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¿DONDE ESTA DIOS?

Pregunta innecesariamente repetida por muchas personas… muchas veces. En mi humilde concepto, luego de  haber vivido más de 76 años, en múltiples y diferentes situaciones de tiempo y espacio; con altibajos, pero siempre muy feliz, no me cabe ninguna duda que Dios está en todas partes, desde la tempestad más fuerte hasta en el vuelo de la mariposa o la gota de rocío sobre la rosa. En verdad, lo cierto es que Dios estará donde creas que esté. Es que todos nosotros somos una parte de esa maravillosa y universal energía que se llama Dios, Elí, Alá o como se te ocurra llamarle. Es esa energía especial y universal por la cual vinimos a este mundo y viviremos  hoy, mañana y…siempre por los Siglos de los Siglos; porque somos físico-espirituales, y como consecuencia, al mismo tiempo que existimos físicamente lo hacemos espiritualmente, y es esa característica de espiritualidad la que nos permitirá vivir, con nuestra alma, eternamente, en alguna de esas dimensiones que Jesús invocaba cuando decía: “En la casa de mi Padre muchas moradas  hay…”

He pasado por muchos peligros, unas cuantas enfermedades y accidentes, pero aquí sigo como un roble, porque nunca he dudado de que mi Papá Celestial me cuida; por eso,  cuando nadie daba medio por mi vida, yo no temía quedarme porque sentía que El estaba conmigo y, como era cierto, aquí estoy y seguiré hasta el día que, habiendo crecido espiritualmente cuanto requiero,  El quiera que regrese a su regazo o al destino temporal o definitivo que tenga para mí. En tal sentido y conforme a lo narrado…¿Cómo podría dudar de su existencia o su presencia si siempre lo he sentido conmigo?

Quiero sugerir a quienes tengan duda sobre donde está Dios, que se miren en el espejo, pronuncien o escuchen la palabra amor, observen un árbol, escuchen la sonrisa de un niño, la voz de Andrea Bocelli, caer la lluvia, correr los ríos y quebradas o el ruido de un trueno y no tendrán duda que en todos y cada uno de esos fenómenos está presente: Dios. Asimismo, cuando alguien te pida que le muestres donde le amas o te diga que  grafiques la verdad, adivines porqué surge una lágrima, sentirás que hay algo más de lo que puedes explicar con tus palabras, porque esa es la obra de Dios.

Ejemplarizando con la situación de nuestra amada Venezuela, donde de una u otra manera la situación actual es tan difícil, que se hace propicio sentir temor, sin embargo, independiente de comentarios negativos y asechanzas, quienes sabemos que somos un pedacito de Dios, NO TENEMOS TEMOR. El miedo, como alguien lo definiera alguna vez, es la sensación de no saber que puede suceder; pero quienes creemos en la bondad de Dios, porque  sabemos El representa el amor que nunca nos niega, estamos curados frente a ese gran mal.

Para quienes como yo hemos vivido más de la mitad de nuestra posible vida física en esta tierra bendita de Dios que es  nuestra  increíble Venezuela, sabemos que la patria no desaparecerá, que de una u otra manera, nosotros, todos los venezolanos, como lo que somos, como hermanos, nos repensaremos, reencontraremos y en conjunto arreglaremos los entuertos, en los que, en menor o mayor entidad hemos sido partícipes y que han traído como consecuencia los problemas que hoy nos aquejan. Los venezolanos preocupados por el país, que somos la mayoría, sabemos que nadie va a venir de afuera a arreglar nuestros problemas, sino que seremos nosotros mismos, ocupándonos más que preocupándonos de los mismos como encontraremos una solución que se acomode a esa cara ambición que tenemos de la paz, tranquilidad, progreso, justicia social y hermandad que merecemos vivir.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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En principio pienso que ser un padre es  un privilegio desde

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 todo punto de vista; se requiere haber vivido al menos hasta la mayoría de edad, cuando tantas personas  que no han podido alcanzar esa edad;  se ha vivido un amor, que nos regaló uno  nuevo; se ha cumplido con la base ética natural de todo ser  humano, que es la continuación de la especie; por nueve meses se ha sentido ese sentimiento de alegría y cierta angustia, que hacen un sentimiento incomparable, hasta que llega esa nueva vida y… ya nunca estaremos solos. Pero ese título especial y honorable de ser padre, requiere de algunas condiciones personales, que no pueden ser endosadas de ninguna manera, porque representan la mayor o menor  posibilidad de que un hijo sea feliz, cual es la máxima  aspiración de un ser humano y, quizás, la razón principal por la cual vinimos a este bello mundo. Tales condiciones se basan en el amor que voluntariamente debemos profesar a ese nuevo ser, a quien  por cierto, no le pedimos permiso para traerlo por acá, por lo cual es nuestra absoluta y única responsabilidad producirle la mejor vida posible. Ese hecho de que Dios nos haya prestado ese cuerpo y alma llamado hijo por años, para los padres debe ser constante, permanente y por siempre; porque no importando la edad y/o cualquier condición, será nuestro hijo hasta el último día de nuestra vida. Al menos para mí, mis hijos de 44 y más años siguen siendo y siempre serán “mis muchachos”. Los padres para serlo realmente, deben merecerlo. En nosotros, los hijos deben encontrar, en las buenas y en las menos buenas situaciones,  siempre un refugio seguro; un hombro donde recostar su cabeza y un corazón abierto al amor, al consejo y a la comprensión. Ser padre no puede ser sólo engendrar, porque ese es el resultado de  un acto físico y casi instintivo. Ser padre es tomar la responsabilidad y dedicación que se requiere para sacar adelante los hijos. Pero eso la celebración del día de hoy, no es para todos aquellos que han engendrado hijos, sino para aquellos que han sabido actuar  como tales. Por tanto, celebro y felicito a todos los padres del mundo que han sabido honrar este calificativo y agradezco a mis hijos,  nietos y bisnieto, haber venido para hacerme más feliz de lo que siempre he sido.  FELIZ DIA DEL PADRE.

 

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(Koldo 1976)

 

En esa lucha permanente entre nuestro origen y la cultura, pareciera que en algunas personas prevalece lo originario. Desde que nacemos hasta que exhalamos el último suspiro la orden es: sobrevivir. No importa como, pero tenemos que sobrevivir, sin considerar como importante la calidad de la vida.

Aunque pudiera ser comprensible que algunas personas no lleguen a vencer esa carga genética y hasta cierto punto instintiva por originaria, pienso que para la generalidad no debería ser así. Los humanos somos una especie diferente y única en el contexto de la naturaleza, porque somos los únicos dotados de razón e inteligencia, lo que nos obliga a especular sobre asuntos más trascendentes que la subsistencia física diaria. Como consecuencia también nuestra vida deberá ser diferente y única.

La ausencia de esa luz de la razón para los seres irracionales que nos acompañan en este planeta, los lleva de forma instintiva a una sola preocupación: sobrevivir, esto es, no morir; sin importarles qué otras cosas buenas pudiera ofrecerles esta vida, más allá de comer, dormir y reproducirse. Por lo contrario, para el hombre el mejorar su nivel de vida debe ser una constante en su desarrollo. Al fin y al cabo, nuestro destino por haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios, no solamente es el de poblar la tierra sino reinar sobre ella.

Esa herencia divina nos hace acreedores de los mayores placeres y más acabadas satisfacciones, las cuales únicamente podremos lograr con un nivel de vida que aumente nuestro caudal de regocijo y bienestar, en el camino de lograr la tan ansiada felicidad. Nuestra exclusiva condición de seres pensantes sobre la tierra nos obliga a preguntarnos porqué y para qué estamos aquí; cuál es el objetivo de este peregrinaje por esta vida y qué nos espera después de la muerte como poseedores de un alma. Pero también qué es lo que más conviene que hagamos por nosotros y… por nuestra especie, durante esta muy corta e incierta estadía en este mundo.

Un sencillo análisis nos llevaría a la deducción de que no es lógico que hayamos sido creados racionales y dotados de un espíritu, únicamente para sobrevivir como los demás animales, porque para sobrevivir no se requiere ni razón ni inteligencia: el instinto se basta solo para operar los mecanismos de supervivencia física. Con los dones intelectuales de que fuimos dotados los humanos, lo importante, lo hermoso, lo sublime y lo trascendente no es sobrevivir o no morir: lo es vivir… intensamente todo el conjunto de extraordinarias experiencias que pueden percibir nuestros sentidos, como único ser viviente que es capaz de vincular sus sensaciones físicas a su alma, a sus sentimientos, y a su… espíritu.

Fue para que sintiéramos y actuáramos diferentes a los demás animales, que se nos dotó de libre albedrío, creándonos con ello el compromiso de superar la meta de la supervivencia física, para avanzar a estadios más elevados que nos permitan observar y evaluar todas esas cosas maravillosas que pueblan nuestra aldea global; y aquellas que con su inteligencia el hombre ha podido desarrollar, como su indescriptible arte, representado en piezas musicales que elevan nuestro espíritu, esculturas y pinturas, también de una magnitud casi insuperable; y las bellezas arquitectónicas de todo género, que a veces compiten con la misma belleza de la naturaleza, mostrándonos horizontes nunca imaginados, con la única intención de señalarnos caminos que finalmente nos lleven a… la felicidad.

Con tales certezas no hay un minuto que perder porque hay tanto por hacer, mucho que conocer y esperar de la vida; pero también bastante que mejorar en el alma y el espíritu, porque la real posibilidad de acceder a todas esas cosas maravillosas y experimentar esas sensaciones inigualables que nos ofrece la vida, estará condicionada proporcionalmente a nuestra capacidad de crecer intelectual y espiritualmente.

Entonces, debemos autoanalizarnos sinceramente a fin de determinar cuanto hemos hecho para ser mejores. Si hemos avanzado nos felicitaremos. Si no lo hemos hecho suficientemente no lo tomaremos a lo trágico, sino como acicate para aceptar que requerimos con urgencia iniciar nuestro programa de ascensión a etapas superiores. Sabemos que el tiempo es corto y la obra extensa. Por tanto, avanzaremos sin tregua, sin descanso; felices y seguros del éxito en alcanzar nuestras metas, porque somos hijos privilegiados de Dios, que nos ha permitido conocer estos secretos que son el único camino para lograr nuestra plenitud. Al fin y al cabo, como nos lo enseñara hace miles de años Tales de Mileto: “La esperanza es el único bien común a todos los hombres. Los que todo lo han perdido la poseen aún.”

Es que la vida que estamos preparando la presentimos demasiado buena. Vale la pena luchar por ella, porque será emocionante, reconfortante, prometedora. Nos hará diferentes y fortalecerá nuestro espíritu. Mientras ascendemos a la cima, paulatinamente nos transformaremos de personas comunes y corrientes en triunfadores. Ya no sobreviviremos, sino que viviremos plena e intensamente todos los días de nuestra vida, en todo el sentido de la palabra, porque para eso fuimos creados por Dios y… no podemos darnos el lujo de defraudarlo.

Próxima Entrega: PODER, RIQUEZA Y FELICIDAD

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