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Archive for the ‘MULTIMILLONARIOS’ Category

VIVIR VIVIENDO

¿Cómo debemos vivir? Buena pregunta, que si la hiciésemos a cien personas, seguramente noventa por ciento nos darían diferentes definiciones, dentro de las cuales se reducirían a la parte física de comer, dormir, trabajar, recrearse de vez en cuando, y sentirse cómodos o poco aburrido con su pareja, amigos o familia. Pero, la vida, que para ser tal en el real sentido de la palabra, debería ser algo más que eso, porque está llena de eventos específicamente humanos como los sueños, retos, proyectos, decisiones y emociones; ya que,  como seres racionales, vinimos al mundo con metas muy definidas e inherentes a nuestra especie, como por ejemplo ser útiles a nuestros semejantes, crecer espiritualmente todos los días, para de una forma continua ir avanzando progresivamente, hasta lograr la meta más deseada: lograr que ese diario caminar por nuestra existencia, cual es… SER FELICES.

A estos respectos tratados y a tratar, deberíamos vivir viviendo, que es como decir que, más allá de algunas limitantes que son absolutamente aleatorias, cuales vale decir, que en algunos casos van a depender de situaciones que están fuera de nuestro control, como algunos eventos naturales muy especiales como los terremotos, las guerras,  e incluso, la misma muerte, cuyo efecto en  casi todo los demás casos, dependerá de cual fuere la forma de cada uno, de ver la vida y las cosas. Así, por ejemplo, los resultados de los sueños, retos, proyectos y decisiones personales trascendentes, requieren de otros elementos o factores inmateriales que no pueden determinarse físicamente, como la confianza, la fe, la diligencia y la disciplina;  cuales hibernan en lo interno de cada uno de nosotros, esperando ser activados por nuestra voluntad, para el logro del o  los objetivos deseados.

Si consideramos que mirar la extraordinaria y variada belleza de las flores en la primavera; el vuelo de las multicolores mariposas en el aire; escuchar el hermoso y diverso  trino de los pájaros sobre los árboles y en el cielo; el ruido cadencioso de los arroyos en las montañas  y meandros en los ríos; el reconfortante eco del ir y venir de las olas sobre el mar, en los acantilados; la inocente risa de los niños en los parques; la sonora y arrulladora voz de los coros en las iglesias; los casi inaudibles pero constantes y repetitivos consejos de las abuelas;  y la mágica voz de esa persona que escogimos para ser especial en nuestra vida, nuestra cónyuge, cuando nos obsequia la más  hermosa bendición del alma: TE AMO.

 Igualmente,  regodearse con la belleza de las auroras en las mañanas, acompañados de un humeante cafecito mañanero;  del crepúsculo en la tarde cuando el sol despide el día en el verano, al sabor de  ese té especial y tranquilizante que tomamos antes de dormir; la belleza especial e incomparable de la nieve sobre los árboles en los inviernos, cuando degustamos el chocolate caliente que nos reconforta, son experiencias incomparables que vivimos intensamente y que, independiente de la temperatura, como nos lo preparan con tanto amor, nos llenan el alma de constante ternura.

 Por todo esto, considerando que sólo he citado algunos placeres que otorga de forma gratuita a nuestros sentidos la naturaleza, porque también debería citar la literatura, el arte, etc., en este paso por esta vida física que, independiente de cuantos años vivamos en tan corto periplo, dejar de considerar y disfrutar de tantas cosas, eventos y situaciones, que como bendiciones Dios dispuso para nosotros sobre esta tierra, ciertamente sería un desperdicio injustificable de nuestro  tiempo sobre ella; tanto,  que equivaldría a asegurar que no logramos el privilegio, que sólo depende de cada individuo de…VIVIR  VIVIENDO.

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Releyendo a mi admirado poeta  Pablo Neruda, encontré unos versos muy cortos, sobre los cuales vale la pena reflexionar; este  nunca olvidado poeta escribió: “De la vida  no quiero mucho. Quiero apenas saber que intenté todo lo que quise, tuve todo lo que pude, amé lo que valía la pena y perdí apenas lo que  nunca fue mío.”, texto que sin necesidad de grandes análisis nos indica que nuestra vida es elemental, por lo cual no requiere de grandes esfuerzos o sacrificios, para lograr una existencia grata.

Independiente de la admiración que durante toda mi vida he profesado por la obra de Pablo Neruda, me identifico plenamente con el contenido  íntegro de este poema, porque como él, de la vida no he querido mucho más allá de lo necesario para ser feliz y hacer felices –o contribuir a ello-  a todas las personas que se crucen en mi vida. Como consecuencia, luego de unas cuantas décadas en las cuales he sido muy feliz, independiente de que he tenido momentos difíciles y enfermedades graves que superar, mi felicidad corresponde a mi diligencia en hacer todo lo que esté a mi alcance para alcanzar las metas, que de cualquier manera pueda contribuir a mi bienestar o el de mis semejantes; lo cual podría equivaler a lo que señala el poeta como “…intenté todo lo que quise”.

En este mismo orden de ideas, he logrado obtener todo lo que he  deseado por mis propios medios y de forma lícita, sin lamentarme nunca de lo que no pude obtener, quizás por mi creencia de que todo lo que sucede –negativo o positivo- siempre tiene una razón, lo cual podría equipararse a lo que el poeta señaló como  “…tuve todo lo que pude …”   Igualmente, yo amo lo que considero conveniente y necesario a mis fines, que como antes lo apunté, siempre estuvo orientado a mi felicidad y mi contribución al bienestar de la personas a mi alcance, lo cual de alguna manera, podría equiparase a las palabras de Neruda cuando dijo, “…amé lo que valía la pena…”

Respecto de la última parte de estos versos: “…y perdí apenas lo que  nunca fue mío.”, debo comentar que  no obstante los altibajos, tropiezos, caídas a las cuales siempre reaccioné  levantándome y comenzando de  nuevo, siento que no perdí ni dejé en el camino nada que fuera muy valioso para mí, sino que, como lo dijo Neruda, si alguna cosa perdí, realmente fue algo que “…nunca fue mío…”, por lo cual nunca me sentí afectado gravemente en mi fe y confianza en que todo en este mundo tiene alguna solución que es mejor o más positiva que el problema mismo.

Es que yo no tengo ninguna duda que nuestra vida es absolutamente elemental. En primer lugar, porque desde que podemos valernos por nosotros mismos, todo lo fundamental que requerimos para nuestra existencia física, siempre está a nuestro alcance, y personalmente estamos dotados de todos los elementos necesarios para acceder a ellos. En segundo lugar, como quiera que somos seres físico-espirituales, lo trascendental en nuestra vida para sentirnos con plenitud no es material, sino que corresponde a elementos intangibles como el amor, la solidaridad, la sensibilidad y la felicidad, cuales no es posible determinar desde el punto de vista físico, sino que corresponden a nuestra vida interior, lo que sentimos y creemos de nosotros mismos, sólo determinable en nuestro ser interno.

En una oportunidad, en un conversatorio donde me correspondió participar, alguien me manifestó su desacuerdo con mi criterio de que lo trascendental para la vida  no era físico, por lo que me vi obligado a efectuarle la siguiente pregunta: ¿Considera usted que es cierto que existe el amor, la verdad y la alegría y que son trascendentales para la vida?  A lo que el interpelado me contestó que sí consideraba que existían,  así como que eran trascendentales para los seres humanos. Entonces le pregunté nuevamente: ¿Podrías señalarme físicamente alguna de estas cosas para verlas o tocarlas?  Al responderme que no podía, simplemente aceptó frente a todos los asistentes, que yo estaba en lo cierto al asegurar que las cosas trascendentales para nuestra vida plena, realmente no eran físicas o materiales.

He vivido en países muy ricos como los Estados Unidos y en países muy pobres como Bolivia para los años Ochenta,  y en todos he conocido gente en estado de miseria, de pobreza, de clase media y otros muy ricos; lo cual no me ha dejado duda de que es nuestra forma de pensar y ver la vida y las cosas, lo que incide en nuestra mentalidad para lograr el nivel de vida que somos capaces de imaginar y producirnos  individualmente, de manera que esto nos prueba que no es tan difícil sobrevivir físicamente.  Pues bien, como lo trascendental para vivir una vida  buena, ya hemos demostrado que no es material o físico, sino que vive dentro de  nosotros y/o corresponde a nuestra intelectualidad, tenemos que aceptar, que como lo aseguraba el filósofo contemporáneo Ortega y Gasset, somos nosotros y nuestra circunstancia, lo que determina nuestro nivel de vida en general.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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EL MUNDO Y LA VIDA

mundo sinergico

Aunque no pareciera muy interesante, por ser muy provechoso para nuestra felicidad, sí que vale la pena reflexionar sobre el hecho cierto de que el Mundo y la Vida, aunque caminan juntos, son bien diferentes. En principio, el mundo durante milenios ha rotado y se ha trasladado cada 24 horas sobre su propio eje, sin importarle para nada si tiene o no habitantes, flora o fauna, que vivan dentro o sobre su superficie: en verdad, tampoco le importa el tiempo, quizás porque él mismo es… el tiempo.
Por nuestra parte los seres vivos que habitamos este mundo, ya sean vegetales, seres racionales o irracionales, y muy especialmente los seres humanos –que somos racionales- por lo cual tenemos conciencia de lo que es la vida y que dependemos siempre del tiempo, desde que nacemos hasta que morimos, a diferencia del mundo -que es estático en su rutina de rotación y traslación- nos corresponde entender que la vida es un camino que no tiene una rutina definida, sino que los pasos en ese camino que llamamos la existencia, su rapidez, su seguridad, su placidez, su alegría o su miedo, en todo su recorrido, dependerán única y exclusivamente… de nosotros.
Nuestra vida está llena de altibajos, aciertos, desaciertos, alegría, dolor, temor, rencor, toma de decisiones sobre la marcha, oportunidades, metas y logros; pero todo, a excepción de los eventos sobrevenidos, también denominados de fuerza mayor o fortuitos por causa de la naturaleza, como un terremoto o un maremoto, por ejemplarizar, dependerán de cual fuere nuestra actitud frente a cada evento que se nos presente en ese largo o corto camino de nuestra existencia. Así, cuando estamos arriba, mientras más elevados estemos, conviene recordar la existencia de las bajadas y los acantilados; desde las alturas, ya fueren del amor, del poder, de la fama o la riqueza, podemos observar con claridad todo lo que está debajo de nuestro nivel de ese momento, precisamente porque como no somos estáticos como sí lo es el mundo, nunca sabremos cuánto durará esa especial situación. De la misma forma, cuando nuestra actitud -que no la vida- nos empuja hacia abajo, por el camino escabroso o el acantilado, igualmente tendremos la oportunidad de mirar hacia arriba y observar detenidamente, cuál fue nuestra actitud que nos puso en tal situación, considerando de la forma más seria y sincera, que así como otros han ascendido y superado todos los escollos hasta lograr la cima, nosotros tenemos perfectamente la misma o mejor capacidad, para lograrlo.
Recordemos que hablé del amor, la fama, la riqueza y el poder, porque desde que nos hicimos gregarios, vale decir, que no podemos desarrollarnos sino en grupo, esos cuatro factores han sido dominantes en la ambición humana, por cuanto el nivel de importancia de cada uno lo determinará la personalidad, que corresponde a nuestra individualidad. En tal sentido, la máxima ambición para algunos es lograr un gran amor por siempre; para otros lo será la fama, para otros el poder y, para casi la mayoría, la riqueza. Pues bien, como antes lo he expuesto, ninguna situación se da por sí sola, sino que requerirá nuestra voluntad, diligencia, esfuerzo y confianza en nuestra propia capacidad. Ciertamente, al menos para mí, la ambición más sana, porque no corresponde enteramente al mundo físico, es el amor que es intangible, porque corresponde a un sentimiento que no es perceptible por ninguno de nuestros sentidos conocidos, aunque sí disfrutado por ellos. Pero… ¿Qué se requiere para lograr esta meta de un apasionante, mágico y permanente amor? Simplemente el resultado de nuestra actitud: capacidad para determinar la persona apropiada, ternura, sensibilidad, respeto, consideración, colaboración, cooperación, buena comunicación, sentido de la responsabilidad, compromiso y lealtad. Nadie que tiene el amor como su máxima aspiración, le importa como fundamental la riqueza, el poder o la fama, porque solo quiere… amar.
Dado lo antes expuesto, entonces no son tan importantes la riqueza, la fama ni el poder, ya que el mayor logro de un ser humano es la felicidad, y eso jamás podrá lograrse con dinero o bienes, fama o poder, sino únicamente con el amor. Esto no quiere decir que la fama, el poder o la riqueza sean despreciables; de ninguna manera, solamente que al ubicarlos en su correcto nivel, utilizados con inteligencia y mesura, podrán ser complementarios para una mayor placidez y pudiera ser que también, seguridad. Es que nuestra vida es tan especial, que como los valores humanos son bipolares, hasta lo que pareciera más terrible, tiene siempre un lado positivo, aunque fuere ejemplarizante. De allí que lo que no te beneficia inmediatamente, o con lo cual tropiezas, por lo menos te enseña lo que debes evitar y que más adelante pudiere ser más grave para el logro de tu ambición. Asimismo vale pena considerar que lo que no es muy importante para ti, como el poder, sin duda alguna que puede ser muy beneficioso para una comunidad organizada; de la misma manera la riqueza genera empleos y, en algunos casos, ayuda para los necesitados. Por su parte la fama, refuerza y promueve la lucha, la decisión, la diligencia y el coraje, en aquellas personas -especialmente los jóvenes- que la tienen como su máxima ambición.
Nuestra vida sobre este mundo es tan compleja e imprevisible, que lo más deseado por alguien, si no sabe manejarlo, igual puede llevarlo a la cumbre o a su destrucción. Así tenemos que, conocemos multimillonarios que terminan destruidos moralmente e infelices, por la pérdida de sus seres más queridos por causa de disponer de algún bien especial, como es el caso muy reciente de un multimillonario americano, que perdió su esposa y sus hijos en un vuelo de uno de sus Jets, que de no haberlo tenido no se habría producido la tragedia. De la misma forma, conocemos artistas famosos que murieron muy jóvenes, precisamente por haber logrado esa fama, como son los casos muy tristes de Marilyn Monroe o John Lennon. Los casos del poder mal utilizado y que destruyó etnias, poblaciones y sólidas economías, sería muy largo de enumerar, tanto pasados como actuales.
¿Cuál es la enseñanza? Simplemente, que es nuestra individualidad con esa razón e inteligencia heredada de Dios, que nos da la oportunidad de utilizar acertadamente, el libre albedrío para escoger los caminos a seguir y nuestro estado de ánimo para darle color a cada paso, en ese largo periplo desde que tenemos uso de razón hasta que exhalamos el último suspiro. No existen esas ficciones de nuestra mente como el destino, la ventura, ni la suerte; existe nuestra inteligencia, diligencia, disciplina, confianza, fe y seguridad en que lo que hacemos lo es para beneficiarnos y beneficiar a otros. Siento, porque en mi larga vida lo he comprobado, que ni siquiera la oportunidad es fundamental para el logro de lo que deseamos, porque los vencedores si no encuentran una oportunidad para lograr su meta, simplemente crean las condiciones que sustituyen dicha oportunidad, porque fuimos extraordinariamente dotados sor nuestro Creador, para como lo sentenciara Jesús de Nazaret y así ha sido probado a través de los Siglos que: “Si tenemos Fe, moveremos montañas.”

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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