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Archive for the ‘ESTABILIDAD EMOCIONAL’ Category

EL MUNDO Y LA VIDA

mundo sinergico

Aunque no pareciera muy interesante, por ser muy provechoso para nuestra felicidad, sí que vale la pena reflexionar sobre el hecho cierto de que el Mundo y la Vida, aunque caminan juntos, son bien diferentes. En principio, el mundo durante milenios ha rotado y se ha trasladado cada 24 horas sobre su propio eje, sin importarle para nada si tiene o no habitantes, flora o fauna, que vivan dentro o sobre su superficie: en verdad, tampoco le importa el tiempo, quizás porque él mismo es… el tiempo.
Por nuestra parte los seres vivos que habitamos este mundo, ya sean vegetales, seres racionales o irracionales, y muy especialmente los seres humanos –que somos racionales- por lo cual tenemos conciencia de lo que es la vida y que dependemos siempre del tiempo, desde que nacemos hasta que morimos, a diferencia del mundo -que es estático en su rutina de rotación y traslación- nos corresponde entender que la vida es un camino que no tiene una rutina definida, sino que los pasos en ese camino que llamamos la existencia, su rapidez, su seguridad, su placidez, su alegría o su miedo, en todo su recorrido, dependerán única y exclusivamente… de nosotros.
Nuestra vida está llena de altibajos, aciertos, desaciertos, alegría, dolor, temor, rencor, toma de decisiones sobre la marcha, oportunidades, metas y logros; pero todo, a excepción de los eventos sobrevenidos, también denominados de fuerza mayor o fortuitos por causa de la naturaleza, como un terremoto o un maremoto, por ejemplarizar, dependerán de cual fuere nuestra actitud frente a cada evento que se nos presente en ese largo o corto camino de nuestra existencia. Así, cuando estamos arriba, mientras más elevados estemos, conviene recordar la existencia de las bajadas y los acantilados; desde las alturas, ya fueren del amor, del poder, de la fama o la riqueza, podemos observar con claridad todo lo que está debajo de nuestro nivel de ese momento, precisamente porque como no somos estáticos como sí lo es el mundo, nunca sabremos cuánto durará esa especial situación. De la misma forma, cuando nuestra actitud -que no la vida- nos empuja hacia abajo, por el camino escabroso o el acantilado, igualmente tendremos la oportunidad de mirar hacia arriba y observar detenidamente, cuál fue nuestra actitud que nos puso en tal situación, considerando de la forma más seria y sincera, que así como otros han ascendido y superado todos los escollos hasta lograr la cima, nosotros tenemos perfectamente la misma o mejor capacidad, para lograrlo.
Recordemos que hablé del amor, la fama, la riqueza y el poder, porque desde que nos hicimos gregarios, vale decir, que no podemos desarrollarnos sino en grupo, esos cuatro factores han sido dominantes en la ambición humana, por cuanto el nivel de importancia de cada uno lo determinará la personalidad, que corresponde a nuestra individualidad. En tal sentido, la máxima ambición para algunos es lograr un gran amor por siempre; para otros lo será la fama, para otros el poder y, para casi la mayoría, la riqueza. Pues bien, como antes lo he expuesto, ninguna situación se da por sí sola, sino que requerirá nuestra voluntad, diligencia, esfuerzo y confianza en nuestra propia capacidad. Ciertamente, al menos para mí, la ambición más sana, porque no corresponde enteramente al mundo físico, es el amor que es intangible, porque corresponde a un sentimiento que no es perceptible por ninguno de nuestros sentidos conocidos, aunque sí disfrutado por ellos. Pero… ¿Qué se requiere para lograr esta meta de un apasionante, mágico y permanente amor? Simplemente el resultado de nuestra actitud: capacidad para determinar la persona apropiada, ternura, sensibilidad, respeto, consideración, colaboración, cooperación, buena comunicación, sentido de la responsabilidad, compromiso y lealtad. Nadie que tiene el amor como su máxima aspiración, le importa como fundamental la riqueza, el poder o la fama, porque solo quiere… amar.
Dado lo antes expuesto, entonces no son tan importantes la riqueza, la fama ni el poder, ya que el mayor logro de un ser humano es la felicidad, y eso jamás podrá lograrse con dinero o bienes, fama o poder, sino únicamente con el amor. Esto no quiere decir que la fama, el poder o la riqueza sean despreciables; de ninguna manera, solamente que al ubicarlos en su correcto nivel, utilizados con inteligencia y mesura, podrán ser complementarios para una mayor placidez y pudiera ser que también, seguridad. Es que nuestra vida es tan especial, que como los valores humanos son bipolares, hasta lo que pareciera más terrible, tiene siempre un lado positivo, aunque fuere ejemplarizante. De allí que lo que no te beneficia inmediatamente, o con lo cual tropiezas, por lo menos te enseña lo que debes evitar y que más adelante pudiere ser más grave para el logro de tu ambición. Asimismo vale pena considerar que lo que no es muy importante para ti, como el poder, sin duda alguna que puede ser muy beneficioso para una comunidad organizada; de la misma manera la riqueza genera empleos y, en algunos casos, ayuda para los necesitados. Por su parte la fama, refuerza y promueve la lucha, la decisión, la diligencia y el coraje, en aquellas personas -especialmente los jóvenes- que la tienen como su máxima ambición.
Nuestra vida sobre este mundo es tan compleja e imprevisible, que lo más deseado por alguien, si no sabe manejarlo, igual puede llevarlo a la cumbre o a su destrucción. Así tenemos que, conocemos multimillonarios que terminan destruidos moralmente e infelices, por la pérdida de sus seres más queridos por causa de disponer de algún bien especial, como es el caso muy reciente de un multimillonario americano, que perdió su esposa y sus hijos en un vuelo de uno de sus Jets, que de no haberlo tenido no se habría producido la tragedia. De la misma forma, conocemos artistas famosos que murieron muy jóvenes, precisamente por haber logrado esa fama, como son los casos muy tristes de Marilyn Monroe o John Lennon. Los casos del poder mal utilizado y que destruyó etnias, poblaciones y sólidas economías, sería muy largo de enumerar, tanto pasados como actuales.
¿Cuál es la enseñanza? Simplemente, que es nuestra individualidad con esa razón e inteligencia heredada de Dios, que nos da la oportunidad de utilizar acertadamente, el libre albedrío para escoger los caminos a seguir y nuestro estado de ánimo para darle color a cada paso, en ese largo periplo desde que tenemos uso de razón hasta que exhalamos el último suspiro. No existen esas ficciones de nuestra mente como el destino, la ventura, ni la suerte; existe nuestra inteligencia, diligencia, disciplina, confianza, fe y seguridad en que lo que hacemos lo es para beneficiarnos y beneficiar a otros. Siento, porque en mi larga vida lo he comprobado, que ni siquiera la oportunidad es fundamental para el logro de lo que deseamos, porque los vencedores si no encuentran una oportunidad para lograr su meta, simplemente crean las condiciones que sustituyen dicha oportunidad, porque fuimos extraordinariamente dotados sor nuestro Creador, para como lo sentenciara Jesús de Nazaret y así ha sido probado a través de los Siglos que: “Si tenemos Fe, moveremos montañas.”

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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ANIVERSARIO DE BODAS

¿Dónde y cómo debe celebrarse un Aniversario de Bodas? Creo que la respuesta debe estar condicionada a la personalidad y forma de   pensar de quien respondiere la pregunta, ya que, en verdad como somos diferentes todos los individuos, asimismo son diferentes y diversos los matrimonios. Siento que igualmente vale la pena celebrar un matrimonio de uno o cinco años que uno de 20, 30 o más años; esto porque a mi manera de ver la vida, el hecho de que una persona que conocemos y que no es nuestra familia, teniendo miles de opciones a su alrededor, tenga la nobleza de juntar su vida y su destino al nuestro –independiente de por cuánto tiempo- es algo extraordinario, por no decir, milagroso. Es por lo cual creo que vale la pena celebrar cualquier aniversario de bodas o de unión en pareja. Pero, en verdad ¿Qué celebramos? Bueno, eso es otra cosa. Hay quienes celebran por obligación, otros la ocasión, otros la intención, otros el tiempo transcurrido y algunos,  además el amor dado o recibido.

En  mi caso particular, al celebrar mi Cuadragésimo Noveno aniversario de bodas, son tantas las cosas que celebro, que por mencionar la más importante, diré que se trata del hecho de que después de casi cinco Décadas de matrimonio, sigo amando física  y espiritualmente a mi esposa, en mayor entidad de cuando teníamos 20 o 30 años de casados; en segundo lugar, personalmente celebro que mi amada esposa haya tenido la resistencia y el gran amor que se requiere, para aguantar a un tipo especialmente complicado y acaparador, pero no celoso ni irrespetuoso de la personalidad de mi cónyuge.  Celebro asimismo, esa ternura especial que me genera y recibo de mi amada, independiente de cual fuere nuestra situación, esto es mejor o mucho mejor, porque a decir verdad, en estos casi cincuenta años de unión matrimonial, en este equipo ganador que ambos constituimos, nunca  hemos tenido malas situaciones; quizás porque los dos manejamos la convicción de que, somos nosotros y nadie más quien puede darle color y sabor a nuestra propia vida, la cual siempre ha tenido un color hermoso y un sabor simplemente… delicioso, que como regalo especial nos ha dejado cinco bellos hijos, once nietos y dos bisnietos.

Será por eso que no entiendo tantas parejas que conocemos, que luego de una unión amorosa de años, con hijos o sin ellos, no son capaces de entender que no se casaron con un ángel sino con una persona normal, con virtudes  y defectos, pero con el sincero deseo de ser mejor, para lo cual solo requiere la ayuda de esa persona que especialmente escogió dentro de miles a quienes conoció, para hacer con ella su compañera o compañero de viaje largo, en un camino en el cual la felicidad no está al final del mismo, sino en cada paso durante larga caminata que se recorre para llegar a  un final… indefinido.

Como Asesor Familiar y de Parejas por más de diez años, y luego como editor de mi Blog www.unavidafeliz.com, donde he evacuado miles de consultas,  puedo asegurar que por lo menos el noventa por ciento de los casos conocidos de separaciones y divorcios de parejas con más de dos años de unión, los problemas que produjeron el rompimiento, siempre fueron asuntos que pudieron ser resueltos,  si las partes hubiesen entendido  que los seres humanos en su gran mayoría, aun siendo imperfectos, siempre tenemos la posibilidad de mejorar, y quizás, perfectibles; pero que no es posible lograrlo solos, sino con esa mano abierta, tierna, cariñosa entendida  y  ese hombro siempre presto de la persona que amamos, en el cual recostar nuestra cabeza, cuando la vida  nos golpea de tal manera, que pareciera que no existe solución para nuestros problemas.

Es por todo lo expuesto, que una parte de mi celebración de este aniversario de bodas, es precisamente escribir esta crónica para que sea leída por alguna o algunas parejas que, de alguna manera, estén pensando separarse sin darse la oportunidad de pensar, repensar y manifestar sinceramente sus reales sentimientos, vacíos, insatisfacciones o frustraciones en su relación íntima, cuales,  por cuanto la otra parte no es adivina, al ser manifestadas  y escuchadas con interés por su par, pudieren entre ambos encontrarle una solución posible, que si no evitare la separación, por lo  menos la hiciere menos traumática para ellos, y sus descendientes si es que los tuvieren.

Finalmente, en mi nombre y en el de todas las parejas que  han logrado superar sus desacuerdos, desinteligencias o errores, de tal manera que se hayan entusiasmado en celebrar sus respectivos aniversarios, doy infinitas gracias a ese Dios bueno, que desde que estuve en el vientre de mi madre hasta hoy, me ha motivado como seguidor de las enseñanzas de su hijo Jesús de Nazaret, en cuanto a que el amor, que conlleva respeto, consideración, buena comunicación, solidaridad y lealtad a toda prueba,  es el único camino cierto para lograr la felicidad de la pareja, que le motive suficientemente, precisamente para celebrar un Aniversario de Pareja, trátese de  Bodas o de cualquier otro nexo de unión, entre dos personas que se amen.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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EL AMOR VS. EL ODIO

ODIO Y AMOR

Hoy, releyendo la vida y pensamientos de ese, por mí admirado  y especial ciudadano del mundo, Nelson Rolihlahla Mandela, recordado por todos como “Madiba”, encontré  uno de sus pensamientos más conocidos respecto del odio y el amor, que produce en quien lo lee una reflexión pocas veces comentada, y es que, en su mayor contexto, tanto el odio como el amor son factores o elementos culturales; más allá de la parte instintiva originaria de los sentimientos que ampararon y/o preservaron la continuación de la especie, el apego o sentido de pertenencia grupal y la expectativa de combatir e incluso agredir,  en su legítima defensa. El pensamiento de Madiba a que haré referencia, expresa: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, de su origen o religión. La gente tiene que aprender a odiar;  y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario.”

Aunque Madiba no se refirió expresamente al aspecto ideológico o político, dada la circunstancia actual de incertidumbre sobre el futuro inmediato de nuestro País, me parece oportuno y casi obligatorio, adicionarlo dentro de ese pensamiento sobre la actitud de odiar o amar de los seres humanos. Es que la vida me ha enseñado que nuestra existencia es sinérgica, como lo es la del planeta sobre el cual vivimos, ya que nunca permanece estático en el mismo sitio, sino que permanentemente rota y se traslada en su órbita alrededor del Sol. Asimismo, los países, incluido el nuestro, mantienen un movimiento de altos y bajos, algunos de manera cíclica, que debemos considerar seriamente, al menos quienes hemos decidido de forma definitiva, permanecer en él,  independiente   de su situación en tiempo, período o momento determinado.

Sobre lo antes expuesto, por mi propia experiencia como ciudadano de este País, que he vivido con absoluta conciencia los avatares venezolanos en estos últimos sesenta y cinco años, pienso que aunque no debemos abstraernos o  insensibilizarnos de la actual situación que nos aqueja, sí que es esencial recordar y/o revisar la historia de los últimos cien años de nuestra vida republicana, para concientizarnos de que, en ese período, hemos vivido situaciones muy difíciles, pero que siempre las hemos superado con nuestro empeño, trabajo, confianza en un futuro mejor y amor por Venezuela; especialmente, actuando como hermanos y no como enemigos, precisamente bajo el principio que expresamente como lo enunciara Madiba: El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario.”, que traído a nuestra situación, es como decir que ES MAS FACIL AMAR QUE ODIAR, fundamentalmente cuando se trata de nuestros conciudadanos.

Esta amada tierra, que es indescriptible por su belleza; invaluable por la riqueza de sus recursos naturales de todo género; e insustituible por esa forma existencial tan amena y adaptable a cualquier circunstancia de los venezolanos, no merece que -al menos quienes aquí fuimos niños, adolescentes y adultos felices- con todas las oportunidades de ser y hacer lo que nos pareciere conveniente, porque siempre dependió nuestro futuro de la confianza en nosotros mismos y la seguridad de que si no existía la oportunidad nosotros la crearíamos hasta llegar a la meta deseada, olvidemos todo lo que hemos recibido y le debemos a Venezuela –que es nuestra madre- en ese espacio de tiempo de nuestra vida, y ahora que está enferma la dejemos sola. ¿Es que, acaso cuando la madre está convaleciente los hijos la abandonan a su suerte? No, de ninguna manera; más allá del nivel o gravedad del mal que sufra, nos corresponde por obligación acompañarla, cuidarla, confiar y hacer todo lo que esté a nuestro alcance, para que sane, como sucedió en anteriores ocasiones, cuando también tuvo graves problemas.

Como quiera que siempre me he considerado un hombre universal, que sería como decir que estimo al mundo como  mi patria grande, no quiero que se interpreten mis palabras, como alguna calificación negativa o coacción sicológica orientada a quienes, dentro del libre albedrío que les dio Dios y el derecho que les concede nuestra Carta  Magna, se van fuera del País en busca de lo que pudieren considerar un futuro mejor para ellos y/o una manera de lograr recursos, de los que aquí carecen, con los cuales ayudar a sus familiares que con dolor dejan aquí. Lo que sucede es que yo conozco bastantes países de otros Continentes y el nuestro,  y he vivido en tres de ellos; donde, como aquí,  he visto personas llegadas de otros países que por sus valores, actitud personal positiva, entusiasmo y duro trabajo, lograron mejorar su vida integralmente. Pero, asimismo, conocí muchos que por no disponer de esos atributos personales, vivían una situación no deseable, con el agravante del mote de “emigrantes”, que por sí mismo les hacía las cosas más difíciles, sin permitirles olvidar su condición de extranjeros que, como comentara alguien que no recuerdo, “…es muy diferente vivir como extranjero turista,  que como extranjero emigrante.”

No obstante el contenido global de los temas ya tratados, la reflexión que me propongo,  es la de hacer notar que es más fácil y beneficioso amar que odiar, como lo sentenciara Madiba; por lo cual, en este tiempo tan duro y a criterio de algunos,  inédito en Venezuela, tenemos que echar mano no sólo del amor y no del odio,  sino también de la solidaridad, sensibilidad, patriotismo, armonía, generosidad, caridad, y si se quiere, del perdón; porque somos y seguiremos siendo millones de compatriotas que convivimos y conviviremos aquí en  nuestro terruño, con diferentes formas de pensar, de ver la vida y las cosas, pero donde no debemos dejar prevalecer el odio a quienes no piensen igual a nosotros o actúen de una manera con la cual  no estemos de acuerdo; porque independiente de la convivencia necesaria, somos Cristianos, lo que es equivalente a decir que, las bases o pilares sobre los cuales  se cimenta nuestra actuación vivencial, lo son el amor y el perdón, condiciones fundamentales, que a mi manera de ver la vida, son esenciales para lograr el valor más importante en la estabilidad de una sociedad organizada: LA ARMONÍA COLECTIVA.

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ACTITUD EN TIEMPO DE CRISIS

ARAGUANEY: ARBOL NACIONAL DE VENEZUELA

Que en nuestra querida Venezuela  hoy existe una crisis prácticamente global -que es como decir económica, política y social en general- generadora de uno de los factores más perturbadores para cualquier sociedad organizada, como es la incertidumbre,  es algo que no es discutible. Como consecuencia de tal realidad, se hace necesario meditar de la forma más seria –y a ser posible tranquila- sobre cuál debería ser nuestro comportamiento como ciudadanos frente a tal grave situación. En mi humilde concepto, mantengo el principio de que de nada sirve “preocuparnos”, porque esta actitud nada positivo aporta a una solución; sino que, por el contrario, nos altera aún más, haciendo más difícil “ocuparnos” de encontrar una alternativa en pro de localizar caminos, que nos ayuden a campear el temporal que nos azota.

Pienso que cuando el país está boyante y sin problemas no se requiere inteligencia, moderación o armonía para convivir las realidades del momento de la patria. Es en situaciones especiales, y si se quiere inéditas, cuando se requiere la mayor templanza para valorar y/o evaluar nuestro comportamiento personal, que  sin ninguna duda influirá de manera decisiva en el proceder colectivo. Creo que, quienes como yo hemos vivido con total sentido común las diferentes etapas que se han sucedió en los últimos sesenta años en Venezuela, sin haber dejado la vida o la razón en el camino,  estamos obligados a contribuir a la ponderación  cabal de la situación  nacional actual. No somos una isla al margen de los acontecimientos que hoy aquejan al mundo civilizado, ni debemos esquivar nuestras responsabilidades como habitantes de una nación, que al menos en mi caso, me dio todas las oportunidades para mediante la fe, la diligencia, el estudio, el trabajo y la confianza en mí mismo, adelantar mi principal proyecto: mi formación personal integral y el desarrollo de una familia con valores de honestidad, amor, sensibilidad social y solidaridad humana, que hoy se reflejan en la solidez de sus respectivos hogares.

En el mismo sentido de lo antes expuesto, siento que, como venezolanos,  estamos obligados a ser optimistas; porque el país ni se ha hundido ni se hundirá, especialmente porque su mayor capital no son sus múltiples riquezas naturales, sino que su principal recurso para salir adelante en cualquier situación que se presentare, lo somos nosotros, los venezolanos. Si, nosotros los ciudadanos aportando ideas, trabajo, confianza, fe y esperanza de un futuro mejor,  será como aumentaremos las posibilidades de superar los escollos que en estos momentos pudieran parecernos casi insalvables. No es con actitudes pesimistas, derrotistas, o como una vez lo dijera Rómulo Betancourt “…con alaridos de Casandras agoreras”, como podremos superar la situación que nos aqueja.

De cualquier manera, la situación actual de Venezuela, por acción u omisión nos involucra a todos; por tanto, somos nosotros, todos los venezolanos, quienes dentro de nuestras reales posibilidades, tenemos que meterle el pecho al país para sacarlo adelante. Yo, que conozco a Venezuela de Oeste a Este, desde Sichipés en la alta Goajira hasta San Fernando de Atabapo en Amazonas y de Norte a Sur desde Puerto Cabello hasta Puerto Páez, pero que además he recorrido buena parte del mundo fuera de nuestras fronteras, puedo decir con plena certeza, que Venezuela es como territorio,  una tacita de oro; y como nación, la mejor gente del mundo. Por eso, por todo lo dicho es que aún teniendo mucha de mi familia en Canadá, Estados Unidos y Colombia, mi sentido de pertenencia a esta tierra maravillosa, es superior al temor o a cualquier otro sentimiento que pudiere afectar mi sentido de conservación. Yo que viví con pleno conocimiento esta Venezuela, que en los últimos sesenta y seis años ha cambiado varias veces su denominación y signos nacionales; vivido democracias, dictaduras y revoluciones; épocas de extraordinario auge económico y situaciones de grandes carencias; sin cuestionar o juzgar de ninguna manera los compatriotas que emigran, no tengo la menor duda que mi puesto está aquí, en las buenas o en las malas, pero aquí, aferrado a esta tierra, a los setenta y siete años de pié, como los robles, dispuesto a resistir los ventarrones, los inviernos  y los veranos, porque sé y no tengo duda, que todo tiene su tiempo y que lo que algunas veces sentimos como un tropiezo, más adelante puede resultar una buena enseñanza o experiencia, que aporte mayor felicidad a esta tierra que tanto amamos: VIVA VENEZUELA hoy, mañana y siempre.

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FE Y PROACTIVIDAD

Los términos FE y PROACTIVIDAD siempre han caminado juntos al lado de toda persona exitosa, independiente de cual fuere el caso o circunstancia personal de que se trate. Hoy la  Psicología Positiva ha probado que hasta en los procesos de sanación de una enfermedad, la fe y la proactividad  ya  son  no solamente convenientes sino indispensables.  Aquellos apotegmas bíblicos de que “… la fe mueve montañas…”  y “…dame tus palabras y yo te daré mis obras…” son una realidad a favor de cualquier aspiración humana. Cuando digo que caminan juntos es porque únicamente la fe  no es suficiente si no se acompaña de la actividad constante y  entusiasta,  que  permite lograr la meta que nos proponemos. Es por eso que cuando hablamos de alguien que es proactivo, incluimos en dicho vocablo la fe, la disciplina, la constancia, el entusiasmo, la creatividad,  y muy especialmente, la confianza en sí mismo, que adicionamos al duro trabajo para encontrar y administrar debidamente los elementos y/o factores que fueren más convenientes o necesarios, en cada caso.

Considerando -como es cierto-  nuestra vida es elemental, porque fuimos diseñados de tal manera que tenemos  una especial capacidad para adaptarnos a cualquier ambiente o situación que se nos presente, no es fácil entender como algunas personas no terminan de asimilar que es en y dentro de sí mismos, donde se encuentran los elementos necesarios para lograr una vida integralmente dispuesta a la felicidad, cuales como antes hemos comentado, es la fe en nosotros  mismos como principales actores de nuestra propia vida, el elemento decisivo para lograr el éxito propuesto. De nada sirve la formación académica o cultural de cualquier género, si  no nos  convencemos de  nuestra capacidad para superar los escollos que se  presenten y por encima de ellos adelantar y lograr nuestras propuestas.

En tal sentido, igualmente de nada sirve un título o certificado de conocimiento particular, si no lo  utilizamos como canal para regir una conducta proactiva.  Es  que el Universo, del cual formamos parte, es sinérgico,  y como consecuencia, somos… energía; por lo cual, en tanto y en cuanto actuemos con el convencimiento de esa energía que nos hace proactivos, sin duda alguna seremos exitosos. De igual manera, si no ponemos en movimiento esa misma energía, alimentada por la fe, la confianza y el optimismo que nos alimenta para enfrentar cualquier evento o circunstancia, jamás alcanzaremos con suficiencia el logro de nuestras ambiciones. No se trata de un asunto de tiempo sino de persistencia, disciplina, confianza  y  diligencia. Debemos estar permanente y  absolutamente convencidos, que no  fuimos hechos para el fracaso, la mediocridad o la infelicidad,  sino que, por el contrario, como alguien lo escribiera, “Vinimos a este mundo, condenados a ser felices.”; que es como decir:  especialmente dispuestos a lograr el triunfo y la felicidad en una vida buena, que nos merecemos.

Asimismo, en lo social que conlleva el amor, la amistad, la familia y el éxito económico,   son más importantes que el género o la belleza física, la genialidad con que utilicemos nuestras características personales originarias, la cultura adquirida y la aplicación adecuada de las buenas experiencias propias y ajenas que nos dan los años vividos,  en el progresivo desarrollo de nuestras relaciones cotidianas. Somos parte de la gran familia humana, por lo cual, no basta con ser un buen médico, abogado, empresario  o artista para lograr el éxito integral,  si no introspeccionamos la necesidad de nuestros congéneres de ser tratados con respeto, consideración, sensibilidad y solidaridad con sus propias causas e identidad individual, lo cual requiere de empatía para ponernos siempre en el lugar de los demás y de tal forma idear cual sería nuestra propia reacción emocional si estuviésemos en  su caso.  Es considerando  y aplicando apropiadamente todos estos factores como podemos llamarnos con propiedad, agentes de progreso de una sociedad, todos los días más  orientada a la tecnología,  y por tanto necesitada de promotores de  fe y  proactividad, en función del bienestar supremo de todos los integrantes de esa misma sociedad a la cual pertenecemos.

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EL AMOR Y LA VIDA

Releyendo un escrito que me hizo llegar una buena amiga y brillante abogada colaboradora nuestra, sobre un  empresario millonario chileno fallecido en 2011, el señor Felipe Cubillos,  quien le dio por el altruismo y filosofar sobre diferentes aspectos de nuestra vida integral, teniendo o no fortuna. Me llamó la atención uno de sus textos sobre el amor, cuando expresó: “Acerca del AMOR, da las gracias al universo, él te despierta cada mañana con un beso y una sonrisa. No pidas nada más y haz como las abejas y las mariposas, ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”

Pienso que, como lo comentara este buen hombre, el AMOR es el mayor de los bienes que nos regala Dios a los seres humanos, tanto que la vida sin él, realmente no tendría sentido. Asimismo, creo que deberíamos meditar sobre su concepto de que las abejas y las mariposas…”ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”  No significa esto que no sea importante la presencia de la persona amada, porque al fin y al cabo es la atracción inicial lo que nos induce a contactar a ese ser que escogemos para ser una persona especial en nuestra vida, en todos los sentidos. Pero, luego de más de 47 años de matrimonio feliz, se y no tengo duda que  es el contenido de nuestro par, vale decir: su espiritualidad, su consecuencia, su consideración, su sincera comunicación y su lealtad, los factores que le dan sentido de felicidad y permanencia a la pareja, porque la sensualidad y la sexualidad se van desarrollando en la medida que nos vamos conociendo íntimamente, hasta que como lo dijera un escritor francés, en vez de unirnos “nos confundimos el uno en el otro”.

Asimismo creo que la cosa económica no es fundamental cuando logramos encontrar alguien que hace pareja con nosotros, con sentido de equipo, que es como decir; en la relación que conformamos como pareja y/o familia, ganamos o perdemos como equipo y no individualmente, porque tanto los éxitos como los inconvenientes son producto de la actitud de dos y no de uno. Estoy seguro asimismo que, cuando la sinceridad se arraiga en ambas personas, surge el elemento fundamental que mantiene la relación: LA ARMONIA, que es el producto de decir en el mismo momento lo que se siente, y no esperar a que la mente, con sus casi normales presentimientos,  haga las cosas más problemáticas de lo que realmente son.

Finalmente, me corresponde aconsejar a quienes me leen permanentemente, que como dijera Cubillos, aunque la presencia es importante, lo fundamental para la felicidad y la permanencia de una pareja, es el contenido espiritual y moral de nuestro par, que al ser una persona especial para nosotros –en todos los sentidos- con toda razón y derecho, espera igual de nosotros.

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ROL DE PADRES

Como todos los padres, tuve un Padre que, luego que regresó a su hogar original, en  cualquiera de las noches claras cuando observo  el firmamento, se que detrás de una oreja de la luna y  en forma de estrella, me guiña un ojo diciéndome… “Que Dios te bendiga hijo.” En mi caso,  y respecto de mi descendencia, he sido bendecido por Dios, porque a mis setenta y siete años soy  padre de cinco hijos, quienes a su vez tienen trece  hijos e inclusive, ya me dieron un bisnieto. Ser un padre para mi ha sido una bellísima aventura,  porque tanto mis hijos como sus hijos permanentemente me manifiestan amor y yo los amo… mucho;  quizás porque siempre -desde muy nños- he respetado su libre albedrío; tengo buen humor, no soy anecdótico, no aconsejo sino que emito criterio, ni pongo cara de intelectual cuando hablo con ellos,  he logrado generar su confianza, por lo cual extrañamente, soy para algunos de ellos su confidente y a veces… su cómplice.

Aunque todos viven muy bien, no me importa para nada su posición económica, si son poderosos, muy inteligentes o famosos; porque les enseñé y ellos aprendieron, que lo más importante es la felicidad,  que no la genera ninguno de los factores enumerados, sino que es producto de cómo nos sentimos en lo interior. Así como que, respecto de su formación académica, solo les enseñé que prefería a que no estudiaran para ser genios, sino que fueran geniales.  Quizás por eso cada uno ha desarrollado libremente su personalidad, siendo diferentes pero… felices. Creo que el papel de los padres, más allá de suministrar apropiada y diligentemente sus necesidades vitales e independiente de la edad de sus hijos, es tratar en todo momento de comprenderlos y orientarlos, respetando siempre su individualidad y tomando muy en consideración el tiempo y el espacio en que crecen; que al menos en estos tiempos, es bien diferente al nuestro, y que razonablemente como consecuencia, también son diferente algunos de sus valores. Por tanto, no son ellos quienes tienen el deber de entendernos, sino nosotros quienes estamos obligados a comprenderlos a ellos; porque, en primer lugar no les pedimos permiso para traerlos al mundo y en segundo lugar,  porque hemos vivido muchos años y hemos experimentado situaciones que ellos no conocen y que pudiera ser que nunca lleguen a conocer, pero que de alguna forma el conocer algunas de ellas, pudiera en algo beneficiarlos en la actualidad o en el futuro.

Como quiera que la mayoría de mis hijos  viven en otros Países, los visitamos por lo menos dos veces al año y en esa temporada, que no excede más allá de quince días o un mes con cada uno y sus familias, renovamos nuestros lazos de amor y solidaridad familiar, que venturosamente, siempre ha sido muy agradable, porque seguimos compartiendo los mismos valores y principios fundamentales sobre la vida y las cosas. En esas oportunidades, cuando platico con alguno de mis nietos, independiente de su género, lo primero que hago es apagar el celular o hacer a un lado mi lap top –porque odio que estos instrumentos técnicos de hoy en muchos casos hayan sustituido el calor de la voz natural, el estrechar la mano o el abrazo fraterno- y  trato de utilizar el milagroso lenguaje del amor, que es mágico y especial para  compartir,  para situarme mentalmente en su tiempo y un poco  recordando mi curiosidad cuando tuve su edad, cual es la única manera de ubicarme a su nivel. De ellos he aprendido que debo mantener mi niño vivo, para poder  caminar y departir en su mundo, sin sentirme muy viejo, demasiado anticuado, ni demasiado… extraño.

Más allá de cualquier convicción religiosa, no dudo que si luego de partir de este mundo, volviera a estar por estos lares, como estoy seguro que sería yo quien decidiría mi meta, igual como lo he hecho en esta oportunidad, sin pensarlo dos veces volvería a ser esposo y padre. En el primer caso, porque no me canso de agradecer a Dios que me haya obsequiado la mejor compañera de viaje largo, que durante  nuestros cuarenta y ocho años de matrimonio ha sido mi amada Nancy; y en el segundo caso, porque como lo he dicho antes, el ser padre para mí ha sido simplemente UNA HERMOSA AVENTURA que  disfruto y disfrutaré intensamente, cada día de mi vida.

Por cierto, quiero aclarar que no estoy en contra del desarrollo tecnológico, porque  yo me beneficio de él, ya que  gracias a los nuevos dispositivos, es que puedo oír y ver todos los días y cada vez que lo desee a estos mis hijos que no están físicamente a mi lado. Pero si debo advertir que, en muchos casos, hombres y mujeres, padres o no, descuidan la atención personal constante u ocasional a sus seres queridos, dándole poca importancia a sus llamados o necesidades inmediatas de comunicación, por atender los benditos celulares, ya sea para recibir llamadas o contestarlas; cuales  nunca tendrán la importancia que tiene la atención a un hijo o un cónyuge, o la intimidad de la atención inmediata que nunca podrán ser sustituidas por un elemento mecánico,  por muy adelantado que lo fuere.

Finalmente, debo recordar a los padres que desde que nacen hasta que mueren nuestros hijos deberían ser nuestra prioridad, ya que independiente de su edad, ellos siempre esperan de nosotros esa mano amiga o esa palabra orientadora de quien, como lo he escrito antes, los trajo al mundo sin su permiso, pero con el compromiso de solidaridad, respeto y consideración… por siempre.

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NO AL MIEDO

 mujer asustada

No podemos permitir vivir en el mundo del miedo, porque si lo hacemos ya no viviremos, sino que sobreviviremos y no fue para eso que vinimos a este mundo. Miedo al desamor, miedo a las enfermedades, miedo a la inseguridad de todo género, miedo a los terroristas, miedo a una nueva guerra nuclear; todo lo cual nos imposibilita de salir a la calle, visitar los amigos, visitar la familia, acostarnos a la hora que nos plazca; temer cuando alguien estornuda, evitar que alguien nos bese, que nos abrace, que nos den la mano.

Tememos al taxista porque nos puede asaltar, a la señora embarazada que solicita ayuda porque creemos que es un señuelo, a un accidentado en la carretera por el mismo motivo; si en la noche vemos un auto que nos sigue aceleramos, doblamos la esquina  y desaparecemos; tememos a las motos que llevan un parrillero, sin considerar que  para ese fin, precisamente, fue que se  le adicionó la parrilla; tememos si en la noche vemos una patrulla, cuando por lo contrario nos corresponde sentirnos seguros, porque debemos suponer que su deber e intención es protegernos;   y… pare usted de contar.

Ahora bien… ¿Es posible que permitamos que la cuasi paranoia nos lleve a este nivel de vida tan precario?

¿Qué pasó con nuestra fe en Dios, nuestra confianza en sí mismos y nuestra autoestima?

¿Qué sucedió con nuestra seguridad en que hay más gente buena que mala en el mundo, por lo cual aun subsiste,  y que el venezolano es buena gente, solidario y generoso?

¿Se nos olvidó que nuestros mayores nos enseñaron que la policía, los bomberos, los socorristas son los principales amigos y que  el mejor hermano es el vecino más cercano?

Bedito sea Dios… ¿Cómo llegamos a esto teniendo el país más bello del mundo; con la mejor gente, con hermosos paisajes, los mejores climas,  hermosas llanuras, indescriptibles esteros, gigantescos mèdanos y espectaculares ríos; con la Flora más bella y la Fauna más variada del planeta?

Que existen problemas políticos, económicos, sociales y de inseguridad, pues ya lo creo; somos una nación de más de 30 millones de habitantes, con personas de diferente ideología, forma de pensar sobre la vida y las cosas, que dicen y actúan como lo sientenm porque somos esencialmente democráticos. Pero miremos hacia atrás, todo lo que hemos superado desde 1909. Hemos vivido dictaduras, democracias con muy buenas intenciones pero que no llenaron completamente las aspiraciones sociales; un experimento socialista que no termina de cuajar y todo lo hemos enfrentado con coraje, haciendo lo mejor que podemos nuestra actividad generadora de progreso, como ese aporte indispensable al desarrollo del país y… aquí estamos;  cada quien en lo suyo, con sus diferencias y desacuerdos, pero tratando de mantenernos en paz y armonía, y la realidad es que, quizás no de forma excelente, pero lo hemos logrado.

Entonces no hay razón para tener tanto miedo; simplemente, consideremos la situación actual problemática, que por cierto no es solo en Venezuela sino en el mundo; basta observar el Medio Oriente, Korea  y Europa, donde la situación sì que es muy grave y de muy difícil solución. Por lo tanto, tenemos que tranquilizarnos un poco, tomemos las previsiones necesarias y actuemos con cuidado, atención y respeto por los demás. Especialmente debemos ser sensibles y solidarios con nuestros semejantes, sin olvidar que seguimos teniendo familia, amigos, vecinos, servidores públicos honestos porque los corruptos no son el común; consideremos que seguimos siendo una comunidad, una sociedad pacífica, consciente de sus derechos y sus deberes… pero pacífica.

No debemos olvidar que continuamos siendo una gran familia: la familia venezolana, integrada por quienes aquí nacieron y quienes vinieron de otras tierras a incorporarse con nosotros a desarrollar este país. Y como quiera que tengo más de seis décadas viviendo aquí con pleno uso de razón política y económica, no puedo permitir que el miedo me dañe los años de vida que me quedan o me limite a seguir siendo útil, por los riesgos que pueda correr; por eso me siento obligado a gritar a los cuatro vientos a mis queridos hermanos venezolanos: el miedo es malo porque distorsiona la realidad, disminuye la fe, nos hace sentirnos indefensos, desmejorados, disminuidos. Y es por eso que debemos decirle al miedo, en cualquier situación o circunstancia:  NO, NO  y NO.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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NO A LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

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Cuando  medito sobre el que mi madre y mi única hermanita, hoy desaparecidas,  a quienes durante su vida  amé;  mi esposa a quien hoy continúo amando  intensamente son mujeres, siento ira y decepción por vivir en un mundo donde, no obstante que hemos ido a la luna  y más alla, aún esta sociedad enferma sigue actuando con las mujeres como miles de años atrás, cuando vivíamos en las cavernas.

 En mis más de siete décadas de vida he visto avanzar más de mil años el transporte, los negocios, las finanzas, las comunicaciones, la  educación, la familia, la relación de pareja, la geopolítica y… las armas; pero el cambio en la actitud machista –que es el eslabón perdido entre el hombre y el mono,  tanto el  común, como  los ilustrados, el Estado, la Justicia y la fuerza de las Organizaciones Multilaterales, en cuanto a salvaguardar el derecho de la mujer –por su condición de tal- a  una existencia digna y segura; libre de violencia de cualquier género, ya fuere sexual, psicológica y física, cuidando la respetabilidad e igualdad de género en todos los ámbitos de la vida en sociedad, incluidos los cargos en las Empresas y en los Gobiernos o Instituciones Multilaterales;  y la misma Iglesia Católica, que no les permite ejercer el Sacerdocio, como recientemente lo manifestó el Papa  Francisco,  ha sido simplemente… un fracaso, por no decir otra cosa.

¡Dios!… y pensar que la mujer crea  hombres, los amamanta y enseña a caminar; que sin ella no podrían cumplir con la parte ética natural de mantener la especie sobre esta Pacha Mama; luego, cuando crecen, sin su amor no podrían lograr ninguna realización valiosa y permanente; pero tampoco valdría la pena transitar el camino de esta vida sin su amor, que le da sentido, porque es ternura,  pasión, comprensión, aceptación, solidaridad, lealtad, y a veces hasta… resignación.

Cuando somos adultos, esos seres maravillosos que son las mujeres se hacen nuestras amigas,  novias, esposas, madres de nuestros hijos; y cuando los años nos demuestran nuestras muchas debilidades, en época que ya los hijos no están, ellas son las compañeras de viaje largo que nos acompañan hasta el final, independiente de nuestra capacidad sexual, de salud o económica. En esos años, independiente de la raza o posición social, sólo ellas pueden hacérnoslos realmente “dorados”, porque, de alguna manera, cuando tenemos una avanzada edad, ellas vuelven a hacer por nosotros lo mismo que hicieron por nuestros hijos: hacernos sonreír, tomarnos de la mano  y… ayudarnos a cruzar la calle.

Bendito sea Dios que nunca, de ninguna manera,  he violentado a ninguna mujer; quizás, porque en todas, en mi niñez,  sentí en ellas a mi madre y mi hermanita; luego cuando adolescente tuve tantas y buenas amigas en la escuela, que hicieron esa época activa y edificante; después, en mi primera juventud, en  la Universidad, todas mis amigas, casadas y solteras,  eran mayores que yo, pero me amaron como amigo y allí aprendí que es verdad que las mujeres, a diferencia de las mayoría de los hombres,  saben amar sin tener que… ir a la cama. En mi segunda juventud –que aún a los 75 años disfruto- una mujer maravillosa,  después de más de cuarenta y siete años de matrimonio, desde el mismo día que la conocí hasta hoy,  ha hecho mi vida muy feliz, y no porque yo sea un dechado de virtudes, sino porque creo que ha evaluado  mi incondicional y voluntario acatamiento a su individualidad, así como mi convencimiento de que no puede existir una relación de pareja, con carácter de permanencia, cuya base de amor no sea el respeto y la libertad de amar cuando y como uno sabe hacerlo, así como  la mutua e indeclinable solidaridad y lealtad integral. Por eso, por todo eso, lucho y lucharé siempre por la igualdad de género de la mujer. Quizás por qué no tengo ningún temor sino gran orgullo, de que ellas sean, en mucho, mejores que nosotros los hombres.

Estoy seguro, sin ninguna duda, que el mundo cambió para bien aceleradamente desde los años sesenta del Siglo pasado, cuando la mujer decidió incorporarse de verdad y con todos los hierros, a los retos que la vida ofrecía a sus habitantes, dispuesta a demostrar que para la intelectualidad, trabajo y cuidado del mundo, no existe diferencia de género, sino limitación inducida de oportunidades que, venturosamente, para bien de la humanidad, todos los días serán  menores.

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CUANDO PARAR

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 Hoy con tristeza, mirando en un Diario la foto de  un cantante internacional muy querido, quien se presenta para actuar con su pelo blanco, bastante demacrado por una enfermedad muy grave que padece y con un respirador de oxígeno,  se me hace difícil entender por qué lo hace; especialmente si consideramos que los científicos calculan que, el hombre tiene sobre la tierra unos cien mil años, así como que la  máxima edad alcanzada por un humano no supera los 120 años; me pregunto: ¿Qué son ciento veinte años en cien mil años?. Bueno, pienso que nuestra vida, aún para los  más robustos” –como denomina La Biblia a quienes alcanzan los ochenta años- lo es algo así como un corto suspiro, y esto  es una realidad que debemos aceptar como una circunstancia vivencial, al menos hasta hoy… irreversible.  

    Pues bien, con tales antecedentes no tengo duda que este Artista, tiene el mismo problema como algunas personas que he conocido, muy buenos y hasta excelentes para las ciencias, las artes, las letras y los negocios, pero  que no lograron acertar en aquello de CUÁNDO PARAR, y como consecuencia, probablemente no disfrutaron de lo que suelen llamar “los años dorados”, que les denominan tales, precisamente porque ya no se requiere tanta actividad y se dispone de tiempo para materializar aquellas aspiraciones, que por la permanente actividad laboral les era difícil recrear a su antojo. Especialmente en el caso aludido, presentarse para dar un concierto a un público que lo amó y admiró no sólo por su voz sino también por su elegancia, es realmente desolador.

   No digo que un hombre  sano de más de setenta años tenga que jubilarse, porque yo tengo setenta y cinco  y no lo hago, ya que continuo realizando algunos Asesoramientos Jurídicos Corporativos y escribiendo; pero es que yo  no estoy enfermo,  en cambio éste sí que lo está  y tan grave que sus médicos manifiestan temor por un pronto y fatal desenlace. En ese mismo error incurrieron algunos conocidos y amigos, quienes no entendieron esa importante necesidad de determinar cuándo parar,  y el resultado fue realmente doloroso. 

    Este Artista es un hombre valeroso y lleno de fe, por lo cual ruego a Dios que supere sus males, pero tengo duda que en el mundo de las probabilidades y no de las posibilidades, sea dando conciertos de ciudad en ciudad con un tanque de oxígeno a cuestas, como pueda ayudar a su fe  para superar su situación actual. Sin duda, su talento y vocación artística, bien podría aplicarlos en actividades menos duras, pero quizás tan o más provechosas para la sociedad.

    No quiero decir echarse en una cama a morir; pero sí bajar el ritmo, regalándose su buen tiempo para descansar, disfrutar de su gente amada, de sus comodidades, de buena y oportuna alimentación, de la contemplación y meditación, que son tan importantes, como inteligentemente lo resumiera el Dalai Lama: “para vivir”. Hoy escribo estas líneas sobre la base de la sentencia de Jesús, cuando dijo: “… el que tenga ojos que vea…”.

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