
¿Que la riqueza sea desagradable o inconveniente? En verdad, en la mayoría de los casos creo que no es así; que al fin y al cabo, para casi todas las cosas que consumimos o utilizamos para vivir confortable en una sociedad organizada, requieren ser canceladas con dinero; siendo que además, con gran capacidad económica y sentimientos altruistas, es mucho el bien que se puede hacer a la humanidad. No obstante, siento que las cosas trascendentales para un ser humano -que para mí es físico-espiritual- involucran no sólo cosas materiales, sino otras que tienen que ver con factores inmateriales como la ética y la moral personal, como el amor, la verdad, la bondad, la solidaridad, la lealtad y la tranquilidad de conciencia, no requieren dinero ni de ningún otro elemento que represente riqueza, más allá de sentir que se ha sido útil a nuestros semejantes.
En estas más de siete décadas de vida, he tenido amigos muy ricos y poderosos, quienes en momentos especiales me confesaron que fueron mucho más felices integralmente cuando eran personas con ingresos normales y comunes, que luego que adquirieron una gran riqueza. Es que la riqueza y el poder imponen a quien lo posee no sólo mantenerlo sino aumentarlo, lo cual requiere tiempo y esfuerzo, que normalmente se le resta a lo más preciado, que por cierto no puede adquirirse con dinero: la familia. Asimismo, he tenido amigos con ingresos normales de una persona, profesional o no, diligente y trabajadora, quienes me manifestaron con toda sinceridad, que no ambicionaban ninguna riqueza o poder, que de alguna manera pudiera restarles atención a sus seres queridos, cual para ellos eran su mayor tesoro.
Por cuanto pertenezco a una generación trepadora, vale decir que todos mis logros desde adolescente, los obtuve trepando por sobre convencionalismos sociales, etiquetas y exclusiones -que en la segunda mitad del Siglo XX en Venezuela- hacían muy difícil a las personas sin recursos económicos como yo, acceder al conocimiento académico de calidad y/o cualquier actividad de poder político o empresarial, mi escala de valores, que ponía por delante el respeto y utilidad a la persona humana, me permitió con mucho trabajo, diligencia y confianza en mi capacidad, lograr prácticamente todas mis metas importantes como una familia amorosa, sólida y permanente, así como fortuna, que para mí ha sido siempre la de disponer de los recursos diarios suficientes, para mantener una vida buena y decente, incluida mi formación académica y la de mis hijos.
Sé y no tengo duda, que no se requiere gran riqueza para bien formarse y ser de utilidad a la sociedad. En mi caso, que tuve la ventura de encontrar una compañera de viaje largo con la cual hacer un equipo con intereses comunes, convencidos de que Jesús de Nazaret no estaba errado cuando sentenció: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y “Cada día tiene su propio problema, le basta a cada día su mal“; sobre esa base filosófica establecimos nuestras metas y luchamos por ellas hasta lograr cubrirlas, sin que de ninguna manera creyésemos que era indispensable acumular riqueza. El tiempo, la perseverancia y la fe en Dios que siempre nos provee, nos permitieron desarrollar plenamente nuestra familia hasta lograr la felicidad que hemos disfrutado y que luego de más de cuarenta y ocho años de feliz unión matrimonial continuamos disfrutando, así como nuestros hijos y nietos.
Pienso que la mayor fortuna es el poder lograr suplir oportunamente las necesidades diarias, lo cual está al alcance de cualquier persona disciplinada y trabajadora, sin un esfuerzo extraordinario; porque la mucha riqueza, siempre está en riesgo de disminuir o desaparecer, lo cual crea un grave problema, que hoy más que nunca produce cambios negativos de carácter así como enfermedades físicas y mentales como el estrés, cual por cierto no se puede eliminar con dinero, sino con tranquilidad espiritual. En este mismo sentido, cuando se es dueño de grandes riquezas y bienes, al estar rodeado por tantos intereses, se pierde la confianza en las personas de nuestro entorno más cercano, porque se tiende a desconfiar de la autenticidad de la actuación, atención, solidaridad y amor, si lo son por la persona adinerada o por los beneficios que de ella se pueden obtener.
Por otra parte, tampoco dudo que existan personas especiales, que al jerarquizar la humanidad por encima de la riqueza, logran conciliar tanto los intereses económicos como las relaciones íntimas y familiares, de tal manera perfecta que se ponen al margen de cualquier sospecha de insinceridad o intención dolosa, de aquellas personas que conforman su entorno íntimo. En estos casos especiales, la riqueza puede ser una bendición, para ser compartida con propios y extraños, en la medida de la necesidad y/o utilidad social que se produzca. Debo confesar que personalmente no he conocido ningún multimillonario que dedique su dinero a hacer el bien, a excepción de aquellos que crean Fundaciones, especialmente para bajar sus pagos de impuestos, lo cual al final aumenta su riqueza. Es por todo lo cual, insisto en que lo más importante en esta vida para una persona normal no es la riqueza, sino la tranquilidad de conciencia, que nos permite ser y sentirnos bien amado por las personas por encima de la riqueza.
Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com