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Archive for the ‘LIMPIEZA MENTAL’ Category

Normalmente, el ser humano que tiene poder, riqueza o fama, difícilmente puede disfrutar integralmente de las muchas bendiciones que nos da la vida, que en su mayoría son sencillas. Es que estos factores tan apetecidos no son fáciles de administar sin una dedicación especial, que normalmente deberá tomarse del tiempo que correspondería compartir con las personas de nuestro entorno íntimo que más amamos. En mi largo camino por esta vida, he podido compartir con personas que disponían de estos supuestos atributos; de ellos aprendí que paradójicamente disfrutaban más de la vida, aquellas personas humildes que los servían o asistían. Ciertamente, cuidar el poder, la riqueza o la fama, requiere dedicación exclusiva y atención permanente, y sin que ellos fuere condenable, sin duda que sacrifica el tiempo que se debería dedicar  a la familia y los amigos más íntimos, lo cual crea vacíos vivenciales difíciles de llenar,   que al acumularse,  producen estrés, tristeza y a veces estados depresivos, que por mucho que se disimulen, afectarán la salud física, espiritual o mental de los involucrados.

En una oportunidad me reuní con un importante hombre de gobierno, quien me confesó lo ingrato que era para él, ocupar buena parte de su tiempo que requería para mirar crecer a sus hijos y atender a su esposa, en ocuparse de asuntos oficiales que por ser su obligación personal, a los cuales debía poner su mayor atención,  no podía delegarlos a nadie más. En esa oportunidad me dijo con un dejo de tristeza, que aún con todo el poder que ostentaba, no era feliz a lo cual le respondí que no lo entendía bien, ya que por su posición a él debería sobrarle todo, a lo cual me respondió textualmente: “¿Sabes amigo? Es increíble que algunos fines de semana, mientras mi chofer o la chica que ayuda a mi esposa con los niños en la semana, aún con sus menguados ingresos están disfrutando sin  ninguna preocupación  en la playa con sus respectivas familias,  mientras yo que tengo ingresos muy superiores a los de ellos y una posición sólida en la sociedad, no obstante ser un fin de semana, tengo que estar atendiendo algún asunto por cuenta del Presidente o Vicepresidente de la República, que requieren mi atención personal. En verdad esto me afecta tanto, porque no sé como esta situación podrá afectar la salud  mental en esta etapa de crecimiento de mis hijos y  hasta cuando mi esposa podrá soportar una soledad y falta de atención que no merece.”

De la misma manera, un buen amigo que poseía una sólida fortuna económica,  con el cual en mi época de empresario mantuvimos relaciones comerciales pero también amistosas, un día cualquiera que departíamos en el lobby de un hotel en Caracas, me hizo una confesión, que aunque dolorosa fue muy didáctica en mi carrera de empresario; en aquella oportunidad él se quejaba de que atender la dirección de varias Empresas que le producían mucho dinero y estaban bajo su responsabilidad, no le dejaban espacio para el esparcimiento normal de una persona, pero además lo más grave era que su hogar estaba muy decaído, toda vez que su cónyuge –a quien amaba profundamente- no podía procesar que para él fuera más importante dedicar el tiempo a velar por sus negocios y acumular dinero, que  atender una familia que lo amaba y necesitaba permanentemente y que, según las palabras de ella, nadie podía vaticinar hasta cuando duraría, mientras su Secretaria seguramente estaba paseando o compartiendo con su familia sin ninguna preocupación. En esa ocasión no emití ningún criterio fundamental, sino que me limité a observarle que era necesario que midiera los riesgos y actuara en consecuencia.

Esas cuitas de mi amigo me afectaron significativamente, porque yo también era el Presidente de algunas Empresas en el territorio  nacional, y aunque mi esposa  por su profesión hacía equipo conmigo en la administración de las  mismas, en oportunidades nosotros estábamos empezando a sentir esas mismas preocupaciones, ya que nuestros hijos, aunque muy bien atendidos por las empleadas domésticas que tenían muchos años con nosotros y eran de toda  nuestra confianza, estaban creciendo mientras yo debía viajar constantemente, lo cual me limitaba de compartir con ellos integralmente. Pues bien, esa conversación nos produjo una profunda reflexión que nos comprometió a poco a poco ir reduciendo nuestra actividad empresarial para estar más tiempo con nuestros hijos, al punto de que como apenas tenía cuarenta años de edad, con la idea de cambiar de vida, ingresé a la  Universidad a estudiar Derecho, me gradué de abogado y di un giro de ciento ochenta grados a mi vida, de lo cual hoy estoy convencido que fue una decisión trascendental para nuestra felicidad y la de nuestros hijos.

He querido hacer la referencia a mis lectores de esta triste paradoja, porque ciertamente y en la mayoría de los casos, mientras los poderosos y poseedores de grandes riquezas, descuidan una parte muy importante de su vida, dedicándose a luchar por mantener y/o aumentar  su  poder o patrimonio, sus empleados con sus limitados recursos, disfrutan intensamente de sus fines de semana, vacaciones y días feriados en la playa o la montaña, sin otra preocupación que la de compartir en armonía familiar, acumulando la mayor felicidad posible, convencidos de que para ello sólo requieren de los recursos que les genera su actividad normal, común y corriente. No significa esto que sea en todos los casos y axiomático, por lo cual vale la pena para los ricos y poderosos, meditar sobre el tema para no caer en esa especie de trampa que significa descuidar lo que no se puede lograr con poder o dinero, por adquirir cualidades y beneficios que no son indispensables para  la unión, el amor y la felicidad familiar.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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EL CORRER DE LOS AÑOS

feliz cumpleaños amigoCon mis setenta y siete  años encima, como típica persona, no de tercera edad sino de juventud prolongada,  absolutamente convencido de mi condición vivencial físico-espiritual, debo comentar que, a mi manera de ver el asunto de la edad como una circunstancia personal, debo comentar que considero que tiene dos efectos inmediatos sobre los cuales toda persona racional debe meditar amplia y sinceramente. Me refiero en primer lugar al aspecto físico, esto es,  cómo afecta a nuestro cuerpo en la mayoría de nuestra integralidad corporal. Sin duda que al envejecer igual que todo ser viviente, tanto del reino animal como del vegetal, la tendencia es ir perdiendo capacidad física y sufrir efectos degenerativos, hasta llegar al final cuando morimos y nuestro cuerpo cumple su destino bíblico: “Polvo eres y en polvo te convertirás.”; lo cual por cierto es indefectible y por tanto no debería  infundir temor a nadie, precisamente porque no hay como evitarlo.  En segundo lugar, nuestra condición racional que conlleva nuestro convencimiento de nuestra espiritualidad, nos permite conocer que al morir, simplemente nuestro espíritu vuelve a esa dimensión de donde vino cuando nacimos, como nos lo anticipara Jesús de Nazaret cuando decía: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”, dejándonos de tal manera el mensaje de que en verdad somos eternos por lo cual este paso por la vida es sólo una de las muchas etapas de nuestro crecimiento espiritual,  lo cual debería hacer aún menor el temor a la muerte, porque lo que desaparece de la faz de la tierra es nuestra parte física pero nuestra alma continúa su proceso de crecimiento espiritual y eso es más bien beneficioso.

En mi modo de ver la vida y las cosas, el transcurrir de los años es un proceso normal que no tiene por qué preocuparnos más de la cuenta, sino por el contrario, es un acicate para  disfrutar cada minuto de cada hora de cada día, bajo la premisa de  que nunca volverá a repetirse y por tanto debemos aprovecharlo al máximo.  Es que como nos sintamos en cada edad, más que con el número de años que transcurren,  tiene que ver con nuestro estado de ánimo,  porque cada edad tiene su parte bella y sus irrepetibles momentos de disfrute, plenitud, sueños  y felicidad.  Sin duda que, dada la incertidumbre de no saber que puede ser mañana de nosotros y nuestra vulnerabilidad frente a una naturaleza terriblemente implacable, tales realidades pueden influir  de forma definitiva, en quienes desoyendo los consejos de los filósofos griegos antiguos que nos enseñaron: “Si no tomas la incertidumbre como una aventura, terminará produciéndote miedo… y eso es lo peor que te puede pasar.“   terminarán temiendo al devenir del tiempo y el transcurso de los años y al ocupar su tiempo en  estas especulaciones, se perderán de disfrutar el día a día tan lleno de cosas bellas, que como antes comento, pudieran ser irrecuperables.

El transcurrir de los años, para quienes tratamos de prolongar nuestra juventud -especialmente cuidando que no muera nuestro niño interno- nos regala cosas maravillosas, y si se quiere mágicas, como el amor a nuestra pareja, el advenimiento de los hijos, los nietos, la acumulación de amigos –que son esa otra familia que escogemos voluntariamente, porque no deviene de consanguinidad alguna- y la esperanza de que mañana será mejor, porque diariamente hacemos lo único que nos es permitido para un mejor futuro: hacer las cosas bien hoy.

– ¿Quién podría decir con verdad que con el correr de los años e independiente de la edad, no es maravilloso enamorarse y disfrutar del amor de ese ser amado, su sexualidad,  su ternura, su lealtad, su solidaridad, su dedicación, atenciones  y sus cuidados?´

-¿Quién en su sano juicio no disfrutaría de las caricias de  un hijo o un nieto amorosos?

-¿Quién podría decir que no es hermoso cuando un amigo te abraza y te ratifica su amor, especialmente cuando te encuentras en dificultades?

-¿Quién desmentiría que la sonrisa de los niños, el trinar de los pájaros, el ruido de las olas del mar, el rumor del  agua en los arroyos, la forma y color de las flores, no son un espectáculo simplemente magnífico a nuestra vista, que nos embelesa, fortalece y hace amar  aún más la vida?

-¿Quién podría negar que cuando finalizamos nuestra formación académica con  éxito, independiente de cuál sea su nivel, es un momento de inmensa felicidad y orgullo?

Pues bien, ninguno de estos pocos ejemplos de los muchos que nos regala la vida, podríamos experimentarlos sino con el transcurso de los años. Es por lo cual cualquier persona en estado de agonía, daría cualquier cosa por un día, un  mes o un año más de vida, sin temor a que va a ser  más viejo. Por el contrario, los años que conllevan la vejez, conforme a tu estado de ánimo, serán una bendición o un fardo duro de llevar.  Al menos en mi caso,  no tengo duda que mi vida –no obstante haber estado muy cerca de la muerte varias veces-  ha sido realmente bella, interesante y exitosa. Dios ha permitido que realice mis sueños; quizás porque fueron sencillos, absolutamente realizables y de acuerdo a mi formación de pensamiento cristiano y  positivo.

Hoy, con casi ocho décadas de vida, físicamente no puedo hacer algunas cosas como lo hacía a los veinte, pero tengo tantos y bellos recuerdos de mi niñez, adolescencia y juventud,  que aún estoy prolongando, que ciertamente no tengo que quejarme del correr y aumento de  mis años. De alguna manera, puedo decir que han sido más los logros y satisfacciones, que los momentos duros que he encontrado y superado en el camino de mi vida. Tal vez por eso me siento bien al escribir estas reflexiones, con la esperanza de que alguno de aquellos que temen a la vejez o a la muerte, en vez de perder su tiempo en estas nimiedades, se dediquen a evaluar todo lo que realmente  han vivido y lo que tienen por vivir, con el convencimiento que son ellos y nadie más, quienes con su optimismo, fe en Dios, esperanza, trabajo, decisión  y diligencia, podrán hacer de cada uno de sus años un reto y agradable aventura, que mucho quienes ya están bajo tierra hubieran desearon experimentar. Así como que para mí el tiempo es una ficción de nuestra mente, que solo nosotros podemos poner a nuestro favor para disfrutarlo intensamente.

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ACTITUD EN TIEMPO DE CRISIS

ARAGUANEY: ARBOL NACIONAL DE VENEZUELA

Que en nuestra querida Venezuela  hoy existe una crisis prácticamente global -que es como decir económica, política y social en general- generadora de uno de los factores más perturbadores para cualquier sociedad organizada, como es la incertidumbre,  es algo que no es discutible. Como consecuencia de tal realidad, se hace necesario meditar de la forma más seria –y a ser posible tranquila- sobre cuál debería ser nuestro comportamiento como ciudadanos frente a tal grave situación. En mi humilde concepto, mantengo el principio de que de nada sirve “preocuparnos”, porque esta actitud nada positivo aporta a una solución; sino que, por el contrario, nos altera aún más, haciendo más difícil “ocuparnos” de encontrar una alternativa en pro de localizar caminos, que nos ayuden a campear el temporal que nos azota.

Pienso que cuando el país está boyante y sin problemas no se requiere inteligencia, moderación o armonía para convivir las realidades del momento de la patria. Es en situaciones especiales, y si se quiere inéditas, cuando se requiere la mayor templanza para valorar y/o evaluar nuestro comportamiento personal, que  sin ninguna duda influirá de manera decisiva en el proceder colectivo. Creo que, quienes como yo hemos vivido con total sentido común las diferentes etapas que se han sucedió en los últimos sesenta años en Venezuela, sin haber dejado la vida o la razón en el camino,  estamos obligados a contribuir a la ponderación  cabal de la situación  nacional actual. No somos una isla al margen de los acontecimientos que hoy aquejan al mundo civilizado, ni debemos esquivar nuestras responsabilidades como habitantes de una nación, que al menos en mi caso, me dio todas las oportunidades para mediante la fe, la diligencia, el estudio, el trabajo y la confianza en mí mismo, adelantar mi principal proyecto: mi formación personal integral y el desarrollo de una familia con valores de honestidad, amor, sensibilidad social y solidaridad humana, que hoy se reflejan en la solidez de sus respectivos hogares.

En el mismo sentido de lo antes expuesto, siento que, como venezolanos,  estamos obligados a ser optimistas; porque el país ni se ha hundido ni se hundirá, especialmente porque su mayor capital no son sus múltiples riquezas naturales, sino que su principal recurso para salir adelante en cualquier situación que se presentare, lo somos nosotros, los venezolanos. Si, nosotros los ciudadanos aportando ideas, trabajo, confianza, fe y esperanza de un futuro mejor,  será como aumentaremos las posibilidades de superar los escollos que en estos momentos pudieran parecernos casi insalvables. No es con actitudes pesimistas, derrotistas, o como una vez lo dijera Rómulo Betancourt “…con alaridos de Casandras agoreras”, como podremos superar la situación que nos aqueja.

De cualquier manera, la situación actual de Venezuela, por acción u omisión nos involucra a todos; por tanto, somos nosotros, todos los venezolanos, quienes dentro de nuestras reales posibilidades, tenemos que meterle el pecho al país para sacarlo adelante. Yo, que conozco a Venezuela de Oeste a Este, desde Sichipés en la alta Goajira hasta San Fernando de Atabapo en Amazonas y de Norte a Sur desde Puerto Cabello hasta Puerto Páez, pero que además he recorrido buena parte del mundo fuera de nuestras fronteras, puedo decir con plena certeza, que Venezuela es como territorio,  una tacita de oro; y como nación, la mejor gente del mundo. Por eso, por todo lo dicho es que aún teniendo mucha de mi familia en Canadá, Estados Unidos y Colombia, mi sentido de pertenencia a esta tierra maravillosa, es superior al temor o a cualquier otro sentimiento que pudiere afectar mi sentido de conservación. Yo que viví con pleno conocimiento esta Venezuela, que en los últimos sesenta y seis años ha cambiado varias veces su denominación y signos nacionales; vivido democracias, dictaduras y revoluciones; épocas de extraordinario auge económico y situaciones de grandes carencias; sin cuestionar o juzgar de ninguna manera los compatriotas que emigran, no tengo la menor duda que mi puesto está aquí, en las buenas o en las malas, pero aquí, aferrado a esta tierra, a los setenta y siete años de pié, como los robles, dispuesto a resistir los ventarrones, los inviernos  y los veranos, porque sé y no tengo duda, que todo tiene su tiempo y que lo que algunas veces sentimos como un tropiezo, más adelante puede resultar una buena enseñanza o experiencia, que aporte mayor felicidad a esta tierra que tanto amamos: VIVA VENEZUELA hoy, mañana y siempre.

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FE Y PROACTIVIDAD

Los términos FE y PROACTIVIDAD siempre han caminado juntos al lado de toda persona exitosa, independiente de cual fuere el caso o circunstancia personal de que se trate. Hoy la  Psicología Positiva ha probado que hasta en los procesos de sanación de una enfermedad, la fe y la proactividad  ya  son  no solamente convenientes sino indispensables.  Aquellos apotegmas bíblicos de que “… la fe mueve montañas…”  y “…dame tus palabras y yo te daré mis obras…” son una realidad a favor de cualquier aspiración humana. Cuando digo que caminan juntos es porque únicamente la fe  no es suficiente si no se acompaña de la actividad constante y  entusiasta,  que  permite lograr la meta que nos proponemos. Es por eso que cuando hablamos de alguien que es proactivo, incluimos en dicho vocablo la fe, la disciplina, la constancia, el entusiasmo, la creatividad,  y muy especialmente, la confianza en sí mismo, que adicionamos al duro trabajo para encontrar y administrar debidamente los elementos y/o factores que fueren más convenientes o necesarios, en cada caso.

Considerando -como es cierto-  nuestra vida es elemental, porque fuimos diseñados de tal manera que tenemos  una especial capacidad para adaptarnos a cualquier ambiente o situación que se nos presente, no es fácil entender como algunas personas no terminan de asimilar que es en y dentro de sí mismos, donde se encuentran los elementos necesarios para lograr una vida integralmente dispuesta a la felicidad, cuales como antes hemos comentado, es la fe en nosotros  mismos como principales actores de nuestra propia vida, el elemento decisivo para lograr el éxito propuesto. De nada sirve la formación académica o cultural de cualquier género, si  no nos  convencemos de  nuestra capacidad para superar los escollos que se  presenten y por encima de ellos adelantar y lograr nuestras propuestas.

En tal sentido, igualmente de nada sirve un título o certificado de conocimiento particular, si no lo  utilizamos como canal para regir una conducta proactiva.  Es  que el Universo, del cual formamos parte, es sinérgico,  y como consecuencia, somos… energía; por lo cual, en tanto y en cuanto actuemos con el convencimiento de esa energía que nos hace proactivos, sin duda alguna seremos exitosos. De igual manera, si no ponemos en movimiento esa misma energía, alimentada por la fe, la confianza y el optimismo que nos alimenta para enfrentar cualquier evento o circunstancia, jamás alcanzaremos con suficiencia el logro de nuestras ambiciones. No se trata de un asunto de tiempo sino de persistencia, disciplina, confianza  y  diligencia. Debemos estar permanente y  absolutamente convencidos, que no  fuimos hechos para el fracaso, la mediocridad o la infelicidad,  sino que, por el contrario, como alguien lo escribiera, “Vinimos a este mundo, condenados a ser felices.”; que es como decir:  especialmente dispuestos a lograr el triunfo y la felicidad en una vida buena, que nos merecemos.

Asimismo, en lo social que conlleva el amor, la amistad, la familia y el éxito económico,   son más importantes que el género o la belleza física, la genialidad con que utilicemos nuestras características personales originarias, la cultura adquirida y la aplicación adecuada de las buenas experiencias propias y ajenas que nos dan los años vividos,  en el progresivo desarrollo de nuestras relaciones cotidianas. Somos parte de la gran familia humana, por lo cual, no basta con ser un buen médico, abogado, empresario  o artista para lograr el éxito integral,  si no introspeccionamos la necesidad de nuestros congéneres de ser tratados con respeto, consideración, sensibilidad y solidaridad con sus propias causas e identidad individual, lo cual requiere de empatía para ponernos siempre en el lugar de los demás y de tal forma idear cual sería nuestra propia reacción emocional si estuviésemos en  su caso.  Es considerando  y aplicando apropiadamente todos estos factores como podemos llamarnos con propiedad, agentes de progreso de una sociedad, todos los días más  orientada a la tecnología,  y por tanto necesitada de promotores de  fe y  proactividad, en función del bienestar supremo de todos los integrantes de esa misma sociedad a la cual pertenecemos.

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EL REGALO MÁS GRANDE DEL MUNDO

la vida III

Para muchas personas esta frase pareciera trillada, pero por mi formación espiritual, conozco su resultado y me siento obligado a divulgarlo; ya que, si sólo sirviera para la reflexión positiva de una sola persona, me sentiría compensado. Desde que tengo uso de razón, considero mi vida como EL REGALO MAS GRANDE DEL MUNDO, porque gracias a ella puedo percibir la hermosura de la naturaleza y las personas; pero además comunicarme con mis semejantes, así  como con especies animales y vegetales, como las mascotas y las plantas, que no tengo duda distinguen y/o aprecian mis caricias, palabras y sentimientos.

Ese milagro maravilloso que es mi vida, en un mundo donde somos  tan vulnerables, pienso que para mantenerse como tal requiere de formación cultural. Vale decir, que así como para sobrevivir físicamente tenemos que cuidar nuestra salud y nuestros pasos, espiritualmente tenemos que cultivarnos y fortalecernos, lo cual únicamente podemos alcanzar meditando sobre cada uno de nuestros actos, manifestación e introspección de nuestros sentimientos.

En tal sentido, si queremos aumentar la posibilidad de supervivencia física nos conviene una buena alimentación, evitar riesgos innecesarios y no hacer daño a ninguna persona o elemento natural, lo cual nos aseguraría un alto porcentaje de éxito a nuestro favor; más como lo físico y espiritual es biunívoco, uno de los grandes riesgos para nuestro cuerpo son las enfermedades, las cuales en su gran mayoría –independiente de lo que piensen algunos científicos- se producen como consecuencia del estrés, cuando albergamos sentimientos destructivos como la intranquilidad, desamor, remordimientos, odios, envidias, deseos de venganza, vacíos vivenciales; o simplemente,  cuando no tenemos nuestra conciencia tranquila, porque en algo no hemos actuado correctamente.

Por mi experiencia he aprendido, que la tranquilidad y a ser posible la  fortaleza espiritual que nos permiten sentirnos en paz, es la mejor medicina preventiva frente a posibles patologías e invalorables en los procesos de sanación, como ya ha sido aceptado por la Sicología Positiva. Asimismo, que el amor,  la generosidad y la felicidad, son las mejores oraciones a nuestro Padre Celestial; porque demuestran la excelencia de su obra, representada por nosotros.

Aprecio la vida, porque gracias a ella puedo decir “te amo” sin importar el origen, sexo, raza o nacionalidad de mis semejantes; porque me permite percibir a Dios en mi ser interno y esto, además de fortalecer mi fe y esperanza, me elimina cualquier temor o desconfianza.

Finalizo recordando que –más allá de esa parte aleatoria de nuestro destino que no podemos controlar- Dios nos dota de todas las herramientas necesarias para ser felices, pero que a nosotros toca utilizarlas eficientemente, de tal manera que nuestra vida se convierta realmente, en EL REGALO MÁS GRANDE DEL MUNDO.

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UNA MUJER

NANCY CUN OSO FRISCO

Dios, en su infinita misericordia nos regaló un mundo maravilloso, que nos permite vivir dentro de un cuadro de arte de bellos colores y figuras indescriptibles, sin ninguna duda, todo ello para hacernos… felices. En ese panorama maravilloso, desde nuestra concepción hasta nuestro último suspiro, El nos obsequió un personaje especial, polifacético, multidisciplinario y fuente inestimable de amor: la mujer.

Todos los años el mundo occidental les dedica un día, cuando, en su mayor número, quienes durante un año no le han dado su merecido puesto, aparecen con presuntuosos presentes, que aunque nunca la mujer lo dirá, son menos significativos para ella que el respeto, reconocimiento y compromiso, que se ganan sobradamente, no durante un  día, sino, en la mayoría de los casos… en toda su vida.

Cuando reflexiono sobre el maravilloso hecho de haber nacido de una mujer, recibido su amor, principios y valores que me han permitido crear la infraestructura fundamental  de esa bella vida que siempre he vivido; que tuve una hermanita, que aunque dejó este mundo siendo adolescente, en sus cortos años siempre me otorgó un amor puro y sincero, que nunca olvidaré; que fue una mujer la que me dio mi primer hijo, el cual amo y cuyo amor aún él también mantiene y me manifiesta, aunque ya va para el medio siglo de edad; que hace 46 años,  otra mujer que aún hoy me acompaña, con su amor sustituyó ese que me hizo tanta falta de mi madre y la ternura de mi hermanita, haciéndome conocer una nueva dimensión de amor físico-espiritual, que no sólo me regaló tres bellas niñas, sino además un nuevo hijo, ha logrado hacerme sentir permanentemente confiado y seguro de su solidaridad y lealtad, tanto  en los buenos como en los momentos difíciles, hasta convertirnos en un equipo ganador, porque nos complementamos y equilibramos mutuamente.

Ciertamente, para mí no hay un día especial para celebrar la mujer, porque en lo más profundo de mí ser interno, en ese binomio espíritu-alma, celebro todos los días como el día de la mujer. Y es que, cómo no voy a celebrarlo si en ella mantengo fresca, y si se quiere renovada, la amiga, la hermana, la novia, la amante, la esposa,  y en algunos casos especiales…la madre.

No concibo la vida de un hombre integralmente feliz, vale decir realizado física y espiritualmente, sin la existencia de una mujer. Personalmente, en ese mi mundo interno, la luz, la belleza, la música, la ternura, la comprensión  y el compromiso, no soy capaz de concebirla… en soledad. Es por lo que no me canso de agradecer a mi Padre Celestial, el haberme privilegiado  con esa mentalidad de reconocimiento, respeto, consideración y amor, hacia ese regalo insustituible que desde que nací me hizo: LA MUJER.

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EL CANCER SI ES CURABLE

IMAGEN DIA MUNDIAL DEL CANCER

La OMS  y el CIIC determinó el 4 de Febrero como  Día Mundial contra el Cáncer, enfermedad  que produce muchas muertes anuales pero también enriquece a Laboratorios e Instituciones prestadoras de servicios de salud, cuales aún usan productos altamente invasivos, que en ocasiones hacen más daño al paciente que la enfermedad. Como sobreviviente de un cáncer agresivo, luego de haberme tratado con la temible quimioterapia y no menos grave radioterapia,  los médicos tratantes -venturosamente equivocados- aseguraban que no duraba más de una semana; años después me siento calificado para emitir algunos criterios al respecto. ¿Qué podría decirse realmente nuevo sobre esta enfermedad que no se haya dicho? No mucho, mas allá de insistir en factores coadyuvantes a su afectación como el uso del tabaco, alcohol, índice de masa corporal elevado, falta de actividad física y ausencia de una dieta rica en frutas y vegetales, sin ingesta de grasas saturadas y carnes rojas. No obstante, extraña que existiendo  probada investigación que ha determinado la naturaleza  ácida de las células cancerígenas y su condición  anaeróbica, esta importante información no tenga la divulgación deseable,  como elementos fundamentales  para prevenir  y abonar  la recuperación de los enfermos.

Me parece pernicioso, por decir lo menos, que tan pronto una persona adquiera características cancerígenas, persuadan al paciente y su familia, de que se trata de una situación trágica, lo cual más allá de un buen negocio para los suministradores de servicios  de salud, no deja de ser una actitud aberrante.

Por mi experiencia  sé que cambiar a  una dieta alcalina, oxigenar el cuerpo lo más posible y el apoyo positivo psicológico del entorno familiar;  sustituyendo el temor a un desenlace fatal por la certeza de la sanación, mediante el ataque frontal al pesimismo, frustración, estrés y depresión, común en estos casos, aún en las peores circunstancias,  puede representar la diferencia entre comenzar a morir en vida o iniciar la recuperación para vivir, Sin desestimar los factores negativos que predisponen o agravan la enfermedad, la fe en su sanación, la confianza en que ésta es superable y la seguridad  de que no se está sólo porque se cuenta con la familia y Dios, resulta decisivo para la recuperación. Pero, si además elevamos nuestro sistema inmunológico, nuestro organismo mantiene  mecanismos eficaces para la curación donde  muchos medicamentos fracasan. Porque, definitivamente, el cáncer es como cualquier otra enfermedad: si se atiende eficazmente y en su momento,  es ABSOLUTAMENTE CURABLE.

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imagen a color II

Somos el único ser vivo sobre la tierra que, independiente de la situación o circunstancia que le acontezca, siempre tiene la posibilidad de hacerla de mayor o menor intensidad. No me canso de repetir que, exclusivamente como seres racionales, si alguna facultad interna del ser humano es realmente maravillosa, lo es su Estado de Animo, ya que nos posibilita mirar el mundo del color que nos apetezca, porque en todo caso que se nos presente, independientemente de su entidad, nos permite elegir como nos sentiremos. También es milagrosa la posibilidad, siempre vigente, de poder elegir sentirnos mejor con solamente desearlo.

Si aceptamos que nuestra mayor bendición lo es nuestra vida física, porque sin ella simplemente no existimos, pues se supone que es la felicidad nuestra más cara ambición; y si como lo acabamos de analizar nuestra plenitud depende de cómo nos sintamos en nuestro interior, no debería existir situación suficientemente especial, para hacernos infelices, al menos de forma permanente. No tengo ninguna duda que, si los muertos pudieran hablar, nos manifestarían cuanto envidian esa insustituible posesión física que es nuestra vida. En tal sentido, no recuerdo en toda mi vida, haber conocido que alguien en su sano juicio hubiese deseado morir, o por lo menos, que no hubiese hecho todo lo posible por mantenerse vivo. Por lo cual, solamente sentirse vivo, ya es motivo suficiente para enriquecer ese extraordinario recurso que denominamos estado de ánimo.

Pienso asimismo, que como casi todos nuestros sentimientos, el estado de ánimo puede ser alimentado en forma positiva o negativa. De tal manera, su mejor alimentación le llegará de nuestros cinco sentidos conocidos, los cuales nos permiten mirar la reconfortante sonrisa de los niños, oír el canto de los pájaros y la palabra… amor; la sensación indescriptible de la brisa mañanera en nuestra cara; el aroma de las flores y del pasto mojado en las mañanas lluviosas; el sabor de los manjares que Dios ha puesto sobre la tierra para nuestro disfrute; y ese inconfundible, familiar e indescriptible olor del ser amado.

Pero si además reflexionamos sobre el que, diariamente mueren de hambre miles de personas y especialmente niños, siendo que para nosotros el problema alimentario es ¿Qué dejamos de comer para no engordar? Mientras que para ellos su problema es ¿Dónde y cómo encuentran cualquier alimento para no morirse de hambre? Entonces, definitivamente, nuestra vida es y pudiera seguir siéndolo siempre, color de rosa.

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Cuando escucho el ulular del viento en mi ventana y miro el vuelo raudo de los pájaros en ese cielo hermoso, con nubes de mil formas caprichosas, bajo el cual los hombres deambulamos en busca de algo mejor todos los días, pienso que Dios, vida, amor y amistad, conforman el sendero maravilloso y especialísimo, donde los seres racionales podemos lograr nuestra realización material y espiritual, comúnmente conocida como… LA FELICIDAD.

Dios, como gran hacedor en esta vida de proposiciones diversas, y única posibilidad de trascender a un plano superior, nos asegura un viaje hermoso, divertido, emocionante y edificante por este mundo físico, en la misma medida de nuestra capacidad de entender y asimilar como utilizar las grandes dotes, cualidades y bendiciones con que fuimos diseñados.

La vida física, que es el mayor tesoro de que disponemos, no es más que la alfombra sobre la cual podemos hacer de nuestra existencia, una experiencia mágica o un paso borrascoso.

La amistad, que como relación requiere permanente alimentación, dedicación y cuidado, cuando se hace fuerte y sincera,  pudiera ser uno de los más apreciados condimentos para darle sabor a nuestra vida, porque nos obsequia placer, compañía y… seguridad.

Somos seres únicos y tan especiales, que podemos con nuestros sueños crear nuestro propio mundo de fantasía, pero con increíble capacidad para convertirlos en realidad. Tal es la fuerza vivificante y sustantiva de los sueños, que cuando por alguna razón agotamos la capacidad de soñar, ciertamente comenzamos a morir… en vida.

Toda nuestra existencia racional funda su sentido de supervivencia sobre ese otro factor extraordinario y también único de nuestra especie, sin el cual nuestra vida, excepcionalmente vulnerable, se hace terrorífica: la esperanza. De tal suerte que, quien en un momento dado siente perderla, camina por la vida, como lo escribiera Walt Whitman: “…amortajado hacia su propia destrucción”.

Si consideramos con la seriedad y responsabilidad la importancia debida de esos factores vivenciales, haciendo de Dios  uno con nosotros, al adicionarles el amor, la amistad, los sueños, la generosidad y la esperanza, podremos experimentar y contagiar a nuestros semejantes, de una existencia exquisita; donde cada segundo represente un tiempo sin tiempo, tan especial, que en sí mismo encarne… toda una vida.

Y lo más importante de esta última consideración vivencial es que, por depender exclusivamente de nuestra voluntad y ser interno, nadie, bajo ninguna circunstancia, puede evitar o  limitarnos la posibilidad de lograrlo.

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«NUESTRA IMAGEN REFLEJA LO QUE DE NOSOTROS CREEMOS.»

Toda la actividad del cuerpo en el plano físico-mental responde a las motivaciones e instrucciones que, consciente o inconscientemente, recibe del cerebro mediante sus múltiples operaciones mentales.

Como cualquier instrumento operativo, para su efectivo rendimiento requiere óptimas condiciones. Por tanto, así como damos mantenimiento a nuestros instrumentos de trabajo, debemos hacerlo con nuestra mente.

La primera actividad de mantenimiento lo es limpiar la casa mental de todos esos pensamientos negativos que por tanto tiempo nos han hecho daño, como el temor, el odio, el rencor, el resentimiento; así como la envidia, negatividad, timidez, y… la indiferencia afectiva; sustituyéndolos por sus contrarios: el amor, valor, optimismo, la confianza, fe, audacia, aceptación, sensibilidad social y… esperanza.

En segundo lugar, se requiere reconocer, aceptar y convencerse de que los sentimientos y pensamientos negativos que ocuparon la mente por tanto tiempo, nada dejaron beneficioso sino que limitaron los momentos felices y retrasaron el crecimiento espiritual, impidiendo una vida más feliz.

Somos la obra más acabada de Dios y como consecuencia mágicos y milagrosos; generamos corrientes magnéticas que reflejan lo que llevamos por dentro, y esto, de alguna manera indeterminable a simple vista, es percibido por quienes nos tratan, quienes actuarán conforme a esas corrientes e influencias que reciben.

Establezca contacto con una persona feliz, quien normalmente es muy positiva y permanece abierta a cualquier nueva relación; ofrézcale su mano, hable con ella de cualquier asunto o plantee algún problema y verá lo que sucede: seguramente le sonreirá e inmediatamente recibirá su magnetismo e influencia positiva; se interesará por su planteamiento o su vida y será automáticamente solidaria con su situación.

Es que las personas felices son muy celosas con eso de la limpieza y mantienen su casa mental impecable. No es que no caiga polvo, alguien tire su basurita o no entren de vez en cuando moscas, zancudos y cucarachas; lo que sucede es que él siempre tiene a la mano la escobita del optimismo para buscar el lado bueno que tiene toda basurita que entre.

También disponen de esos bio-insecticidas eficientes como son el amor al prójimo, la generosidad, la compasión, la caridad, la aceptación y la comprensión, tan efectivos contra las moscas, zancuditos y cucarachitas.

Ellos recargan sus baterías de bondad, generosidad y plenitud, en esa fuente maravillosa e inigualable de pasión, magia y fantasía, de máxima dimensión físico-espiritual como es la de hacer el amor con la persona amada. Por cierto, como regla general, quienes mantienen su casa mental limpia y practican un buen sexo, también disfrutan de una buena salud física.

Como todo en nuestra vida, la aptitud genera la actitud, como la necesidad la creatividad. Vale la pena reflexionar sobre los beneficios de tener la casa mental bien limpia.

¿Alguien quiere incorporarse al club de los limpiadores voluntarios de basura mental?

Les aseguro que es una actividad increíblemente positiva y enriquecedora, que nos acerca de forma efectiva a esa natural y legítima aspiración humana: el logro de la felicidad.

Próxima Entrega: EL BOOMERANG.

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