
Para alguien como yo, quien he vivido con mi esposa prácticamente sin edad, porque durante más de 50 años nos hemos sentido… jóvenes; quizás un poco usados, pero… jóvenes. Siempre he vivido interesado en observar la actitud y manifestaciones de las damas, especialmente de aquellas dentro de los más de 2.800.000 cibernautas que visitan mi Blog WWW.UNAVIDAFELIZ.COM, donde la mayoría son mujeres y también las que personalmente trato, por lo cual tengo cualidad para escribir con sensatez este artículo, que pudiera o no ser compartido por mis lectores. Esa mirada tranquila, reservada y a veces enigmática de la mujer madura, suele ser en muchos casos, especialmente seductora, y si se quiere… prometedora. Independientemente de su elevación espiritual, cuidadosas de su cuerpo, atentas, respetables y respetuosas, quizás por ese acoplamiento físico-espiritual que logran alcanzar con sus parejas, son quienes manifiestan disfrutar y hacer placentera a su pareja, en sus relaciones sexuales.
Independiente de que creo que toda edad es buena para amar, sí debo comentar que he observado y, al menos en mi relación personal verificado, que la mujer es como una fruta, que inicialmente es verde, luego pintona, pero su delicioso sabor lo adquiere con la vivencia diaria y experiencia, solidaridad in crescendo que surge de ese dar y recibir amor, aceptación, reconocimiento y entrega, tanto física como espiritualmente, cuando está… madura; y es en ese momento cuando la mujer tiene plena conciencia de qué y cuánto vale; qué y cuánto ha aprendido de la vida; y especialmente, la seguridad de la calidad del amor que, como producto de lo vivido, puede aportar a una nueva relación.
De esa experiencia vivencial acumulada, surge esa magia que la hace tan apetecible; porque, precisamente por haber ido viviendo intensamente todas sus etapas, el hombre encuentra en ella la novia, cuando se siente romántico; la amiga, cuando requiere hablar sobre sus problemas; la madre, cuando lo golpea la vida y requiere un hombro sobre el cual recostar su cabeza; y la amante experta, cuando sus bríos hormonales requieren…. Sexo.
No nacemos sabiendo amar más allá que a nuestra madre; todo lo demás es cultural, simplemente lo aprendemos. De hecho, es muy diferente la forma de amar de hoy a la del homo sapiens hace cincuenta mil años o la del siglo XIX, porque como todo hecho cultural, tiene que ver con el tiempo y el espacio, que lo hace decantar, hasta llegar a esa maravillosa relación de equipo, en la cual la protagonista, definitivamente, es la mujer. Por todo lo expuesto, pienso que cuando un hombre encuentra atractiva una mujer madura, no debe desperdiciar esa oportunidad de lograr el premio mayor: el mágico, discreto pero apasionado amor de la mujer madura.
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