Pero ese milagro andante que somos los seres humanos en nuestra integralidad físico-espiritual, dada nuestra permanente y constante dispersión mental, escasamente nos permite concentrarnos por momentos en alguna de las pocas cosas que hacemos, con el resultado de repetir actividades que hubiéramos podido realizar con ahorro de tiempo y recursos en un solo acto, si hubiésemos utilizado algunos instantes para pensar en la mejor forma de hacerlo…
Luego de un acto erróneo, es común la frase: «Oh, me equivoqué, no sé en que estaba pensando.», lo cual grafica la divagación permanente de nuestra mente. Pero, lo cierto es que la mayoría de nuestros actos equivocados, responden al hecho de no haber previsto la mejor manera de realizarlo.
Mi padre solía repetirme en tono solemne: «Si cuentas veinte antes de actuar, lo harás mejor.», lo cual por cierto me aprendí de memoria, pero nunca pude establecerlo personalmente como una norma de actuación en todos los casos.
Pensamos en tantas cosas al mismo tiempo, que al no fijar nuestra atención en una sola, ni establecer prioridad a las rapidísimas operaciones mentales, nos dispersamos y terminamos en el estacionamiento de la Universidad cuando deberíamos estar en el de los Tribunales o el del Supermercado.
Nuestra mente es tan volátil y viaja a tal velocidad de un pensamiento a otro, que para ubicarse en uno solo y concentrar su potencia, requiere de un mínimo de entrenamiento y disciplina, cuyos óptimos resultados pareciera que solo se logran con la práctica de la meditación.
Pero, para quienes no somos unos virtuosos meditando, sino que nos ubicamos dentro del campo de los soñadores, por no llamar distraídos, que posiblemente somos la mayoría, la causa no está perdida.
Para nadie es un secreto nuestra naturaleza adictiva, por tanto un hábito se suple por otro nuevo. Debemos sustituir la divagación por la concentración. Para lo cual, mi recomendación primera es planificar detalladamente nuestras actividades de tal manera que nos concienticemos, en cada caso, de que disponemos del tiempo necesario.
En segundo término, establecer una jerarquía que privilegie el orden en las actuaciones. Así, si planificamos los tiempos de acción de la mañana, al conocerlos para cada actuación, concentramos nuestra atención en la que nos corresponde en el momento, porque para todas las demás tenemos previsto su propio tiempo.
Nos ayudará grandemente a la concentración , ocuparnos en vez de preocuparnos por resolver las situaciones o circunstancias que se nos presenten o debamos resolver
Finalmente, recordar que el tiempo de Dios es perfecto y que somos uno con Dios, nos ayudará a entender que nuestra parte es ser diligentes en lo que hacemos, porque el resultado final no lo decidimos nosotros, sino Dios que conoce lo que más nos conviene.
Próxima Entrega: EL OCIO CONVENIENTE
BUENAS TARDES…ME GUSTARÍA SABER DE CURSOS, CLASES O ALGO DE EL SINDROME DE DISPERSION EN NIÑOS….SOY DE QUERETARO, QRO.
MUCHAS GRACIAS
no me concentro en lo que estudio me distraigo facilmente y mi mente piensa en otra cosa