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Archive for the ‘TODA EDAD ES BUENA’ Category

VIVIR VIVIENDO

¿Cómo debemos vivir? Buena pregunta, que si la hiciésemos a cien personas, seguramente noventa por ciento nos darían diferentes definiciones, dentro de las cuales se reducirían a la parte física de comer, dormir, trabajar, recrearse de vez en cuando, y sentirse cómodos o poco aburrido con su pareja, amigos o familia. Pero, la vida, que para ser tal en el real sentido de la palabra, debería ser algo más que eso, porque está llena de eventos específicamente humanos como los sueños, retos, proyectos, decisiones y emociones; ya que,  como seres racionales, vinimos al mundo con metas muy definidas e inherentes a nuestra especie, como por ejemplo ser útiles a nuestros semejantes, crecer espiritualmente todos los días, para de una forma continua ir avanzando progresivamente, hasta lograr la meta más deseada: lograr que ese diario caminar por nuestra existencia, cual es… SER FELICES.

A estos respectos tratados y a tratar, deberíamos vivir viviendo, que es como decir que, más allá de algunas limitantes que son absolutamente aleatorias, cuales vale decir, que en algunos casos van a depender de situaciones que están fuera de nuestro control, como algunos eventos naturales muy especiales como los terremotos, las guerras,  e incluso, la misma muerte, cuyo efecto en  casi todo los demás casos, dependerá de cual fuere la forma de cada uno, de ver la vida y las cosas. Así, por ejemplo, los resultados de los sueños, retos, proyectos y decisiones personales trascendentes, requieren de otros elementos o factores inmateriales que no pueden determinarse físicamente, como la confianza, la fe, la diligencia y la disciplina;  cuales hibernan en lo interno de cada uno de nosotros, esperando ser activados por nuestra voluntad, para el logro del o  los objetivos deseados.

Si consideramos que mirar la extraordinaria y variada belleza de las flores en la primavera; el vuelo de las multicolores mariposas en el aire; escuchar el hermoso y diverso  trino de los pájaros sobre los árboles y en el cielo; el ruido cadencioso de los arroyos en las montañas  y meandros en los ríos; el reconfortante eco del ir y venir de las olas sobre el mar, en los acantilados; la inocente risa de los niños en los parques; la sonora y arrulladora voz de los coros en las iglesias; los casi inaudibles pero constantes y repetitivos consejos de las abuelas;  y la mágica voz de esa persona que escogimos para ser especial en nuestra vida, nuestra cónyuge, cuando nos obsequia la más  hermosa bendición del alma: TE AMO.

 Igualmente,  regodearse con la belleza de las auroras en las mañanas, acompañados de un humeante cafecito mañanero;  del crepúsculo en la tarde cuando el sol despide el día en el verano, al sabor de  ese té especial y tranquilizante que tomamos antes de dormir; la belleza especial e incomparable de la nieve sobre los árboles en los inviernos, cuando degustamos el chocolate caliente que nos reconforta, son experiencias incomparables que vivimos intensamente y que, independiente de la temperatura, como nos lo preparan con tanto amor, nos llenan el alma de constante ternura.

 Por todo esto, considerando que sólo he citado algunos placeres que otorga de forma gratuita a nuestros sentidos la naturaleza, porque también debería citar la literatura, el arte, etc., en este paso por esta vida física que, independiente de cuantos años vivamos en tan corto periplo, dejar de considerar y disfrutar de tantas cosas, eventos y situaciones, que como bendiciones Dios dispuso para nosotros sobre esta tierra, ciertamente sería un desperdicio injustificable de nuestro  tiempo sobre ella; tanto,  que equivaldría a asegurar que no logramos el privilegio, que sólo depende de cada individuo de…VIVIR  VIVIENDO.

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¿UN MUNDO NUEVO?

En verdad, no creo que se trate de un mundo nuevo lo que estamos viviendo  hoy, porque al fin y al cabo el mundo siempre será el mundo, independiente de cual fuere el comportamiento de sus habitantes. Lo que sì debemos aceptar es que en esta época, las personas actúan de forma diferente a como lo hacían apenas cincuenta  y hasta treinta años atrás.

Para quienes desde muy jóvenes entendimos la bipolaridad de los valores, pero que además las personas los interpretan y aplican, conforme al tiempo y el espacio donde y cuando se vive, no nos extraña que lo que nuestros padres -y aun a nosotros mismos, hubiésemos concebido de algún aspecto de la vida o las cosas- sea bastante diferente a lo que algunos habitantes del  mundo actual lo asumen.  Yo apenas sobrepaso las siete décadas de vida, pero acepto de buena gana que mis nietos y sus amigos, conciban y actúen en similares situaciones, bien diferente a como yo hubiera actuado. Es que el mundo es sinérgico, como lo es nuestra vida y consecuencialmente, nada debe ni puede estancarse, porque como lo decía Condorcet “El desarrollo empuja a los pueblos”.

A mí me parece, cuando menos risible, al escuchar señores de la tercera edad, criticando el comportamiento de los jóvenes, comparándolo con el suyo y deduciendo que estos jóvenes de hoy “…son una locura” o que “…cuando en mis tiempos”. Pienso que todas las épocas han sido buenos para vivir, en tanto y en cuanto se tenga la disposición personal de disfrutar intensamente cada instante de nuestra vida, sin subestimar o desmejorar a nadie, fuere menor o mayor; ser útiles dentro de lo posible a nuestros semejantes, independiente de su condición social, económica o de poder; amar  y agradecer siempre, perdonando cualquier agravio; pero especialmente, siguiendo el consejo de Jesús de Nazaret, de pedir el pan de cada día –que involucra no sólo los alimentos sino nuestras necesidades integrales diarias, con toda la fe en que sin duda alguna Dios  nos proveerá lo necesario.

Por otra parte, soy de los convencidos de que somos energía, positiva o negativa, pero somos energía; por lo cual nos corresponde ser proactivos, diligentes y confiados en nuestra capacidad de vencer cualquier obstáculo que se interponga entre nosotros y nuestra probabilidad  más que posibilidad,  de ser felices. Sin descuidar el principio de utilidad a mis semejantes que siempre ha guiado mi vida, me acogí a ese principio del Filósofo contemporáneo Ortega y Gasset cuando sentenció: “Yo soy yo y mi circunstancia”,en lo cual me ha acompañado siempre esa maravillosa compañera de viaje largo que es mi esposa Nancy, quien como yo, al pasar de unirnos a confundirnos en una sola persona, en los más de cincuenta años de conocernos y casi cincuenta como  cónyuges, hemos hecho de ese principio una especie de cápsula invisible, donde nos protegemos de las personas tóxicas por su incredulidad, falta de humanidad,  lealtad, comprensión y caridad; o simplemente indiferentes a problemas de los demás, que por cierto para nosotros no son tales, sino asuntos por resolver, por lo cual  siempre estamos prestos a ver en que podemos ayudar a sus resoluciones.

Siempre he estado consciente de que así como la tierra rota sobre sí misma y se traslada, de la misma manera los seres humanos y nuestra circunstancia personal, siempre estará condicionada a los cambios conforme al tiempo y el espacio cuando y donde se desarrollen. Por esa forma de ver la vida y las cosas, en los años sesenta,  cuando las mujeres decidieron subirse la falda y usar shorts en público sin ninguna gazmoñería; enfrentar al hombre por sus derechos y exigir su lugar en la sociedad,   incorporándose sin chaperona a una discoteca así como ingresar a la universidad, a cualquiera de las carreras que se creían como exclusivas de los hombres,  para mí no fue sorprendente sino plausible. Quizás por eso, como quiera que mi carrera de abogado la hice a los cuarenta y dos años,  las niñas de entre veintidós y veinticinco años que estudiaron conmigo, a quienes yo doblaba en años, sin subestimar su sexo o su edad, siempre traté con consideración y respeto,  por tanto fueron y siguen siendo mis buenas amigas, a quienes siempre entendí perfectamente –y de quienes por qué no decirlo- aprendí cosas nuevas que me sirvieron, tanto en el ejercicio de mi nueva profesión así como en mi vida personal.

Finalmente, manifiesto que la intención de escribir estos renglones, no es otra que la de insistir en que el mundo ni el tiempo cambian, sino que los que cambiamos somos nosotros, los seres humanos, como consecuencia de lo anotado antes;  del cambio de los valores,  que tienen que ver con el tiempo y el espacio en que se suceden los eventos de nuestra cotidiana vida. Por eso la gente de la llamada tercera edad, deberíamos en vez de criticar, alabar el entusiasmo de los jóvenes, su valor de enfrentar los retos diarios; entre otros, estudiando un sinfín de materias en las escuelas y universidades, que quizás nunca lleguen a utilizar, porque la tecnología avanza demasiado rápido, mientras la mentalidad de los profesores, con cara de intelectuales y discursos tontos, sigue siendo de carácter repetitivo, sin considerar ni estudiar ellos diariamente, cómo algunos conocimientos se hacen caducos a muy corto plazo y pudiera que ya no sean para los estudiantes convenientes, pero aún menos…  necesarios.

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EL PRESENTE Y EL DESTINO

Es una creencia casi generalizada que Dios determina nuestro destino desde antes de haber nacido y que eso es infalible;  no discuto tal  criterio, especialmente porque como soy un convencido de nuestra absoluta posibilidad de ser felices, para lo cual se requiere ser muy positivo, no puedo darme el lujo de preocuparme por algo que pudiera convertirse en una obsesión  negativa, como es para una gran mayoría de personas, el destino. Es que en mi personal concepto, lo que Dios sí que nos dispuso como una hoja de papel en blanco,  fue el camino que debemos recorrer durante toda nuestra vida -que por cierto es lo que  sí debe interesarnos-  por lo cual nos dejó en plena libertad de darle el sentido, color, sensación y sabor al paisaje, así como a cada  bache o recodo del camino; de tal manera que, en su inmensa sabiduría, creo que  para no aportarnos focos de preocupación innecesaria, nos dejó en libertad de diseñar nuestro propio “camino”, por lo cual nos regaló la posibilidad de hacer de ese viaje de nuestra vida, lo que más nos plazca, agrade o nos parezca conveniente. En tal sentido, para que pudiésemos estudiar, entender y encontrar la mejor forma de vivir esa extraordinaria experiencia de ese viaje, nos dotó de inteligencia y raciocinio, al tiempo que puso sobre el camino diferentes subidas, bajadas, obstáculos y/o accidentes, que nosotros con todos los recursos intelectuales y físicos de que fuimos dotados, pudiésemos perfectamente determinar la mejor forma de esquivarlos, superarlos, ignorarlos  o disfrutarlos, conforme nuestra propia forma de ver la vida y las cosas.

No es fácil emitir criterio sobre lo que piensan o sienten otras personas, por lo cual pareciera  lo más acertado, hablar de nuestras propias circunstancias y vivencias; a ese respecto y refiriéndome al camino de la vida que durante setenta y ocho años he transitado, debo comentar que desde que tengo verdadero uso de razón he estado perfectamente consciente de que no existe un destino predeterminado para mí, ese me lo hago yo;  inclusive ese elemento impredecible que a tantos preocupa y que denominan futuro, cual para mí –no obstante la insistencia de mi padre de que era muy importante- tampoco tuvo ni tiene tanta importancia, precisamente porque es imprevisible, impreciso e indeterminado, por lo cual no lo considero trascendente como parte de mi camino; quizás porque siempre he tenido plena conciencia de que, si fuere que llegare,  lo único que puedo aportarle para mi beneficio,  sería hacer bien lo que me corresponde… hoy.

¿Qué la manera de transitar nuestro camino  tenga que ver con nuestro posible destino? Pareciera lógico, por lo cual como  yo juego a ganador, no desperdicio ninguna posibilidad; es que estoy seguro que mi camino es hoy, por lo tanto es a este día  de hoy a quien debo toda mi atención, amor y cuidado. Estoy consciente de que conmigo transitan a mi lado, detrás y al frente, mis hermanos humanos y mis hermanos los animales;  a ambos me debo por mi principio fundamental de  utilidad y humanidad. De la misma forma,  a los recursos naturales que Dios dispuso sobre y en esta tierra para mi beneficio, estoy obligado a proteger, cuidar y defender a toda costa, so pena de desaparecer como especie sobre esta tierra, o por lo menos de negar su conocimiento, belleza, beneficio y disfrute, a las futuras generaciones. Como  observarán en  lo expresado en este párrafo, en nada puede ayudarme a mejor vivir mi camino, el pensar o preocuparme por un destino que, como el futuro, no es determinable de ninguna manera.

Tristemente he conocido personas que viven consternados por lo imprevisible de su posible destino o lo que pudiera sucederles mañana, que es como decir: en el futuro. Tanto me ha preocupado esta tendencia,  que he dedicado una buena parte de mi vida a escribir artículos de prensa y revistas, libros y el blog: www.unavidafeliz.com, que es visitado por más de 2.800.000 cibernautas en 119 países, así como conferencias y conversatorios, todos orientados a inducir a las personas a no dejarse afectar por el pasado, porque es un muerto; ni por el futuro porque no ha nacido; estimulándolos a dedicar todo lo mejor y más entusiasta  de la existencia, a ese diario transitar por el camino de la vida; cual no sólo tenemos la capacidad de hacer agradable y didáctico, sino inclusive, impregnarlo de magia y entusiasmo que contagie a nuestros congéneres negativos. Es durante el recorrido del camino que podemos amar, disfrutar de las flores, de la risa de los niños, del canto de los pájaros, del ruido de las quebradas, de las olas del mar; degustar los  manjares en que nuestros hermanos saben  convertir los recursos naturales que Dios puso sobre la tierra para nosotros, así como de mirar y escuchar a esas personas que amamos, cuya presencia, compañía y voz, dan sentido a nuestra vida.

Luego de todo lo expresado, en una reflexión sincera del qué y el por qué de nuestra vida… ¿No les parece una pérdida de tiempo dedicar nuestro intelecto a intuir un destino desconocido, cuando la realidad del hoy –que es el camino que en todo momento estamos recorriendo- tiene tantas cosas buenas y bellas que ofrecernos? Como todo en la vida, creer y preocuparse del destino es una opción exclusiva del libre albedrío de  cada ser humano, que yo respeto, pero que estoy obligado a declarar que no comparto; precisamente porque no le aporta nada a esa maravillosa bendición de vivir el hoy y no de sobrevivirlo, que definitivamente es la opción por mí libremente escogida y predicada  hoy y siempre.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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EL PORQUÉ Y EL COMO DE LA VIDA

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Hoy en este día martes dos de Abril de 2019, cuando da inicio la Primavera en esta bella Ciudad de Boulder Colorado, frente a este hermoso valle  y sus bellas montañas, con sus canas de nieve en los picos de sus cumbres y las hojas mustias de sus árboles a punto de reverdecer,  que aún les deja el Invierno, que apenas hace unos pocos días dijo adiós; con un sol brillante saludando la mañana, recordé un pensamiento de Nietzsche, que desde muy joven siempre he tenido como guía: ”Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”.

Es que, sin ninguna duda, nuestra vida para que tenga sentido, requiere por lo menos una motivación especial, que nos haga sentir que nuestra  existencia contiene y requiere algo más elevado o trascendente que trabajar, comer y dormir. En mi adolescencia, en esos pueblitos pequeños donde me desarrollé, en una época donde los Profesionales Universitarios, eran una excepción, “mi porqué” fue lograr llegar a la Universidad y hacer una carrera; por ello luché, trabajé duro y aunque ya de mayor edad, encontré “el cómo” y lo logré. Luego, “mi porqué” lo fue el principio de la utilidad; esto es que, todas mis acciones como profesional y como persona, siempre lograran beneficiar de manera especial algo o alguien; por ello en mi ejercicio profesional de Abogado litigante y Asesor Jurídico, encontré “el cómo” con mi dedicado y duro trabajo, arreglando muchos entuertos y orientando muchos casos a una conciliación beneficiosa para las partes, en lugar de largos y costosos litigios, casi siempre con resultados imprevisibles.

Posteriormente, gracias a mis experiencias personales y mis observaciones sobre la vida y las cosas de los habitantes de buena parte del mundo, “el porqué” lo fue ayudar a familias  y parejas con situaciones gravosas, que ellos consideraban problemas pero yo asuntos por resolver, por lo que me hice Asesor Voluntario Familiar y de Parejas, siendo “el  cómo” mi dedicación a estudiar las circunstancias planteadas y tratar las soluciones como  articulista de periódicos y revistas, así como conferencista en Organizaciones de Servicio Social, ONGS, Universidades y Programas de Radio.  lo que me llevó a  lograr beneficiar a las personas que requirieron mi ayuda. Pero como mi entorno personal era realmente pequeño y “mi porqué” era ambicioso, para cumplir “mi como” dité mi Blog www.unavidafeliz.com, con el cual he llegado a  más de 2.800.000 cibernautas en más de 90 Países.

En esa  misma onda, con “el porqué” de ayudar al crecimiento espiritual, superación personal y  autoestima personal, para cumplir “mi como” me dediqué a escribir y en el año 2005 publiqué la primera edición de mi libro “Una vida Feliz”, el cual se vendió en su edición impresa en su totalidad el mismo año de su publicación, donde quienes por sus comentarios me dicen que les ha sido beneficiosa, para su vida cotidiana, su lectura.

Finalmente, debo decirles que no soy el único, pero sí una prueba actual y viviente de que Nietzsche estaba absolutamente en lo cierto cuando sentenció: ”Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”,  porque más allá de todo lo aquí escrito, lo más grande en mi vida de “mi porqué”, siempre ha sido la felicidad de mi familia, que fundamos y mantenemos mi amada esposa Nancy y yo durante más de 48 años, con tres bellas niñas, dos buenos y sanos hijos, once amados nietos y dos bisnietos, siendo que “el como” lograrlo lo fue el amor, el respeto, la solidaridad, consideración, buena comunicación y armonía permanente, lo cual no creo sea difícil de alcanzar, si constituimos la familia en un verdadero equipo con fines comunes, donde los éxitos o fracasos no corresponden a uno solo de sus integrantes, sino a todo el conjunto familiar.

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EL ROL DE PADRE

father-and-sonComo todos los padres, tuve un Padre que, luego que regresó a su hogar original, en  cualquiera de las noches claras cuando observo  el firmamento, se que detrás de una oreja de la luna y  en forma de estrella, me guiña un ojo diciéndome… “Que Dios te bendiga hijo.” En mi caso,  y respecto de mi descendencia, he sido bendecido por Dios, porque a mis setenta y siete años soy  padre de cinco hijos, quienes a su vez tienen trece  hijos e inclusive, ya me dieron un bisnieto. Ser un padre para mi ha sido una bellísima aventura,  porque tanto mis hijos como sus hijos permanentemente me manifiestan amor y yo los amo… mucho;  quizás porque siempre -desde muy niños- he respetado su libre albedrío; tengo buen humor, no soy anecdótico, no aconsejo sino que emito criterio, ni pongo cara de intelectual cuando hablo con ellos,  he logrado generar su confianza, por lo cual extrañamente, soy para algunos de ellos su confidente y a veces… su cómplice.

Aunque todos viven muy bien, no me importa para nada su posición económica, si son poderosos, muy inteligentes o famosos; porque les enseñé y ellos aprendieron, que lo más importante es la felicidad,  que no la genera ninguno de los factores enumerados, sino que es producto de cómo nos sentimos en lo interior. Así como que, respecto de su formación académica, solo les enseñé que prefería a que no estudiaran para ser genios, sino que fueran geniales.  Quizás por eso cada uno ha desarrollado libremente su personalidad, siendo diferentes pero… felices. Creo que el papel de los padres, más allá de suministrar apropiada y diligentemente sus necesidades vitales e independiente de la edad de sus hijos, es tratar en todo momento de comprenderlos y orientarlos, respetando siempre su individualidad y tomando muy en consideración el tiempo y el espacio en que crecen; que al menos en estos tiempos, es bien diferente al nuestro, y que razonablemente como consecuencia, también son diferente algunos de sus valores. Por tanto, no son ellos quienes tienen el deber de entendernos, sino nosotros quienes estamos obligados a comprenderlos a ellos; porque, en primer lugar no les pedimos permiso para traerlos al mundo y en segundo lugar,  porque hemos vivido muchos años y hemos experimentado situaciones que ellos no conocen y que pudiera ser que nunca lleguen a conocer, pero que de alguna forma el conocer algunas de ellas, pudiera en algo beneficiarlos en la actualidad o en el futuro.

Como quiera que la mayoría de mis hijos  viven en otros Países, los visitamos por lo menos dos veces al año y en esa temporada, que no excede más allá de quince días o un mes con cada uno y sus familias, renovamos nuestros lazos de amor y solidaridad familiar, que venturosamente, siempre ha sido muy agradable, porque seguimos compartiendo los mismos valores y principios fundamentales sobre la vida y las cosas. En esas oportunidades, cuando platico con alguno de mis nietos, independiente de su género, lo primero que hago es apagar el celular o hacer a un lado mi lap top –porque odio que estos instrumentos técnicos de hoy en muchos casos hayan sustituido el calor de la voz natural, el estrechar la mano o el abrazo fraterno- y  trato de utilizar el milagroso lenguaje del amor, que es mágico y especial para  compartir,  para situarme mentalmente en su tiempo y un poco  recordando mi curiosidad cuando tuve su edad, cual es la única manera de ubicarme a su nivel. De ellos he aprendido que debo mantener mi niño vivo, para poder  caminar y departir en su mundo, sin sentirme muy viejo, demasiado anticuado, ni demasiado… extraño.

Siento que uno de los deberes insoslayables de los padres, es dar una educación de hogar tal a sus hijos, que sea suficientemente buena desde el punto de vista ético, que se convierta en la base para que los hijos puedan recibir y procesar de la forma más exitosa la formación de sus escuelas. No puede un  hijo que no tuvo la formación correcta en su hogar, asimilar y valorar con responsabilidad, en todo su contexto positivo, la enseñanza de sus escuelas desde su etapa inicial hasta el final de las mismas, para que, como lo dijera alguien alguna vez, “puedan llegar a ser lo que deban ser.”

Por cierto, quiero aclarar que no estoy en contra del desarrollo tecnológico, porque  yo me beneficio de él, ya que  gracias a los nuevos dispositivos, independiente de los miles de millas que físicamente nos separan, es que puedo oír y ver todos los días y cada vez que lo desee,  a estos mis amados hijos y nietos. Pero sí debo advertir que, en muchos casos, hombres y mujeres, padres o no, descuidan la atención personal constante u ocasional a sus seres queridos, no atendiendo a sus llamados o necesidades inmediatas de comunicación, por atender los benditos celulares, ya sea para recibir llamadas o contestarlas, cuales  nunca tendrán la importancia que tiene la atención a un hijo o un cónyuge, o la intimidad de la atención inmediata que nunca podrán ser sustituidas por un elemento mecánico,  por muy adelantado que lo fuere.

Más allá de cualquier convicción religiosa, no dudo que si luego de partir de este mundo, volviera a estar por estos lares, como quiera que estoy seguro que sería yo quien decidiría mi meta igual como lo he hecho en esta oportunidad, sin pensarlo dos veces volvería a ser esposo y padre. En el primer caso, porque no me canso de agradecer a Dios que me haya obsequiado la mejor compañera de viaje largo, que durante  nuestros cuarenta y ocho años de matrimonio ha sido mi amada Nancy, quien me ha permitido vivir intensamente ese camino  de felicidad que disfruto… desde que la conozco; y en el segundo caso, porque como lo he dicho antes, el ser padre y abuelo para mí ha sido simplemente UNA HERMOSA AVENTURA que  disfruto y disfrutaré intensamente, cada día de mi vida.

Finalmente, debo recordar a los padres que desde que nacen hasta que mueren nuestros hijos deberían estar dentro de nuestras prioridades, ya que independiente de su edad, ellos siempre esperan de nosotros esa mano amiga o esa palabra orientadora de quien, como lo he expresado antes, los trajo al mundo sin su permiso, pero con el compromiso de solidaridad, respeto y consideración… por siempre.

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FE Y PROACTIVIDAD

Los términos FE y PROACTIVIDAD siempre han caminado juntos al lado de toda persona exitosa, independiente de cual fuere el caso o circunstancia personal de que se trate. Hoy la  Psicología Positiva ha probado que hasta en los procesos de sanación de una enfermedad, la fe y la proactividad  ya  son  no solamente convenientes sino indispensables.  Aquellos apotegmas bíblicos de que “… la fe mueve montañas…”  y “…dame tus palabras y yo te daré mis obras…” son una realidad a favor de cualquier aspiración humana. Cuando digo que caminan juntos es porque únicamente la fe  no es suficiente si no se acompaña de la actividad constante y  entusiasta,  que  permite lograr la meta que nos proponemos. Es por eso que cuando hablamos de alguien que es proactivo, incluimos en dicho vocablo la fe, la disciplina, la constancia, el entusiasmo, la creatividad,  y muy especialmente, la confianza en sí mismo, que adicionamos al duro trabajo para encontrar y administrar debidamente los elementos y/o factores que fueren más convenientes o necesarios, en cada caso.

Considerando -como es cierto-  nuestra vida es elemental, porque fuimos diseñados de tal manera que tenemos  una especial capacidad para adaptarnos a cualquier ambiente o situación que se nos presente, no es fácil entender como algunas personas no terminan de asimilar que es en y dentro de sí mismos, donde se encuentran los elementos necesarios para lograr una vida integralmente dispuesta a la felicidad, cuales como antes hemos comentado, es la fe en nosotros  mismos como principales actores de nuestra propia vida, el elemento decisivo para lograr el éxito propuesto. De nada sirve la formación académica o cultural de cualquier género, si  no nos  convencemos de  nuestra capacidad para superar los escollos que se  presenten y por encima de ellos adelantar y lograr nuestras propuestas.

En tal sentido, igualmente de nada sirve un título o certificado de conocimiento particular, si no lo  utilizamos como canal para regir una conducta proactiva.  Es  que el Universo, del cual formamos parte, es sinérgico,  y como consecuencia, somos… energía; por lo cual, en tanto y en cuanto actuemos con el convencimiento de esa energía que nos hace proactivos, sin duda alguna seremos exitosos. De igual manera, si no ponemos en movimiento esa misma energía, alimentada por la fe, la confianza y el optimismo que nos alimenta para enfrentar cualquier evento o circunstancia, jamás alcanzaremos con suficiencia el logro de nuestras ambiciones. No se trata de un asunto de tiempo sino de persistencia, disciplina, confianza  y  diligencia. Debemos estar permanente y  absolutamente convencidos, que no  fuimos hechos para el fracaso, la mediocridad o la infelicidad,  sino que, por el contrario, como alguien lo escribiera, “Vinimos a este mundo, condenados a ser felices.”; que es como decir:  especialmente dispuestos a lograr el triunfo y la felicidad en una vida buena, que nos merecemos.

Asimismo, en lo social que conlleva el amor, la amistad, la familia y el éxito económico,   son más importantes que el género o la belleza física, la genialidad con que utilicemos nuestras características personales originarias, la cultura adquirida y la aplicación adecuada de las buenas experiencias propias y ajenas que nos dan los años vividos,  en el progresivo desarrollo de nuestras relaciones cotidianas. Somos parte de la gran familia humana, por lo cual, no basta con ser un buen médico, abogado, empresario  o artista para lograr el éxito integral,  si no introspeccionamos la necesidad de nuestros congéneres de ser tratados con respeto, consideración, sensibilidad y solidaridad con sus propias causas e identidad individual, lo cual requiere de empatía para ponernos siempre en el lugar de los demás y de tal forma idear cual sería nuestra propia reacción emocional si estuviésemos en  su caso.  Es considerando  y aplicando apropiadamente todos estos factores como podemos llamarnos con propiedad, agentes de progreso de una sociedad, todos los días más  orientada a la tecnología,  y por tanto necesitada de promotores de  fe y  proactividad, en función del bienestar supremo de todos los integrantes de esa misma sociedad a la cual pertenecemos.

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EL AMOR Y LA VIDA

Releyendo un escrito que me hizo llegar una buena amiga y brillante abogada colaboradora nuestra, sobre un  empresario millonario chileno fallecido en 2011, el señor Felipe Cubillos,  quien le dio por el altruismo y filosofar sobre diferentes aspectos de nuestra vida integral, teniendo o no fortuna. Me llamó la atención uno de sus textos sobre el amor, cuando expresó: “Acerca del AMOR, da las gracias al universo, él te despierta cada mañana con un beso y una sonrisa. No pidas nada más y haz como las abejas y las mariposas, ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”

Pienso que, como lo comentara este buen hombre, el AMOR es el mayor de los bienes que nos regala Dios a los seres humanos, tanto que la vida sin él, realmente no tendría sentido. Asimismo, creo que deberíamos meditar sobre su concepto de que las abejas y las mariposas…”ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”  No significa esto que no sea importante la presencia de la persona amada, porque al fin y al cabo es la atracción inicial lo que nos induce a contactar a ese ser que escogemos para ser una persona especial en nuestra vida, en todos los sentidos. Pero, luego de más de 47 años de matrimonio feliz, se y no tengo duda que  es el contenido de nuestro par, vale decir: su espiritualidad, su consecuencia, su consideración, su sincera comunicación y su lealtad, los factores que le dan sentido de felicidad y permanencia a la pareja, porque la sensualidad y la sexualidad se van desarrollando en la medida que nos vamos conociendo íntimamente, hasta que como lo dijera un escritor francés, en vez de unirnos “nos confundimos el uno en el otro”.

Asimismo creo que la cosa económica no es fundamental cuando logramos encontrar alguien que hace pareja con nosotros, con sentido de equipo, que es como decir; en la relación que conformamos como pareja y/o familia, ganamos o perdemos como equipo y no individualmente, porque tanto los éxitos como los inconvenientes son producto de la actitud de dos y no de uno. Estoy seguro asimismo que, cuando la sinceridad se arraiga en ambas personas, surge el elemento fundamental que mantiene la relación: LA ARMONIA, que es el producto de decir en el mismo momento lo que se siente, y no esperar a que la mente, con sus casi normales presentimientos,  haga las cosas más problemáticas de lo que realmente son.

Finalmente, me corresponde aconsejar a quienes me leen permanentemente, que como dijera Cubillos, aunque la presencia es importante, lo fundamental para la felicidad y la permanencia de una pareja, es el contenido espiritual y moral de nuestro par, que al ser una persona especial para nosotros –en todos los sentidos- con toda razón y derecho, espera igual de nosotros.

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UN ABOGADO II

 

dama de la justicia

Hoy, aquí en Houston TX., donde estoy cumpliendo compromisos familiares por corto tiempo; donde como en todos los Estados Unidos Norteamericanos, aunque los Abogados ganan mucho dinero, pero casi sin excepciones son considerados unos alabarderos, procede leer y releer los conceptos que sobre nosotros como profesionales, se expone en la obra Arte Forense, cuando se indica: “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado treinta años de vida, que sea en conjunto no literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la infalible memoria de un niño; y tal vez con todo esto formaréis un abogado completo”, siento que aquí se hace una radiografía de lo que debería ser un Letrado, en el verdadero sentido de su esencia profesional.

Quienes escogimos la carrera del Derecho o Abogacía, como se le llama en algunas partes, no importa cuán desprestigiada la hayan convertido algunos pocos rábulas, sigue siendo un verdadero honor, porque requiere como lo dice el texto transcrito, una buena dosis de espiritualidad; una gran amplitud de visión; deseo y constancia en aprender todo lo que se pueda sobre nuestros hermanos humanos y las normas legales que rigen a la sociedad en donde nos desarrollamos; que tenga la valentía de criticarse a sí mismo y entender las identidades propias de las demás personas; que ponga la moral por delante de todo y como balanza de su propia alma para presentir que es bueno, mejor o… peor; que, aunque sea muy joven, por lo menos observe las actitudes y aptitudes de sus mayores, para tomar lo bueno y desechar lo mediocre o malo; que no deje morir su niño interno, para mantener sino la memoria por lo menos la ternura que siempre acompaña a las buenas acciones. Creo, que con todo esto, adicionando la diligencia, el empeño, el trabajo, la confianza en sí mismo y la sencillez, podemos llegar a lo que el maestro Don Luís Ossorio conceptuó lo que debemos ser los abogados: “Arquitectos del Alma de la Gente”.

Las enseñanzas de mi madre en mis primeros diez años de vida del amor al prójimo y a la justicia divina; el observar en mi adolescencia y primera juventud (porque a los 76 años me siento joven) tanta miseria humana y tanto aprovechamiento y abuso de los que más tienen sobre los que de todo carecen, sembraron en mi alma el que algún día podría, de alguna manera, colaborar con la Justicia, para hacer menos injusta la relación humana. Por eso, en mi juventud, cuando no era fácil para un muchacho pobre y sin contactos ingresar a una Universidad venezolana a estudiar Derecho, tuve que esperar mejores tiempos y ya cuarentón logré mi meta: hacerme un Abogado. Desde entonces entendí perfectamente el aspecto filosófico de la carrera y lo extraordinario de ser un Letrado, en una sociedad organizada y dentro de un Estado de Derecho. Ello me permitió ejercer por algunos años en Estrados y luego de algunos estudios de Cuarto Nivel, dedicar una parte de mi tiempo al Asesoramiento Corporativo y otra, la mayor al Asesoramiento Social y voluntario, como lo dijera el Maestro Ossorio, más como arquitecto del alma de la gente que como litigante, por lo cual, como nunca me he sentido viejo y por tanto la nueva tecnología no me es desconocida, edité mi página web http://www.unavidafeliz.com, donde, sin haber nunca dispuesto de gran fortuna -porque esta carrera no es precisamente para hacerse rico- durante más de quince años he prestado ese asesoramiento gratuito y voluntario a un crecido grupo de personas de todo género y en diferentes países, lo cual nunca hubiera podido lograr si no hubiese estudiado Derecho.

Es por lo antes expuesto que debo comentar que me siento muy honrado de ser abogado y tengo un profundo respeto por mis colegas, quienes en su gran mayoría son honestos, éticos e injustamente desprestigiados. Tengo un hijo y una hija abogados, quienes como yo, estudiaron por vocación y con la intención de servir y no de ser servidos, que es como decir, SER UTILES, cual es la mayor condecoración que un ser humano puede alcanzar, especialmente si es como yo Cristiano, porque es “…amar al prójimo como a sí mismo.”, de quienes por cierto estoy muy orgulloso. Esto lo escribo para entusiasmar a aquellos jóvenes que tienen vocación para ser abogados y/o piensan estudiar Derecho; porque es bueno que sepan que esta no es una profesión para hacer millones de dólares, pero sí para vivir dignamente y con grandes satisfacciones, en una vida que es elemental y cuyo fin máximo es ser… felices, lo cual es imposible si no tienes tu conciencia limpia, que te genera un tesoro muy preciado para vivir intensamente la vida: la tranquilidad espiritual.

Todos los días doy gracias a mi Padre Celestial por haberme inspirado a tomar la acertada decisión de ser un Abogado, quizás porque eso coincide con mi forma de ver la vida y las cosas, y por ello para  mí no es importante, el poder, la riqueza ni la fama, porque mi meta está más allá de tales supuestas especiales condiciones, ya que, sólo ambiciono el amor, el respeto y la consideración de las personas que amo, quienes a diferencia de mi persona que no tuve nunca una ayuda, he podido colaborar para lograr sus metas, precisamente por haber podido ejercer con ética y probidad,  una profesión digna: la abogacía.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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LA MUSICA COMO PARTE DE LA VIDA

Desde las culturas más antiguas del mundo hasta hoy, la música ha sido parte integral de nuestra vida físico-espiritual. En la antigüedad fue muy ritual y religiosa; pero hoy, luego de ese largo recorrido por milenios, es tan importante que se han creado no sólo diversos estilos y medios de transmitirla, sino que en el mundo científico  de la medicina, se considera una importante terapia curativa, tanto para  el cuerpo como para la mente.

En las últimas seis décadas, la música pasó de ser una parte esencial del romanticismo hasta un signo de rebeldía y libertad. Especialmente en la década de los sesenta materializó un grito de insurrección de la juventud por mucho tiempo reprimido,  frente a un mundo  de guerras estúpidas, injusticia  y  desproporción de todo género.  En esta misma década, la música motivó el grito de libertad  en sus derechos, de ese ser maravilloso hasta ese momento mediatizado, casi ignorado y sojuzgado: la mujer.

De las misma manera como la música  de Los Beatles rompía paradigmas vetustos y melancólicos, promotores del dolor y la tristeza, cambiándolos por el pelo largo de los chicos y el tono sensual y a veces estridente, animando  los hot pants y la minifalda de las chicas, que representaron  un “ya basta” por parte de las mujeres, frente a un mundo de “machos”, donde era más importante la mojigatería insulsa e inútil, que su aporte valiosísimo en el contexto social, por su igualdad en inteligencia, diligencia, trabajo y libertad para amar, como ha quedado demostrado sobradamente, en los años posteriores.

Hoy la música es parte de nuestra vida cotidiana en la familia, las escuelas, las iglesias y el trabajo. Al menos en mi caso, la música habiendo sido fundamental como terapia en mi sanación del cáncer que sufrí el año 2011, hoy es no sólo mi compañera de labores, sino mi amiga en esos bellos momentos de reposo y deleite con mi compañera de viaje largo, pero también el fondo de mis plegarias y gracias a Dios por esta hermosa vida que me regaló.

Un piano, un violín, un saxo, una guitarra, un arpa, una flauta o un acordeón, como cualquier otro de los muchos  instrumentos musicales, en solo o como parte de una partitura, tanto en una noche de luna, como en una esplendorosa mañana primaveral, nos llenan el alma de diversos sentimientos, que llenan el espíritu, despejan la tristeza y nos hacen la vida más grata. Hoy sabemos que nuestras células oyen la música y nos ayudan a combatir el tedio, la soledad y la tristeza, que son tres enemigos emboscados que siempre están al acecho de nuestro bienestar. Por eso con sobrada razón aconsejo hacer de la música, sin importar el género o estilo, una parte integral de nuestra vida diaria.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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