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Archive for the ‘MALTRATO A LOS MAYORES’ Category

                                               EXPERIENCIA, SABIDURÍA Y… AMOR

adulto mayor II

Cuando alguien se refiere a un “adulto mayor”, no se trata de un Dinosaurio o Matusalén, sino a un ser humano que recorrió el largo, largo camino  de la mayor parte de su vida, logrando sortear los baches, subidas y bajadas de la existencia, pero también que se impuso a nuestra gran  vulnerabilidad frente a  la fuerza arrolladora de una naturaleza incontenible, que así como lo depositó en esta tierra tiene muchas maneras de destruirlo en pocos segundos. Por tanto,  procede meditar sobre los mínimos beneficios que se ha ganado durante tantos años,  manteniendo la especie y contribuyendo al desarrollo social que hoy nos permite convivir en sociedad. También debe considerarse que es una fuente de sabiduría, porque en la experiencia de sus años vividos,  aprendió y puede demostrarnos el valor de la verdad, lo importante de la actuación recta y que hacer el bien siempre paga. Frente a esta realidad, lo menos que nos corresponde es demostrarle el respeto a sus palabras, porque a esa edad no es fácil sentirse seguro. En esa etapa de la vida,  los familiares debemos recordar su necesidad de socializar con sus contemporáneos y facilitarle su visita con quienes revive su tiempo, porque hablan y actúan de acuerdo a sus valores y eso les permite sentirse que no han envejecido… tanto.

¿Qué son muy anecdóticos y repetitivos? Así es, pero si esas historias que representan su vida no nos lesionan, oigámoslos con respeto, que de ello algo aprenderemos y esa comunicación les hace felices.  Ellos requieren sentir que su mundo no se fue del todo y  por eso conservan sus cosas personales, sin pensar si son o no de moda, porque representan una parte de lo que vivieron o… amaron. En esa edad, la paciencia se encuentra casi agotada; por tanto, deberíamos recordar nuestra niñez cuando por los mismos motivos, en ese siclo repetitivo de la vida, ellos nos comprendieron y  ahora nos toca comprenderlos.

Cuando tenemos un adulto mayor con  nosotros, debemos amarlo, respetarlo y aceptarlo como es, porque dio parte de sus mejores años para sacarnos adelante y pudiera ser que mañana ya no lo tengamos con nosotros, porque ha viajado sin regreso y lamentemos no haberle demostrado lo que ahora quisiéramos decirle, y ya sólo podremos orar. Recordemos que es importante crecer feliz y envejecer es como crecer: en ambos casos es muy importante sentirse respetados, y a ser posible…amados.

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pareja...pareja de ancianos

Como en una oportunidad comentara Lin Yutang, admiramos y amamos los monumentos viejos; mientras más antiguos, más admiración y amor. ¿Pero sucede lo mismo con  los seres humanos? Pareciera que no.

De hecho, en estos tiempos, nuestros ancianos no son considerados con el respeto debido a su edad, experiencia y sabiduría, que les dejaron los años. No soy Matusalén ni me considero un anciano porque sólo tengo 71 años, pero cuando era niño y aún joven, se respetaba y veneraba a las personas de  larga edad; se les oía con atención y respeto, se les cedía el paso y se les ayudaba de toda forma posible.

Hoy, es terrible observar la poca atención y casi desprecio que personas, especialmente las muy jóvenes, sienten hacia los ancianos. Como ejemplo, he visto una pobre anciana tratar de cruzar la calle en medio de varios jóvenes y ninguno se preocupó de ayudarla, no obstante que el semáforo estaba en amarillo.

Pareciera que las personas jóvenes olvidaran que la juventud como la belleza son pasajeras, pero que indefectiblemente, si tienen la suerte de sobrevivir, acumularán años que podrán hacerles sentirse “viejos”; ya que, como es cierto, sólo  es “viejo” no quien acumula años sino quien así se siente.

Cuando observo a mis colegas de edad avanzada, la mayoría con esa mirada reposada, actitud tranquila y amable, que da el haber experimentado los muchos eventos y altibajos que se producen cuando se han superado varias décadas, pienso que los jóvenes desperdician el conocer por boca de ellos esas experiencias, que, quizás, en el futuro pudieran evitarles graves inconvenientes.

El  colmo de esta paradoja horrible lo observamos en los pensionados del Seguro Social. Estos ancianos trabajaron durante muchos años y ayudaron a construir este País que las nuevas generaciones casi han destruido. Los he visto con muletas, con andaderas y con sillitas portátiles, haciendo largas colas bajo el sol a las puertas de los bancos, para cobrar lo que no es una dádiva ni un regalo, sino  el retorno de lo que ellos aportaron de sus sueldos durante muchos años.

Soy feliz, aún sufriendo de un cáncer que me tuvo cinco meses entre la vida y la muerte, porque sé que haber alcanzado mi edad, creado una bella familia, sido de utilidad para los demás  y haber logrado muchos amigos,  ha sido una hermosa aventura que ojalá quienes desprecien a los “viejos” pudieran  alcanzar.

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