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Archive for the ‘REALIDAD E IRREALIDAD’ Category

CUANDO PARAR

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 Hoy con tristeza, mirando en un Diario la foto de  un cantante internacional muy querido, quien se presenta para actuar con su pelo blanco, bastante demacrado por una enfermedad muy grave que padece y con un respirador de oxígeno,  se me hace difícil entender por qué lo hace; especialmente si consideramos que los científicos calculan que, el hombre tiene sobre la tierra unos cien mil años, así como que la  máxima edad alcanzada por un humano no supera los 120 años; me pregunto: ¿Qué son ciento veinte años en cien mil años?. Bueno, pienso que nuestra vida, aún para los  más robustos” –como denomina La Biblia a quienes alcanzan los ochenta años- lo es algo así como un corto suspiro, y esto  es una realidad que debemos aceptar como una circunstancia vivencial, al menos hasta hoy… irreversible.  

    Pues bien, con tales antecedentes no tengo duda que este Artista, tiene el mismo problema como algunas personas que he conocido, muy buenos y hasta excelentes para las ciencias, las artes, las letras y los negocios, pero  que no lograron acertar en aquello de CUÁNDO PARAR, y como consecuencia, probablemente no disfrutaron de lo que suelen llamar “los años dorados”, que les denominan tales, precisamente porque ya no se requiere tanta actividad y se dispone de tiempo para materializar aquellas aspiraciones, que por la permanente actividad laboral les era difícil recrear a su antojo. Especialmente en el caso aludido, presentarse para dar un concierto a un público que lo amó y admiró no sólo por su voz sino también por su elegancia, es realmente desolador.

   No digo que un hombre  sano de más de setenta años tenga que jubilarse, porque yo tengo setenta y cinco  y no lo hago, ya que continuo realizando algunos Asesoramientos Jurídicos Corporativos y escribiendo; pero es que yo  no estoy enfermo,  en cambio éste sí que lo está  y tan grave que sus médicos manifiestan temor por un pronto y fatal desenlace. En ese mismo error incurrieron algunos conocidos y amigos, quienes no entendieron esa importante necesidad de determinar cuándo parar,  y el resultado fue realmente doloroso. 

    Este Artista es un hombre valeroso y lleno de fe, por lo cual ruego a Dios que supere sus males, pero tengo duda que en el mundo de las probabilidades y no de las posibilidades, sea dando conciertos de ciudad en ciudad con un tanque de oxígeno a cuestas, como pueda ayudar a su fe  para superar su situación actual. Sin duda, su talento y vocación artística, bien podría aplicarlos en actividades menos duras, pero quizás tan o más provechosas para la sociedad.

    No quiero decir echarse en una cama a morir; pero sí bajar el ritmo, regalándose su buen tiempo para descansar, disfrutar de su gente amada, de sus comodidades, de buena y oportuna alimentación, de la contemplación y meditación, que son tan importantes, como inteligentemente lo resumiera el Dalai Lama: “para vivir”. Hoy escribo estas líneas sobre la base de la sentencia de Jesús, cuando dijo: “… el que tenga ojos que vea…”.

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Como emigrante, en otro país debe comenzarse de cero y sin protección especial del Estado receptor. En el caso de los profesionales, inicialmente sus títulos no servirán de mucho, por lo cual, como cualquier trabajador iniciarán un camino largo  y doloroso, compitiendo con otros emigrados y los nacionales, quienes conocen mejor las condiciones de trabajo y el medio.

Como es natural, sobrevivirán los mejores; los menos aptos  regresarán golpeados  a comenzar de nuevo. Conozco profesionales,   que emigraron bajo “el sueño americano”, pero luego de uno o dos años regresaron, con el conocimiento  de un nuevo idioma, pero debido a su ausencia, las necesidades de sus clientes habían sido cubiertas por otros colegas, ya que  las relaciones que generan ingresos profesionales, simplemente no pueden esperar.

Surge entonces la interrogante: ¿No habríamos podido conseguir el éxito en nuestro país, colaborando con el desarrollo de ese pedazo de tierra que nos vio nacer?

No es el territorio, idioma o ingresos lo que decide nuestra felicidad. El amor, la familia, la amistad, el reconocimiento y el arraigo, que son intangibles pero fundamentales, no son susceptibles de lograrse con un cambio de  residencia, idioma, nuevo empleo o mayores ingresos.

La capacidad para ser felices vive con nosotros donde nos encontremos, pero en la patria están  las raíces y cultura que conforman nuestra idiosincracia; allí reside  el verdadero sueño, que espera por nuestro trabajo, diligencia, persistencia y dedicación, que se requieren para lograr cualquier empresa.

Respeto la decisión de emigrar de cualquier venezolano, pero luego de más de  tres décadas viajando y viviendo por temporadas fuera de Venezuela en contacto con inmigrantes, cuando regreso mi corazón palpita de emoción;  y al pisar este suelo bendito, siento que nunca, independientemente de cual fuere la situación, lo abandonaré.

Sé que mi país me necesita y aquí voy a estar como los árboles, de pie; siempre dispuesto a enfrentar cualquier eventualidad, porque me siento amarrado a su destino y bajo su cielo quiero exhalar mi último suspiro.

Soy un pedacito de esta tierra, que llevo sembrada en  mi alma; aquí enterrarán mi cuerpo que abonará una tierra buena para la vida de nuevas generaciones, donde podrán abrazarse como  hermanos, sin diferencia de clase, raza, religión o ideología política. Este es mi sueño, que no tengo duda se materializará; lo cual sería imposible si emigro de esta Venezuela que amo entrañablemente.

 

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¿De que sirven los sueños si no los vivimos? ¿No es mediante ellos que vencemos el albur de una vida que no pedimos, dentro de un mundo amplio e infinito que espera ser descubierto?

Creo en mis sueños como único medio para romper la monotonía de la vida y dejo que me guíen. Sé que sólo se concretarán si me conviene.

Vivo con intensidad su desarrollo; su nacimiento, su increíble recorrido por ese mundo ideal que me corresponde. Mientras doy los pasos necesarios, experimento la sensación de que en mi fuero interno se están sucediendo.

Si se concretan, doy el toque final de celebración dando gracias por haberlo logrado. Si no se dan, igualmente agradezco haberlos disfrutado y porque sé que el no materializarse me resguarda.

Como mis sueños tienen vida, los ubico en mi existencia física: mi familia, trabajo y afectos, concretando los que puedo manejar y lograr sin violentar la voluntad de Dios.

Así, vivo mi sueño con el amor sublime de esa bella, tierna y leal mujer que Dios me dio por compañera, con respeto, consideración, aceptación, solidaridad, lealtad, reconocimiento, buena comunicación y apasionada sexualidad, convirtiéndolo en realidad.

Al amar, respetar y aceptar la individualidad de cada uno de mis hijos y entorno íntimo, la generosidad y bondad que, si no tuvieren, mis sueños les asignan, convierten ese pedazo de mis sueños en realidad.

Mi placidez permanente por haber vivido más de sesenta y seis años, superado riesgos, peligros y momentos difíciles; construido una familia feliz; orientando a quienes mejoraron su óptica de la vida; escrito libros y entablado este diálogo virtual con ustedes, representa sueños convertidos en realidad.

Quienes me aman, aman mis sueños, porque son parte integral de mi amor por ellos. Conocen que sueño por ambos. Saben que son y serán siempre parte de mis sueños. No tienen otra dimensión de mi personalidad.

Mis sueños, que hago realidad en lo posible, reflejan mi inagotable amor, mi deseo de transmitírselos y mi agradecimiento a Dios por permitirme embarcarme con ellos en este viaje hermoso, que es nuestra vida.

Para mí hoy y todos los días son maravillosos. El sol, la brisa, la risa de los niños y el canto de los pájaros, me recuerdan que Dios está aquí para velar y ayudarme. Lo disfrutaré intensamente, haciéndolo todo en su nombre con alegría, fe y optimismo, porque esa es la parte de mis sueños que me está dado hacer realidad.

No me imagino mi existencia ni la de mi familia sin sueños. Tampoco quiero imaginar la de ustedes sin los suyos. Sería una lástima no utilizarlos teniéndolos a mano.

Los invito a soñar, cubriendo los pasos que permitan hacerlos realidad, si convienen. Sintiendo la necesidad de soñar, decidiéndose a hacerlo, conformando los sueños, y lo más importante, vivirlos en cada una de sus etapas.

No cuesta nada, pero es muy grato porque son la única posibilidad de convertir la fantasía… en realidad.

Próxima Entrega: LA FELICIDAD EN TIEMPO DE CRISIS.

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Desde que abrimos los ojos al momento de levantarnos, hasta que nuevamente nos dormirnos, todo se reduce a una toma de decisiones.

Así, desde niños tenemos la alternativa de decidir contentarnos con lo que tenemos, conocemos, percibimos y entendemos, o si por el contrario, investigamos el panorama que nos presenta la vida, en busca de algo diferente. Es por lo cual algunos, para encontrar algo más que satisfaga sus deseos, llaman a la mente para que ayude a crear la opción que encaje en su particular manera de imaginar una vida distinta, únicamente forjable mediante los sueños.

De esa toma de decisión dependerá lo que de la vida se espere y logre. Cuando aprendemos a soñar, como esos hombre y mujeres que ante los ojos atónitos e incrédulos de una sociedad regular, timorata y fundamentalista, lograron vencer la normalidad realizando portentos, que en su tiempo la ignorancia colectiva denominó «milagros», tomamos la alternativa de tener una vida diferente, produciendo nuestros propios sueños en vez de aceptar lo que ella nos presenta, utilizando el recurso de ejercer nuestro derecho a soñar.

Como los sueños son una operación mental, no requieren materializarse para vivirlos. En ese mundo inconmensurable de nuestra mente, se disfrutan desde el mismo momento de su concepción y su entidad sólo depende de nosotros.

Paradójicamente, lo importante para un soñador pudiera ser, más que materializar el sueño, vivirlo. Su percepción de posibilidad lo es perfecta: conocemos exactamente del color, sabor, espacialidad y temporalidad como se idealiza. Por ser nuestra propia creación, nos es familiar.

No todos los soñadores logran sus sueños, pero sí los viven y los disfrutan; porque en su mente los conocen a detalle: son sus padres y se ama demasiado a los hijos. Para un soñador no es fácil lograr todos sus sueños, porque su vida está llena de ellos y… son muchos, pero los disfruta en la misma entidad, independientemente de que se den todos, pocos o ninguno.

Precediendo cada gran logro universal, otras personas, de diferentes formas y en distintas épocas, trillaron ese mismo camino. Todos presintieron que era posible, como vivía en sus sueños.

Volar venciendo leyes naturales, crear energía, curar las enfermedades y… hasta modificar artificialmene la vida animal o vegetal, fueron hechos que primero tuvieron vida en los sueños de esas personas maravillosas que los materializaron, quienes los disfrutaron en sus mentes cuando apenas eran sueños, como al concretarlo en el mundo de la realidad fìsica.

Eso es lo maravilloso de los sueños: con toda libertad pueden fabricarse, vivirse y disfrutarse, desde su alumbramiento hasta su concreciòn final.

Quien vive los sueños no conoce la frustración, porque anticipa los resultados y los vive sobre la base de que lo importante es soñar, en su mundo todo es posible.

La posibilidad, factibilidad y probabilidad, son paralelas en su paso por ese amplio sendero donde la realidad y la irrealidad sólo las diferencia la dimensiòn de la ambiciòn, vagando en un mundo sin tiempo ni espacio, a horcajadas sobre los lomos de la obra más acabada de Dios: la mente, que es infinita.

En la primera entrega determinamos la necesidad de soñar, en esta hemos expuesto qué y cómo experime el que decide soñar.

En la próxima, analizaremos el cómo debemos soñar. Así que, aquí los espero mañana, pudiera ser que ya tengan la intención de decidirse a soñar y ese es el primer paso, en una vìa que pudiera transformarles de observadores pasivos de una vida que no tiene por qué ser fatal, a diseñadores y ejecutores activos, dentro den un mundo con una dimensiòn apasionante: el mundo de los sueños.

Próxima Entrega: CONFORMANDO LOS SUEÑOS.

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