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Archive for the ‘MISERABLE’ Category

CUANDO EL AMOR SISTITUYE AL DINERO

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Seguramente muchos lectores no estarán de acuerdo con lo que aquí escribo, y hasta pudiera ser que me odien por ello. En verdad, no me afecta ya que, por una parte alguien debe decir estas cosas, y por la otra ese es el riesgo de quienes escribimos para el gran público  y no para una élite de intelectuales.

 Anoche, mirando la televisión, accidentalmente accedí a un canal donde un hombre sangraba copiosamente de su cara y sus ojos estaban hinchados, mientras su contendiente  golpeaba con saña ese rostro destrozado, para el disfrute de un público que gritaba emocionado, de la misma forma como lo hacían los romanos, frente al horror y el retumbo de los lamentos y muerte de cristianos, esclavos o gladiadores perderos, cuando  eran desgarrados y devorados por los leones. Pareciera que no hemos avanzado mucho en nuestro crecimiento espiritual, en los dos últimos Milenios.

No obstante que apagué el televisor quedé realmente afectado, reflexionando sobre el que no entiendo que en pleno Siglo XXI, se continúe una práctica tan cruel donde un ser humano hace daño a otro en su cuerpo, disfrutando tanto el agresor como los espectadores, del sufrimiento del herido que siente dolor  y se desangra, en ese acto brutal digno de bestias  y no de seres humanos.

La primera pregunta que vino a mi mente fue ¿A dónde se fue el amor, como valor esencial que supuestamente nos une a los humanos? ¿Qué pasó con la compasión que nos hace diferentes de los animales irracionales? Y bajo la consideración cierta de que, una persona propinaba  con satisfacción heridas a su hermano humano, sin considerar las consecuencias, el dolor y la sangre derramada, únicamente porque de tal  manera ganaría dinero, me hizo sentír aun más mal; no es fácil entender que, en algunas actitudes y actuaciones, ciertamente no  hemos avanzado suficiente en busca de esa sociedad que todos ambicionamos, donde el amor, la compasión, la caridad, la solidaridad humana  y la paz, rijan nuestro destino.

Aún más adolorido me sentí al considerar que esta sociedad alienada que estamos viviendo, considere un deporte el que dos seres humanos conscientemente se hagan daño, peor que si fueran fieras, porque estas últimas normalmente no se agreden, y cuando lo hacen, lo es por su originalidad, irracionalidad y ausencia de conciencia, para defender su vida o proteger su territorio, porque no conocen otro medio o regla para lograrlo.

Nuestro fundamento de vida en sociedad, no puede ser otro que el amor, la compasión, la caridad y la solidaridad entre nosotros,  cual es esa condición especial que heredamos de Dios: LA INTELIGENCIA, que nos hace sentirnos como hermanos humanos y consecuencialmente en la necesidad de ayudarnos, socorrernos y perdonarnos.

Creo que el origen del mayor de los  males actuales de una gran parte de la sociedad actual, se fundamenta en que el elemento DINERO  –que es sólo un medio para adquirir bienes y servicios-  se ha convertido en UN VALOR DE PRIMERA CATEGORÍA, y como consecuencia, para lograr dinero ya no tiene importancia cuánto daño se produzca  a la sociedad, a un grupo o  al medio ambiente; cuanto se haga sufrir a otra persona o sus consecuencias para nosotros mismos.  Dolorosamente hoy, Lo importante es ganar DINERO, sin importar cual sea su origen.

 

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SIEMPRE ES BUENO VIVIR

la vidaSi como lo hemos escrito muchas veces, la  naturaleza es bella y la gente, por lo general es buena; si existe Dios y el amor que es el  hecho sobre el cual basamos su existencia; si frente al desastre siempre habrá la sonrisa de un  niño; frente al dolor, el hermoso canto y color del turpial penetrando nuestra alma, llevándole reposo; si frente a  un mundo cambiante y estresante de por sí, vemos la mirada tranquila y bondadosa del anciano; si frente a la cobardía de los malos, siempre se impone el valor de los buenos; si no importa cuán fea pueda considerar la sociedad a una persona, siempre hay alguien para quien es bella; si como escribió un  poeta, “…fueron iguales la madre de Cristo  y la de Judas…”; si aún en este Siglo de las luces, es más importante la sabiduría que el conocimiento; si frente al miserable y despiadado subsiste la bondad, gratitud, generosidad y caridad de las mayorías… entonces sin ninguna duda, vale la pena continuar viviendo.

Es que vivir es recibir la oportunidad de contemplación y disfrute de todas las cosas bellas que tiene esta vida, que son más abundantes que las desagradables y aberrantes, por lo cual con sólo utilizar nuestra diligencia y estado de ánimo, ya tenemos abierta la puerta a una vida edificante. Por cierto, hoy cuando la mayoría comenta que la gente actúa violentamente, porque está “estresada”, yo pienso que no es tan cierto; lo que pasa es que nos hemos despersonalizado y, de alguna manera, recelamos unos de los otros; hemos olvidado saludarnos, dialogar, darnos la mano cariñosamente, abrazarnos con ternura: sentirnos hormigas de la misma cueva, y, es tal la situación psicológica global, que estamos en peligro de convertirnos, por lo menos, en seudoparanoicos. Tenemos que revisar nuestro comportamiento diario con nuestros hermanos humanos, conozcámoslos  o no e independiente de su raza, credo o posición social, debemos ser amables y hacerles sentir que nos preocupa su vida, sus problemas, que estamos prestos a ayudarles. Se requiere edificar a nuestros hermanos, porque todos somos uno con Dios, y eso es lo más importante. Si quiere probarlo, trate de hablar con la gente, demostrarle su interés por ellos y verá que, en su gran mayoría, son buenas personas de quienes mucho podemos aprender y a quienes podemos, de alguna manera ser útiles, pero se sienten solos, y eso no es justo.

 

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Releyendo al Dr. Ron Jenson en su obra VIVA LA VIDA NO SOBREVIVA, encontré  que El 28 de Febrero de 1960, el Washington Post publicó una carta de John Steinbeck dirigida a Adlai Stevenson, donde decía: “Somos una especie extraña: Podemos aguantar cualquier cosa que Dios y la naturaleza nos provean, excepto la abundancia. Si tratase de destruir a una nación, le daría demasiado y luego la tendría de rodillas, miserable, egoísta y enferma”

Esa cita me produjo reflexión sobre los efectos de la abundancia en general, para  las personas y los Países. Todas las personas, de alguna manera deseamos la abundancia y creo que también para los países debería ser positiva. Sin embargo, en el mundo de la realidad práctica, en ambos casos puede ser grave, en tanto y en cuanto no se equilibre con  las capacidades y necesidades de las personas y la nación en su totalidad.

Personas normales y felices, con ingresos comunes y corrientes en cualquier actividad, llegada la abundancia perdieron mucho de su tranquilidad, sensibilidad y  generosidad. En algunos casos, esa vida fácil disminuyó el incentivo y la importancia del trabajo y estudio, convirtiendo jóvenes que eran proactivos, en despreocupados e inactivos por considerar que esa abundancia les aseguraba su futuro. En este mismo sentido, los padres por dedicar más tiempo a cuidar y mantener los factores de abundancia, produjeron inestabilidad familiar que disminuyó el amor y afectó su felicidad.

En el caso de los Países, como lo decía Steinbeck, la abundancia puede convertirse en su peor enemigo, ya que, de no mantener el nuevo equilibrio necesario, al facilitar la vida a todos, desincentiva la creatividad, el trabajo y la solidaridad social.   Nací en 1941, cuando Venezuela no se consideraba un País rico, sino más bien uno de los países pobres del Tercer mundo. Sin embargo, la gente era trabajadora, generosa, sensible y, aunque no existían grandes facilidades para el estudio, los jóvenes luchábamos hasta lograr acceso a la educación. Igualmente  como conciudadanos nos respetábamos, trabajábamos, todos comíamos y vivíamos arropándonos con lo que nos daba nuestra cobija,  sin envidiar a quien tuviese una mejor posición económica.

Desde que nos llegó la abundancia por allá por los inicios de los años setenta, progresivamente hasta hoy, el país se nos ha venido abajo. División, insensibilidad, desempleo, delincuencia desbocada, inflación y desabastecimiento. Desventuradamente para los venezolanos, se cumplió la sentencia de Steinbeck: no resistimos la abundancia.

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