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Archive for the ‘CONCRECIÒN’ Category

UN ABOGADO II

 

dama de la justicia

Hoy, aquí en Houston TX., donde estoy cumpliendo compromisos familiares por corto tiempo; donde como en todos los Estados Unidos Norteamericanos, aunque los Abogados ganan mucho dinero, pero casi sin excepciones son considerados unos alabarderos, procede leer y releer los conceptos que sobre nosotros como profesionales, se expone en la obra Arte Forense, cuando se indica: “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado treinta años de vida, que sea en conjunto no literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la infalible memoria de un niño; y tal vez con todo esto formaréis un abogado completo”, siento que aquí se hace una radiografía de lo que debería ser un Letrado, en el verdadero sentido de su esencia profesional.

Quienes escogimos la carrera del Derecho o Abogacía, como se le llama en algunas partes, no importa cuán desprestigiada la hayan convertido algunos pocos rábulas, sigue siendo un verdadero honor, porque requiere como lo dice el texto transcrito, una buena dosis de espiritualidad; una gran amplitud de visión; deseo y constancia en aprender todo lo que se pueda sobre nuestros hermanos humanos y las normas legales que rigen a la sociedad en donde nos desarrollamos; que tenga la valentía de criticarse a sí mismo y entender las identidades propias de las demás personas; que ponga la moral por delante de todo y como balanza de su propia alma para presentir que es bueno, mejor o… peor; que, aunque sea muy joven, por lo menos observe las actitudes y aptitudes de sus mayores, para tomar lo bueno y desechar lo mediocre o malo; que no deje morir su niño interno, para mantener sino la memoria por lo menos la ternura que siempre acompaña a las buenas acciones. Creo, que con todo esto, adicionando la diligencia, el empeño, el trabajo, la confianza en sí mismo y la sencillez, podemos llegar a lo que el maestro Don Luís Ossorio conceptuó lo que debemos ser los abogados: “Arquitectos del Alma de la Gente”.

Las enseñanzas de mi madre en mis primeros diez años de vida del amor al prójimo y a la justicia divina; el observar en mi adolescencia y primera juventud (porque a los 76 años me siento joven) tanta miseria humana y tanto aprovechamiento y abuso de los que más tienen sobre los que de todo carecen, sembraron en mi alma el que algún día podría, de alguna manera, colaborar con la Justicia, para hacer menos injusta la relación humana. Por eso, en mi juventud, cuando no era fácil para un muchacho pobre y sin contactos ingresar a una Universidad venezolana a estudiar Derecho, tuve que esperar mejores tiempos y ya cuarentón logré mi meta: hacerme un Abogado. Desde entonces entendí perfectamente el aspecto filosófico de la carrera y lo extraordinario de ser un Letrado, en una sociedad organizada y dentro de un Estado de Derecho. Ello me permitió ejercer por algunos años en Estrados y luego de algunos estudios de Cuarto Nivel, dedicar una parte de mi tiempo al Asesoramiento Corporativo y otra, la mayor al Asesoramiento Social y voluntario, como lo dijera el Maestro Ossorio, más como arquitecto del alma de la gente que como litigante, por lo cual, como nunca me he sentido viejo y por tanto la nueva tecnología no me es desconocida, edité mi página web http://www.unavidafeliz.com, donde, sin haber nunca dispuesto de gran fortuna -porque esta carrera no es precisamente para hacerse rico- durante más de quince años he prestado ese asesoramiento gratuito y voluntario a un crecido grupo de personas de todo género y en diferentes países, lo cual nunca hubiera podido lograr si no hubiese estudiado Derecho.

Es por lo antes expuesto que debo comentar que me siento muy honrado de ser abogado y tengo un profundo respeto por mis colegas, quienes en su gran mayoría son honestos, éticos e injustamente desprestigiados. Tengo un hijo y una hija abogados, quienes como yo, estudiaron por vocación y con la intención de servir y no de ser servidos, que es como decir, SER UTILES, cual es la mayor condecoración que un ser humano puede alcanzar, especialmente si es como yo Cristiano, porque es “…amar al prójimo como a sí mismo.”, de quienes por cierto estoy muy orgulloso. Esto lo escribo para entusiasmar a aquellos jóvenes que tienen vocación para ser abogados y/o piensan estudiar Derecho; porque es bueno que sepan que esta no es una profesión para hacer millones de dólares, pero sí para vivir dignamente y con grandes satisfacciones, en una vida que es elemental y cuyo fin máximo es ser… felices, lo cual es imposible si no tienes tu conciencia limpia, que te genera un tesoro muy preciado para vivir intensamente la vida: la tranquilidad espiritual.

Todos los días doy gracias a mi Padre Celestial por haberme inspirado a tomar la acertada decisión de ser un Abogado, quizás porque eso coincide con mi forma de ver la vida y las cosas, y por ello para  mí no es importante, el poder, la riqueza ni la fama, porque mi meta está más allá de tales supuestas especiales condiciones, ya que, sólo ambiciono el amor, el respeto y la consideración de las personas que amo, quienes a diferencia de mi persona que no tuve nunca una ayuda, he podido colaborar para lograr sus metas, precisamente por haber podido ejercer con ética y probidad,  una profesión digna: la abogacía.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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Para lograr un resultado óptimo en ese mundo absolutamente intelectual de los sentimientos, que motivan nuestras acciones, no es suficiente presentir o desear, sino que se requiere algo más contundente e inmediato, que nos sensibilice especialmente con respecto a la importancia o conveniencia de lo que realizamos, para lo cual tenemos la necesidad de conectarnos tanto espiritual como físicamente, con el evento o la circunstancia a resolver.

Así, sentimientos como el amor pasional o familiar, se quedarían en el mundo teórico de las románticas o buenas intenciones, si no nos conectáramos íntimamente con el fenómeno físico del mundo práctico donde que se suceden los acontecimientos, haciéndonos parte activa de los asuntos, en una interconexión que concreta las ideas.

Mediante mi conexión con los asuntos que me ocupan, puedo determinar el comportamiento entre lo que yo percibo mentalmente y el mundo de la realidad. Es entonces cuando puedo verificar si lo que pienso de mis relacionados se corresponde con sus realizaciones, lo que ellos piensan de sí mismos e inclusive de mi propia persona.

Al conectarme me abstraigo del origen ideal de los procesos, para percibirlos, sentirlos e integrarlos a mi propia actividad físico-espiritual.

Especialmente en la pareja, donde la buena comunicación es fundamental para la plenitud de la relación, porque permite conocer lo que piensa cada uno y cómo lo reciben individual y conjuntamente, al conectarse en el amor, la pasión, la sexualidad, la ternura, los sueños y las ambiciones, los factores aceptación, consecuencia, ayuda mutua, lealtad y responsabilidad surgen como producto de una posición razonada y consensuada, con vocación de permanencia.

Con respecto a los hijos, el conectarse los padres con sus actividades, viviendo y compartiendo con ellos su pequeño gran mundo de deseos, alegrías, necesidades, pero también de temores, preocupaciones y sueños; la comprensión y capacidad de atención a sus necesidades se hace mucho más efectiva.

En el ejercicio de las profesiones, oficios, actividades laborales, artísticas o deportivas, para ser exitoso no es suficiente el conocimiento teórico o postulados programáticos, sino que se requiere una inmediata y permanente conexión emocional del ser humano con la actividad que realiza, sobre la base de la convicción de su utilidad, necesidad o conveniencia.

La necesidad de conectarse deviene del hecho de que nuestro intelecto recibe instrucciones de nuestro espíritu, que es absolutamente ideal, las cuales debe traducir a un cuerpo físico que funciona en base a motivaciones, que a su vez responden a sus conveniencias. De tal forma que, en todos los casos, la efectividad en nuestras realizaciones va a depender del entusiasmo con que logremos conectarnos al asunto.

De alguna manera, conectarse con las personas es ponerse en su misma situación para entenderlas mejor; y en cuanto a las cosas y circunstancias, es inyectarles entusiasmo a su realización, en función de una existencia que todos los días podemos hacer mejor.

Una comunicación sin conexión personal efectiva, es similar a las ideas geniales pero que nunca llegan a realizarse, porque no aportan nada efectivo ni positivo a nuestra vida.

Próxima Entrega: DAR PARA RECIBIR.

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