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Archive for the ‘NIVEL DE AFECTACIÒN’ Category

NO A LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

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Cuando  medito sobre el que mi madre y mi única hermanita, hoy desaparecidas,  a quienes durante su vida  amé;  mi esposa a quien hoy continúo amando  intensamente son mujeres, siento ira y decepción por vivir en un mundo donde, no obstante que hemos ido a la luna  y más alla, aún esta sociedad enferma sigue actuando con las mujeres como miles de años atrás, cuando vivíamos en las cavernas.

 En mis más de siete décadas de vida he visto avanzar más de mil años el transporte, los negocios, las finanzas, las comunicaciones, la  educación, la familia, la relación de pareja, la geopolítica y… las armas; pero el cambio en la actitud machista –que es el eslabón perdido entre el hombre y el mono,  tanto el  común, como  los ilustrados, el Estado, la Justicia y la fuerza de las Organizaciones Multilaterales, en cuanto a salvaguardar el derecho de la mujer –por su condición de tal- a  una existencia digna y segura; libre de violencia de cualquier género, ya fuere sexual, psicológica y física, cuidando la respetabilidad e igualdad de género en todos los ámbitos de la vida en sociedad, incluidos los cargos en las Empresas y en los Gobiernos o Instituciones Multilaterales;  y la misma Iglesia Católica, que no les permite ejercer el Sacerdocio, como recientemente lo manifestó el Papa  Francisco,  ha sido simplemente… un fracaso, por no decir otra cosa.

¡Dios!… y pensar que la mujer crea  hombres, los amamanta y enseña a caminar; que sin ella no podrían cumplir con la parte ética natural de mantener la especie sobre esta Pacha Mama; luego, cuando crecen, sin su amor no podrían lograr ninguna realización valiosa y permanente; pero tampoco valdría la pena transitar el camino de esta vida sin su amor, que le da sentido, porque es ternura,  pasión, comprensión, aceptación, solidaridad, lealtad, y a veces hasta… resignación.

Cuando somos adultos, esos seres maravillosos que son las mujeres se hacen nuestras amigas,  novias, esposas, madres de nuestros hijos; y cuando los años nos demuestran nuestras muchas debilidades, en época que ya los hijos no están, ellas son las compañeras de viaje largo que nos acompañan hasta el final, independiente de nuestra capacidad sexual, de salud o económica. En esos años, independiente de la raza o posición social, sólo ellas pueden hacérnoslos realmente “dorados”, porque, de alguna manera, cuando tenemos una avanzada edad, ellas vuelven a hacer por nosotros lo mismo que hicieron por nuestros hijos: hacernos sonreír, tomarnos de la mano  y… ayudarnos a cruzar la calle.

Bendito sea Dios que nunca, de ninguna manera,  he violentado a ninguna mujer; quizás, porque en todas, en mi niñez,  sentí en ellas a mi madre y mi hermanita; luego cuando adolescente tuve tantas y buenas amigas en la escuela, que hicieron esa época activa y edificante; después, en mi primera juventud, en  la Universidad, todas mis amigas, casadas y solteras,  eran mayores que yo, pero me amaron como amigo y allí aprendí que es verdad que las mujeres, a diferencia de las mayoría de los hombres,  saben amar sin tener que… ir a la cama. En mi segunda juventud –que aún a los 75 años disfruto- una mujer maravillosa,  después de más de cuarenta y siete años de matrimonio, desde el mismo día que la conocí hasta hoy,  ha hecho mi vida muy feliz, y no porque yo sea un dechado de virtudes, sino porque creo que ha evaluado  mi incondicional y voluntario acatamiento a su individualidad, así como mi convencimiento de que no puede existir una relación de pareja, con carácter de permanencia, cuya base de amor no sea el respeto y la libertad de amar cuando y como uno sabe hacerlo, así como  la mutua e indeclinable solidaridad y lealtad integral. Por eso, por todo eso, lucho y lucharé siempre por la igualdad de género de la mujer. Quizás por qué no tengo ningún temor sino gran orgullo, de que ellas sean, en mucho, mejores que nosotros los hombres.

Estoy seguro, sin ninguna duda, que el mundo cambió para bien aceleradamente desde los años sesenta del Siglo pasado, cuando la mujer decidió incorporarse de verdad y con todos los hierros, a los retos que la vida ofrecía a sus habitantes, dispuesta a demostrar que para la intelectualidad, trabajo y cuidado del mundo, no existe diferencia de género, sino limitación inducida de oportunidades que, venturosamente, para bien de la humanidad, todos los días serán  menores.

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A QUE TEMER

TEMOR

Aunque normalmente no acostumbro a repetir ningún Post, en este caso me lo han solicitado muchos lectores, por lo cual voy a hcerlo. Se trata de un Artículo escrito en una ocasión muy especial, cual ciertamente es apropiado al momento que vivimos: «A QUE TEMER»:

Cuando los cambios se producen a gran velocidad, la reacción frente a lo nuevo, extraño o desconocido es el temor, que progresivamente se convierte en estrés, desasosiego y crispación, incidiendo negativamente en la toma de decisiones.

La preocupación, desorientación y paroxismo, no aportan nada positivo frente a una situación problemática o adversa. Los presentimientos negativos, comentarios irreflexivos y la exageración de lo que se cree pudiera suceder, sólo producen mayor desestabilización emocional, que resta capacidad de acción efectiva. En estos casos, a lo que más debemos temer es… al temor.

Quienes no tenemos duda de la existencia de Dios –como ordenador de  todo lo que existe de manera perfecta- dotándonos de raciocinio, inteligencia y capacidad extraordinaria de adaptación a cualquier situación, sabemos que si Él está con nosotros, a nada ni nadie debemos temer.

Para quienes no tienen fe, sano sería meditar sobre que sus preocupaciones, augurios negativos y temores sobre lo que “pudiere acontecer” y el daño que “pudiere causar”, deberían ser sustituidas por el optimismo, la fe en sí mismos y en la generosidad de sus hermanos humanos;  ya que, lo único que pueden hacer por un futuro incierto e imprevisible, es confiar y  hacer las cosas bien hoy; y sobre todo con el amor, que está demostrado,  rompe todas las barreras.

El hecho de no conocer cuánto tiempo permaneceremos sobre esta tierra, nos obliga vivir intensamente este maravilloso presente, que tantas cosas bellas pone a nuestra disposición; cuales si las desaprovechamos o no disfrutamos plenamente, jamás se repetirán y las perderemos para siempre.

Debemos vivir intensamente este maravilloso mundo de las cosas sencillas pero trascendentes, como amar y manifestarlo a nuestros seres queridos; disfrutar la belleza del día y paz de las noches; la fragancia de las flores y la voz cantarina de los niños; los alimentos y el compartir con nuestro entorno. Si a esas vivencias adicionamos actividades útiles a nuestros hermanos humanos, ya no tendremos tiempo para pensar en tragedias, que quizás nunca llegarán pero que nos producen temor, sino que invertiremos nuestro intelecto en ser y hacer felices a nuestros semejantes, cual pudiera ser la razón más importante de nuestra vida terrenal, pero que entre otras cosas, nos hace felices a nosotros mismos.

No estamos solos ni a la deriva; algo Superior, independiente como le llamemos rige el universo, la naturaleza y nuestras vidas; pero también vela por nosotros.

Aunque nuestra preocupación no puede cambiar el proceso universal, sí que puede hacernos miserable una vida que nos fue dada con el compromiso de… vivir felices.

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SENTIMIENTO PATERNO

SENTIMIENTO PATERNO

Como ningún padre o madre puede prometer a sus  hijos que estará toda su vida para ayudarlos, sí que estamos obligados los progenitores a darles lo mejor de nosotros; cuidar de ellos y amarlos mientras tengamos vida. Creo en Jesús cuando dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay…” por eso sé que desde esa morada donde me toque estar, seguiré… amándolos. Por experiencia propia conozco de la necesidad que, independiente de su edad, siempre tenemos los hijos de los padres. Por tanto, es un compromiso ineludible el estar siempre listos y prontos para ayudarlos, en lo que fuere necesario y conveniente, sin permitir que la exageración del tierno sentimiento paterno contribuya, bajo la premisa de evitarles sinsabores, con hacerlos menos diligentes o eficientes de lo que la vida les exigirá para lograr su realización material y espiritual.

Conocer que se tiene los padres a mano y listos para servir, es diferente a descuidar sus obligaciones con la seguridad de que papá y/o mamá ayudarán a solucionar el problema. A veces, el decir NO con toda la energía a las pretensiones facilistas  de los hijos, es una manera de decir: te amo. De la misma forma, decirles SI cuando tengan dudas sobre acciones que nos consulten y puedan afectar su efectividad positiva hacia su presente o futuro, es tan importante como el no frente a la tendencia a descuidar sus deberes confiando en nuestro apoyo. No es fácil decirle no a los hijos, cuando acceden a nosotros  con esa cara de niños, fija en nuestra mente por siempre; pero cuando convenga hacerlo debemos tener la valentía de amarrarnos ese corazón y llorar por dentro. Tampoco es fácil decirles que sí, cuando llegada la  hora toman sus propias decisiones, cuales en algunos casos no estamos seguros si son las mejores, pero que corresponden al respeto debido a su libre albedrío. Los padres debemos aceptar sin dolor ni nostalgia, que el mundo es energía; que el tiempo pasa, la tierra sigue girando  y produce cambios en la forma de ver la vida y las cosas, por parte de quienes nos continuarán; especialmente nuestros hijos. El amor y el respeto son gemelos, y los padres jamás podemos desestimar este apotegma. Lo único que los hijos recordarán de nosotros, será el amor y el respeto que les dimos. Lo demás, con toda seguridad, se lo tragará el largo… largo túnel del tiempo.

 

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UNA ORACION POR VENEZUELA

Bendito seas Hacedor del Universo, energía suprema, omnipotente, omnipresente y eterna, que hiciste este pedazo del inmenso mundo para que tus hijos venezolanos lo habitáramos con felicidad; hoy, en esta situación desconcertante y triste en que nos encontramos, desde lo más profundo de mi ser, te pido que nos ayudes a encontrar el camino seguro, cierto y permanente para hacer de nuestro país, ese sitio bueno para la vida que todos, sin excepción de ningún género, estoy convencido que deseamos.

Te pido padre, que nos des suficiente valentía para reconocer nuestras personales y grupales imperfecciones; porque somos tus hijos tratando de ser mejores, pero sin poder descargarnos definitivamente de tanto rencor, resentimiento, incomprensión, rabia, frustración, impotencia y hasta… odio entre nosotros mismos; quizá, porque debido a nuestra impulsiva naturaleza nos hemos olvidado de que, por encima de todo, somos hermanos, y unos y otros … venezolanos.

Sé que en este mismo momento, muchos venezolanos, de diferente condición, educación, situación económica e ideología, como yo, están elevándote una oración por nuestra tranquilidad, sosiego, paz y felicidad. Por eso, yo también te pido que nos ayudes a reconocernos, reencontrarnos y repensarnos como lo que somos: hormigas de la misma cueva, sin cuya colaboración mutua no podremos sobrepasar, con buen pie, todos los retos que nos deparan los tiempos actuales y venideros.

Te pido que nos ayudes a hacernos una reingeniería mental, que nos permitas abrir nuestras almas para entender que es con amor, solidaridad, sensibilidad, generosidad, respeto, confianza y caridad, como lograremos arreglar las diferencias que ahora nos están desuniendo. Danos por favor, lucidez para tomar la acertada decisión de sentarnos a conversar sinceramente, con sentido de patriotismo, de humildad, de reconocimiento a los derechos y valores de cada uno; con sentido de pertenencia a este país, que es nuestro más valioso y único patrimonio, que nos diste con las mayores riquezas y su más importante recurso: los venezolanos.

Porque por más de seis décadas, como tu humilde devoto, siempre me has oído y concedido favores, te pido que nuevamente escuches mi ruego y el de miles de hermanos que hoy hacen el mismo pedimento. Fue eso lo que nos enseñó Jesús, cuando sentenció: “…cuanto dos o más oren en mi nombre, lo que pidan os será dado”. Gracias Padre, porque sé que tú, a los miles que en el mundo oramos por Venezuela, nos has oído y nos darás tu bendición…Amen.


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AMIGAS IHe vivido diferentes etapas de mi país y en los últimos cincuenta años he visto invertirse algunos valores, otros desmejorarse y nacer nuevos; pero la familia se mantuvo respetuosa  de algunas intimidades que, especialmente para los niños y adolescentes no sólo son malos ejemplos, sino aberrantes, porque ensucian la mente, golpean el alma y lo más hermoso del ser humano… el amor.

Me refiero a los actos  protagonizados el pasado Sábado en un Yate, en la playa “Los Juanes” en Morrocoy, por un hombre y una mujer completamente desnudos simulando posiciones y movimientos sexuales, sin pudor de ninguna índole, frente a la multitud de turistas que disfrutaban de la playa, donde habían familias enteras, niños, jóvenes y adolescentes, señoras  y señores de la tercera edad; lo cual, dados los nuevos equipos digitalizados fue divulgado a los cuatro vientos. Como debe ser, las autoridades se pusieron tras la pista de los dos desvergonzados, quienes deberán enfrentar la Justicia.

Ahora bien, mi pregunta ¿Qué nos está sucediendo?, se refiere al hecho de que las personas que presenciaron tales actos públicos, inmorales y desvergonzados no protestaron o de alguna manera manifestaron su desagrado, sino que por el contrario, todos parecían emocionados, como si no existiera conciencia de lo inmoral y las consecuencias para la mente de los niños que tales eventos pueden conllevar,   y la falta de respeto al público en general, de tales actos delictuales.

Es que quienes tenemos descendencia, especialmente niñas, siempre hemos cuidado de inculcarles el pudor, la decencia, la discreción y el respeto por el sexo, porque  es fundamental en la pareja, que es la base de la familia,  y esta la piedra angular de la sociedad.

El sexo es lo más hermoso, tierno y solidario que materializará el amor de la pareja y que mediante la descendencia mantendrá ese amor de dos que se aman más allá de sus propias vidas. ¿Cómo entonces puede aceptarse tales espectáculos sin la protesta colectiva? ¿Qué pasó con nuestra formación y nuestros valores? ¿Qué pasó con nuestro papel de padres y ductores de nuestros hijos? ¿Será que se nos olvidó que como padres  los trajimos a este mundo sin permiso y el compromiso es diseñarles una vida sana y buena? Pues yo me niego a aceptar esta locura y desde aquí elevo mi más airada protesta y confío que la administración de justicia hará su parte, para evitar que se repitan estas barbaridades.

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Un abrazo se parece a una lágrima, puede ser de dolor o de amor, comprensión, alegría y solidaridad. Hoy, con los mineros de Atacama en Chile, nuevamente humedecieron mi espíritu las lágrimas de alegría, de madres confundidas con el abrazo de hijos, madres, padres, esposas, hermanos, amigos y… un Presidente realmente humano.

Millones de personas en toda América, Europa, Africa, Asia y Oceanía, fuimos profundamente conmovidos y, de alguna manera, nos sentimos uno con los mineros rescatados del fondo de la tierra. El mundo retomó la sensibilidad humana universal perdida, desterrando fronteras y barreras ideológicas, para dar paso al amor, la solidaridad y la ayuda efectiva; de tal forma presenciamos una historia sorprendente, donde se impuso la vida sobre la muerte, la felicidad y la alegría sobre el dolor y la tristeza.

La sociedad organizada demostró su poder cuando actúa sin temor; con fe, unión, decisión y contundencia frente a sus Gobernantes, independiente de cual fuere el sistema que los rige.

En el campamento La Esperanza las mujeres dieron el ejemplo: permanecieron veinticuatro horas diarias, en las peores condiciones de salubridad, alimentación y climáticas para gritar: aquí nos quedamos hasta que se rescate a nuestros familiares, y el Gobierno se vio impelido a actuar y… lo hizo eficientemente.

El Presidente Piñera, dejando de lado la parte ideológica, unió al País y al mundo para pedir ayuda –que recibió sobradamente. Con su Ministro de Minas  estuvo allí permanentemente con su esposa. De él escuché el saludo y consejo apropiado para  un hombre que resucita: “…bienvenido a la vida, a disfrutarla intensamente.” Este ejemplo  debería ser seguido por otros mandatarios.

Esa admonición presidencial ha sido mi norte y lo he escrito cientos de veces: Disfrutar la vida intensamente, como única posibilidad para ser y hacer felices a los demás.

Demos gracias a Dios por el resultado, pero aprendamos de ello el aprovechar cada instante para amar intensamente, manifestarlo y probarlo con hechos; porque además de ser maravilloso dar amor y ternura, no sabemos hasta cuándo podremos hacerlo, y si lo desperdiciamos, no hay segunda oortunidad.

Así como acariciamos una flor, disfrutamos un perfume u oímos una bella música, tenemos que sentirnos y vivirnos con deleite; no importa si el sentimiento es familiar, amistoso o pasional, lo importante es sentirlo, manifestarlo y actuar en consecuencia; con la seguridad de que los milagros existen y este rescate es la mejor prueba de ello.

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Sin ánimo de entrar en especulaciones filosóficas de alto vuelo, sino centrando el tema en el mundo de lo cotidiano,  en el que los humanos podemos encontrar o perder la oportunidad de vivir una vida feliz, toma especial relevancia la pregunta del título de esta entrega.

Respecto de ese tema que ha ocupado al hombre desde que tuvo conciencia de su racionalidad, como es la posibilidad de ser feliz, por mi  experiencia, considero que lo importante es sentirse feliz, como presupuesto indispensable para lograr la felicidad.

En la mayoría de las circunstancias que envuelven nuestra vida, es la actitud frente a  ellas lo determinante en cuanto a su su nivel de afectación. Quiero decir que, no son las situaciones en si mismas, por su propia naturaleza,  las que nos harán sentirnos felices o infelices, sino cómo personalmente las percibimos, recibimos, asumimos y procesamos.

De nada sirve que se disponga de compañía, fama, bienes, poder, o riqueza de cualquier género, si no se dispone de la capacidad o la decisión para asumir tales dones como especialmente beneficiosos, al punto de sentir que  nos hacen felices. Por ejemplo, no sirve de nada tener una pareja, hijos, hogar o trabajo, si no sentimos que nos hacen felices; porque cada uno de estos elementos, por si solos o en conjunto, no tienen la capacidad de producirnos felicidad. Siempre dependerá de que nos sintamos felices.

Una esposa podrá dar amor, compañía, ternura, sexo, solidaridad e hijos,  pero nada de eso obligatoriamente tiene que hacer la felicidad de un hombre. De hecho, diariamente miles de personas renuncian a esas bendiciones en busca de una felicidad que consideran no estàn viviendo, lo cual prueba mi aseveración.

Riqueza, una bella y cómoda casa, confortables muebles, un lujoso auto y remunerativo empleo, no aseguran la felicidad, porque si eso fuera así las personas muy ricas serían más felices que las que no lo son;  basta con asistir a los balnearios, parques o sitios de diversión los fines de semana, para observar las recepcionistas, secretarias o empleados de la limpieza de las grandes corporaciones, disfrutando con su familia despreocupados y felices, mientras los potentados  y propietarios no pueden darse el lujo de regalarse esas horas con sus hijos y esposa, por la permanente preocupación y compromisos, necesarios para mantener  y aumentar su riqueza.

Es que la felicidad, como el amor, la solidaridad, la libertad y los demás valores trascendentes, son intangibles; no son susceptibles de ser adquiridos y almacenados para prever los malos tiempos; no pueden venderse ni comprarse, sino que sólo pueden sentirse, pero únicamente mientras se mantenga esa especial actitud de apreciación personal e individual; por eso es que no son permanentes y deben vivirse… intensamente.

No basta con decir: soy muy feliz, hace falta sentirlo, porque si se siente, se vive, se disfruta. De alguna manera es desarrollar la aptitud de tener la actitud de ser felices.

En verdad la riqueza es deseable, y bien utilizada es muy beneficiosa, pero lsólo puede darnos comodidad, porque hasta ahí llega su valor real. Siendo que lo importante es cómo nos sentimos, cuando disponemos de riqueza lo máximo que podemos experimentar es la sensación de  poseerla, lo cual es bien diferente a sentirnos felices. Salomón, de quien se dice que disfrutó de las mayores riquezas y privilegios de su tiempo, al final de su desgraciada vida, convencido de estas verdades, con gran tristeza plasmó esta realidad, escribiendo: «Es mejor la comida de legumbres con amor que el becerro cebado con odio.»

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