No soy científico ni antropólogo; observo a mis semejantes y escribo para las mayorías. Cuando escucho personas, especialmente aquellas de mayor edad, expresando que “…este mundo cambió”, pienso que están absolutamente erradas.
Nuestro mundo ha sido el mismo, al menos en los últimos millones de años; cambian los tiempos, no el mundo. el hombre lucha en busca de la supervivencia, independiente de los medios que hubiere utilizado, físicos o psicológicos, reprobables o no.
En todas las culturas, esa ha sido la motivación que creó los grandes controles sociales como las religiones y revoluciones. El mismo hombre, sobre la misma tierra; con más o menos recursos, con más o menos crueldad; mayor o menor ambición; pero siempre el hombre.
De donde concluyo que el mundo no cambia, sino que cambiamos los hombres, porque a medida que pasa el tiempo, nuevas formas de ver la vida y las cosas, insurgen arrollando todo lo que se le atravesare, especialmente algunos valores sobre los que el hombre fundaba sus circunstancias vivenciales.
En ese constante cambio del tiempo, hasta las Instituciones más enraizadas, como la religión y la justicia, también sufrieron profundos cambios; unos más lentos que otros, pero que afectaron la sociedad.
Algunos conceptos que se consideraban sacrosantos como los principios religiosos, el matrimonio y la cultura, en los últimos sesenta años han cambiado profundamente. El Dios que la religión, al birlarnos su esencia de amor interesadamente nos lo señaló como terrible y castigador, hoy todos sabemos que esencialmente es amor y forma parte de nosotros mismos.
El matrimonio, que considerábamos fundamental para formar una familia, la praxis de un nuevo tiempo lo ha suplido en un ochenta por ciento por la pareja convencional, donde el amor, la ayuda mutua y la solidaridad, demuestran ser más importantes que la formalidad matrimonial.
En cuanto a la Cultura, tenemos cientos de conceptos de que es “cultura” o “cultural”, y ninguno encaja en la realidad actual. La lectura, el estudio de las artes, las formas estéticas y su aprendizaje como fundamental en la formación de la persona culta, fue arrollada por las comiquitas, novelitas rosa, graffitis, desnudez obscena; y las locuras de un nuevo arte literario y visual que la publicidad impone y solo entiende quien lo produce; con el agravante de que, se calificará como excelente el que mayor precio alcance, sustituyó la calidad y mensaje por el mercadeo: SIMPLEMENTE FRUSTRANTE.