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Archive for the ‘NOSTALGIA’ Category

mujer frustrada

La nostalgia es uno de los sentimientos más comunes en los seres humanos, en la mayoría de los casos convirtiéndose en algo  cuasi patológico, ya que al recordar eventos pasados, sublimizan eventos y situaciones preteridas, que acumulan tristeza a los males del día, que termina aumentando ese estrés cotidiano, que en muchos casos suele ser fuente de desequilibrios físicos y espirituales.

A mi manera de ver el asunto, el gran mal de la nostalgia es que distorsiona la realidad, ya que, en nuestra inmensa vulnerabilidad espiritual, al no entender que cada día –aún el más aciago- es un regalo inestimable de Dios, tienden a caer en la trampa de aquel viejo pero apotegma de que “Todo tiempo pasado fue mejor”. Mayor equivocación, imposible.

La nostalgia no es más que la  distorsión del recuerdo, en la medida de nuestra situación actual que, como quiera que siempre ambicionamos más felicidad, al no entender la que tenemos a la mano –que sí es real- para compensarnos, recurrimos a la idealización del pasado.

Este sentimiento tan común, ha hecho mucho daño sicológico a personas ilusionistas, especialmente aquellas que viven en unión de nueva pareja, luego de haber fracasado en una relación anterior; porque la comparación de eventos y situaciones pasadas, distorsionadas por el tiempo y el sentimiento de sublimación, hacen desventajosa su vida actual, que es real  y conlleva los normales pero solucionables problemas en común, que son parte de la vida en pareja.

Asimismo, para la persona que vive sola, la nostalgia puede convertirse en su peor enemigo, porque para enfrentar la vida solo con felicidad, se requiere una condición especial, que aunque es inherente a nuestra interioridad y siempre nos acompaña, no todo el mundo sabe utilizarla: el buen estado de ánimo, que nos permite darle color y sabor a cada acto de nuestra cotidianidad.

En mi caso, no recuerdo el pasado porque amo la vida, precisamente esta que vivo todos los días con sus altos y sus bajos, sin preocuparme de un futuro que no sé si llegará  para mí, pero menos aun de un pasado que no volverá; quizás porque siempre he considerado el pasado como un muerto, por lo cual no dejo de recordar a Jesús de Nazaret, cuando en una oportunidad recomendó a  uno de sus discípulos: “…deja que los muertos entierren a sus muertos… mi padre es un Dios de vida, no de muerte.”

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                   SIENTO MI PRESENTE COMO UNA BENDICION


Quienes aseguran que todo tiempo pasado fue mejor, quizás se aferran a imágenes mentales de su ayer, que constituyen en  refugio para escapar a una realidad, que por cualquier circunstancia les produce temor a enfrentar con entusiasmo su vida diaria.

Pienso que todo tiempo es bueno para disfrutar las muchas bendiciones que existen sobre esta tierra para nuestro beneficio. Si bien es cierto que algunos de nuestros recuerdos son hermosos y gratos, no menos cierto es que  será muy difícil evaluarlos en su justa medida, fuera de su contexto de tiempo y espacio.

En principio, en nuestra existencia, la forma de ver la vida y las cosas evolucionan y se comportan conforme se suceden los acontecimientos. Así, algunos valores y códigos de comportamiento sufren modificaciones, producto de nuestro desarrollo físico e intelectual; como consecuencia, situaciones que ayer nos parecieron interesantes, hoy pudiéramos considerarlas irrelevantes.

Respecto de los gustos, por ejemplo, es común que aquello que nos pareció espectacular y bello en nuestra niñez o adolescencia, cuando somos adultos cambie radicalmente; y es que, en esa época ya superada, por nuestra natural curiosidad todo era nuevo y emocionante, pero con el devenir de los años, el enfrentar diariamente una vida que es absolutamente práctica, pone las cosas en su debido lugar.

Decir que todo tiempo pasado fue mejor, sería como aceptar que con el correr del tiempo,  se pierde nuestra capacidad de disfrutar de las cosas bellas y buenas del presente, especialmente el amor de y a nuestros semejantes, y eso sería tan terrible como aceptar que estamos muriendo… lentamente.

No digo que unos días no sean diferentes a los otros, porque eso es más bien, deseable. Pero aferrarse a la nostalgia común en mucha gente, derivada de situaciones que ya nunca volverán, es un sentimiento que al distorsionar la realidad, sacrifica las cosas buenas de la vida diaria, por un recuerdo que nuestra mente, erróneamente evoluciona incorporándole elementos sublimales que nunca llegaron a existir.

Sin considerarme obsesivo, soy un fanático del presente, por el cual… doy gracias; lo vivo intensamente, lo siento en cada una de mis células y si de algo me sirve el tiempo pasado, es para fortalecerlo con los buenos recuerdos, cuales por cierto son los únicos que en mi permanecen.

Por eso… ¿Mi mejor tiempo? Este eterno presente, cuando aún puedo pronunciar esa maravillosa expresión que dice más que mil palabras: te amo.

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Diariamente escucho a personas quejosas, lamentando que tenemos muchos problemas, que la vida se ha hecho inaguantable, que los jóvenes no respetan y que los viejos son unos desvergonzados.

Y yo me digo: ¿No es acaso la vida un camino largo donde encontramos escollos, baches, colinas y acantilados que debemos superar? Pero… ¿No es también un sendero donde crecen flores y donde al lado de todas las dificultades existe la belleza de vivir? Porque… luchar y vencer los inconvenientes es extraordinariamente reconfortante.

Asimismo, al tiempo que por una parte encontramos asuntos que pudieran ser difíciles de resolver, en ese mismo sendero también transita el amor, la familia, la  amistad y la solidaridad humana, que son el premio y la razón de existir.

No es cierto que el presente sea peor que el ayer o que el futuro vaya a ser mejor. Sucede que las gentes actúan de forma diferente, porque  como el mundo gira y rota, su sinergia y dinamismo afectan la conducta humana.

El sentido de los valores corresponde a un tiempo y un espacio determinado; por lo cual no acepto la conseja de que la gente de ayer fue mejor que la de hoy o que la de mañana será mejor que la actual, porque  los conceptos de la vida y de las cosas, varían con el devenir de los acontecimientos.

No existió antes más justicia o el mundo fue mejor que hoy, sino que fue diferente. Es que nada fue más injusto que la esclavitud ni más terrible que los genocidios de la Segunda Guerra Mundial, situaciones que hoy  ya no ocurren.

 La extraordinaria pobreza y exclusión de la mayoría de la población, así como la inquisición en la Edad Media, fueron superiores a cualquier mal de hoy.

Lo importante es ubicarse en el presente, donde todos los días encontramos oportunidades para ser y hacer cosas buenas para nosotros y nuestros semejantes.

Nuestro mundo, siempre ha sido y será más o menos lo mismo; en el caben  holgadamente el amor y el odio, el bien y el mal; a cada uno corresponde tomar la opción: la de los optimistas que ven en cada circunstancia una oportunidad  para ser felices, o de los pesimistas que en todo evento encuentran una fuente de  temor. Los primeros serán felices, pero los segundos perderán un precioso tiempo para disfrutar la vida, que ya jamás podrán recuperar.

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«EL AMOR  FISICO-ESPIRITUAL SOLO SE MANTIENE ENTRE SERES  VIVOS»

Para stn_lirio018_jpgatisfacer una lectora viuda, quien se siente atraída por un caballero y está perturbada con sentimientos de culpa, debido a sus convicciones religiosas y por el equivocado criterio de que sus hijos pudieran no entender su amor por alguien diferente a su padre fallecido, debo tocar el tema de la viudez, para algunas personas especialmente sensible.

En principio, independiente de la religión o credo, el amor y el amar no tienen nada que ver con la muerte, sino con la vida. Jesús solía comentar: «Dejad que los muertos entierren a sus muertos… mi padre es un Dios de vida, no de muerte.»

De otra parte, los hijos harán su propia vida y nada podrán hacer para llenar algunos vacíos que dejó el fallecido en el cónyuge supérstite, por tanto no son una justificación válida para evitar una nueva relación amorosa.

Por nuestra naturaleza físico-espiritual, el amor de pareja sólo puede mantenerse entre personas vivas, por lo cual para materializarse requiere indispensablemente tal condición en ambos. Consecuencialmente, la muerte desconecta la simbiosis físico-espiritual y desaparece el vínculo.

Más allá del consecuente dolor de perder al ser amado, se trata de una situación fáctica que debe ser aceptada, asumida y puesta bajo control, de tal modo que no afecte de forma perniciosa a quien continúa con vida.

El superviviente debe tratar el evento como algo a lo cual todos estamos expuestos, siendo que sólo le quedan dos opciones: la primera, tomarlo positivamente, como una oportunidad para una nueva etapa de su vida, abriendo su corazón y mente a las múltiples oportunidades de amar y ser amado que se le continúa ofreciendo; la segunda, embarcarse en ese mundo gris de nostalgia y melancolía, que distorsiona la realidad, aferrándose a una ficción de lo que pudo haber sido, que le aleja del mundo donde vive, que por ser real debe enfrentar todos los días… sola

Quienes toman la primera opción suelen ser personas agradables, alegres y optimistas; quizás, porque en su ser íntimo, anida el convencimiento de que amaron intensamente, con fidelidad y lealtad; y son capaces de amar de la misma forma nuevamente y… por siempre.

Aquellas personas que acogen la segunda opción, se dedican a visitar el cementerio, repetir las anécdotas mejoradas de lo que nunca fue, comparar eventos y actuaciones que únicamente existen en su mente; suelen aparentar más años de los que tienen, se sienten afectadas y en pecado con cualquier lisonja o intento de seducción, en vez de abrir su corazón y su alma a ese mundo bello y lleno de oportunidades de todos los días, y por supuesto, consumen sus años en ese mundo nebuloso de recuerdos fabricados, siendo que, casi siempre terminan aferradas a sus recuerdos pero… inmensamente solas.

Dios es dueño de vida y muerte, por tanto decide quien vive y quien no. Dejemos que Él haga su papel y nosotros el nuestro, cual no es otro que agradecer esta maravillosa vida y tratar de ser, dentro de lo posible…. muy felices.

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Para y por todas las madres del mundo en su día.

Hoy no es un día cualquiera. No podría serlo. La mañana se siente brillante, cálida, clara, llena de sol de primavera y atemperada por una brisa que viene de no se donde, acaricia nuestra cara, recordándonos que en algún sitio, en un recodo del camino, más allá o más acá, o más allá… del más allá, la madre siempre espera.

Hoy no celebramos qué o por qué vinimos a este mundo, sino cómo y por quién nacimos; porque una planta nace como un evento aleatorio, cuando una de muchas semillas que trajo el viento, que no se perdió en el espacio, germina en cualquier sitio de la tierra, por la sola condición natural y sin ningún cuidado especial. Del mismo modo, un animal irracional nace como producto de un acto natural instintivo por el coito de un macho y una hembra de su especie, sin ninguna motivación que no sea la de reproducirse ni sentimiento trascendente, porque la misma naturaleza dispuso todo para su subsistencia.

Pero los seres humanos nacemos indefensos y como etapa final de un proceso imbuido de los más puros y hermosos sentimientos. Nuestro proyecto de vida se inicia por el amor, se nos concibe en un acto de sublime amor, se nos mantiene nueve meses en el vientre con amor, nacemos dentro del mismo amor, por amor vivimos todos nuestros días, y con amor nos recibe Dios cuando cumplida nuestra misión sobre esta tierra, emprendemos el viaje del… regreso.

Hoy celebramos el amor, el máximo, ese que nace como un pedazo de una mujer maravillosa que se hace madre, cuyo papel no termina ni siquiera con su muerte, porque somos una parte de ella, físicamente muy importante, pero espiritualmente somos su esencia y continuamos con ella, o quizás, ella continúa con nosotros… por siempre.

Las madres son el lago y los hijos el agua que retoza en el vaivén de las olas, reflejados siempre en el espejo de su propia imagen. Es una unión simbiótica sin tiempo ni espacio. Sin dimensiones conocidas. Siempre existente.

Las madres nunca se van, no pueden irse, porque no es posible que una mano o alguna otra parte del cuerpo pueda vivir separada de el. La madre y los hijos somos un espíritu y partes de un mismo cuerpo. Por eso están aquí, allá y… más allá por siempre. Quienes no las tenemos físicamente, sabemos que las tenemos con nosotros porque las vivimos en el espíritu en esa otra dimensión desconocida, pero existente.

Todos tenemos madre. La vivimos, la sentimos, la respiramos; son esa parte del mundo que no se agota, que no se corrompe, que no conoce fin en el amor ni el sacrificio; que ama con el corazón dentro y las tripas afuera, más allá de su propia capacidad, del tiempo, del espacio y de la vida terrenal.

Las madres viven por siempre. Se mimetizan en el tiempo y en las estaciones. Reflejan en la mirada de los niños, en la lozanía de las flores en las mañanas brillantes de primavera, en las mojadas noches de invierno, en la caída de las hojas en las grises tardes del otoño y en el ardiente sol del verano.

Las madres son eternas como eterna es nuestra alma. Son privilegiadas y consentidas de Dios, porque son inolvidables. No importa cual sea nuestra obra, seguramente seremos olvidados en poco tiempo, pero las madres no. Desde que nacemos las amamos y cuando morimos nos las llevamos en el recuerdo. Simplemente, son inolvidables y nos marcan con su seña de amor, por siempre.

Las madres son tan bellas que rompen los esquemas de la moda y la concepción individual de la belleza. Todas son bellas. No importa sin son jóvenes, maduras o ancianas. Su dulzura y ternura, desvían las etiquetas o paradigmas sobre la belleza: todas son tan bellas. Igual la blanca, que la negra, que la asiática, que la india. Todas son tiernas, dulces y… bellas.

Basta mirar una mujer con un niño de la mano o en los brazos, para que toda la ternura del mundo invada nuestra alma. Es el paso del amor que arrulla la vida. Es la esperanza que dice: aún estoy aquí. Es el ayer que se hace hoy para decir hasta… siempre. Es Dios diciéndonos que todavía está con nosotros.

Hoy es día de júbilo, de alegría, de risas y canciones, porque las madres están aquí. Todas están aquí a nuestro lado. No importa si algunos no las vemos, pero están aquí. Siempre lo han estado. Nunca se han ido. No pueden irse. No pueden dejar lo que tanto aman. No pueden separarse de sí mismas. No es posible.

No caben hoy las lágrimas ni los ingratos recuerdos. No sería justo. Sería como aceptar que algunas ya no están porque son pasajeras, que no son eternas y eso no es cierto. Nuestras madres viven con nosotros desde antes de nacer y continúan toda la vida, y… luego de esta vida. Igual la de Jesús que la de Judas. Igual la del pobre que la del rico. La del alegre que la del afligido. La del enfermo que la del sano. La del preso que la del hombre libre. La del niño que la del Anciano. Todas vinieron para quedarse y acompañarnos…por siempre.

Las madres son excepcionales porque son como los árboles y nosotros su fruto. No hay fruto sin árbol, pero si pueden haber árboles sin fruto. De hecho todas las mujeres son madres, aunque nunca lleguen a tener hijos. Nacen madres y se mueren madres.

Amo a las mujeres como la representación de la belleza de Dios sobre la tierra. Tengo un especial respeto por ellas; más que por el automático respeto que me genera mi amor pasional por las que amo, porque en cada una de ellas veo una madre. Mi esposa, mis hijas, mis nietas y mis amigas. Todas, independiente de su edad o condiciones personales, las veo como madres y eso me hace amarlas, respetarlas y considerarlas aún más.

Por todo esto hoy, en este excelso día de las madres, en medio de sonrisas, música, regalos y muestras de ternura, quiero decirle a todas: GRACIAS, gracias por haber nacido mujeres, por haberme escogido en miles de millones de almas para traerme a este mundo; por hacerme su hijo; por haberme permitido sentir mi primer amor y contagiarme de el por siempre; por haber sido la fuente de esa ternura que me hace tan feliz; por haberme permitido conocer algo más que la sensación pasional de poseer, siempre esperando una respuesta. Por haberme enseñado que Dios existe y que somos uno con Él. Por haber imbuido en lo más profundo de mí ser los valores de la verdad que nos hace libres; el amor al prójimo, la aceptación de mis hermanos con su propia individualidad; la sensibilidad humana y la libertad, que me permiten parecerme un poco a ustedes y acercarme a Dios.

Pido en este día a mi Padre Celestial, una especial bendición para todas las mujeres por ser madres; y a las madres por ser súper mujeres. Pido que siempre, en todo momento, los hijos recordemos cuando no podíamos cruzar la calle y ella nos llevaba de la mano, porque pudiera que ahora, en los años de su vejez, en algunos casos, nosotros tengamos que hacer lo mismo por ellas, y eso realmente es.. un privilegio.

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Alguien me preguntó si yo creía que podíamos amar a varias personas al mismo tiempo y con la misma intensidad. En principio le respondí que me parecía difícil, pero luego rebobinando mi propia vida, tuve que corregir rápidamente. Aunque de sentimientos tan personales como el amor no debería generalizarse, creo que sobre mis vivencias  si que puedo hablar sin temor a cometer errores.

En el mundo de mi vida diaria amé, sigo amando y creo que amaré toda mi vida. Personalmente, no concibo la vida de un ser racional sin el amor, pero menos aún el logro de la felicidad personal.  Al menos lo que yo considero que es la vida, como nuestra realización material y espiritual, que se concreta en disfrutar plenamente de las personas y  las cosas que nos rodean.

En verdad, creo que hasta que tuve uso de razón mi mayor concentración de amor lo fue en mi madre. Cuando adquirí raciocinio amé además a otras personas como mis hermanos, mis amigos y algunos de mis maestros. Ya de adulto, amé con pasión de varón a una mujer lo cual continúo haciendo, sólo que adicionando una permanente solidaridad y comunión integral.

Desde mi espiritualidad, sin duda amo a Dios porque me hizo  capaz de entender todo mi potencial así como mis propias limitaciones y siento que siempre me acompaña.  Amo además los valores como la verdad, la solidaridad, la aceptación, la libertad, la caridad, la fe, el optimismo  y la esperanza, porque me hacen sentir por encima de esa tendencia tan natural a las miserias humanas, contra las cuales tenemos que luchar todos los días.

Aunque parezca raro, amo al amor y lo amo tanto que lo confundo con Dios, quizás  porque me hace sentir que ciertamente soy su hijo.

Amo el amor, porque me da fuerzas suficientes para no sentir temor, soledad, tristeza, odio ni envidia. El amor cura mi alma en todo momento, pero también me hace perdonar y olvidar  cualquier agravio por grave que fuere.

Amo el amor, porque gracias a él puedo expresar todo ese torrente de emociones que me embarga cuando siento a mi lado a esa inigualable compañera de viaje largo, que después de treinta y ocho años todavía me mueve el piso, haciéndome olvidar los sesenta y seis años que he vivido. Es el sentimiento del amor que me permite sentir esa especial ternura y plenitud cuando abrazo a mis hijos, a mis nietos o  a cualquier niño que tomo entre mis brazos.

Por el amor vivo y he vivido mis más intensas emociones, pero también me induce a tratar de compartirlas con mis semejantes, sin distinción de ningún género.

Pienso que el amor va más allá de una experiencia, es todo un mundo de sensaciones y sentimientos. Su representación es tan variada que pudiera ser infinita, porque sólo la limitamos nosotros mismos.

No es cierto que amemos más a nuestra familia o a nuestros seres más allegados que a las demás personas. No, no es así. Lo que sucede es que amamos lo que conocemos y nos es inmediato. Pero nuestra capacidad de amar es tan grande que podemos amar hasta lo que ya murió o no ha nacido.

Por eso nuestros ojos se llenan de lágrimas cuando leemos las hermosas historias de los amores nunca realizados,  o de los perdidos, porque aún existiendo en el corazón de los actores nunca llegó a concretarse; o  de los sueños no realizados no obstante los mayores esfuerzos, que se sucedieron cientos o miles de años atrás, pero nuestro llanto es, precisamente,  porque en este momento… los amamos.

Por eso rechinan nuestros dientes de rabia, cuando leemos las grandes injusticias que se cometieron en el pasado con personas buenas que nunca conocimos y que sin duda, en este momento… las amamos.

Revisando papeles viejos encontré la foto de un  querido amigo que hoy tiene ya  más de 15 años de fallecido, con quien compartí variadas experiencias de mi vida. Mi mente hizo el milagro de presentármelo como lo vi, no en su lecho de muerte sino  la última vez que en perfecto estado de salud departimos juntos. Aunque no acepto la nostalgia ni temo a la muerte, percibí un sentimiento confuso entre la tristeza, el amor y la resignación. Es ese sentimiento indefinible de ausencia que nos embarga cuando recordamos las personas queridas que ya… se fueron, pero que seguimos amando.

Al amor se debe que nuestro espíritu se sienta elevado cuando leemos los tiernos cuentos de hadas perdidos en el vientre de los sueños en esas tierras lejanas,  porque  ellos narran el amor que vence todos los obstáculos, que logra concretarse y que es… para siempre jamás.

El amor es el sustrato de nuestra vida racional; es el color, la música y el aroma que hacen nuestra vida buena sobre esta madre tierra. El amor se parece a los sueños y a…  la esperanza.

Por eso, como hijos de Dios no tenemos que preguntarnos a quien amar, ni cómo, ni cuando, ni porqué amar. Simplemente debemos amar, porque ese es nuestro destino; a eso vinimos a esta tierra y mientras amemos cumpliremos el mandato divino por y para el cual fuimos concebidos. Si no lo hiciéramos estaríamos frustrando  nuestro más alto fin, traicionaríamos nuestra propia esencia y ya no podríamos considerarnos hechos a imagen y semejanza de Dios.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

Próxima Entrega. VACIOS VIVENCIALES

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Para finalizar el tema de lo que el tiempo nos dejó, escribo esta última entrega con profunda tristeza, en lucha contra ese enemigo de la realidad que es la nostalgia, para no recordar los bellos parajes selváticos que en mi niñez vi en mi país; sus ríos, sus llanos, sus miles de especies de pájaros, animales, plantas y flores que hoy solo podemos ver en los parques botánicos o zoológicos.

Me acongoja recordar cuando los niños, inocentes y felices, jugaban en los patios de las casas, sin ningún temor a ser contaminados por los colores o pinturas venidas del otro lado del mundo; cuando los padres permanecían confiados en sus casas y sus trabajos, mientras sus hijos iban a las escuelas, sin miedo a que los hombres malos los raptaran o les hicieran cualquier daño; cuando los ancianos paseaban en los parques, seguros del respeto y consideración de los viandantes; cuando el respeto por la persona humana, la solidaridad, la sencillez, la honradez y el trabajo posibilitaron en menos de cien años transformar este mundo.

Es duro rememorar cuando no se requería de tantas Notarías para hacer convenios y celebrar contratos, porque la palabra entre dos o más hombres, tenía más fuerza que cualquier documento, porque el honor era indestructible y su fuerza la daba precisamente la dignidad de los concertantes; cuando la promesa de amor y lealtad no requerían de prueba especial, porque la integridad era parte de nuestra naturaleza; cuando los maestros enseñaban a sus pupilos, convencidos de que formaban ciudadanos buenos para una patria con suficiente espacio para propios y extraños.

Remueve el alma rememorar cuando los pastores y sacerdotes en sus iglesias hablaban de un Dios amoroso, misericordioso y al alcance de todos que solo exigía de nosotros… el amor, representado en solidaridad humana permanente con nuestros semejantes; cuando los Gobernantes trabajaban muy duro para fortalecer la libertad, la igualdad, la paz y la justicia, como un derecho inalienable de todos sin distinción de clase social, posición, prestigio, nacionalidad, raza o sexo.

Apena evocar cuando los vocablos corrupción, drogas, secuestro, pornografía, pedofilia, no tenían un sentido real o ninguna vigencia para la mayoría de las personas, porque simplemente… le eran desconocidos.

Ah… por cierto, cuando todos teníamos libre acceso al agua y por tanto no teníamos que pagarla más cara que… la gasolina.

Porque si me dejo vencer por la nostalgia que produce el recuerdo, tendré absoluta conciencia de todo lo que hemos perdido y que no tendrán mis nietos; que no disfrutarán esos niños que crecen en una sociedad inconsecuente, cortoplacista, simplista, consumista, casi sin integridad personal y sin valores reales; irresponsable y desprejuiciada, que los trajo al mundo sin su permiso y olvidó su sagrado deber de preservarles un mundo de paz y armonía, ecológicamente equilibrado y donde todos tengan un espacio para ser felices, como ellos lo heredaron de sus mayores.

Por eso solo escribo… escribo, escribo con mis manos, pero dejando parte de mi alma en ello, como una oración a Dios y para todo el mundo, con la esperanza de que su fuerza no sólo llegue a Dios, sino a los oídos de todo habitante de este planeta; para que se unan en esta cruzada por salvar la tierra de un futuro que… ya está aquí, porque el mundo se nos está recalentando aceleradamente y casi no hacemos nada por evitarlo; porque los mares se están contaminando a la vista y la indiferencia de todos; porque en una orgía de destrucción, las fábricas y los gigantescos conglomerados humanos irresponsablemente y sin ningún control, inyectan al ambiente y a las aguas toneladas de productos químicos que las contaminan.

Pero aún siendo tan grave la situación, si todos nos disponemos, sí que tiene solución, o al menos podemos retardar la catástrofe. Pero no puede ser un Gobierno o una ONG, o alguna Organización ambiental sola. No, tenemos que luchar juntos, todos unidos: grandes, chicos, jóvenes y viejos, todos sin excepción; cada uno poniendo nuestro granito de arena para cuidar del ambiente y preservar la naturaleza, así como engrandecer el alma de las personas en vez de utilizarlas como mero medio de enriquecimiento. Sé, que si nos empeñamos lo lograremos, porque somos imagen y semejanza de Dios, tenemos parte de su poder y estamos obligados a cuidar esta tierra que Él nos dio por heredad.

No tengo ninguna duda de que somos capaces de hacerlo. Por eso pido por favor, hagámoslo ahora cuando todavía hay tiempo y de paso regalémonos una muerte en paz, al tiempo que obsequiamos a nuestros descendientes un grato recuerdo de quienes hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, por cancelar esa deuda existencial que adquirimos con nuestros ancestros: procurar a nuestros descendientes un mundo bueno para la vida.

Próxima Entrega: LA COMPETENCIA IMPERFECTA

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Con el niño activado, probablemente recordaremos los días de noviazgo con esa persona tan especial que fue joven, bella, dulce y glamorosa; que llenó las más hermosas horas de nuestra juventud. Porque ella está ahí, como siempre bella, dulce, tierna y con esa atracción especial de las niñas cuando se hacen… mujeres. Ella siempre ha estado cerca, muy cerca de nosotros, aunque a veces nos haya pasado desapercibido; y quizás más cerca que nunca porque ahora es nuestra esposa: la compañera de viaje largo que escogimos libremente y sin ningún apremio; nuestra inseparable amiga, única confidente segura, consecuente y…leal.

 

Es la misma que besaba las rosas que le llevábamos el día de los enamorados, flores que sigue amando, pero se contenta con verlas tras los cristales de la floristería, porque hace bastante tiempo ya que no le traemos una… para besarla. Aquella que esperaba temblorosa de emoción en los momentos íntimos, sólo al olor de ese perfume que sabíamos que le gustaba tanto y que usábamos especialmente para ella; pero que ahora más hermosa y más mujer, lo cual pareciera que a veces no notamos, tiene que contentarse con recibir el poco tiempo que nos quede, sin el perfume aquel que la hacía vibrar, porque ya no nos acordamos ni siquiera… cual era el que usábamos.

 

Todos esos bellos sentimientos en estado de hibernación; sueños casi evaporados por un tiempo que no termina de pasar; de emociones disminuidas y enfermas de gravedad, que se niegan a morir por causa de una realidad que no tiene razón de ser… como es, han producido esos vacíos vivenciales que aumentan nuestro estrés, que nos deprimen sin una razón aparente y que le hacen perder sabor a la vida, sembrándonos de interrogantes aterradoras; produciendo barreras en la mitad o más allá de ese camino que iniciamos con tanta emoción y entusiasmo, y que hoy amenaza con la monotonía, la nostalgia y el aburrimiento.

 

Enigmas que como la cizaña penetran nuestra alma y como hiedras clavan sus raíces en nuestros más puros sentimientos, obligándonos a hacernos las preguntas más lacerantes:

¿Valió la pena todo esto?

Para degradarla en mil interrogantes menores: ¿Quizás escogí mal? ¿Sería que me equivoqué en la elección? ¿Quién tendrá la culpa? ¿Debo hablar sobre ello o callar hasta que no pueda más? ¿Podremos rehacer lo andado? ¿Tenemos tiempo aún?. Creo que en este caso lo sano, lo inteligente, lo apropiado no es especular sobre lo que no se hizo, sino sobre lo que aún se puede hacer. Es revisarnos y escarbar dentro de nosotros mismos buscando las respuestas acertadas, pero no las que quisiéramos oír.

Si analizamos nuestra actuación a detalle, abriendo el corazón y nuestra alma a las personas que conforman ese entorno íntimo, y las aceptamos como son, con sus virtudes y sus limitaciones, seguramente entenderemos que en mucho hemos permitido que nos alejen de ellas, dejándonos llevar por la praxis de una vida todos los días más exigente y compleja, donde lo importante no es cómo nos sentimos, sino cuánto producimos. Sin tener real conciencia de lo que hacemos y sus consecuencias, nos han llevado a ambicionar bienes materiales, cuales la mayoría de las veces no son indispensables, con prioridad a los espirituales, que si lo son.

Tanta confusión nos ha orientado a equiparar un hogar con una gran casa, con lujosos y confortables muebles, pero sin el sentimiento de compartir; mullidas camas, sin importar el sueño o la pasión de quien en ella nos acompaña. Riquezas que no pueden aportarnos ni un minuto de vida, ni pueden comprar amor, salud, amistad o lealtad, mientras el afecto familiar muere por falta del calor que le dio origen. Pero, gracias a nuestro origen divino, en el mundo de nuestra intimidad siempre hay tiempo para enmendar lo errado, especialmente si aún vive la llama del amor.

En el caso de la pareja, que es donde se producen más a menudo esos vacíos existenciales, conviene combatirlos en la raíz: la nostalgia, el desencanto de la pasión, la rutina y el hastío. Cualquier solución que se decida debe reforzar los sentimientos del amor y la solidaridad que produjeron la unión. Así, para combatir el desencanto y el decaimiento de la pasión, la solución es volver a enamorarnos. Volver a ver a nuestro cónyuge con ojos de enamorado; al menos para los hombres otra vez como novia, pero ahora más tierna, más hecha, más… mujer. Ahora, con más motivos por los cuales amarla: continúa amándonos, nos ayuda, nos soporta y por si fuera poco, nos dio nuestros bellos hijos.

Aprovecharemos que ella no tiene novio; tuvo uno y lo perdió cuando lo convirtió en su esposo. Es una oportunidad que no podemos desperdiciar. Nuevamente la enamoraremos y nuevamente nos convertiremos en su novio. Es todo lo que le hace falta: un novio a quien amar, con quien soñar, con quien fantasear. Un novio…mágico. Y… ¿Que fenómeno más mágico que un novio-esposo?

Sería simplemente fantástico. Se sentiría la mujer más bella, la más sensual, la más deseada y feliz del mundo. ¿Qué pensamiento nostálgico podría ser más fuerte que esa realidad maravillosa? Ninguno. Y el hastío y la rutina ya no tendrían cabida en la relación. ¿Quién podría hastiarse de un evento entre dos novios-esposos que se hacen amantes? Nadie que pueda considerarse hombre o mujer.

Entonces, ¿A qué esperar? Salga de su trabajo antes de la hora, pase por la licorería, compre champagne, galletas y caviar; no olvide la perfumería, usted sabe cual comprar. Ah… y recuerde las flores, pero una sola, eso es más íntimo… más significativo. Por cierto, antes de salir llámela e inteligentemente, sin dejar que lo imagine todo, dele un anticipo, algo que le haga pensar que debe ponerse sexy porque hay algo especial para ella… esta noche.

Como ya no soy tan joven por lo cual no estoy para emociones tan fuertes, no quiero imaginar a detalle el final de la velada. Al otro día, nadie debe levantarse temprano, ni los hijos ir al colegio. Le recomiendo un desayuno energético: huevos y tocineta para recuperar las fuerzas, pero eso sí, hechos por usted mismo. No importa si se queman un poco. Ella los comerá feliz. Se me olvidaba. Regálese un día y no vaya al trabajo. Monte su familia en un auto y váyase a pasear, luego a almorzar fuera y finalice ese nuevo día con una película familiar, con cotufas y snacks.

Por cierto… no me debe nada por la receta.

Próxima Entrega: EFECTOS DEL PERDON I

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