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Archive for the ‘VACÍOS VIVENCIALES’ Category

VIVIR VIVIENDO

¿Cómo debemos vivir? Buena pregunta, que si la hiciésemos a cien personas, seguramente noventa por ciento nos darían diferentes definiciones, dentro de las cuales se reducirían a la parte física de comer, dormir, trabajar, recrearse de vez en cuando, y sentirse cómodos o poco aburrido con su pareja, amigos o familia. Pero, la vida, que para ser tal en el real sentido de la palabra, debería ser algo más que eso, porque está llena de eventos específicamente humanos como los sueños, retos, proyectos, decisiones y emociones; ya que,  como seres racionales, vinimos al mundo con metas muy definidas e inherentes a nuestra especie, como por ejemplo ser útiles a nuestros semejantes, crecer espiritualmente todos los días, para de una forma continua ir avanzando progresivamente, hasta lograr la meta más deseada: lograr que ese diario caminar por nuestra existencia, cual es… SER FELICES.

A estos respectos tratados y a tratar, deberíamos vivir viviendo, que es como decir que, más allá de algunas limitantes que son absolutamente aleatorias, cuales vale decir, que en algunos casos van a depender de situaciones que están fuera de nuestro control, como algunos eventos naturales muy especiales como los terremotos, las guerras,  e incluso, la misma muerte, cuyo efecto en  casi todo los demás casos, dependerá de cual fuere la forma de cada uno, de ver la vida y las cosas. Así, por ejemplo, los resultados de los sueños, retos, proyectos y decisiones personales trascendentes, requieren de otros elementos o factores inmateriales que no pueden determinarse físicamente, como la confianza, la fe, la diligencia y la disciplina;  cuales hibernan en lo interno de cada uno de nosotros, esperando ser activados por nuestra voluntad, para el logro del o  los objetivos deseados.

Si consideramos que mirar la extraordinaria y variada belleza de las flores en la primavera; el vuelo de las multicolores mariposas en el aire; escuchar el hermoso y diverso  trino de los pájaros sobre los árboles y en el cielo; el ruido cadencioso de los arroyos en las montañas  y meandros en los ríos; el reconfortante eco del ir y venir de las olas sobre el mar, en los acantilados; la inocente risa de los niños en los parques; la sonora y arrulladora voz de los coros en las iglesias; los casi inaudibles pero constantes y repetitivos consejos de las abuelas;  y la mágica voz de esa persona que escogimos para ser especial en nuestra vida, nuestra cónyuge, cuando nos obsequia la más  hermosa bendición del alma: TE AMO.

 Igualmente,  regodearse con la belleza de las auroras en las mañanas, acompañados de un humeante cafecito mañanero;  del crepúsculo en la tarde cuando el sol despide el día en el verano, al sabor de  ese té especial y tranquilizante que tomamos antes de dormir; la belleza especial e incomparable de la nieve sobre los árboles en los inviernos, cuando degustamos el chocolate caliente que nos reconforta, son experiencias incomparables que vivimos intensamente y que, independiente de la temperatura, como nos lo preparan con tanto amor, nos llenan el alma de constante ternura.

 Por todo esto, considerando que sólo he citado algunos placeres que otorga de forma gratuita a nuestros sentidos la naturaleza, porque también debería citar la literatura, el arte, etc., en este paso por esta vida física que, independiente de cuantos años vivamos en tan corto periplo, dejar de considerar y disfrutar de tantas cosas, eventos y situaciones, que como bendiciones Dios dispuso para nosotros sobre esta tierra, ciertamente sería un desperdicio injustificable de nuestro  tiempo sobre ella; tanto,  que equivaldría a asegurar que no logramos el privilegio, que sólo depende de cada individuo de…VIVIR  VIVIENDO.

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POR QUE NO DEBEMOS TEMER

La sensación de TEMOR,  al cual todos los seres humanos estamos expuestos, deriva del latín timortimōris, que significa miedo o espanto; .pero en nuestro idioma, el español, dentro de otras definiciones se le asigna la de “… el sentimiento de inquietud o angustia que impulsa a huir o evitar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso…”, por lo cual es absolutamente indeseable, porque además de esa angustia que nos produce, pudiera llevarnos a cometer los más grandes errores. En principio, pienso que tal indeseable sentimiento puede afectar a cualquier ser pensante, sin discriminación alguna; pero que en el caso de las personas que creemos en Dios y que hacemos nuestra vida sobre la base de los valores y principios que siguen las enseñanzas de Jesús de Nazaret, especialmente el “Amar a nuestro prójimo como a  nosotros mismos”, lo cual involucra el no hacer daño conscientemente a nadie, tenemos un escudo protector para vencerlo, que es precisamente esa creencia de que, si Dios está con nosotros y es el más poderoso, omnipresente y omnipotente, pues…  ¿Quién o qué podría afectarnos?.

En ese mismo sentido, como quiera que nuestro principal y original sentimiento de defensa es el proteger nuestra vida, y nosotros estamos conscientes que ni una hoja se mueve sin la voluntad de Dios, cualquier acontecimiento, bueno o malo que nos afecte, simplemente nuestro Padre Celestial lo conoce,  y como quiera que El nos ama, de ninguna manera permitirá en nuestra contra algo que fuere inconveniente para nuestra vida física, intelectual o espiritual. Por cierto, lo cual es bien diferente a pensar que todo lo que nos suceda tiene que ser, de acuerdo a nuestros parámetros, absolutamente positivo. Esto, porque en nuestra vida existen elementos y eventos totalmente aleatorios, cuales pudieren parecernos temporal o permanentemente negativos, pero que, con el tiempo y las consecuencias de dichas circunstancias,  pudieran resultar positivas en sí mismas, o por lo menos evitarnos males mayores. Como consecuencia de estas apreciaciones, al menos yo, me acostumbré, en tales casos, a no preguntarme… ¿Por qué? Ya que a mi manera de ver la vida y las cosas, la respuesta a esa pregunta que pareciera elemental, en la mayoría de los casos trascendentes para nuestra existencia o las de nuestro entorno más íntimo,  correspondería a Dios, quien todo lo conoce,  sabe por qué, cómo y cuando sucede o sucederá.

Es por lo cual, cuando personalmente o a alguien de mis seres queridos les ha acontecido algo que,  a simple vista pareciera negativo, tengo mucho cuidado de preguntarme ¿Por qué?, ya que, como antes lo anoto, siento que esa es una pregunta que solo puede responderla Dios; a  quien por cierto no tengo medios para preguntarle y esperar una respuesta, al menos con mi raciocinio humano. Como consecuencia de esta aseveración, en tales casos, me he acostumbrado a preguntarme para qué, porque esta pregunta tiene una respuesta que yo mismo me puedo regalar, y como la hago por mi propia voluntad dentro de mi libre albedrío heredado de Dios, simplemente preparo mi respuesta conforme a mi mejor conveniencia lógica, o simplemente, con base a mi concepción del amor y la voluntad de Dios para sus hijos; esto es, como me fuere más aplicable al caso en concreto. No obstante, existen situaciones en las cuales se hace conveniente la pregunta ¿Por qué?, ya que al compararla con hechos similares a los que nos acontezcan, no requerimos que Dios nos responda, porque se evidencia la respuesta en nuestro beneficio.

En una oportunidad hace bastantes años, una vecina amiga muy querida por mí, lloraba amargamente por la muerte accidental de su hijo de 19 años, a quien por cierto yo conocía desde que era un bebé, y ella me preguntó:  ¿Por qué Dios me quitó mi  hijo tan joven? Yo le dije,  absolutamente consciente de que era muy real lo que le decía, que esa pregunta no podía hacerla de esa manera, porque la respuesta sólo correspondía a Dios. Le sugerí que utilizara una pregunta que le ayudara a sentirse privilegiada en vez de infeliz, porque cualquier respuesta que ella diera, le resultaría positiva y consoladora, en vez de dolorosa.  La pregunta que le sugerí fue: ¿Por qué Dios me dio 19 largos años para que disfrutara a mi hijo fallecido, cuando conozco tantas madres cuyos hijos murieron antes de nacer, bebés, de dos o menos años de edad y sus madres no pudieron disfrutarlo tantos años como el mío?… ¿Qué hice yo de especial para ser una madre tan afortunada? Creo que ella me entendió muy bien y meditó sobre mi comentario, porque la noté más calmada y antes de irme le  sugerí lo que siempre hago en estos casos:  Ahora que usted está consciente que fue una madre privilegiada dentro de millones de madres sobre esta tierra de Dios, compleméntese preguntando: ¿Para qué Dios permitiría esta situación? Y no tengo duda que El la iluminará para que sea usted  misma y no El, quien se  regale una respuesta que convenga a su delicada y dolorosa situación que le ayude a traer alivio y paz a su corazón.

Todo lo que aquí escribo no corresponde a ninguna teoría o plática positiva, sino que ha sido fundamental en mis más de casi ocho décadas de vida, felizmente casado por casi cincuenta años, con hijos, nietos y bisnietos;  e independiente de que vi morir mis padres, mi única hermanita y tres de mis hermanos menores y dos mayores que yo, así como muchos y muy queridos amigos de diferentes edades y género, de mi entorno más cercano. Derivado de todas estas experiencias vividas en mi larga vida, estoy convencido de que, si creemos y tenemos fe en Dios, si seguimos sus mandamientos y amamos a nuestros congéneres y hacemos todo lo que podemos por serles útiles, no tenemos por qué temer, porque Dios está aquí, no en ningún otro sitio, sino a nuestro lado, a toda hora,  siempre pendiente de protegernos,  por lo cual jamás ni de ninguna manera podemos tener temor, ya que, cualquier evento que nos acontezca –independiente de su naturaleza-  está en la esfera de lo que nuestro Padre Celestial considera positivo para nuestra vida física, intelectual y espiritual.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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QUE PUEDE HACER INFELIZ A UN PADRE

Recordando a mi viejo pero admirado amigo académico, don  Luís  Yépez  Trujillo –seguramente hoy ya muerto- cuando me contaba que, a principios del siglo XX fue nombrado embajador de Venezuela en uno de los Países Bajos en Europa, pero cuando sus hijos empezaron a crecer y tener sus nuevas relaciones empezó él a ser menos importante para ellos, y fue entonces cuando escribió un Poema en el cual exponía la tristeza que le producía el que por sus nuevas relaciones, sus hijos que en Venezuela le amaban y admiraban profundamente, a medida que tenían nuevas relaciones sentía que ya no era tomado en cuenta como antes, por lo que en algunas de sus estrofas escribió: “Por todo lo que tú serás, por todo lo que conocerás, por todo lo que tendrás  estoy,,, profundamente triste”. Confieso que en aquel tiempo, hace más de cincuenta años, no pude entender  bien su dejo de tristeza al hablar, aunque le escuché con todo respeto su narración, que en verdad, más que una narración era un lamento escondido por mucho tiempo en su corazón, quizás, por falta de un interlocutor que le generara confianza,

En aquella oportunidad, aunque por mi naturaleza romántica y mi ambición de algún día llegar a ser un escritor, me afectó un poco;  en primer lugar, no era posible que pudiera procesar el fondo de aquellas dolorosas palabras porque aún no era padre, ni tenía idea de lo que sería serlo. En segundo lugar,  porque había vivido tan poco y siempre como soltero, que ciertamente, no concebía una familia propia con esposa e hijos. Hoy, a cincuenta y cinco años de esos días, dos veces casado y con cinco hijos, puedo al menos intuir, lo que aquel viejo valuarte de las letras venezolanas, sin ninguna mala intención quiso transmitir. Hoy, que siento la vida, en su integralidad, y sé que no es como nosotros quisiéramos que fuera, sino simplemente, como es, entiendo que ciertamente, una de las labores más difíciles de los padres,  es prepararse para procesar el hecho cierto, de que los hijos crecen y a medida que lo hacen adquieren nuevos intereses, que de alguna manera pudieren variar la actitud que  nosotros esperamos en una época determinada.  

No es fácil adaptarse al paso del tiempo; la influencia de nuevos intereses, el cambio de valores, que normalmente corresponden al ambiente donde se desarrollan, definitivamente harán lo suyo. De alguna manera, los padres como los árboles, echamos ramas, hojas y algunos flores o frutos, pero como las ramas se secan, e igual que las hojas el viento se las lleva y  nunca regresan;  escondido en los más profundo de nuestra alma, todos los padres tenemos oculta la esperanza de ser bambúes,  que resisten al viento, se bambolean, pero aunque luchan para  no romperse y permanecer con su tronco, al final  las alcanza el destino y desaparecen, pero antes de morir, dejan retoños que iniciarán el ciclo vital que nunca terminará; nacer, crecer, reproducirse y morir. Cuando los hijos son niños, los padres, conscientemente y como un mecanismo de defensa vivencial,  nos convencemos que no cambiarán… más de la cuenta, para al final tener que aceptar que una cosa es lo que uno desea y otra cosa es lo que sucede en una realidad de la vida, que nunca cambia, quizás porque somos “…los mismos hombres sobre la misma tierra.”

Creo  que al amor de algunos padres para con sus  hijos, especialmente con una diferencia tan grande de años,  podrían determinarse como enfermizos, por lo cual somos los padres  y no los hijos, los  únicos culpables de esta situación vivencial, para ellos normal pero para los progenitores, hasta cierto punto…  anómala. Es la terrible paradoja de nuestra  vida,  que uno de nuestros grandes males como seres racionales, es precisamente, el ser inteligentes. Ningún otro animal carente de inteligencia sobre este planeta tiene o sufre de este tipo de dolores o frustraciones; procrean sus hijos, los protegen y ayudan máximo hasta los dos años y después… cada quien por su lado y que la naturaleza se haga cargo. Estos animales irracionales ni los padres esperan nada de sus hijos ni los hijos esperan nada de sus padres; pudiera ser que normalmente, nunca más vuelvan a verse y es posible que no sientan ningún sentimiento mutuo,  y si con el correr de los años volvieran a verse, ni siquiera se reconocerían.

Por eso, por todo eso, los humanos tenemos la carga de ser felices, aun en las peores circunstancias;  porque a diferencia de los animales irracionales, que pueden ser felices comiendo, bebiendo o durmiendo, que son factores elementalmente físicos. nosotros requerimos de algo más que de la supervivencia física para lograrlo, y desventuradamente, nadie ni de ninguna manera diferente a nosotros puede ayudarnos, porque nuestra felicidad tiene poco que ver con la cosa física, sino que es algo que sentimos dentro de nosotros mismos, aunque no podríamos negar que algunas cosas físicas pudieran complementarla, pero sólo eso… complementarla. Es que nuestros sentimientos son intangibles, viven con  nosotros y dentro de  nosotros y por tanto, únicamente nosotros podemos determinarlos. Pero como todo en la vida tiene su pro y su contra, igualmente que como depende de nosotros ser felices, asimismo depende de nosotros ser infelices, y en tal caso, también cualquier acto en contra nuestra para hacernos infelices, escasamente podría complementar una parte de nuestra infelicidad.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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Normalmente, el ser humano que tiene poder, riqueza o fama, difícilmente puede disfrutar integralmente de las muchas bendiciones que nos da la vida, que en su mayoría son sencillas. Es que estos factores tan apetecidos no son fáciles de administar sin una dedicación especial, que normalmente deberá tomarse del tiempo que correspondería compartir con las personas de nuestro entorno íntimo que más amamos. En mi largo camino por esta vida, he podido compartir con personas que disponían de estos supuestos atributos; de ellos aprendí que paradójicamente disfrutaban más de la vida, aquellas personas humildes que los servían o asistían. Ciertamente, cuidar el poder, la riqueza o la fama, requiere dedicación exclusiva y atención permanente, y sin que ellos fuere condenable, sin duda que sacrifica el tiempo que se debería dedicar  a la familia y los amigos más íntimos, lo cual crea vacíos vivenciales difíciles de llenar,   que al acumularse,  producen estrés, tristeza y a veces estados depresivos, que por mucho que se disimulen, afectarán la salud física, espiritual o mental de los involucrados.

En una oportunidad me reuní con un importante hombre de gobierno, quien me confesó lo ingrato que era para él, ocupar buena parte de su tiempo que requería para mirar crecer a sus hijos y atender a su esposa, en ocuparse de asuntos oficiales que por ser su obligación personal, a los cuales debía poner su mayor atención,  no podía delegarlos a nadie más. En esa oportunidad me dijo con un dejo de tristeza, que aún con todo el poder que ostentaba, no era feliz a lo cual le respondí que no lo entendía bien, ya que por su posición a él debería sobrarle todo, a lo cual me respondió textualmente: “¿Sabes amigo? Es increíble que algunos fines de semana, mientras mi chofer o la chica que ayuda a mi esposa con los niños en la semana, aún con sus menguados ingresos están disfrutando sin  ninguna preocupación  en la playa con sus respectivas familias,  mientras yo que tengo ingresos muy superiores a los de ellos y una posición sólida en la sociedad, no obstante ser un fin de semana, tengo que estar atendiendo algún asunto por cuenta del Presidente o Vicepresidente de la República, que requieren mi atención personal. En verdad esto me afecta tanto, porque no sé como esta situación podrá afectar la salud  mental en esta etapa de crecimiento de mis hijos y  hasta cuando mi esposa podrá soportar una soledad y falta de atención que no merece.”

De la misma manera, un buen amigo que poseía una sólida fortuna económica,  con el cual en mi época de empresario mantuvimos relaciones comerciales pero también amistosas, un día cualquiera que departíamos en el lobby de un hotel en Caracas, me hizo una confesión, que aunque dolorosa fue muy didáctica en mi carrera de empresario; en aquella oportunidad él se quejaba de que atender la dirección de varias Empresas que le producían mucho dinero y estaban bajo su responsabilidad, no le dejaban espacio para el esparcimiento normal de una persona, pero además lo más grave era que su hogar estaba muy decaído, toda vez que su cónyuge –a quien amaba profundamente- no podía procesar que para él fuera más importante dedicar el tiempo a velar por sus negocios y acumular dinero, que  atender una familia que lo amaba y necesitaba permanentemente y que, según las palabras de ella, nadie podía vaticinar hasta cuando duraría, mientras su Secretaria seguramente estaba paseando o compartiendo con su familia sin ninguna preocupación. En esa ocasión no emití ningún criterio fundamental, sino que me limité a observarle que era necesario que midiera los riesgos y actuara en consecuencia.

Esas cuitas de mi amigo me afectaron significativamente, porque yo también era el Presidente de algunas Empresas en el territorio  nacional, y aunque mi esposa  por su profesión hacía equipo conmigo en la administración de las  mismas, en oportunidades nosotros estábamos empezando a sentir esas mismas preocupaciones, ya que nuestros hijos, aunque muy bien atendidos por las empleadas domésticas que tenían muchos años con nosotros y eran de toda  nuestra confianza, estaban creciendo mientras yo debía viajar constantemente, lo cual me limitaba de compartir con ellos integralmente. Pues bien, esa conversación nos produjo una profunda reflexión que nos comprometió a poco a poco ir reduciendo nuestra actividad empresarial para estar más tiempo con nuestros hijos, al punto de que como apenas tenía cuarenta años de edad, con la idea de cambiar de vida, ingresé a la  Universidad a estudiar Derecho, me gradué de abogado y di un giro de ciento ochenta grados a mi vida, de lo cual hoy estoy convencido que fue una decisión trascendental para nuestra felicidad y la de nuestros hijos.

He querido hacer la referencia a mis lectores de esta triste paradoja, porque ciertamente y en la mayoría de los casos, mientras los poderosos y poseedores de grandes riquezas, descuidan una parte muy importante de su vida, dedicándose a luchar por mantener y/o aumentar  su  poder o patrimonio, sus empleados con sus limitados recursos, disfrutan intensamente de sus fines de semana, vacaciones y días feriados en la playa o la montaña, sin otra preocupación que la de compartir en armonía familiar, acumulando la mayor felicidad posible, convencidos de que para ello sólo requieren de los recursos que les genera su actividad normal, común y corriente. No significa esto que sea en todos los casos y axiomático, por lo cual vale la pena para los ricos y poderosos, meditar sobre el tema para no caer en esa especie de trampa que significa descuidar lo que no se puede lograr con poder o dinero, por adquirir cualidades y beneficios que no son indispensables para  la unión, el amor y la felicidad familiar.

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ANIVERSARIO DE BODAS

¿Dónde y cómo debe celebrarse un Aniversario de Bodas? Creo que la respuesta debe estar condicionada a la personalidad y forma de   pensar de quien respondiere la pregunta, ya que, en verdad como somos diferentes todos los individuos, asimismo son diferentes y diversos los matrimonios. Siento que igualmente vale la pena celebrar un matrimonio de uno o cinco años que uno de 20, 30 o más años; esto porque a mi manera de ver la vida, el hecho de que una persona que conocemos y que no es nuestra familia, teniendo miles de opciones a su alrededor, tenga la nobleza de juntar su vida y su destino al nuestro –independiente de por cuánto tiempo- es algo extraordinario, por no decir, milagroso. Es por lo cual creo que vale la pena celebrar cualquier aniversario de bodas o de unión en pareja. Pero, en verdad ¿Qué celebramos? Bueno, eso es otra cosa. Hay quienes celebran por obligación, otros la ocasión, otros la intención, otros el tiempo transcurrido y algunos,  además el amor dado o recibido.

En  mi caso particular, al celebrar mi Cuadragésimo Noveno aniversario de bodas, son tantas las cosas que celebro, que por mencionar la más importante, diré que se trata del hecho de que después de casi cinco Décadas de matrimonio, sigo amando física  y espiritualmente a mi esposa, en mayor entidad de cuando teníamos 20 o 30 años de casados; en segundo lugar, personalmente celebro que mi amada esposa haya tenido la resistencia y el gran amor que se requiere, para aguantar a un tipo especialmente complicado y acaparador, pero no celoso ni irrespetuoso de la personalidad de mi cónyuge.  Celebro asimismo, esa ternura especial que me genera y recibo de mi amada, independiente de cual fuere nuestra situación, esto es mejor o mucho mejor, porque a decir verdad, en estos casi cincuenta años de unión matrimonial, en este equipo ganador que ambos constituimos, nunca  hemos tenido malas situaciones; quizás porque los dos manejamos la convicción de que, somos nosotros y nadie más quien puede darle color y sabor a nuestra propia vida, la cual siempre ha tenido un color hermoso y un sabor simplemente… delicioso, que como regalo especial nos ha dejado cinco bellos hijos, once nietos y dos bisnietos.

Será por eso que no entiendo tantas parejas que conocemos, que luego de una unión amorosa de años, con hijos o sin ellos, no son capaces de entender que no se casaron con un ángel sino con una persona normal, con virtudes  y defectos, pero con el sincero deseo de ser mejor, para lo cual solo requiere la ayuda de esa persona que especialmente escogió dentro de miles a quienes conoció, para hacer con ella su compañera o compañero de viaje largo, en un camino en el cual la felicidad no está al final del mismo, sino en cada paso durante larga caminata que se recorre para llegar a  un final… indefinido.

Como Asesor Familiar y de Parejas por más de diez años, y luego como editor de mi Blog www.unavidafeliz.com, donde he evacuado miles de consultas,  puedo asegurar que por lo menos el noventa por ciento de los casos conocidos de separaciones y divorcios de parejas con más de dos años de unión, los problemas que produjeron el rompimiento, siempre fueron asuntos que pudieron ser resueltos,  si las partes hubiesen entendido  que los seres humanos en su gran mayoría, aun siendo imperfectos, siempre tenemos la posibilidad de mejorar, y quizás, perfectibles; pero que no es posible lograrlo solos, sino con esa mano abierta, tierna, cariñosa entendida  y  ese hombro siempre presto de la persona que amamos, en el cual recostar nuestra cabeza, cuando la vida  nos golpea de tal manera, que pareciera que no existe solución para nuestros problemas.

Es por todo lo expuesto, que una parte de mi celebración de este aniversario de bodas, es precisamente escribir esta crónica para que sea leída por alguna o algunas parejas que, de alguna manera, estén pensando separarse sin darse la oportunidad de pensar, repensar y manifestar sinceramente sus reales sentimientos, vacíos, insatisfacciones o frustraciones en su relación íntima, cuales,  por cuanto la otra parte no es adivina, al ser manifestadas  y escuchadas con interés por su par, pudieren entre ambos encontrarle una solución posible, que si no evitare la separación, por lo  menos la hiciere menos traumática para ellos, y sus descendientes si es que los tuvieren.

Finalmente, en mi nombre y en el de todas las parejas que  han logrado superar sus desacuerdos, desinteligencias o errores, de tal manera que se hayan entusiasmado en celebrar sus respectivos aniversarios, doy infinitas gracias a ese Dios bueno, que desde que estuve en el vientre de mi madre hasta hoy, me ha motivado como seguidor de las enseñanzas de su hijo Jesús de Nazaret, en cuanto a que el amor, que conlleva respeto, consideración, buena comunicación, solidaridad y lealtad a toda prueba,  es el único camino cierto para lograr la felicidad de la pareja, que le motive suficientemente, precisamente para celebrar un Aniversario de Pareja, trátese de  Bodas o de cualquier otro nexo de unión, entre dos personas que se amen.

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VALOR Y MÁS VALOR

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El valor siempre ha sido la capacidad de vencer el miedo; porque el miedo, como lo dijeran los filósofos griegos, no es más que el producto de sentir la incertidumbre como tal; vale decir, no saber que pudiere sucedernos ahora o luego. Igualmente nos enseñaron que el miedo es el sentimiento más peligroso que nos puede afectar; entre otras cosas, porque distorsiona la realidad, haciendo las intuiciones negativas aún más desastrosas de lo que nos pudieren atacar. Frente a tal situación, el único remedio es EL VALOR  y tenemos que afincarnos en eso.

Como habitantes de Venezuela, uno de los países más bellos, ricos y bendecidos por Dios en el mundo, en este momento existe casi una pseudoparanoia colectiva; por todas partes y a todas las personas lo único que se les escucha son malos augurios; las quejas por todo están al orden del día; los malos presentimientos de lo que esperan que sucederá, son el común denominador en las conversaciones. Creo que todos estos sentimientos negativos, prospecciones derrotistas y constantes quejaderas, no aportan nada a una posible solución a los problemas que, sin ninguna duda, sufre nuestro País.

Ciertamente, la situación de nuestra amada patria hoy, respecto de lo social, político y económico es casi…  inédita. Al menos, para la gente menor que  yo, porque desde que  tengo uso de razón, en los primeros años sesenta hasta hoy, he vivido en Venezuela, donde hemos pasado difíciles situaciones de todo género, pero que siempre hemos superado.  ¿Qué ha sido difícil? Ciertamente. Pero lo cierto, lo real, lo verdadero, es que lo hemos superado y yo no tengo ninguna duda de que nuevamente lo superaremos.

Es por eso que sigo en Venezuela, no obstante el reclamo de mis cuatro hijos que hace más de 20 años viven en USA  y que no entienden que hacemos mamá y yo aquí todavía. Es que nosotros creemos en nosotros mismos, y por tanto, en nuestros hermanos venezolanos. Nosotros pensamos que esta es una situación coyuntural que estamos viviendo y como tal, puede y será superada más rápido de lo que los negativos y derrotistas esperan.

Creo en el libre tránsito que nos asegura nuestra Constitución y por tanto no critico ni censuro a quienes dejan el  País en busca de un destino mejor: es su derecho y como abogado lo entiendo perfectamente. Sin embargo, como quiera que he estado en más de veinte países y vivido en cuatro, tan diversos como Bolivia y Estados Unidos, estoy convencido de que  en cualquier otro País que no sea Venezuela, independiente de mi posición económica, social, académica, etc., siempre seré “un extranjero” y lo siento injustificado para  quien tiene una patria, que con todos sus males, sigue siendo mejor que la mayoría de los países del mundo. Por otra parte, pienso que es hoy más que nunca, cuando hace falta que los hombres de trabajo y corajudos se queden en esta tierra que nos dio Dios, para sacarla adelante y  hacerla mejor, aunque fuere con uñas y dientes.

 Los venezolanos tenemos historia y tradición de guerreros, pero no locos sino valientes. Es cierto que hay  mucho por hacer, por reconstruir, por enmendar, pero es algo que nos corresponde a todos, no a una parte de los venezolanos, sino a todos sin excepción. No podemos olvidar que esta es la tierra de nuestros padres, la nuestra y la de nuestros hijos, nietos y bisnietos, aunque hoy no vivan en ella. El mundo está cambiando aceleradamente y no podemos echarlo de menos; como consecuencia, esta tierra es el legado que les dejaremos a ellos como su refugio… para el futuro.

 

Yo pertenezco a esa generación que le puso el hombro a este País para hacerlo especial en el mundo. Como ejemplo, les cuento que cuando tenía 19 años, nuestra  moneda era más solicitada que el Dólar Americano;  nuestra inflación estaba por debajo el 1% y quienes viajábamos por las carreteras del País, cuando nos daba sueño nos recostábamos a la vera del camino hasta que descansábamos y continuábamos el viaje,  sin temor a que nadie nos hiciera daño.

Pues bien, esa no era otra Venezuela, sino la misma donde vivimos hoy. ¿Qué falta entonces? Ponernos de acuerdo, reencontrarnos como hermanos, deponer actitudes negativas y/o radicales personales, para pensar en el bien nacional, y yo no tengo duda que en su más alto porcentaje, independientemente de la ideología de cada uno, de una u otra manera, todos estamos dispuestos a hacerlo. Pero tenemos que sentarnos a hablar, reencontrarnos, mirarnos de frente sin rencor, odio ni dolor; corresponde que echemos manos del amor, que es ese sentimiento maravilloso hacedor de milagros. Considero que tampoco es una labor de titanes, sino de gente sencilla, pensante, preocupada y diligente, y los venezolanos, cuando queremos… somos así.

No estamos hundidos como muchos lo predicen. No, no es verdad; si es cierto que tenemos muchos problemas, pero también es cierto que disponemos de todas las herramientas necesarias para realizar las correcciones. De alguna forma, creo que tampoco tenemos otra cosa que hacer; ya no estamos en época de arreglar nuestros problemas por las malas o poniendo en riesgo a un país pacífico para convertirse en un terreno de guerra. Solo hace falta ponernos de acuerdo… todos. Medio mundo está dispuesto a ayudarnos, y la otra parte solo quiere que le ofrezcamos garantía de seguridad  y paz, por eso,  esta es una oportunidad que no debemos desperdiciar.

Yo estoy comprometido con Venezuela, porque me lo ha dado todo. Mi formación académica desde primaria hasta la Universitaria, me la dio gratuita. Mis postgrados los pagué en Universidades Privadas, porque no quise asistir a Universidades Públicas; igualmente a mis hijos, al menos hasta su bachillerato lo hicieron gratuito en establecimientos públicos venezolanos, luego sus carreras universitarias las hicieron en el exterior y por tanto en Universidades Privadas que ellos mismos se pagaron.  ¿Cómo podría yo olvidar todo lo que hizo por mí y mi familia y no restearme con Venezuela ahora, sino tomar la posición cómoda de emigrar y dejarla sola? Cuando es en este momento cuando más necesita de sus mejores hijos. Es  lo que no entienden propios y extraños cuando me dicen que… ¿Qué hago todavía en Venezuela? Pues simplemente, porque amo a este País y porque voy a hacer todo lo que yo pueda para que seamos un país feliz. 

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EL VALOR DE UNA CARICIA

Caricia (2)La caricia es algo más que el roce cariñoso o el toque amoroso a nuestro cuerpo, que independiente de si somos niños, jóvenes, adultos o ancianos,  despierta sentimientos de complacencia,  satisfacción, plenitud y seguridad; especialmente porque como seres humanos racionales somos simbióticos, esto es que estamos dotados no únicamente de nuestro cuerpo –que es físico y por tanto visible y detectable por nuestros sentidos- sino que además disponemos de una supra corporalidad extraordinaria y absolutamente etérea, no detectable por nuestros cinco sentidos conocidos, que definimos como nuestro espíritu. Este hecho hace que la caricia -esa que nos hace tanto bien-  igualmente sea física, como captable únicamente por algunos de nuestros sentidos, o simplemente por nuestro espíritu. Por lo cual, una palabra, una mirada, una sonrisa o cualquier acto solidario o generoso, puede alcanzar igual o  mayor capacidad de recepción, que  una manifestación corporal.

En orden de lo antes expuesto, hoy releyendo a ese poeta, escritor y juglar, que supo vivir el privilegio de ser feliz, luego de haber perdido su familia y  sin disponer de otra riqueza que no fuere su propia convicción personal de la importancia del hoy, el siempre recordado Facundo Cabral, cuando sentenció: “…el bien es mayoría, pero no se nota por que es silencioso; una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan a la vida.”. Esta sabia admonición  me ha llevado a reflexionar  sobre su contenido, porque es cierto que el bien, casi siempre es silencioso y a veces difícilmente determinable; en cambio, el mal deja secuelas rápidamente determinables porque hieren al medio ambiente, al individuo y/o a la sociedad.

La caricia oportuna de la mano, la palabra o el gesto amigo, suelen ser realmente reconfortantes; tanto que la psicología positiva –luego de una ardua tarea de convicción con pruebas a los galenos- ha convertido en un hecho su importancia decisiva en los procesos de sanación de las enfermedades. Creo que sería muy positivo para la sociedad organizada la toma de conciencia de que la caricia no lo es solo corporal, sino que podemos acariciar también con nuestras palabras, con nuestros gestos como la sonrisa, con  nuestra actitud frente a cualquier difícil o dolorosa situación física o espiritual, que experimente alguno de  nuestros congéneres. Así, por ejemplarizar, en variadas oportunidades vemos personas que, por cualquier circunstancia, amanecen espiritualmente adoloridos, frustrados o desanimados, pero un caluroso buenos días, un apretón de manos, una mano sobre el hombro o una sonrisa, pueden sacarlos de ese túnel espiritual en el cual, casi siempre sin razón aparente, se encuentran encerrados.

 Jesús no estaba equivocado cuando enseñaba: “Amarás a tu prójimo, como a ti mismo…” porque si seguimos esa máxima, obligante para quienes somos cristianos, nunca olvidaremos que todos a quienes encontramos en nuestro camino son nuestros hermanos, y que no es una caridad sino una obligación preocuparnos de ellos y por ellos; por lo cual también es obligante hacer todo lo que esté a nuestro alcance por contribuir a su felicidad, o por lo menos a que se sientan menos solos.

En estos tiempos especialmente, cuando tenemos a mano los medios idóneos y a bajo costo para conocer al instante cualquier situación  en el  mundo; cuando con dolor tenemos que aceptar que millones de personas no tienen que comer y mueren de hambre; que el terrorismo, la corrupción y la ambición de poder desmedidos, cada día hacen más pobre a los que menos tienen y más ricos a los que de todo disponen; cuando en algunos países las medicinas sobran y en otros, por su carencia mueren niños con cáncer y otras múltiples enfermedades, tenemos que aceptar que la generosidad y solidaridad con los demás seres humanos,  ciertamente es obligatoria. Hoy, no sirve de nada lamentarse, sino que, por el contrario, nos corresponde a cada  uno, según nuestra capacidad y actividad, hacer lo que se encuentre a nuestro alcance, por ayudar a quienes lo necesiten. Quienes hemos vivido con pleno uso de razón los últimos sesenta y cinco años, sabemos que nunca hubo tanto dolor ni desconsuelo sobre esta tierra de Dios  que en este último periodo.

Por todo lo antes mencionado, como normalmente y salvo raras excepciones,  nuestro círculo personal es reducido, al menos en nuestra comunidad, círculo familiar o amistoso, debemos recordar qué significa, para qué sirve y cómo puede manifestarse una caricia, que costándonos muy poco, es algo que podemos otorgar todos los días, y que, al menos en mi experiencia, suele no solamente beneficiar a quien la recibe, si no muy especialmente a quien la da, en su ser interno, precisamente porque somos físico-espirituales y eso  no deberíamos olvidarlo… nunca. Termino refiriendo   un verso del Poema “Limosna” de Iván S. Turquenev, que tiene que ver con el tema, ya que se trata del caso de un hombre que encontró un mendigo y por no tener dinero para ayudarlo le pidió disculpas y le dio un apretón de manos:

“Gracias exclamó el indingente

 suspirando dulcemente;

 gracias por vuestra bondad.

 Darle la mano a un mendigo

 y tratarlo cual amigo,

 es limosna y caridad.”

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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COMO ES LA FELICIDAD

Aunque desde hace más de trece años he venido escribiendo en este Blog sobre  LA FELICIDAD en cuanto a qué es, su esencia como hecho cultural, su temporalidad, donde vive y como se comporta en tiempos de crisis. No obstante, por solicitud de  una lectora, hoy trataré sobre CÓMO ES LA FELICIDAD. En verdad, pienso que como sentimiento humano, la felicidad tiene que ver mucho con la individualidad, que como es conocido, su concepción es diferente en cada individuo.

En una oportunidad leí un pensamiento de autor desconocido que rezaba: “La felicidad es a  veces como los lentes… los buscas, los buscas y los buscas, y resulta que los llevas puestos”  Pues bien, por experiencia propia sé y me consta que no es posible encontrar la felicidad, si no la buscas permanentemente y en cada acto de tu vida.

¿Qué sea difícil ser feliz? No lo creo. Durante más de siete décadas, desde niño hasta hoy,  he vivido diferentes situaciones de pobreza, enfermedad, soledad  y desamor; pero en todos los casos he tenido el acierto de pensar que siempre, de alguna manera, la felicidad está presente, porque es parte de cualquiera de mis situaciones. En principio, sólo mantenerme con vida, ya  es  un éxito y el éxito produce felicidad. Asimismo, cuando he estado enfermo, triste o en mala situación económica, siempre  he estado consciente que mi situación es mejor que la de muchas otras  personas y que además, como todo en la vida….TODO PASARA.

 En la mayoría de los casos de las personas que conozco que se autodenominan “infelices”, he observado que tienen tantas bendiciones como seres humanos y a su alrededor, sobre las cuales no meditan sobre sus resultados y consecuencias, que como decía Facundo Cabral, “…no están deprimidas sino distraídas…”, porque únicamente la conciencia de: poder mirar, cuando miles de personas nunca podrán ver la luz del día, la belleza del ser humano, el mar o las  montañas,  porque son CIEGAS; el poder oír, cuando tantas personas en el mundo jamás han escuchado o  escucharán la risa de los niños, las olas del mar, el canto de los pájaros… o la palabra amor, porque son SORDOS.

Pero además, más allá de muchas otras bendiciones que tenemos sobre esta tierra  que Dios nos dio como heredad, disfrutar diariamente del oxígeno, del agua, de los alimentos, los deportes, el trabajo, las  muchas distracciones y del abrazo de la persona amada, son razones suficientes para sentir la felicidad, porque la felicidad no se  mira, sino que se siente. Claro está que así como en el caso de “los lentes”, si tratamos de buscarla afuera, cuando en verdad la tenemos con y dentro de nosotros mismos, y en todo momento, pues a estas personas de pensamiento limitado,  les será muy difícil apreciar que son felices. Quizás fue por ello que Don Luís de Unamuno escribió: “Lo importante no es hacer lo que a uno le gusta, sino gustar de lo  que uno hace.”  Es que tener una familia, una labor que realizar, una misión que cumplir, amistades para compartir o cualquier actividad que efectuar, únicamente nosotros mismos estamos en capacidad de hacerlo desagradable, agradable, desgraciado o… feliz.

Finalmente, la felicidad es  una actitud personal e individual de sentirse realizado material y espiritualmente, que es como decir: materialmente, disfrutar intensamente cada momento de ese HOY, que es nuestra vida, donde todo lo necesario lo tenemos a nuestro alcance;  y espiritualmente, que la conciencia está limpia porque no se hace daño a nadie sino que, por el contrario, se trata de ser  útil a la sociedad, dentro de lo posible, lo cual nos pone en contacto con Dios. Por cierto, lo cual es dable de lograr por cualquier persona medianamente lógica, diligente y sin mucho esfuerzo.

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EL AMOR Y LA VIDA

Releyendo un escrito que me hizo llegar una buena amiga y brillante abogada colaboradora nuestra, sobre un  empresario millonario chileno fallecido en 2011, el señor Felipe Cubillos,  quien le dio por el altruismo y filosofar sobre diferentes aspectos de nuestra vida integral, teniendo o no fortuna. Me llamó la atención uno de sus textos sobre el amor, cuando expresó: “Acerca del AMOR, da las gracias al universo, él te despierta cada mañana con un beso y una sonrisa. No pidas nada más y haz como las abejas y las mariposas, ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”

Pienso que, como lo comentara este buen hombre, el AMOR es el mayor de los bienes que nos regala Dios a los seres humanos, tanto que la vida sin él, realmente no tendría sentido. Asimismo, creo que deberíamos meditar sobre su concepto de que las abejas y las mariposas…”ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”  No significa esto que no sea importante la presencia de la persona amada, porque al fin y al cabo es la atracción inicial lo que nos induce a contactar a ese ser que escogemos para ser una persona especial en nuestra vida, en todos los sentidos. Pero, luego de más de 47 años de matrimonio feliz, se y no tengo duda que  es el contenido de nuestro par, vale decir: su espiritualidad, su consecuencia, su consideración, su sincera comunicación y su lealtad, los factores que le dan sentido de felicidad y permanencia a la pareja, porque la sensualidad y la sexualidad se van desarrollando en la medida que nos vamos conociendo íntimamente, hasta que como lo dijera un escritor francés, en vez de unirnos “nos confundimos el uno en el otro”.

Asimismo creo que la cosa económica no es fundamental cuando logramos encontrar alguien que hace pareja con nosotros, con sentido de equipo, que es como decir; en la relación que conformamos como pareja y/o familia, ganamos o perdemos como equipo y no individualmente, porque tanto los éxitos como los inconvenientes son producto de la actitud de dos y no de uno. Estoy seguro asimismo que, cuando la sinceridad se arraiga en ambas personas, surge el elemento fundamental que mantiene la relación: LA ARMONIA, que es el producto de decir en el mismo momento lo que se siente, y no esperar a que la mente, con sus casi normales presentimientos,  haga las cosas más problemáticas de lo que realmente son.

Finalmente, me corresponde aconsejar a quienes me leen permanentemente, que como dijera Cubillos, aunque la presencia es importante, lo fundamental para la felicidad y la permanencia de una pareja, es el contenido espiritual y moral de nuestro par, que al ser una persona especial para nosotros –en todos los sentidos- con toda razón y derecho, espera igual de nosotros.

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