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“Y el verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros.” Para quienes no somos fanáticos ni religiosos ni de nada, leemos las sagradas escrituras y extraemos de allí lo que consideramos positivo y bueno. Para mí, en la expresión transcrita se nos quiso decir que la palabra era muy fuerte; de allí que cuando decretamos algo, nuestra mente lo oye, nuestro espíritu lo asimila y el universo conspira para ayudarnos a hacerlo realidad. Aunque debido a los tiempos que vivimos, especialmente en nuestra querida Venezuela, la aseveración “siempre se puede” pareciera una frase de uso común sin otro sentido que el político, debo comentarles que a través de la historia, de una u otra manera, este apotegma siempre ha estado vigente; no obstante que pocas son las personas que lo han practicado permanentemente; por cierto, quienes son las que han sobresalido y triunfado en toda actividad y ocasión.
De todo esto tengo conciencia, porque por mi origen humilde, sin que nadie me lo enseñara, desde muy niño y quizás por mi formación religiosa que me hacía heredero de Dios, siempre pensé que sí era posible lograr lo que deseaba, en tanto y en cuanto hiciese todo lo necesario y posiblemente humano para lograrlo. Ciertamente, desde los nueve años, en las orillas de los ríos Meta y Orinoco, soñé con lo que sería cuando fuese adulto y no puedo quejarme, porque precisamente por estar siempre seguro de que sí era posible alcanzar lo que queremos, comunicárselo a mi mente y vincularlo a mi espíritu, logré académica, familiar y económicamente concretar todas mis metas; aclarando que lo de concreción económica, sólo significa mi seguridad de que Dios me proveerá lo que necesite… todos los días. Sí que debo aclarar que al lado de sí se puede, debemos acompañarle disciplina, trabajo y diligencia, porque como lo asegurara un conferencista joven japonés, “…la diligencia y disciplina unidas, son más efectivas que la inteligencia…”
Pues bien, yo siempre manejé a mi manera este mismo criterio y, ciertamente, no tengo de que arrepentirme. Creo que Dios nos dotó a todos los seres humanos de los elementos necesarios para poder actuar con diligencia y dinamismo, en todos los casos y ocasiones que fuere necesario. Considero asimismo, que la confianza en sí mismos y la convicción de que todo es superable, siempre logran darnos buenos resultados; por tanto, quien cree que no puede lograr algún evento o acción, sin ninguna duda que ese será su resultado. Como seres humanos somos el milagro más grande del mundo; ningún otro animal sobre la tierra tiene nuestra racionalidad y/o capacidad de adaptación al medio ambiente para poder lograr superar obstáculos, por difíciles que fueren, en tanto y en cuanto estemos seguros de que sí podemos y así nos lo repitamos todas las veces que fuere necesario.
No debo dejar pasar la ocasión para comentar que para lograr el éxito, se requiere no dar entrada en nuestra vida al peor enemigo del hombre: el temor que, como un filósofo griego hace miles de años lo asegurara, en cualquier ocasión es producto de la incertidumbre; vale decir, no saber a ciencia cierta que puede suceder en cualquier evento de nuestra vida; y la mejor forma de combatirlo es reconocer que el único remedio es tomar la incertidumbre como un reto o una aventura, que nosotros podemos vivir o superar; porque el miedo distorsiona la realidad, y eso echaría por tierra cualquier proyecto, precisamente porque nos saca fuera de la realidad. Es que si nos convencemos, nos lo decimos y lo procesamos internamente, todo lo que nos proponemos podremos realización Somos hijos de Dios y no debemos olvidar que los hijos se parecen a sus padres, pero además son sus herederos; por tanto, tenemos un poco del poder de Dios y creo que es el suficiente que requerimos para triunfar.
No podemos olvidar que existen dimensiones en nuestra vida que, aunque no son detectables a simple vista por nuestros sentidos conocidos, realmente sí existen. Especialmente son esas dimensiones en las cuales, por ejemplo, entra nuestro pensamiento Alfa veinticinco veces por segundo. Es en ese pequeño espacio de tiempo donde nuestra mente logra encontrarse con Dios y de allí han resultado las grandes inspiraciones, inventos y descubrimientos. Con el avance de la Física Cuántica, pronto… más pronto de lo que se cree, estas realidades dejarán de ser misteriosas. Pues bien, de todo lo expuesto y por experiencia propia, habiendo recorrido medio mundo y llegado a los setenta y siete años, puedo asegurar que somos nosotros y nadie más quien decide qué y cómo vivimos la vida, y como consecuencia, que somos o no capaces de lograr.