bufa, ya que a ninguna persona normal puede ocurrírsele invertir tanto amor, dedicación, trabajo y recursos de todo género, como el que se requiere para construir un hogar, para ponerlo en riesgo de manera absurda…

Próxima Entrega: LA COMPETENCIA IMPERFECTA II

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Para finalizar el tema de lo que el tiempo nos dejó, escribo esta última entrega con profunda tristeza, en lucha contra ese enemigo de la realidad que es la nostalgia, para no recordar los bellos parajes selváticos que en mi niñez vi en mi país; sus ríos, sus llanos, sus miles de especies de pájaros, animales, plantas y flores que hoy solo podemos ver en los parques botánicos o zoológicos.

Me acongoja recordar cuando los niños, inocentes y felices, jugaban en los patios de las casas, sin ningún temor a ser contaminados por los colores o pinturas venidas del otro lado del mundo; cuando los padres permanecían confiados en sus casas y sus trabajos, mientras sus hijos iban a las escuelas, sin miedo a que los hombres malos los raptaran o les hicieran cualquier daño; cuando los ancianos paseaban en los parques, seguros del respeto y consideración de los viandantes; cuando el respeto por la persona humana, la solidaridad, la sencillez, la honradez y el trabajo posibilitaron en menos de cien años transformar este mundo.

Es duro rememorar cuando no se requería de tantas Notarías para hacer convenios y celebrar contratos, porque la palabra entre dos o más hombres, tenía más fuerza que cualquier documento, porque el honor era indestructible y su fuerza la daba precisamente la dignidad de los concertantes; cuando la promesa de amor y lealtad no requerían de prueba especial, porque la integridad era parte de nuestra naturaleza; cuando los maestros enseñaban a sus pupilos, convencidos de que formaban ciudadanos buenos para una patria con suficiente espacio para propios y extraños.

Remueve el alma rememorar cuando los pastores y sacerdotes en sus iglesias hablaban de un Dios amoroso, misericordioso y al alcance de todos que solo exigía de nosotros… el amor, representado en solidaridad humana permanente con nuestros semejantes; cuando los Gobernantes trabajaban muy duro para fortalecer la libertad, la igualdad, la paz y la justicia, como un derecho inalienable de todos sin distinción de clase social, posición, prestigio, nacionalidad, raza o sexo.

Apena evocar cuando los vocablos corrupción, drogas, secuestro, pornografía, pedofilia, no tenían un sentido real o ninguna vigencia para la mayoría de las personas, porque simplemente… le eran desconocidos.

Ah… por cierto, cuando todos teníamos libre acceso al agua y por tanto no teníamos que pagarla más cara que… la gasolina.

Porque si me dejo vencer por la nostalgia que produce el recuerdo, tendré absoluta conciencia de todo lo que hemos perdido y que no tendrán mis nietos; que no disfrutarán esos niños que crecen en una sociedad inconsecuente, cortoplacista, simplista, consumista, casi sin integridad personal y sin valores reales; irresponsable y desprejuiciada, que los trajo al mundo sin su permiso y olvidó su sagrado deber de preservarles un mundo de paz y armonía, ecológicamente equilibrado y donde todos tengan un espacio para ser felices, como ellos lo heredaron de sus mayores.

Por eso solo escribo… escribo, escribo con mis manos, pero dejando parte de mi alma en ello, como una oración a Dios y para todo el mundo, con la esperanza de que su fuerza no sólo llegue a Dios, sino a los oídos de todo habitante de este planeta; para que se unan en esta cruzada por salvar la tierra de un futuro que… ya está aquí, porque el mundo se nos está recalentando aceleradamente y casi no hacemos nada por evitarlo; porque los mares se están contaminando a la vista y la indiferencia de todos; porque en una orgía de destrucción, las fábricas y los gigantescos conglomerados humanos irresponsablemente y sin ningún control, inyectan al ambiente y a las aguas toneladas de productos químicos que las contaminan.

Pero aún siendo tan grave la situación, si todos nos disponemos, sí que tiene solución, o al menos podemos retardar la catástrofe. Pero no puede ser un Gobierno o una ONG, o alguna Organización ambiental sola. No, tenemos que luchar juntos, todos unidos: grandes, chicos, jóvenes y viejos, todos sin excepción; cada uno poniendo nuestro granito de arena para cuidar del ambiente y preservar la naturaleza, así como engrandecer el alma de las personas en vez de utilizarlas como mero medio de enriquecimiento. Sé, que si nos empeñamos lo lograremos, porque somos imagen y semejanza de Dios, tenemos parte de su poder y estamos obligados a cuidar esta tierra que Él nos dio por heredad.

No tengo ninguna duda de que somos capaces de hacerlo. Por eso pido por favor, hagámoslo ahora cuando todavía hay tiempo y de paso regalémonos una muerte en paz, al tiempo que obsequiamos a nuestros descendientes un grato recuerdo de quienes hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, por cancelar esa deuda existencial que adquirimos con nuestros ancestros: procurar a nuestros descendientes un mundo bueno para la vida.

Próxima Entrega: LA COMPETENCIA IMPERFECTA

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  Dique de Guataparo-Valencia, Venezuela

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Considerando el contenido de la entrega anterior requeriremos reinventarnos, que para eso tenemos nuestro intelecto. Debemos encontrar en cual recodo del camino andado se nos quedaron esos valores fundamentales, cuyo déficit produjo este paroxismo hacia un desarrollo en función económica y a costa de la destrucción de nuestros elementales medios de vida.

Pues bien, para lograr el objetivo de recuperar lo perdido, es fundamental la actitud de aceptar con valentía que hemos errado el camino; convenir que estamos a tiempo para corregir lo equivocado e iniciarlo ya, ahora mismo, no mañana ni pasado. Porque la tarea es muy urgente: hay niños en las guarderías y están naciendo nuevos; quedan ancianos en los asilos que se ganaron una vejez feliz; tenemos parejas con urgencia de procrear hijos, quienes merecen vivir en un mundo mejor.

Todavía nos quedan ardillas, algunas variedades de pájaros, y furtivamente podemos ver algunos zorros y mapaches; en los mares aún quedan ballenas y reservorios de variedades de peces, a punto de extinción, pero aun sobreviven; en Aspen, en la primavera y el verano, observamos algunos osos cruzando las calles; y en Boulder, ver dos o tres venaditos en los jardines de las casas es algo normal.

Los caudales del Nilo, Amazonas, Chang Jiang, Mississippi, Yeniséi, Amur y otros cuantos de los más extensos, todavía nos permiten con propiedad llamarlos ríos. Quedan en el mundo también grandes lagos, everglades y gigantescos humedales, como depósitos de agua; y La Amazonía sigue representado la tercera parte de los bosques del mundo. Pero todo eso pudiera cambiar bastante antes de lo que se espera.

Sin embargo, aunque todo nos indica que la situación es muy grave aun estamos a tiempo, sino de estructurar una solución definitiva, por lo menos de demorar y aminorar esa catástrofe ecológica que se nos viene encima. No es algo que podamos dejar de lado o considerar sin importancia. Se trata de nuestra subsistencia física sobre el globo, y nuestra posibilidad de vivir con plenitud los pocos días que conforman nuestras rasantes vidas sobre este planeta.

Pero si somos negligentes, si no vemos lo que se nos muestra en el horizonte, si no hacemos nada por ayudar a la solución, quizás, no nosotros pero sí nuestros hijos y su descendencia vivirán un mundo horrible: casi sin agua y aire puros, sin árboles, pájaros ni peces, con muy pocos alimentos y con todas las carencias imaginables que aumentarán las enfermedades físicas y mentales reduciendo la expectativa de vida.

Advierto que no hablo de milenios y pudiera ser que ni siquiera de siglos. Al ritmo de destrucción del ambiente que llevamos, la deshumanización e insensibilidad que se observa en los grandes conglomerados humanos, enriquecidos poblacionalmente con aquellos que dejaron el campo donde fueron abandonados a su suerte por los Gobiernos, seguramente en solo cincuenta años muchos de esos males pudieran actualizarse y una sociedad herida de muerte, especialmente de jóvenes, no tendrá como solucionarlo, sin que nosotros, los culpables, quienes fuimos incapaces de prever la catástrofe… podamos hacer nada.

Tampoco estaremos en capacidad de responder las angustiosas preguntas de los niños de porqué no hicimos nada por evitarlo cuando aún quedaba tiempo, porque los que sobrevivan ya estarán tan viejos que no podrán oír si se les piden cuentas, y los restantes estaremos unos cuantos metros bajo tierra, integrando aquella que una vez fue una capa vegetal fértil, pero que en esa época solo será el piso estéril de un mundo contaminado e improductivo.

Es por todo esto que estamos obligados a reflexionar, meditar, evaluar y… actuar. Pero, al menos yo, tengo que decirlo… escribirlo. Me siento obligado. Necesito gritar muy duro… pudiera ser que alguien me oiga. Porque soy un habitante de esta anciana tierra que debo considerarme privilegiado. Pertenezco a una generación de transición de este mundo, porque nací en los albores del nacimiento de la máquina de escribir mecánica y hoy manejo un computador de última generación. Pude ver los últimos barcos de vapor sobre el Río Orinoco y presencié los vuelos del Discovery. Todo esto en poco más de sesenta años.

Cuando finalizó el año dos mil experimenté la extraordinaria condición de conocer dos siglos y dos milenos, y eso no podrá repetirlo otro ser humano hasta dentro de novecientos años, y dudo que con lo que le estamos haciendo al ambiente alguien pueda lograr esa edad.

Creo que gritar y escribir es lo único que puedo hacer, porque no tengo más poder que mi palabra y mis letras, ni más alimento que las lágrimas que en este momento ruedan por mis mejillas y salpican las teclas de mi computadora.

Ciertamente no se a donde iremos luego de nuestra muerte, porque no tengo duda que nuestra alma es… eterna y Jesús decía «En la casa de mi Padre muchas moradas hay». Pero no quiero llevarme conmigo la carga de no haber hecho nada para evitar esta catástrofe ambiental, que consciente o inconscientemente le estamos regalando a las futuras generaciones…

Próxima Entrega: LO QUE EL TIEMPO NOS DEJÓ III

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