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Archive for the ‘UN DIA DE VIDA’ Category

EL PRESENTE Y EL DESTINO

Es una creencia casi generalizada que Dios determina nuestro destino desde antes de haber nacido y que eso es infalible;  no discuto tal  criterio, especialmente porque como soy un convencido de nuestra absoluta posibilidad de ser felices, para lo cual se requiere ser muy positivo, no puedo darme el lujo de preocuparme por algo que pudiera convertirse en una obsesión  negativa, como es para una gran mayoría de personas, el destino. Es que en mi personal concepto, lo que Dios sí que nos dispuso como una hoja de papel en blanco,  fue el camino que debemos recorrer durante toda nuestra vida -que por cierto es lo que  sí debe interesarnos-  por lo cual nos dejó en plena libertad de darle el sentido, color, sensación y sabor al paisaje, así como a cada  bache o recodo del camino; de tal manera que, en su inmensa sabiduría, creo que  para no aportarnos focos de preocupación innecesaria, nos dejó en libertad de diseñar nuestro propio “camino”, por lo cual nos regaló la posibilidad de hacer de ese viaje de nuestra vida, lo que más nos plazca, agrade o nos parezca conveniente. En tal sentido, para que pudiésemos estudiar, entender y encontrar la mejor forma de vivir esa extraordinaria experiencia de ese viaje, nos dotó de inteligencia y raciocinio, al tiempo que puso sobre el camino diferentes subidas, bajadas, obstáculos y/o accidentes, que nosotros con todos los recursos intelectuales y físicos de que fuimos dotados, pudiésemos perfectamente determinar la mejor forma de esquivarlos, superarlos, ignorarlos  o disfrutarlos, conforme nuestra propia forma de ver la vida y las cosas.

No es fácil emitir criterio sobre lo que piensan o sienten otras personas, por lo cual pareciera  lo más acertado, hablar de nuestras propias circunstancias y vivencias; a ese respecto y refiriéndome al camino de la vida que durante setenta y ocho años he transitado, debo comentar que desde que tengo verdadero uso de razón he estado perfectamente consciente de que no existe un destino predeterminado para mí, ese me lo hago yo;  inclusive ese elemento impredecible que a tantos preocupa y que denominan futuro, cual para mí –no obstante la insistencia de mi padre de que era muy importante- tampoco tuvo ni tiene tanta importancia, precisamente porque es imprevisible, impreciso e indeterminado, por lo cual no lo considero trascendente como parte de mi camino; quizás porque siempre he tenido plena conciencia de que, si fuere que llegare,  lo único que puedo aportarle para mi beneficio,  sería hacer bien lo que me corresponde… hoy.

¿Qué la manera de transitar nuestro camino  tenga que ver con nuestro posible destino? Pareciera lógico, por lo cual como  yo juego a ganador, no desperdicio ninguna posibilidad; es que estoy seguro que mi camino es hoy, por lo tanto es a este día  de hoy a quien debo toda mi atención, amor y cuidado. Estoy consciente de que conmigo transitan a mi lado, detrás y al frente, mis hermanos humanos y mis hermanos los animales;  a ambos me debo por mi principio fundamental de  utilidad y humanidad. De la misma forma,  a los recursos naturales que Dios dispuso sobre y en esta tierra para mi beneficio, estoy obligado a proteger, cuidar y defender a toda costa, so pena de desaparecer como especie sobre esta tierra, o por lo menos de negar su conocimiento, belleza, beneficio y disfrute, a las futuras generaciones. Como  observarán en  lo expresado en este párrafo, en nada puede ayudarme a mejor vivir mi camino, el pensar o preocuparme por un destino que, como el futuro, no es determinable de ninguna manera.

Tristemente he conocido personas que viven consternados por lo imprevisible de su posible destino o lo que pudiera sucederles mañana, que es como decir: en el futuro. Tanto me ha preocupado esta tendencia,  que he dedicado una buena parte de mi vida a escribir artículos de prensa y revistas, libros y el blog: www.unavidafeliz.com, que es visitado por más de 2.800.000 cibernautas en 119 países, así como conferencias y conversatorios, todos orientados a inducir a las personas a no dejarse afectar por el pasado, porque es un muerto; ni por el futuro porque no ha nacido; estimulándolos a dedicar todo lo mejor y más entusiasta  de la existencia, a ese diario transitar por el camino de la vida; cual no sólo tenemos la capacidad de hacer agradable y didáctico, sino inclusive, impregnarlo de magia y entusiasmo que contagie a nuestros congéneres negativos. Es durante el recorrido del camino que podemos amar, disfrutar de las flores, de la risa de los niños, del canto de los pájaros, del ruido de las quebradas, de las olas del mar; degustar los  manjares en que nuestros hermanos saben  convertir los recursos naturales que Dios puso sobre la tierra para nosotros, así como de mirar y escuchar a esas personas que amamos, cuya presencia, compañía y voz, dan sentido a nuestra vida.

Luego de todo lo expresado, en una reflexión sincera del qué y el por qué de nuestra vida… ¿No les parece una pérdida de tiempo dedicar nuestro intelecto a intuir un destino desconocido, cuando la realidad del hoy –que es el camino que en todo momento estamos recorriendo- tiene tantas cosas buenas y bellas que ofrecernos? Como todo en la vida, creer y preocuparse del destino es una opción exclusiva del libre albedrío de  cada ser humano, que yo respeto, pero que estoy obligado a declarar que no comparto; precisamente porque no le aporta nada a esa maravillosa bendición de vivir el hoy y no de sobrevivirlo, que definitivamente es la opción por mí libremente escogida y predicada  hoy y siempre.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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soledad....

Hoy, luego de haber vivido más de siete décadas, habiendo sentido en varias oportunidades el olor de la muerte en mis narices; la rabia corroer mis venas; la impotencia violentar mis sentidos y el amor llenar mi alma, cuerpo y espíritu, siento que me puse  un poco más allá del temor a lo que será de lo que me quede de  vida o… a la muerte. Estoy convencido de que ciertamente, todo tiene su tiempo y oportunidad en el cual  nuestras actuaciones e iniciativas pueden ser más efectivas; sin que esto quiera decir, que todo tiempo no sea bueno para hacer cosas positivas y para ser felices.

Quizás por no pertenecer a la élite económica de este País, desde muy corta edad aprendí que todo lo que deseo debo lucharlo con mis únicas armas: la diligencia, el esfuerzo, el estudio, la honradez y el trabajo. Mi generación ha vivido un tiempo muy especial: de 1941 al 2013 hemos visto cambiar el mundo más que en los últimos 2000 años. Especialmente en Venezuela, hemos vivido largas y cortas dictaduras, democracias y el actual  experimento socialista del Siglo XXI; de ello he aprendido que no hay tiempos ideales para realizar las cosas, sino actitudes y aptitudes que las  fundamenten, lo cual  determina los logros y les da permanencia en el tiempo.

Una persona puede ser muy joven y un sistema o programa ser muy eficiente, pero  sin la actitud positiva y la aptitud para realizarla, más temprano que tarde… fracasará. Por el contrario, una persona puede no ser tan joven y un sistema o programa no muy adelantado, pero si la actitud de sus actores es positiva, decidida, ética y comprometida, si está acompañada de la aptitud para ser eficiente, sin duda será coronada por el éxito y se mantendrá en el tiempo.

Dada la situación económica crítica  mundial y nacional, creo que vale la pena meditar sobre esto. No hay un tiempo ideal para realizar las grandes labores, sino actitudes colmadas de  valores como la verdad, la generosidad, la comprensión,  el trabajo y el estudio, cuales acompañadas a la capacidad para determinar la prioridad para la atención a las personas e instituciones, determina su realización práctica. De lo contrario, de forma progresiva perderá su vigencia, y al final, sólo quedará la sensación amarga de haber perdido una oportunidad de hacer la vida más amable y feliz para todos.

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Para quienes como yo no contaminan su presente arrepintiéndose con lo que recuerdan que alguna vez hicieron o dejaron de hacer, nuestro mejor día es… HOY.

Al despertar miré una mañana bellísima mientras escuché diversos ruidos  en la calle y el griterío de los chicos de un Colegio vecino, que me ratificaron el valor de esta vida bella e irreemplazable porque ahora mismo, muchas personas no pueden experimentar ninguna de estas sensaciones, porque están… MUERTOS.

Unicamente poder de abrir los ojos en las mañanas es una nueva vida; porque muchas personas de menor o mayor edad que nosotros, anoche se acostaron para dormir y se quedaron descansando sobre sus camas,  y ya no despertarán… jamás.

Los chicos y los mil ruidos de la calle, me hacen dar gracias a Dios porque puedo OIR o ESCUCHAR, cuando sé que en estas últimas ocho horas de sueño, más de 1000 personas en el mundo nacieron SORDAS, y es posible que jamás escuchen ese reconfortante vocablo: TE AMO.

Cuando abrí mi ventana observé en la calle una bella señora con su niñita uniformada para el Kínder, y al levantar la vista, las hermosas montañas que circundan la Ciudad y di gracias, porque sé que miles de personas jamás podrán regocijarse mirando estas cosas, porque nacieron CIEGOS.

Volví a mi habitación y contemplé mi siempre bella y fiel compañera de viaje largo, quien me regaló mis bellos hijos e hijas y que, con su amor y dedicación personal, me hace sentir todos los días que vale la pena VIVIR, y nuevamente agradecí a mi Padre Celestial, porque diariamente recibo consultas de muchas  personas que acceden a mi página web, buscando consuelo porque están MUY SOLAS.

Estas reflexiones me hacen aconsejar a mis lectores que, mediten sobre el hecho de que  el día más hermoso siempre es HOY; por lo cual sería un desperdicio dejar de de disfrutar su múltiples beneficios de todo género, recordando lo que no hicimos o dejamos de hacer en un pasado sobre el cual nada podemos hacer, o lo que es igualmente inútil: preocuparse por un futuro que es incierto y sobre el cual, tampoco podemos hacer otra cosa que no fuere HACER LAS COSAS BIEN  HOY, en lo cual está incluido vivir intensamente y con fruición nuestro maravilloso presente.

Así que, corresponde contar nuestras bendiciones y VIVIR… VIVIR INTENSAMENTE HOY, porque esa es nuestra parte en esta vida.

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NO ES IMPORTANTE SI NOS VAMOS O REGRESAMOS, SÓLO QUE… HEMOS VIVIDO

Hoy, desde mi ventana miré una gota de rocío rodar sobre un pétalo de rosa; luego la vi precipitarse en una lenta caída hacia el césped, donde se perdió entre la yerba, sin un chasquido, rumor o ruido alguno.

Simplemente, la depositó la noche, cumplió su función vivificante y luego, como llegó se fue a un nuevo espacio, desconocido pero necesario para su fin.

Creo que así debe ser nuestra vida. Como una gota de rocío llegamo
s  en una noche cualquiera, nos posamos sobre esta tierra, cumplimos nuestra función y luego… nos vamos. ¿A dónde? No tiene importancia, solamente nos vamos o quizás… regresamos.

Pero así como esa gota de rocío, mientras existe vivifica el pétalo de la rosa, calmando su sed siempre existente y luego se incorpora a la tierra para seguir dando vida, igual nos corresponde  a nosotros vivir, amar, ser útiles y, si es posible de alguna manera, en otra dimensión,  continuar siéndolo aún después de esta vida.

Así como el agua, la noche, el pétalo de la rosa, el ruido y los aromas que inundan el espacio, crean la gota de rocío, sus condiciones, dándole vida y función, así en este mundo físico donde nuestro espíritu viene a materializar sus experiencias, podemos encontrar lo necesario para vivir integralmente, disfrutar, servir y… ser mejores.

¿Cuánto podemos vivir? Tampoco es trascendente. Si algo pudiera serlo, sería cómo y para qué vivimos. En tal sentido, corresponde lograr una existencia edificante y plena, que nos posibilite, durante este camino por la vida, superarnos espiritualmente creciendo en amor, generosidad,  comprensión y fe en que existe algo más para nosotros, que requirió este paso necesario, precisamente, para avanzar hacia esa meta.

Por eso, como la gota de rocío debemos vivir una vida refrescante, armónica, pausada, liviana, tranquila,  sin otra preocupación que la del momento; porque como esa gota no conocemos nuestro destino, pero sí sabemos que existimos porque  tenemos una función que consumar, que es importante, y que sin que interese en cuanto tiempo, sin duda alguna… la cumpliremos.

Hoy, cuando el manto negro de la noche cubra las cosas y las estrellas me guiñen burlonas su inmensidad y lejanía, recordaré que como esa gota de rocío, soy un milagro de Dios que no está aquí por accidente, sino con un plan que, aunque no conozco, es bueno para mí y para quienes me rodean y regocijado… daré gracias.

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Un abrazo se parece a una lágrima, puede ser de dolor o de amor, comprensión, alegría y solidaridad. Hoy, con los mineros de Atacama en Chile, nuevamente humedecieron mi espíritu las lágrimas de alegría, de madres confundidas con el abrazo de hijos, madres, padres, esposas, hermanos, amigos y… un Presidente realmente humano.

Millones de personas en toda América, Europa, Africa, Asia y Oceanía, fuimos profundamente conmovidos y, de alguna manera, nos sentimos uno con los mineros rescatados del fondo de la tierra. El mundo retomó la sensibilidad humana universal perdida, desterrando fronteras y barreras ideológicas, para dar paso al amor, la solidaridad y la ayuda efectiva; de tal forma presenciamos una historia sorprendente, donde se impuso la vida sobre la muerte, la felicidad y la alegría sobre el dolor y la tristeza.

La sociedad organizada demostró su poder cuando actúa sin temor; con fe, unión, decisión y contundencia frente a sus Gobernantes, independiente de cual fuere el sistema que los rige.

En el campamento La Esperanza las mujeres dieron el ejemplo: permanecieron veinticuatro horas diarias, en las peores condiciones de salubridad, alimentación y climáticas para gritar: aquí nos quedamos hasta que se rescate a nuestros familiares, y el Gobierno se vio impelido a actuar y… lo hizo eficientemente.

El Presidente Piñera, dejando de lado la parte ideológica, unió al País y al mundo para pedir ayuda –que recibió sobradamente. Con su Ministro de Minas  estuvo allí permanentemente con su esposa. De él escuché el saludo y consejo apropiado para  un hombre que resucita: “…bienvenido a la vida, a disfrutarla intensamente.” Este ejemplo  debería ser seguido por otros mandatarios.

Esa admonición presidencial ha sido mi norte y lo he escrito cientos de veces: Disfrutar la vida intensamente, como única posibilidad para ser y hacer felices a los demás.

Demos gracias a Dios por el resultado, pero aprendamos de ello el aprovechar cada instante para amar intensamente, manifestarlo y probarlo con hechos; porque además de ser maravilloso dar amor y ternura, no sabemos hasta cuándo podremos hacerlo, y si lo desperdiciamos, no hay segunda oortunidad.

Así como acariciamos una flor, disfrutamos un perfume u oímos una bella música, tenemos que sentirnos y vivirnos con deleite; no importa si el sentimiento es familiar, amistoso o pasional, lo importante es sentirlo, manifestarlo y actuar en consecuencia; con la seguridad de que los milagros existen y este rescate es la mejor prueba de ello.

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A LAS PUERTAS DE LA MUERTE

Hoy fue una jornada dura para quien, como yo, vive por días y por tanto no puede permitirse ni unsegundo de tristeza, porque en mi corta vida de veinticuatro horas, no podría recuperarlo nunca.

En la TV, mostraron imágenes captadas por una cámara de amplio espectro, de los mineros chilenos que quedaron enterrados, en una mina de explotación de oro, bajo millones de toneladas de tierra, a setecientos metros de profundidad. Estaban barbudos, semidesnudos, con hambre, sed y… lágrimas en sus ojos.

Afuera madres, esposas, hijas y hermanos, cambiaban su amargo llanto hasta de hacía pocas horas, por dulces lágrimas de bendición y agradecimiento a Dios por el milagro de mantenerlos vivos.

Había seguido el proceso anterior con extraordinario dolor, compasión e impotencia, al verlos tan desvalidos, tan vulnerables, tan impotentes, tan… solos, que al conocer la noticia de su hallazgo, sentí tanta alegría como cualquiera de sus familiares.

Me sentí especialmente reconfortado cuando observé, que aún en las peores condiciones y gravemente afectados física y psicológicamente, mantenían su unidad, coraje, esperanza, y esa especial hermandad que genera el peligro común; siendo que, desde los resquicios de la muerte, tenían ánimo para gritar aquí estamos y a sus seres queridos: los amamos.

Quienes tenemos hijos o hermanos que amamos, vimos en el rostro en cada uno de estos desventurados, uno de los nuestros; de alguna manera, nos sentimos parte de ellos y si perecieran, moriría un poco de … nosotros mismos.

Esa tristeza y dolor experimentados como todo en la vida tiene una parte positiva, porque el dolor es un buen maestro al recordarnos la maravilla de no sentirlo. Quienes tenemos avanzadas edad, una labor cómoda y honesta que realizar en equipo con esa bella compañera de viaje largo; que tenemos toda mi familia viva y con riesgos infinitamente más pequeños que ellos; sentimos que todos nuestros supuestos problemas, no son más que nimiedades, comparados con esa gran tragedia de la cual algunos, pudiera ser que nunca lleguen a recuperarse totalmente.

Por eso, pido misericordia a Dios por ellos y por nosotros; para que los rescaten salvos, sanos y así todos mantengamos nuestra fe inquebrantable en su poder universal, cual es lo único capaz de darnos fortaleza espiritual frente a nuestra inmensa vulnerabilidad, en un mundo dinámico, imprevisible y donde los hombres por adquirir bienes materiales valiosos, sin considerar los riesgos, todos los días exponen la vida de sus hermanos.

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«¿DESARROLLO POR EL HOMBRE O PARA EL HOMBRE?»

El fin verdadero  del desarrollo mundial actual, sus paradigmas, algunas veces, en cuanto se refieren a la máxima aspiración humana, la felicidad personal y colectiva, su sentido real, pareciera que se nos escapa de las manos, o al menos nos hace percibir… desubicados.

¿De qué sirven los aviones a turbina que nos permiten llegar de Caracas a París en una o dos horas menos, o un tren a trescientos cincuenta kilómetros por hora, la nanotecnologìa y la cuántica, si ochocientos cincuenta millones de seres humanos se mueren de hambre, y personalmente esa economía de tiempo no nos aporta mayor alegría, satisfacción, amor o felicidad?

¿Cuál es el beneficio objetivo para una persona de disponer de poder, fama, bienes y riquezas de todo género,  si en el camino para lograrlo dejó lo mejor de sí, pero también por causa de su obsesión en alcanzarlos descuidó sus seres queridos, amigos y cuando logra  sus ambiciones, ya no tiene con quien compartirlos, al menos con aquellos a quienes realmente ama?

Parangonando nuestra existencia con la vigilia y el dormir: ¿No es acaso intrascendente el tamaño o confort de la cama si no se puede conciliar el sueño?

Y lo que es más importante: ¿Puede toda la riqueza, fama, o poder que se acumule suministrar siquiera un día más de vida?

En fin, como ser  humano…¿De qué me sirve un desarrollo orientado a la generación de riqueza, la  fama y poder, si en la vía de su consecución pierdo mi tranquilidad, muchas veces parcialmente mi salud, mi maravilloso mundo de las cosas sencillas y violento mi espiritualidad?

Porque obtener riqueza, fama o poder, requiere una dedicación completa, y a veces excesiva, en esa competencia multitudinaria por ver quien se agota primero, pierde más rápido el pelo, gana más arrugas, baja su líbido, aumenta su estrés o se gana un infarto, a cambio del éxito.

Tal consideración me lleva a reflexionar sobre quién será más feliz: ¿Aquél que se embarca en ese desarrollo agotador y angustiante, para lograr prever, más que satisfacer sus necesidades materiales por encima de las espirituales -que en nada dependen de la riqueza, el poder o la fama- o el que poniendo como fundamento de su vida su tranquilidad espiritual, considera los logros materiales como algo conveniente pero adicional a su satisfacción interna?

Nuestra conformación físico-espiritual nos exige satisfacer esas dos entidades para lograr la plenitud. Si conocemos que esos requerimientos físicos son  limitados y posibles de lograr sin grandes esfuerzos, así como que nuestras  necesidades espirituales, que son las más difíciles de satisfacer, dependen de cómo manejemos nuestro estado e ánimo ¿Porqué dejar parte de la vida en el camino -comúnmente los mejores años- en la búsqueda desesperada de cosas que no son fundamentales para nuestra felicidad integral?

Son la intranquilidad, angustia, insatisfacción y estrés, la mayor fuente de las dolencias físicas y espirituales, que dañan la vida del ser humano.

Entre lo conveniente y lo inconveniente, apropiado o indeseable, mejor o peor, la diferencia puede estar en el equilibrio de nuestras actuaciones cotidianas, que no es posible lograr sin un mínimo de  tranquilidad físico-espiritual, muy difícil de disponer cuando perdemos la perspectiva de nuestra realidad vital, cual es sin duda, la de transcurrir nuestra corta existencia en paz con nosotros mismos y con nuestros hermanos humanos, en función de la mayor utilidad posible; para lo cual el mejor aporte es el de contribuir con la felicidad de las personas, lo que es imposible si nosotros mismos no somos felices.

Cien mil personas murieron hace setenta y dos horas por causa del Ciclón en Birmania, sin que nadie pudiera hacer nada por ellas. ¿Porqué y para qué? No nos está dado saberlo. Mas, de lo que sí estamos seguros es de que la muerte, que no escoge ni pregunta quien es rico, famoso o poderoso, para considerar llevárselo o dejarlo, así  como el nacimiento, tampoco tiene que ver con clases sociales, estatus o entidad.

Desde mi punto de vista, lo más importante para nuestra vida, es vivir intensamente cada uno de los momentos de nuestra existencia. No es trascendente cuanto tiempo vamos a vivir, sino como nos sentimos viviendo y disfrutando esta, la mayor bendición de Dios para sus hijos.

Como igual muere el sabio que el ignorante, el rico que el pobre, el poderoso que el desvalido, la diferencia estaría en cuanto se ha disfrutado, engrandecido a nuestros semejantes y avanzado en el crecimiento espiritual, que trascenderá esta vida física para acercarnos a nuestro destino final. Todas nuestras riquezas, fama o poder, aquí se quedarán, porque nada podremos llevarnos.

Como consecuencia de tales realidades, de aquellos desventurados que murieron por el ciclón, quienes hubieren dedicado sus mejores años a lograr riquezas, poder o fama, sacrificando su tiempo, su crecimiento espiritual, descanso, familia y plenitud, perdieron la vida igual que quienes sí vivieron intensamente cada minuto de su vida, descansaron, engrandecieron, compartieron tiempo y amor con sus seres queridos;  siendo que la diferencia lo fue que los últimos disfrutaron la vida, mientras que los primeros sacrificaron lo seguro por un supuesto futuro incierto, que nunca llegó para ellos.

Quizás sea un buen momento para meditar y reflexionar sobre la enseñanza de Jesús de Nazaret, cuando sentenció: «El que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga.

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