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Archive for the ‘CIUDADANOS’ Category

EL AMOR VS. EL ODIO

ODIO Y AMOR

Hoy, releyendo la vida y pensamientos de ese, por mí admirado  y especial ciudadano del mundo, Nelson Rolihlahla Mandela, recordado por todos como “Madiba”, encontré  uno de sus pensamientos más conocidos respecto del odio y el amor, que produce en quien lo lee una reflexión pocas veces comentada, y es que, en su mayor contexto, tanto el odio como el amor son factores o elementos culturales; más allá de la parte instintiva originaria de los sentimientos que ampararon y/o preservaron la continuación de la especie, el apego o sentido de pertenencia grupal y la expectativa de combatir e incluso agredir,  en su legítima defensa. El pensamiento de Madiba a que haré referencia, expresa: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, de su origen o religión. La gente tiene que aprender a odiar;  y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario.”

Aunque Madiba no se refirió expresamente al aspecto ideológico o político, dada la circunstancia actual de incertidumbre sobre el futuro inmediato de nuestro País, me parece oportuno y casi obligatorio, adicionarlo dentro de ese pensamiento sobre la actitud de odiar o amar de los seres humanos. Es que la vida me ha enseñado que nuestra existencia es sinérgica, como lo es la del planeta sobre el cual vivimos, ya que nunca permanece estático en el mismo sitio, sino que permanentemente rota y se traslada en su órbita alrededor del Sol. Asimismo, los países, incluido el nuestro, mantienen un movimiento de altos y bajos, algunos de manera cíclica, que debemos considerar seriamente, al menos quienes hemos decidido de forma definitiva, permanecer en él,  independiente   de su situación en tiempo, período o momento determinado.

Sobre lo antes expuesto, por mi propia experiencia como ciudadano de este País, que he vivido con absoluta conciencia los avatares venezolanos en estos últimos sesenta y cinco años, pienso que aunque no debemos abstraernos o  insensibilizarnos de la actual situación que nos aqueja, sí que es esencial recordar y/o revisar la historia de los últimos cien años de nuestra vida republicana, para concientizarnos de que, en ese período, hemos vivido situaciones muy difíciles, pero que siempre las hemos superado con nuestro empeño, trabajo, confianza en un futuro mejor y amor por Venezuela; especialmente, actuando como hermanos y no como enemigos, precisamente bajo el principio que expresamente como lo enunciara Madiba: El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario.”, que traído a nuestra situación, es como decir que ES MAS FACIL AMAR QUE ODIAR, fundamentalmente cuando se trata de nuestros conciudadanos.

Esta amada tierra, que es indescriptible por su belleza; invaluable por la riqueza de sus recursos naturales de todo género; e insustituible por esa forma existencial tan amena y adaptable a cualquier circunstancia de los venezolanos, no merece que -al menos quienes aquí fuimos niños, adolescentes y adultos felices- con todas las oportunidades de ser y hacer lo que nos pareciere conveniente, porque siempre dependió nuestro futuro de la confianza en nosotros mismos y la seguridad de que si no existía la oportunidad nosotros la crearíamos hasta llegar a la meta deseada, olvidemos todo lo que hemos recibido y le debemos a Venezuela –que es nuestra madre- en ese espacio de tiempo de nuestra vida, y ahora que está enferma la dejemos sola. ¿Es que, acaso cuando la madre está convaleciente los hijos la abandonan a su suerte? No, de ninguna manera; más allá del nivel o gravedad del mal que sufra, nos corresponde por obligación acompañarla, cuidarla, confiar y hacer todo lo que esté a nuestro alcance, para que sane, como sucedió en anteriores ocasiones, cuando también tuvo graves problemas.

Como quiera que siempre me he considerado un hombre universal, que sería como decir que estimo al mundo como  mi patria grande, no quiero que se interpreten mis palabras, como alguna calificación negativa o coacción sicológica orientada a quienes, dentro del libre albedrío que les dio Dios y el derecho que les concede nuestra Carta  Magna, se van fuera del País en busca de lo que pudieren considerar un futuro mejor para ellos y/o una manera de lograr recursos, de los que aquí carecen, con los cuales ayudar a sus familiares que con dolor dejan aquí. Lo que sucede es que yo conozco bastantes países de otros Continentes y el nuestro,  y he vivido en tres de ellos; donde, como aquí,  he visto personas llegadas de otros países que por sus valores, actitud personal positiva, entusiasmo y duro trabajo, lograron mejorar su vida integralmente. Pero, asimismo, conocí muchos que por no disponer de esos atributos personales, vivían una situación no deseable, con el agravante del mote de “emigrantes”, que por sí mismo les hacía las cosas más difíciles, sin permitirles olvidar su condición de extranjeros que, como comentara alguien que no recuerdo, “…es muy diferente vivir como extranjero turista,  que como extranjero emigrante.”

No obstante el contenido global de los temas ya tratados, la reflexión que me propongo,  es la de hacer notar que es más fácil y beneficioso amar que odiar, como lo sentenciara Madiba; por lo cual, en este tiempo tan duro y a criterio de algunos,  inédito en Venezuela, tenemos que echar mano no sólo del amor y no del odio,  sino también de la solidaridad, sensibilidad, patriotismo, armonía, generosidad, caridad, y si se quiere, del perdón; porque somos y seguiremos siendo millones de compatriotas que convivimos y conviviremos aquí en  nuestro terruño, con diferentes formas de pensar, de ver la vida y las cosas, pero donde no debemos dejar prevalecer el odio a quienes no piensen igual a nosotros o actúen de una manera con la cual  no estemos de acuerdo; porque independiente de la convivencia necesaria, somos Cristianos, lo que es equivalente a decir que, las bases o pilares sobre los cuales  se cimenta nuestra actuación vivencial, lo son el amor y el perdón, condiciones fundamentales, que a mi manera de ver la vida, son esenciales para lograr el valor más importante en la estabilidad de una sociedad organizada: LA ARMONÍA COLECTIVA.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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ROL DE PADRES

Como todos los padres, tuve un Padre que, luego que regresó a su hogar original, en  cualquiera de las noches claras cuando observo  el firmamento, se que detrás de una oreja de la luna y  en forma de estrella, me guiña un ojo diciéndome… “Que Dios te bendiga hijo.” En mi caso,  y respecto de mi descendencia, he sido bendecido por Dios, porque a mis setenta y siete años soy  padre de cinco hijos, quienes a su vez tienen trece  hijos e inclusive, ya me dieron un bisnieto. Ser un padre para mi ha sido una bellísima aventura,  porque tanto mis hijos como sus hijos permanentemente me manifiestan amor y yo los amo… mucho;  quizás porque siempre -desde muy nños- he respetado su libre albedrío; tengo buen humor, no soy anecdótico, no aconsejo sino que emito criterio, ni pongo cara de intelectual cuando hablo con ellos,  he logrado generar su confianza, por lo cual extrañamente, soy para algunos de ellos su confidente y a veces… su cómplice.

Aunque todos viven muy bien, no me importa para nada su posición económica, si son poderosos, muy inteligentes o famosos; porque les enseñé y ellos aprendieron, que lo más importante es la felicidad,  que no la genera ninguno de los factores enumerados, sino que es producto de cómo nos sentimos en lo interior. Así como que, respecto de su formación académica, solo les enseñé que prefería a que no estudiaran para ser genios, sino que fueran geniales.  Quizás por eso cada uno ha desarrollado libremente su personalidad, siendo diferentes pero… felices. Creo que el papel de los padres, más allá de suministrar apropiada y diligentemente sus necesidades vitales e independiente de la edad de sus hijos, es tratar en todo momento de comprenderlos y orientarlos, respetando siempre su individualidad y tomando muy en consideración el tiempo y el espacio en que crecen; que al menos en estos tiempos, es bien diferente al nuestro, y que razonablemente como consecuencia, también son diferente algunos de sus valores. Por tanto, no son ellos quienes tienen el deber de entendernos, sino nosotros quienes estamos obligados a comprenderlos a ellos; porque, en primer lugar no les pedimos permiso para traerlos al mundo y en segundo lugar,  porque hemos vivido muchos años y hemos experimentado situaciones que ellos no conocen y que pudiera ser que nunca lleguen a conocer, pero que de alguna forma el conocer algunas de ellas, pudiera en algo beneficiarlos en la actualidad o en el futuro.

Como quiera que la mayoría de mis hijos  viven en otros Países, los visitamos por lo menos dos veces al año y en esa temporada, que no excede más allá de quince días o un mes con cada uno y sus familias, renovamos nuestros lazos de amor y solidaridad familiar, que venturosamente, siempre ha sido muy agradable, porque seguimos compartiendo los mismos valores y principios fundamentales sobre la vida y las cosas. En esas oportunidades, cuando platico con alguno de mis nietos, independiente de su género, lo primero que hago es apagar el celular o hacer a un lado mi lap top –porque odio que estos instrumentos técnicos de hoy en muchos casos hayan sustituido el calor de la voz natural, el estrechar la mano o el abrazo fraterno- y  trato de utilizar el milagroso lenguaje del amor, que es mágico y especial para  compartir,  para situarme mentalmente en su tiempo y un poco  recordando mi curiosidad cuando tuve su edad, cual es la única manera de ubicarme a su nivel. De ellos he aprendido que debo mantener mi niño vivo, para poder  caminar y departir en su mundo, sin sentirme muy viejo, demasiado anticuado, ni demasiado… extraño.

Más allá de cualquier convicción religiosa, no dudo que si luego de partir de este mundo, volviera a estar por estos lares, como estoy seguro que sería yo quien decidiría mi meta, igual como lo he hecho en esta oportunidad, sin pensarlo dos veces volvería a ser esposo y padre. En el primer caso, porque no me canso de agradecer a Dios que me haya obsequiado la mejor compañera de viaje largo, que durante  nuestros cuarenta y ocho años de matrimonio ha sido mi amada Nancy; y en el segundo caso, porque como lo he dicho antes, el ser padre para mí ha sido simplemente UNA HERMOSA AVENTURA que  disfruto y disfrutaré intensamente, cada día de mi vida.

Por cierto, quiero aclarar que no estoy en contra del desarrollo tecnológico, porque  yo me beneficio de él, ya que  gracias a los nuevos dispositivos, es que puedo oír y ver todos los días y cada vez que lo desee a estos mis hijos que no están físicamente a mi lado. Pero si debo advertir que, en muchos casos, hombres y mujeres, padres o no, descuidan la atención personal constante u ocasional a sus seres queridos, dándole poca importancia a sus llamados o necesidades inmediatas de comunicación, por atender los benditos celulares, ya sea para recibir llamadas o contestarlas; cuales  nunca tendrán la importancia que tiene la atención a un hijo o un cónyuge, o la intimidad de la atención inmediata que nunca podrán ser sustituidas por un elemento mecánico,  por muy adelantado que lo fuere.

Finalmente, debo recordar a los padres que desde que nacen hasta que mueren nuestros hijos deberían ser nuestra prioridad, ya que independiente de su edad, ellos siempre esperan de nosotros esa mano amiga o esa palabra orientadora de quien, como lo he escrito antes, los trajo al mundo sin su permiso, pero con el compromiso de solidaridad, respeto y consideración… por siempre.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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NO AL MIEDO

 mujer asustada

No podemos permitir vivir en el mundo del miedo, porque si lo hacemos ya no viviremos, sino que sobreviviremos y no fue para eso que vinimos a este mundo. Miedo al desamor, miedo a las enfermedades, miedo a la inseguridad de todo género, miedo a los terroristas, miedo a una nueva guerra nuclear; todo lo cual nos imposibilita de salir a la calle, visitar los amigos, visitar la familia, acostarnos a la hora que nos plazca; temer cuando alguien estornuda, evitar que alguien nos bese, que nos abrace, que nos den la mano.

Tememos al taxista porque nos puede asaltar, a la señora embarazada que solicita ayuda porque creemos que es un señuelo, a un accidentado en la carretera por el mismo motivo; si en la noche vemos un auto que nos sigue aceleramos, doblamos la esquina  y desaparecemos; tememos a las motos que llevan un parrillero, sin considerar que  para ese fin, precisamente, fue que se  le adicionó la parrilla; tememos si en la noche vemos una patrulla, cuando por lo contrario nos corresponde sentirnos seguros, porque debemos suponer que su deber e intención es protegernos;   y… pare usted de contar.

Ahora bien… ¿Es posible que permitamos que la cuasi paranoia nos lleve a este nivel de vida tan precario?

¿Qué pasó con nuestra fe en Dios, nuestra confianza en sí mismos y nuestra autoestima?

¿Qué sucedió con nuestra seguridad en que hay más gente buena que mala en el mundo, por lo cual aun subsiste,  y que el venezolano es buena gente, solidario y generoso?

¿Se nos olvidó que nuestros mayores nos enseñaron que la policía, los bomberos, los socorristas son los principales amigos y que  el mejor hermano es el vecino más cercano?

Bedito sea Dios… ¿Cómo llegamos a esto teniendo el país más bello del mundo; con la mejor gente, con hermosos paisajes, los mejores climas,  hermosas llanuras, indescriptibles esteros, gigantescos mèdanos y espectaculares ríos; con la Flora más bella y la Fauna más variada del planeta?

Que existen problemas políticos, económicos, sociales y de inseguridad, pues ya lo creo; somos una nación de más de 30 millones de habitantes, con personas de diferente ideología, forma de pensar sobre la vida y las cosas, que dicen y actúan como lo sientenm porque somos esencialmente democráticos. Pero miremos hacia atrás, todo lo que hemos superado desde 1909. Hemos vivido dictaduras, democracias con muy buenas intenciones pero que no llenaron completamente las aspiraciones sociales; un experimento socialista que no termina de cuajar y todo lo hemos enfrentado con coraje, haciendo lo mejor que podemos nuestra actividad generadora de progreso, como ese aporte indispensable al desarrollo del país y… aquí estamos;  cada quien en lo suyo, con sus diferencias y desacuerdos, pero tratando de mantenernos en paz y armonía, y la realidad es que, quizás no de forma excelente, pero lo hemos logrado.

Entonces no hay razón para tener tanto miedo; simplemente, consideremos la situación actual problemática, que por cierto no es solo en Venezuela sino en el mundo; basta observar el Medio Oriente, Korea  y Europa, donde la situación sì que es muy grave y de muy difícil solución. Por lo tanto, tenemos que tranquilizarnos un poco, tomemos las previsiones necesarias y actuemos con cuidado, atención y respeto por los demás. Especialmente debemos ser sensibles y solidarios con nuestros semejantes, sin olvidar que seguimos teniendo familia, amigos, vecinos, servidores públicos honestos porque los corruptos no son el común; consideremos que seguimos siendo una comunidad, una sociedad pacífica, consciente de sus derechos y sus deberes… pero pacífica.

No debemos olvidar que continuamos siendo una gran familia: la familia venezolana, integrada por quienes aquí nacieron y quienes vinieron de otras tierras a incorporarse con nosotros a desarrollar este país. Y como quiera que tengo más de seis décadas viviendo aquí con pleno uso de razón política y económica, no puedo permitir que el miedo me dañe los años de vida que me quedan o me limite a seguir siendo útil, por los riesgos que pueda correr; por eso me siento obligado a gritar a los cuatro vientos a mis queridos hermanos venezolanos: el miedo es malo porque distorsiona la realidad, disminuye la fe, nos hace sentirnos indefensos, desmejorados, disminuidos. Y es por eso que debemos decirle al miedo, en cualquier situación o circunstancia:  NO, NO  y NO.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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¿Y AHORA QUE HACEMOS?

Bandera-de-Venezuela

Alguien, muy preocupado, luego de la reciente decisión de los Entes del Estado Venezolano  de suspender el Referéndum Revocatorio Presidencial, comentaba y ahora… ¿Qué hacemos? En verdad, aunque es una situación muy grave a nivel nacional, porque responde a interpretaciones muy personales e interesadas de la letra de nuestra Constitución Nacional, lo cual sin duda nos afecta a todos, aunque debería ser una respuesta colectiva, es muy difícil que se de en un país dividido, ya  no son dos partes, sino varias; ya que, por una parte, el partido de Gobierno tiene algunas facciones internas que luchan duramente por acumular la mayor cantidad de poder posible, pero por la otra encontramos una mayoría de ciudadanos activados para oponerse a tal trascendental decisión; pero también un número significativo prefiere “mirar los toros desde la barrera” hasta ver el resultado final. En tal situación, una persona como yo, esencialmente de pensamiento democrático, con conocimiento jurídico que me permite diferenciar la legalidad de la legitimidad y con suficientes años batallando dentro y fuera de la política del país por una Venezuela mejor, se me hace difícil una respuesta contundente y/o definitiva, por cuanto si nos desviamos del camino apropiado para reclamar lo que en justicia nos pertenece, podríamos entrar en un estado caótico, donde la anarquía nos podría llevar a escenarios bastante más peligrosos de los que a primera vista uno se pudiera imaginar. Creo que hoy más que nunca debemos propiciar la unión de todos los venezolanos, en busca de una solución beneficiosa, más allá de nuestros intereses personales, porque nos estamos jugando nada más ni nada menos que la paz nacional.

     La situación política que estamos viviendo es absolutamente atípica en nuestro sistema político, por lo cual, pudiera ser que tampoco sea típica la solución a implementar. Pienso que todos los venezolanos, sin distinción de ningún género personal, debemos meditar bien qué es lo que vamos a hacer. Sin duda, para la tranquilidad ciudadana lo ideal es la unión de todos, para lograr un consenso que nos permita retomar el camino de una democracia donde quepamos todos; porque al fin y al cabo somos hermanos venezolanos, independiente de cual fuere nuestra ideología política,  posición social o de poder. ¿Qué esto sea fácil? No lo creo… pero sí POSIBLE.  Si todos convergemos en que  lo más importante es el mantenimiento de las Instituciones que conforman el Poder Público, manteniendo su independencia más allá de los intereses partidistas, pensando en las consecuencias para la Nación, no tengo duda que hasta el último minuto, tenemos la posibilidad de lograr un acuerdo que traiga el sosiego y la paz a los venezolanos, en este momento en absoluta incertidumbre.

     Todos somos responsables por acción u omisión de lo que está sucediendo; y por tanto,  nos corresponde actuar –desde nuestra esfera personal- en pro de un arreglo consensuado, que nos permita retomar el camino que proporcione felicidad a nuestro País, so pena de entrar en un conflicto de imprevisibles resultados. Nadie puede hacerse a un lado a esperar a ver lo que suceda, sino que todos estamos obligados a participar… no hay tiempo que perder en búsqueda de la solución, pueden ser días u horas para que, si no actuamos debida y oportunamente,  tengamos que lamentarlo.

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adversidad

 

El mundo desde sus inicios ha estado marcado por explosiones, catástrofes y cataclismos hasta que, en su última era ha disminuido su actividad telúrica. El hombre, por su naturaleza gregaria, en sus comunidades igualmente ha estado en permanente sinergia, y en ese deambular buscando mejores condiciones de vida ha creado doctrinas, sistemas y organizaciones de todo género, en busca de paz, felicidad personal y  colectiva. Por tanto, no debe extrañarnos que en esa búsqueda, absolutamente legítima, desde el punto de vista de su ética natural se equivoque, tropiece, se golpee duramente, se sacuda el polvo del camino, seque sus lágrimas y siga adelante por encima de toda adversidad, pero aprendiendo de sus errores.

Hoy, no solamente nuestro país, sino el mundo entero está, de tal manera convulsionado que nuestra vulnerabilidad física  y espiritual pareciera hacerse mayor. Es por lo cual, hoy más que nunca, requerimos, como dijera el General López Contreras “…calma y cordura.” Especialmente para quienes tenemos más de 50 años, todo parece muy extraño… casi incomprensible,  pero debemos recordar que estamos en un nuevo tiempo, cuando algunos valores han cambiado, se han distorsionado o las prioridades son diferentes a las de nuestro tiempo.

Sin embargo, si queremos vivir integralmente, como es lo deseado, no podemos olvidar la única oración que hizo Jesús: el padre nuestro, donde por cierto, sólo pide “…el pan de cada día…” y no el de un mes o un año. Porque, si consideramos como letales e insoportables todas nuestras carencias, sin duda en esa preocupación sin ningún beneficio,  se nos irá el valioso  e irrecuperable HOY, que sí es real, está aquí y debemos aprovecharlo intensamente. Esto no quiere decir que nos vamos a dormir en los laureles, paralizarnos o que no vamos a hacer nada para buscar soluciones; todo lo contrario, nos corresponde meterle el hombro al asunto como lo exige la circunstancia: con todos los hierros. Pero, sin olvidar que todo tiene su tiempo y que todo tiempo tiene sus males y sus soluciones. Por eso es que, si todos hacemos bien lo que nos corresponde, si somos positivos, tenemos fe, confianza y esperanza, simplemente estamos haciendo lo único que podemos hacer,  y no creo que las preocupaciones aporten ninguna solución a los problemas que nos afectan, que en la mayoría de los casos, en vez de problemas son “asuntos por resolver”, cuales sin duda… resolveremos.

Desde los 11 años (1952), tengo pleno uso de razón política, por lo que, desde entonces he visto a mi país vivir graves problemas de diferente género; en todos, algunos se desesperaron y desesperanzaron, haciendo su vida miserable;  pero otros mantuvimos la cordura y la esperanza, siendo que, en toda ocasión,  el país superó sus problemas y seguimos adelante. Eso no debemos olvidarlo, porque el mayor recurso que tiene Venezuela somos nosotros, los venezolanos; pues aquí estamos y aquí seguiremos dando lo mejor,  por un país  que merece un futuro de paz y felicidad, que nadie, bajo ninguna circunstancia, podrá arrebatarnos.

 

 

 

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simon bolivar LSer un venezolano hoy no es sólo un gentilicio cualquiera, porque en la situación que se encuentra Venezuela, ser venezolano significa entender que Venezuela es la madre que se encuentra muy enferma. Esta es una certeza que con sinceridad pero con valor, debemos aceptar los hijos de este país, si es que de verdad queremos merecer ese título honorable de ser venezolanos.

Es que cuando la madre está enferma, independiente de su gravedad, el hijo accede a ella con su mayor energía, disposición y solidaridad para prestar la ayuda necesaria a quien le dio la vida. Pero, si como en la actualidad nuestra madre Venezuela está grave, sus hijos buenos, que somos la mayoría, tenemos que dejar todo lo que estamos haciendo para dedicar con prioridad nuestro mayor dedicación, amor, comprensión y valor para concretar todo lo que haya que hacer, para contribuir a su mejoría. En la idea de lograr su sanación, no importa los obstáculos, donde ni como se presenten; porque lo más importante es la salud de la madre. quien requiere de la voluntad y buena conducta de todos y cada uno de sus hijos.

No es momento de recordar malos momentos o cobrarnos cuentas entre unos y otros, sino de sentarnos a conversar como hermanos, sobre lo que podemos aportar cada uno para mejorar las condiciones de salud de nuestra progenitora. Considero trascendente recordar que Venezuela siempre será madre, tanto para nosotros como para las nuevas generaciones que nos continuarán, por lo cual, nosotros responderemos en la historia y ante ellos, por la diligencia o negligencia con que actuemos en esta oportunidad, cuyo resultado devendría su mejoría o agravamiento.

Como en mi caso personal, Venezuela nos ha dado gratis todo: vida, educación, trabajo y fortuna -considerando esta última como lo que requerimos diariamente para vivir. Así, confieso que no pagué ni un Bolívar para estudiar primaria, bachillerato o mi grado de Abogado. Si algo gasté en mi formación académica, lo fue en mi Especialidad y luego en mi Maestría, porque quise realizarlos en una Universidad privada y algunos cursos que hice en el Exterior. Entonces, luego de esta confesión…¿Cómo no sacrificar lo que sea necesario por esta buena madre? Yo estoy dispuesto y de hecho lo estoy haciendo: perdono y acepto mis posibles errores, así como los de mis demás conciudadanos, gobernantes o administrados; por lo cual aporto mi granito de arena para oír con respeto a quienes piensan diferente a mí; abro la mano y el corazón con afecto, para cualquier acción o actitud que ayude a Venezuela a reconquistar su paz y seguridad social, económica y jurídica; precisamente porque quiero con merecimiento llamarme VENEZOLANO.

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BANDERA DE VENEZULA IIIHoy, cuando la oposición venezolana recibió el apoyo –no únicamente  partidario sino de una mayoría significativa del pueblo descontenta, especialmente con el modelo económico actual- la pregunta es: ¿A DONDE VAMOS?  Pues bien, no es una respuesta que pueda satisfacer individualmente,  ni la nueva Asamblea Nacional ni el Gobierno del Presidente Maduro; porque el destino nacional dependerá de la actuación consensuada de estos dos actores, ya que las dos partes encarnan  una representación proporcional, pero legítima y total del  80% o más del pueblo venezolano, representado por el PSUV que apoya al Gobierno y la MUD que personifica una parte fundamental de los venezolanos –que más allá de su orientación partidista- descontentos con la gestión gubernamental votaron por un cambio en el  modelo de Gobierno actual. Dicho de otra manera, llegó el momento de que, si queremos una Venezuela próspera y buena para la vida, no tenemos otra opción que la de reencontrarnos, reconocernos como venezolanos por delante de cualquier interés y sentarnos a remendar los entuertos que las disquisiciones, incomprensiones, retaliaciones, actos indebidos, ilegales e inmorales, fundamentados en la impunidad rampante, han hecho de nuestro país el más peligroso para la seguridad personal, jurídica y social, así como el último en el interés de los posibles  inversionistas nacionales y extranjeros.

¿Cómo llegamos a esto y quienes son los culpables? En este tramo del camino, aunque tiene relevancia, no es lo fundamental. Lo realmente importante es enderezar el barco, porque aún no ha zozobrado; todavía estamos a tiempo de enderezar el rumbo hacia una sociedad inclusiva y de oportunidades, donde tanto los opositores  así como los miembros del PSUV en el Gobierno se sientan parte activa y protegida del país, conforme a su actuación, dedicación y cumplimiento de los deberes  que, en función del bien y la paz social, les corresponda y de esta manera evitar el peor mal inmediato: LA INGOBERNABILIDAD. No es hora de cobrar cuentas personales ni revanchas políticas que únicamente empeorarían la situación, sino todo lo contrario, es hora de reconciliación, perdón que no impunidad; de diálogo sincero y descarnado. Nos estamos jugando el País, ese que estamos obligados a reconstruir para nuestros descendientes, porque si los trajimos sin su permiso a este mundo, estamos obligados a proporcionarles los elementos que les permitan un futuro democrático, única forma de ejercer sus derechos con libertad  personal y de oportunidades, para poder cumplir cabalmente con los deberes que le impone la sociedad: no es una concesión sino un compromiso de todos los venezolanos. Manos a la obra.

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DEBEMOS RECUPERAR EL ARRAIGO PERDIDO

BANDERA DE VENEZULA III

Por solicitud de algunos lectores, vuelvo a referirme al Sentido de Pertenencia, hoy tan menguado en nuestro País. Debemos aceptar que el mundo está afectado en sus valores éticos y principios fundamentales, base sobre la cual  construimos la sociedad contemporánea. Hemos  perdido mucho de nuestra unidad, y eso nos hace como individuos moralmente débiles, y como grupo social… vulnerables. Desarrollamos países y comunidades, pero como  individuos hemos ido distanciándonos y perdiendo esa unión que nos hacía mejores padres, respetuosos hijos, amorosos esposos, solidarios vecinos, y… buenos ciudadanos.

 El bombardeo constante de propensión al consumismo, vanidad desbordada, violencia, indiferencia afectiva y… sexo grotesco, han producido sus resultados: pragmatismo, cortoplacismo, irresponsabilidad, indiferencia afectiva y religiosa; pero también  han disminuido nuestra firmeza y sembrado en nuestras almas profundos vacíos vivenciales, difíciles de superar. Paulatinamente hemos perdido el sentido de pertenencia, típico de los seres racionales civilizados y como consecuencia, las personas se notan  afectadas en su identidad, cual por su condición gregaria el individuo define y fortalece con la interacción del grupo familiar, laboral, estudiantil  y en la  comunidad donde hace su vida cotidiana. Ese arraigo a nuestro hábitat conformado por las personas, cosas, grupos, organizaciones o Instituciones, que contribuye a alejar o atenuar la soledad que hoy afecta a los grandes conglomerados humanos, promoviendo insensibilidad, egoísmo, desconfianza, y un sentimiento progresivo  de inseguridad y… desamparo, es inocultable.

El  priorizar el logro de cosas materiales frente al amor y la sensibilidad humana, al crecimiento espiritual y el compartir las muchas bendiciones recibidas de Dios, violenta el sentido de pertenencia al lugar que nos vio nacer, al  hogar, al sitio de trabajo, a la escuela o universidad donde nos formamos, al grupo de amigos  y a la comunidad en general, aislándonos de lo que nos generaba ese importante elemento vivencial, que nos producía seguridad y nos hacía sentirnos como parte de algo… importante. Por tanto, quienes aspiramos a una vida feliz tenemos que luchar por  conservar nuestro sentido de pertenencia al País, con una vida honrada, solidaria y productiva; a la familia, haciéndola más unida, comunicativa y participativa, sobre la base del amor,  consideración, aceptación  y respeto. Por  todo lo expuesto, aún estamos a tiempo  de hacernos una reingeniería interna personal para recuperar lo perdido; y esa importante labor, por cuanto está en juego nuestra felicidad individual y colectiva,  no podemos dejarla para después: tenemos que iniciarla de inmediato.

 

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UNA ORACION POR VENEZUELA

Bendito seas Hacedor del Universo, energía suprema, omnipotente, omnipresente y eterna, que hiciste este pedazo del inmenso mundo para que tus hijos venezolanos lo habitáramos con felicidad; hoy, en esta situación desconcertante y triste en que nos encontramos, desde lo más profundo de mi ser, te pido que nos ayudes a encontrar el camino seguro, cierto y permanente para hacer de nuestro país, ese sitio bueno para la vida que todos, sin excepción de ningún género, estoy convencido que deseamos.

Te pido padre, que nos des suficiente valentía para reconocer nuestras personales y grupales imperfecciones; porque somos tus hijos tratando de ser mejores, pero sin poder descargarnos definitivamente de tanto rencor, resentimiento, incomprensión, rabia, frustración, impotencia y hasta… odio entre nosotros mismos; quizá, porque debido a nuestra impulsiva naturaleza nos hemos olvidado de que, por encima de todo, somos hermanos, y unos y otros … venezolanos.

Sé que en este mismo momento, muchos venezolanos, de diferente condición, educación, situación económica e ideología, como yo, están elevándote una oración por nuestra tranquilidad, sosiego, paz y felicidad. Por eso, yo también te pido que nos ayudes a reconocernos, reencontrarnos y repensarnos como lo que somos: hormigas de la misma cueva, sin cuya colaboración mutua no podremos sobrepasar, con buen pie, todos los retos que nos deparan los tiempos actuales y venideros.

Te pido que nos ayudes a hacernos una reingeniería mental, que nos permitas abrir nuestras almas para entender que es con amor, solidaridad, sensibilidad, generosidad, respeto, confianza y caridad, como lograremos arreglar las diferencias que ahora nos están desuniendo. Danos por favor, lucidez para tomar la acertada decisión de sentarnos a conversar sinceramente, con sentido de patriotismo, de humildad, de reconocimiento a los derechos y valores de cada uno; con sentido de pertenencia a este país, que es nuestro más valioso y único patrimonio, que nos diste con las mayores riquezas y su más importante recurso: los venezolanos.

Porque por más de seis décadas, como tu humilde devoto, siempre me has oído y concedido favores, te pido que nuevamente escuches mi ruego y el de miles de hermanos que hoy hacen el mismo pedimento. Fue eso lo que nos enseñó Jesús, cuando sentenció: “…cuanto dos o más oren en mi nombre, lo que pidan os será dado”. Gracias Padre, porque sé que tú, a los miles que en el mundo oramos por Venezuela, nos has oído y nos darás tu bendición…Amen.


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