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Archive for the ‘VIDA ESPIRITUAL’ Category

EL CAMINO EN EL NUEVO AÑO

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  • ¿Qué cuál será mi camino el próximo Año? Es un pensamiento que me asalta todos los días treinta y uno de Diciembre de cada año; la respuesta siempre es la misma: el mismo tuyo, porque como escribiera el poeta: “… se hace camino al andar…”.

  • Es que lo importante no es lo largo, estrecho, duro o sinuoso del camino, sino que yo voy por él… continuo sobre el camino y eso significa que soy parte de este mundo, con la responsabilidad de continuar mi camino siempre adelante.

  • ¿Qué cómo será ese camino que debo recorrer el Nuevo Año? Simplemente, con el color y el sabor que yo le dé; porque soy yo y únicamente yo quien tengo el poder, devenido de Dios, de hacerlo conforme lo desee. Así, si amo a la gente y a las cosas; si tengo una sonrisa en mis labios; si permanentemente tengo una palabra de amor, solidaridad y utilidad para los demás; mis manos, mis brazos y mi corazón abiertos para abrazar, entender, aceptar, escuchar y  pronunciar una  palabra amiga; mi corazón y mi alma están prestos para mirar la gota de rocío sobre la rosa, la mariposa sobre la hoja y la hormiga con su gigantesca carga al hombro, con la misma ternura que los errores, desvaríos y hasta ofensas de mis hermanos, y aun así poder… perdonar.

  • Si soy capaz de nutrirme de la luz del día y acoger como premio especial para el descanso de mi cuerpo y mi alma, la tierna noche; si puedo lograr que mis sentidos atrapen el aroma de las rosas, que representa la bondad de mis hermanos humanos y no dejarme afectar por el fétido olor del mal; si puedo cambiar la sátira burlona o la ofensa, en solo el paso de una ráfaga de viento en la tormenta, sin permitir que me dañen.

  • Si puedo amar íntimamente con la magia que sólo surge de la unión físico-espiritual; si puedo orar con mis actos bondadosos, amorosos, generosos y no rezar con palabras escritas con la idea preconcebida de producir una reacción; si disfruto cada segundo de mi hoy, sin recordar ayer ni preocuparme por mañana.

  • Si en vez de juzgar a mis hermanos, halago su bondad e ignoro sus desatinos; si concibo las cosas mal hechas como inconvenientes para quien las realiza y para todos los demás, pero no como pecaminosas; si puedo introspeccionar que la música, el sonido del aire, el vuelo de la hoja, la risa del niño, la música de los arroyos y el canto de las aves, también son una oración que nuestro Padre Celestial disfruta.

  • Entonces, no importará si mi camino es más largo o más corto; más ancho o angosto; menos o más soleado; porque con mi mente y mis sentidos, tengo el poder de transformarlo todo a mi favor. Se trata de ese extraordinario e  insustituible estado de ánimo que Dios me inyectó dentro de lo más profundo de mi ser, precisamente para que le diera a mi vida el color y el sabor que yo deseare, en todo momento que fuere necesario, sin requerir de nadie más para lograrlo.

  • Bendito sea Dios y benditos sean mis hermanos humanos, sin distinción de ningún género, este año que termina y todos los muchos que continuarán llegando; porque lo importante de nosotros que recorre el camino, que es nuestra alma, no es finito sino infinito, como infinito es Dios y el Universo; por lo cual, después de este camino vendrán otros… muchos otros que también recorreremos con nuestros bellos sentimientos o miserias humanas, pero los recorreremos hasta que el Gran Hacedor diga: ya es tiempo que descanses aquí… a mi lado

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LA INTELIGENCIA INFINITA Y FE

SOLAMENTE TEN FE

Releyendo a Ernest S. Holmes, un escritor norteamericano del  Siglo XIX (1867-1960), me produjo reflexiones que quiero compartir con mis lectores en estos días de confusión, desconfianza, competencia indiscriminada, cambio de algunos valores,  estrés y… lo más grave: TEMOR.

Muchos filósofos, religiosos e intelectuales, coinciden en que una “Mente e Inteligencia infinita, omnipotente y omnipresente”, independiente de su denominación específica, creó, organizó y domina todo lo creado. Pero su objeto más importante y hacia el cual orientó todos los beneficios de su acción perfecta, lo fue: EL HOMBRE. Por tanto, como su especial creación y objeto de su mayor atención, somos producto de su amor, ocupación y poder. Por ser parte de Él mismo, disponemos de su amor, capacidad y PODER, lo cual nos es trasmitido desde el nacimiento, cuando nos insufla la parte espiritual que denominamos alma, y que nos transfiere sus propias características, igual como un padre físico transfiere sus genes a sus descendientes.

Con ese bagaje extraordinario interno nos corresponde desarrollarlo a medida que acrecentamos nuestra conciencia de que disponemos de esas maravillosas bendiciones que nos son innatas. Mediante la palabra y acción  se nos permite comunicarnos, SENTIR que disponemos de  “el poder creativo de esa Mente infinita y omnisapiente” que es nuestro Padre Dios. Debemos aplicar y lograr en nuestra vida terrenal, el éxito en las cosas fundamentales y necesarias para una vida feliz. Y esto quedó probado con la expresión de Jesús, cuando sentenció: “La palabra que os he dicho, son espíritu y son vida”

Pero ese gran poder heredado de Dios es inútil sin la convicción inequívoca y fe absoluta para SENTIRLO dentro de nosotros mismos, aplicándolo a NUESTRA salud, economía, amor, generosidad, amistad, solidaridad humana, paz, caridad y actuación justa.  Así lo decretó Jesús, con gran autoridad y seguridad, cuando dijo:  “Hágase en vosotros según vuestra fe”. Con esto quiso decirnos, que ese gran poder lo llevamos dentro de nosotros mismos en todo momento y lo único que requerimos para conectarlo a esa Mente Universal e infinita, es la fe, la confianza, el pensamiento positivo y el agradecimiento.  Ni siquiera requerimos pedirlo sino activarlo, porque  también Jesús decía: “Mi padre sabe mejor que tú lo que te hace falta…”

Por experiencia propia sé que esto es cierto. Lo he vivido e independiente de cualquier otra opinión, no tengo duda de su efectividad, por lo cual todos los días… doy gracias.

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SANTO PAPA

Casi siempre, los grandes y sangrientos enfrentamientos regionales de ayer y hoy, siempre han tenido un substrato religioso, siendo el fanatismo-dogmatismo exacerbado el combustible principal de tales tragedias. Más allá de la magnitud y el tiempo que se mantengan las persecuciones religiosas,  las religiones vuelven a surgir, y en algunos casos con mayor fuerza, ímpetu y fervor.

Nada pudieron hacer los Romanos en la antigüedad  durante cientos de años de persecución para acabar con los Cristianos, ni recientemente los Rusos durante setenta años a los Ortodoxos. Tampoco las facciones Shiitas y Sunitas del Islam en el Medio Oriente, ni entre Musulmanes e Indúes para sobreponerse los unos a los otros. El resultado siempre es el mismo: pasadas las persecuciones, las Iglesias renacen y sus fieles vuelven a encontrar en ellas, esa tranquilidad y paz que es fundamental para el espíritu.

Es que las religiones, sin excepción, basan su filosofía y su enseñanza en Dios como un poder infinito, omnipotente, omnipresente, e inestimablemente bondadoso, que nos protege  e impone su justicia sobre los hombres, independiente de su raza, credo o posición social. Además fundamenta la justificación de la espiritualidad,  y la esperanza de que haya algo más allá de esta vida, que se estima deberá ser preferible a todo lo que conocemos.

Claro está que no me refiero a sectas, ritos o supersticiones,  que lo único que logran es atemorizar a las personas y hacerlas dependientes de unas creencias absurdas, que sólo son producto de unos cuantos vivos que han encontrado en la inconformidad de algunas personas con su propia vida, una buena fuente de ingresos, mientras que, por siempre los atemorizan por cualquier evento, por fortuito que fuere.

Las religiones son controles sociales, pero indispensables en la sociedad para una mejor convivencia,  especialmente cuando su población aumenta en los niveles actuales y algunos valores sobre los cuales establecimos nuestras comunidades,  tienden a desmejorarse o perderse; porque ellas están allí para recordarlos y afianzarlos. Por eso debemos respetarlas, y en lo posible, colaborar con ellas en ese camino de hacer reflexionar sobre la trascendencia de nuestros actos, sólo en el más allá sino en esta vida.

Soy respetuoso de todas las Religiones, independientemente de su credo. Personalmente, sigo el mensaje de Cristo, el cual cumplo de manera libre y a mi entender: amar y perdonar a mis semejantes, aun a quienes pudieren perjudicarme.  Esto me da felicidad y tranquilidad de espíritu.

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«SI LA MUERTE NO TIENE SOLUCIÓN, PREOCUPARSE POR ELLA ES INÚTIL»

hombre-de-espaldas_21255Pudiera ser que el temor a la muerte, sea el sentimiento más arraigado en la mayoría de los seres humanos; en principio como mecanismo de defensa frente al peligro, dentro de los márgenes de racionalidad es conveniente, pero sin análisis sincero sobre su naturaleza, puede llegar a convertirse en factor perturbador de nuestra felicidad.

Sabemos que el temor, que es una creación mental maligna que distorsiona la realidad, pero en el caso de la muerte su efecto es exacerbado. Frente a este sentimiento, hoy en el límite del paroxismo a nivel mundial, se hace necesario analizarlo, no desde el punto de vista científico o esotérico, sino en lo fáctico, cual es como decir, el tratamiento que debe dársele en la vivencia diaria.

El primer paso es asumir, que comenzamos a morir en el mismo momento en que nacemos. Por tanto, cada segundo de vida que transcurre, nos acerca más hacia el día que la perderemos, que venturosamente, no conocemos.

En segundo lugar, considerar que si es un evento que no tiene solución ni podemos evitar, preocuparse por él es una real pérdida de tiempo, que en nada ayuda, sino que puede aumentar el problema.

Luego de aceptado que inevitablemente llegará ese momento sin conocer cuando, lo inteligente es tratar de vivir lo más felizmente posible, ese período durante el cual estamos vivos.

Nuestro mayor tesoro es la vida, porque sin ella ninguna cosa podemos disfrutar ni puede servirnos de nada. La consecuencia lógica es que tenemos que disfrutarlas intensamente, porque no sabemos hasta cuando estarán a nuestro alcance; y como son tantas y diversas, en ello debemos afincar nuestra actividad e intelecto, en vez de desperdiciarlos pensando en algo que no tiene solución ni sabemos cuando llega.

Es ilógico que teniendo a nuestro lado esa bella pareja que amamos, maravillosos hijos, reconfortantes amigos; actividades de estudio, trabajo y recreación; y un paisaje natural increíblemente diverso y bello, permitamos que ese deleite nos lo robe un temor injustificado, cual no aporta ninguna solución al asunto.

El temor a la muerte, de la cual nadie tiene experiencia real que contar, pero que pareciera el que la sufre no se entera cuando sucede, es la rémora que puede disminuir el disfrute inigualable y diverso que nos ofrece la vida, de la cual sí que estamos conscientes las veinticuatro horas del día.

El Rey Salomón, hasta hoy y por milenios reputado como sabio, opinaba que debíamos disfrutar intensamente de todo lo que disponíamos, porque según sus propias palabras, «… es nuestro pago en esta vida.»

Guardando las lógicas distancias, yo comparto ese criterio. Por tanto disfruto con fruición de las cosas en cada segundo de mi vida, como si fuera el último, sin preocuparme de cosas que no me aportan nada positivo.

A usted le toca escoger: ¿Felicidad o Sufrimiento? Es su decisión y, es… muy personal.

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«REGRESO A MI HOGAR, DE DONDE VINE UN DIA»

En la búsqueda de una vida plena, el ser humano siempre ha ubicado elementos que le hacen presumir que pueden producirle el tan deseado estado de felicidad. Se trata de los factores  Riqueza, Poder Político, Belleza, Fama, Amor Sensual, Larga Vida y Conocimiento; todos alcanzables, pero… ¿Podrán individual o conjuntamente producir felicidad permanente?

Procede analizarlos somera e individualmente. La riqueza se vincula a eventos aleatorios que tienen que ver con interpretar oportunidades, pero de ninguna manera se puede considerar permanente, porque siempre está en riesgo de perderse. Su eficiencia se agota en la capacidad de lograr la captación de cosas físicas, pero no funciona en el logro de satisfacer necesidades espirituales.

El poder político está directamente vinculado al liderazgo personal, pero también está expuesto a eventualidades, que salvo muy raras excepciones,  lo hacen vulnerable, inseguro y pasajero; produce beneficios, halagos y reconocimientos materiales, pero no aporta espiritualidad.

La belleza es subjetiva y esencialmente temporal, por lo cual tampoco es fuente permanente de regocijo o alimento espiritual.

El amor sensual, dependerá del nivel de atracción y aceptación, que todos conocemos como cambiantes, especialmente por estos días. Aunque se supone vinculado al espíritu, como depende de la atracción y aceptación física, nadie puede asegurar su permanencia.

Larga vida, no significa buena vida. Aunque podemos alcanzar longevidad, de ninguna manera nos asegura calidad de la vida.

El conocimiento, como producto del estudio, nos orienta hacia como hacer mejor algunas cosas, pero no nos asegura paz, amor o tranquilidad espiritual.

¿Qué es entonces es lo deseable?

La Sabiduría, que en su más alto grado es producto de la observación, la meditación y la oración. Cuando la logramos se queda para siempre con nosotros, y se resume en lucidez para tomar acertadas decisiones.

La Sabiduría como la fe, no son atributos o dones que nos llegan del cielo, sino que son el resultado de la actitud de racionalizar y analizar las circunstancias, elementos y factores que afectan nuestra condición físico-espiritual; de tal manera evaluando la verdadera entidad de influencia de cada uno de ellos, en el logro de un mayor o menor estado de felicidad, interpretada esta como la realización material y espiritual de un ser humano.

El sabio es artesano de la vida, porque vivir y no sobrevivir, es realmente un arte: EL ARTE DE VIVIR. De allí la profunda diferencia en la actitud frente a la vida, del sabio y de quien no lo es.

Así tenemos que el rico atesora, el sabio disfruta;

El poderoso depende de acumular y conservar el poder, porque sin él se siente desamparado. El sabio,  se regocija en su propia tranquilidad, que no depende de ningún factor externo.

El que depende del amor sensual de y  para otra persona, requiere para mantenerlo de la retroalimentación y  nunca tiene seguridad hasta cuando podrá disfrutarlo, sentirlo o recibirlo. El sabio siente el amor para sus semejantes, sin requerir indispensablemente de la respuesta de otra u otras personas. Su amor vive en él, no desaparece ni muere, porque es parte de su vida.

El que ambiciona larga vida transcurre angustiado pensando que puede perderla y escasamente… sobrevive. El sabio, conoce que no le está dado contar sus días; sabe que vino de otra dimensión y que allí volverá. Siente que su vida terrenal es un viaje y como todo viaje tiene un final, por eso no teme al regreso.

El sabio sabe que está de paso. En esta vida no le preocupa de donde vino,  sólo sabe que vino y por tanto también sabe que regresará a su hogar y… todos los regresos son buenos.

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«SOMOS ESPIRITUS VIVIENDO UNA EXPERIENCIA FISICA Y NO CUERPOS FISICOS VIVIENDO UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL»

En un parque, escuché a una madre dialogar con su hijo de ocho años quien pensativo le preguntó ¿Para que vinimos al mundo?

-Para vivir hijo mío
-Y… ¿Para qué vivimos?
-Porque es importante vivir
-Y… ¿Por qué es importante vivir?

-Porque si no vivimos, morimos y… por favor no me preguntes por qué morimos. Y… allí terminó el diálogo.

Este evento me motivó reflexionar sobre cual es realmente el sentido de nuestra pasajera vida terrenal, cuestión que, por cierto, ha ocupado la mente del hombre desde que tuvo conciencia de su racionalidad.

Más allá de cualquier planteamiento de carácter teórico, siento la vida como la mayor bendición de Dios, por lo cual la disfruto intensamente, sin que me preocupen las disquisiciones entre las abundantes tendencias filosóficas y doctrinarias sobre el tema.

Pienso que fui dotado con la razón e inteligencia suficientes, para estar en capacidad de hacerme un buen juicio y en eso me empeño.

Así, respecto de para qué vinimos al mundo, como concibo mi alma eterna, asumo que nuestra única razón para vivir, lo es avanzar espiritualmente, lo cual estará en proporción a nuestra capacidad para entender y actuar en función del bienestar de nuestros semejantes.

La importancia de vivir, la circunscribo a la necesidad de cubrir la etapa que representa nuestro paso por este mundo, en función de ascender en el plano espiritual.

Mí vida física la concibo temporal, pero como un espectacular viaje pleno de momentos interesantes y… bellos. Por eso vivo por días y no por meses ni años. El vivir por lapsos de veinticuatro horas me obliga a no perder ni un segundo sin disfrutar, como noto que lo hacen quienes viven por años.

Me recreo en la gente porque sé que son hijos de Dios, nobles y buenos que, por el temor que les produce ignorar más de lo que conocen, ocultan sus sentimientos, privándose de extraordinarias experiencias humanas que sólo experimentan quienes manifiestan su amor en cada uno de sus actos.

Amo con pasión a mi familia y me deleito en ellos; me han dado tanto amor que nunca podré compensarlos. Especialmente mi esposa, esa compañera de viaje largo quien ha sido una luz en mi sendero por esta vida.

Me embeleso contemplando la naturaleza, que Dios hizo plena de belleza inverosímil y recursos sin límite, con la única intención de que sean disfrutadas por sus hijos.

Por mi indeclinable concepción de que somos espíritus viviendo una experiencia física, no encuentro otro sentido a esta vida que el de mi preparación para una vida mejor, en una instancia superior.

En mi arrobamiento en esta temporal experiencia de vivir, asumo el fenómeno de la muerte sin ninguna tristeza. La interpreto como algo indefectible, futuro e incierto, que representa el final de un viaje fantástico, que da inicio al regreso al hogar, y todos los regresos son emocionantes; especialmente si nos espera un padre amoroso y… con los brazos abiertos.

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