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En los casos de ruptura de parejas, el más alto porcentaje tiene su origen en desavenencias de carácter conyugal, que nada tenían que ver con situaciones consideradas por las leyes como justificativas para declarar la disolución del vínculo matrimonial. Es muy poca la incidencia de los denominados «motivos graves» como adulterio, adicción a drogas, corrupción del cónyuge o los hijos, o condena a presidio, ya que en casi todos los casos abren y cierran su ciclo con situaciones de mala comunicación, incomprensión, desconsideración, desatención, falta de solidaridad, aburrimiento, rutina; pero quizás el más significativo de los factores que concurre para lograr la ruptura, es la falta de reconocimiento a la labor e iniciativas de uno de los integrantes de la pareja.

En el ejercicio de nuestra condición de Consejeros Familiares, mi esposa y yo verificamos que ciertamente en la casi totalidad de los casos, por acumulación de situaciones lo que producía o hacía más grave las desavenencias, lo era la falta de reconocimiento a la labor, esfuerzo y aportes a la relación, por parte de la persona que producía la ruptura. Esa fue la queja común. Determinamos que la mayor frustración se producía por la indiferencia de una parte a los esfuerzos en pro de la satisfacción o beneficio del otro miembro y/o de la relación, con respecto a la atención, dedicación, cuidado, lealtad y sinceridad aportados; incluidos dentro de tales esfuerzos el cuidado personal para agradar a su cónyuge, así como aquellos para mantener una relación sexual más activa y emocionante para ambos.

La proposición básica de la pareja lo es que dos concurren para hacerse la vida mutuamente más fácil, edificante y feliz. Por tanto, si alguno de los integrantes hace algo bueno en función de vivir mejor, es una obligación de la otra parte reconocer de manera expresa su iniciativa. Por eso los integrantes de parejas felices siempre están prestos a reconocer y celebrar cualquier acto que aporte algo positivo a la relación.

Si la esposa mantiene una impecable presencia, debe ser celebrado con entusiasmo y de manera expresa por su cónyuge como una forma de manifestar su amor; porque es para él que ella se esfuerza en estar agradable. Es para él que trata de estar a la moda; que usa su mejor perfume, que cuida su cabello, que trata de ser impecable, pulcra… sexy. En tal caso, el esposo deberá sentirse orgulloso por ser capaz de generar esos hermosos y pasionales sentimientos en su cónyuge quien se esfuerza por agradarlo.

Esa loable actitud de la esposa merece un reconocimiento especial que llegue a lo más profundo del alma, con palabras de admiración y tierno agradecimiento. Porque igual ella podría no hacerlo y seguramente no pasaría nada. Pero ella lo hace, y eso es bien especial porque es una demostración de que el deseo por agradarle sigue vivo, y eso de alguna manera es como una ofrenda, que merece un especial reconocimiento.

Las cosas fundamentales para mantener el hogar en orden y agradable las realiza la mujer, no porque sea una cláusula escrita del contrato matrimonial, sino porque es un tipo de cultura machista y aunque extraño, pudiera ser que ella sea feliz haciéndolo. Por otra parte, lo hace tan bien que es prácticamente insustituible. En tal estado de certeza procede comentar: si como es cierto esa no es una obligación exclusiva de la mujer, quien accede al matrimonio en igualdad de condiciones que el hombre, sino que ella voluntaria y amorosamente lo hace ¿No merece acaso un reconocimiento especial de su pareja?

Pues claro que lo merece. Y es que, como consecuencia de no recibirlo su entusiasmo se deteriorará, terminará convenciéndose de que su esfuerzo es inútil y el amor… disminuirá. Esa falta de respuesta y compensación proporcional a su esfuerzo, la hará sentirse objeto y no sujeto de la relación, siendo este uno de los motivos por los cuales con el tiempo sentirá que continuarla no tiene sentido.

El integrante de pareja que por su actuación enriquece el calor y la emoción haciendo la vida más grata a su par, requiere de éste como especial compensación a su esfuerzo, el reconocimiento expreso. Ello fortalece la relación creando en el actor bondadoso satisfacción y deseo de repetirlo, para nuevamente ser halagado. En el caso contrario la relación se desmejora, porque el cónyuge obsequioso siente que su par no diferencia su esfuerzo e intención, al no demostrar sentirse especialmente halagado, por no decir atendido, ni expresa ningún tipo de reconocimiento. En tal caso… dudo que el acto atento vuelva a repetirse.

En el caso del reconocimiento expreso por parte de quien ha sido halagado, la actitud de la parte reconocida debe serlo también de gran emoción y regocijo, e igualmente de forma expresa. Porque es simplemente el disfrutar de ese reconocimiento especial que en buena lid se ha ganado; es el disfrutar de esa especial sensación que produce la seguridad de que se ha hecho algo especial, más allá de lo que normalmente se exige, en una labor en pro de la empresa más importante de su vida: Su felicidad personal y la de la persona amada.

Próxima Entrega: EL RECONOCIMIENTO EN LA PAREJA II

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