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Archive for the ‘DECISION A TIEMPO’ Category

Normalmente, el ser humano que tiene poder, riqueza o fama, difícilmente puede disfrutar integralmente de las muchas bendiciones que nos da la vida, que en su mayoría son sencillas. Es que estos factores tan apetecidos no son fáciles de administar sin una dedicación especial, que normalmente deberá tomarse del tiempo que correspondería compartir con las personas de nuestro entorno íntimo que más amamos. En mi largo camino por esta vida, he podido compartir con personas que disponían de estos supuestos atributos; de ellos aprendí que paradójicamente disfrutaban más de la vida, aquellas personas humildes que los servían o asistían. Ciertamente, cuidar el poder, la riqueza o la fama, requiere dedicación exclusiva y atención permanente, y sin que ellos fuere condenable, sin duda que sacrifica el tiempo que se debería dedicar  a la familia y los amigos más íntimos, lo cual crea vacíos vivenciales difíciles de llenar,   que al acumularse,  producen estrés, tristeza y a veces estados depresivos, que por mucho que se disimulen, afectarán la salud física, espiritual o mental de los involucrados.

En una oportunidad me reuní con un importante hombre de gobierno, quien me confesó lo ingrato que era para él, ocupar buena parte de su tiempo que requería para mirar crecer a sus hijos y atender a su esposa, en ocuparse de asuntos oficiales que por ser su obligación personal, a los cuales debía poner su mayor atención,  no podía delegarlos a nadie más. En esa oportunidad me dijo con un dejo de tristeza, que aún con todo el poder que ostentaba, no era feliz a lo cual le respondí que no lo entendía bien, ya que por su posición a él debería sobrarle todo, a lo cual me respondió textualmente: “¿Sabes amigo? Es increíble que algunos fines de semana, mientras mi chofer o la chica que ayuda a mi esposa con los niños en la semana, aún con sus menguados ingresos están disfrutando sin  ninguna preocupación  en la playa con sus respectivas familias,  mientras yo que tengo ingresos muy superiores a los de ellos y una posición sólida en la sociedad, no obstante ser un fin de semana, tengo que estar atendiendo algún asunto por cuenta del Presidente o Vicepresidente de la República, que requieren mi atención personal. En verdad esto me afecta tanto, porque no sé como esta situación podrá afectar la salud  mental en esta etapa de crecimiento de mis hijos y  hasta cuando mi esposa podrá soportar una soledad y falta de atención que no merece.”

De la misma manera, un buen amigo que poseía una sólida fortuna económica,  con el cual en mi época de empresario mantuvimos relaciones comerciales pero también amistosas, un día cualquiera que departíamos en el lobby de un hotel en Caracas, me hizo una confesión, que aunque dolorosa fue muy didáctica en mi carrera de empresario; en aquella oportunidad él se quejaba de que atender la dirección de varias Empresas que le producían mucho dinero y estaban bajo su responsabilidad, no le dejaban espacio para el esparcimiento normal de una persona, pero además lo más grave era que su hogar estaba muy decaído, toda vez que su cónyuge –a quien amaba profundamente- no podía procesar que para él fuera más importante dedicar el tiempo a velar por sus negocios y acumular dinero, que  atender una familia que lo amaba y necesitaba permanentemente y que, según las palabras de ella, nadie podía vaticinar hasta cuando duraría, mientras su Secretaria seguramente estaba paseando o compartiendo con su familia sin ninguna preocupación. En esa ocasión no emití ningún criterio fundamental, sino que me limité a observarle que era necesario que midiera los riesgos y actuara en consecuencia.

Esas cuitas de mi amigo me afectaron significativamente, porque yo también era el Presidente de algunas Empresas en el territorio  nacional, y aunque mi esposa  por su profesión hacía equipo conmigo en la administración de las  mismas, en oportunidades nosotros estábamos empezando a sentir esas mismas preocupaciones, ya que nuestros hijos, aunque muy bien atendidos por las empleadas domésticas que tenían muchos años con nosotros y eran de toda  nuestra confianza, estaban creciendo mientras yo debía viajar constantemente, lo cual me limitaba de compartir con ellos integralmente. Pues bien, esa conversación nos produjo una profunda reflexión que nos comprometió a poco a poco ir reduciendo nuestra actividad empresarial para estar más tiempo con nuestros hijos, al punto de que como apenas tenía cuarenta años de edad, con la idea de cambiar de vida, ingresé a la  Universidad a estudiar Derecho, me gradué de abogado y di un giro de ciento ochenta grados a mi vida, de lo cual hoy estoy convencido que fue una decisión trascendental para nuestra felicidad y la de nuestros hijos.

He querido hacer la referencia a mis lectores de esta triste paradoja, porque ciertamente y en la mayoría de los casos, mientras los poderosos y poseedores de grandes riquezas, descuidan una parte muy importante de su vida, dedicándose a luchar por mantener y/o aumentar  su  poder o patrimonio, sus empleados con sus limitados recursos, disfrutan intensamente de sus fines de semana, vacaciones y días feriados en la playa o la montaña, sin otra preocupación que la de compartir en armonía familiar, acumulando la mayor felicidad posible, convencidos de que para ello sólo requieren de los recursos que les genera su actividad normal, común y corriente. No significa esto que sea en todos los casos y axiomático, por lo cual vale la pena para los ricos y poderosos, meditar sobre el tema para no caer en esa especie de trampa que significa descuidar lo que no se puede lograr con poder o dinero, por adquirir cualidades y beneficios que no son indispensables para  la unión, el amor y la felicidad familiar.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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En algún sitio sin determinar el autor, leí un pensamiento que, dada mi propia experiencia, me pareció una verdad tan grande como un Templo: “La voluntad de Dios nunca te lleva donde la gracia de Dios no te proteja”. Es que durante toda mi existencia, en mi caso personal, siempre que alguna circunstancia negativa o problemática me ha afectado, de alguna manera continuamente y en todos los caos, he encontrado el camino cierto para lograr superarla. Quienes pensamos y creemos que la voluntad de Dios es hacedora y manejadora permanente, no solo de la naturaleza sino también de todos los entes humanos, sabemos que es la fe en tal verdad lo que nos convence en la esperanza de que todo lo que nos acontece, es superable.

Una de las más graves fuentes de producción de  estrés, que se ha convertido en el elemento fundamental de muchas de las enfermedades físicas y mentales que sufrimos en el mundo de hoy los seres humanos, lo es precisamente la incertidumbre, que no es otra cosa que el temor a no saber que podrá suceder mañana, que de alguna manera pueda afectarnos. Pues bien, ese terrible estrés que acogota a nuestros congéneres en esta época, no es otra cosa que la desesperanza, que como antes he indicado, se produce precisamente por ignorar o desestimar, ese hecho cierto de que Dios nunca nos dejará llevar donde su gracia no  pueda protegernos.

Pienso que conviene retrotraernos a los años que hemos vivido, y de la manera más sincera, recordar las situaciones difíciles que hemos atravesado y en tal sentido, también recordar cómo y de qué manera las superamos; sin duda alguna, tendremos que aceptar que no fue un milagro ni un caso fortuito lo que nos dio la solución, sino esa intuición, trabajo, dedicación y diligencia que pusimos para lograr el cometido, lo cual por cierto, aunque en ese momento no lo determinásemos simplemente se produjo por una decisión acertada, que aunque en ese momento no estuviésemos conscientes, se produjo por una  inspiración divina. Son muchas las veces que personas me han comentado algo como esto: “…sabes, hoy doy gracias a Dios porque me haya acontecido tal evento, que en su momento me pareció desgraciado, pero que hoy doy gracias porque me haya sucedido.”

Nuestra existencia sobre esta madre tierra, es similar a un camino con zigzagueos, altos y bajos, el cual recorreremos durante nuestra vida física, pero que en mucho dependerá como lleguemos al final, precisamente de nuestro estado de ánimo y la seguridad de que somos capaces de superar cualquier escollo, precisamente porque tenemos a Dios con nosotros, el cual independiente de la dificultad,  nunca nos abandona. Tengo la suerte de conocer mucha gente inteligente, que independiente de su nivel académico, de poder, fama o riqueza, al vivir inmerso en estas verdades, simplemente han logrado la máxima ambición humana: ser felices. Asimismo, todas las personas que conozco con una vida ruinosa, adolorida o solitaria,  siempre tienen la misma característica fundamental: no tienen la fe en que Dios tiene sus propios caminos para darnos el mal -que normalmente nos deja una enseñanza- pero también el remedio necesario y oportuno.

Definitivamente la vida es menos difícil de lo que algunas personas se la hacen, cuando ignoran o no entienden que nuestra existencia física es elemental, y nuestra tranquilidad mental depende solo de nuestra espiritualidad; por lo cual, no se requieren grandes riquezas ni dones especiales para suplir nuestras necesidades físicas, y el nivel de  nuestra tranquilidad espiritual lo será en tanto y en cuanto contemos nuestras bendiciones, y le demos su peso real a nuestras carencias; todo lo cual depende de nosotros mismos, sin requerir para ello de ningún costo,  inversión económica o disponer de poderes especiales.

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EL CORRER DE LOS AÑOS

feliz cumpleaños amigoCon mis setenta y siete  años encima, como típica persona, no de tercera edad sino de juventud prolongada,  absolutamente convencido de mi condición vivencial físico-espiritual, debo comentar que, a mi manera de ver el asunto de la edad como una circunstancia personal, debo comentar que considero que tiene dos efectos inmediatos sobre los cuales toda persona racional debe meditar amplia y sinceramente. Me refiero en primer lugar al aspecto físico, esto es,  cómo afecta a nuestro cuerpo en la mayoría de nuestra integralidad corporal. Sin duda que al envejecer igual que todo ser viviente, tanto del reino animal como del vegetal, la tendencia es ir perdiendo capacidad física y sufrir efectos degenerativos, hasta llegar al final cuando morimos y nuestro cuerpo cumple su destino bíblico: “Polvo eres y en polvo te convertirás.”; lo cual por cierto es indefectible y por tanto no debería  infundir temor a nadie, precisamente porque no hay como evitarlo.  En segundo lugar, nuestra condición racional que conlleva nuestro convencimiento de nuestra espiritualidad, nos permite conocer que al morir, simplemente nuestro espíritu vuelve a esa dimensión de donde vino cuando nacimos, como nos lo anticipara Jesús de Nazaret cuando decía: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”, dejándonos de tal manera el mensaje de que en verdad somos eternos por lo cual este paso por la vida es sólo una de las muchas etapas de nuestro crecimiento espiritual,  lo cual debería hacer aún menor el temor a la muerte, porque lo que desaparece de la faz de la tierra es nuestra parte física pero nuestra alma continúa su proceso de crecimiento espiritual y eso es más bien beneficioso.

En mi modo de ver la vida y las cosas, el transcurrir de los años es un proceso normal que no tiene por qué preocuparnos más de la cuenta, sino por el contrario, es un acicate para  disfrutar cada minuto de cada hora de cada día, bajo la premisa de  que nunca volverá a repetirse y por tanto debemos aprovecharlo al máximo.  Es que como nos sintamos en cada edad, más que con el número de años que transcurren,  tiene que ver con nuestro estado de ánimo,  porque cada edad tiene su parte bella y sus irrepetibles momentos de disfrute, plenitud, sueños  y felicidad.  Sin duda que, dada la incertidumbre de no saber que puede ser mañana de nosotros y nuestra vulnerabilidad frente a una naturaleza terriblemente implacable, tales realidades pueden influir  de forma definitiva, en quienes desoyendo los consejos de los filósofos griegos antiguos que nos enseñaron: “Si no tomas la incertidumbre como una aventura, terminará produciéndote miedo… y eso es lo peor que te puede pasar.“   terminarán temiendo al devenir del tiempo y el transcurso de los años y al ocupar su tiempo en  estas especulaciones, se perderán de disfrutar el día a día tan lleno de cosas bellas, que como antes comento, pudieran ser irrecuperables.

El transcurrir de los años, para quienes tratamos de prolongar nuestra juventud -especialmente cuidando que no muera nuestro niño interno- nos regala cosas maravillosas, y si se quiere mágicas, como el amor a nuestra pareja, el advenimiento de los hijos, los nietos, la acumulación de amigos –que son esa otra familia que escogemos voluntariamente, porque no deviene de consanguinidad alguna- y la esperanza de que mañana será mejor, porque diariamente hacemos lo único que nos es permitido para un mejor futuro: hacer las cosas bien hoy.

– ¿Quién podría decir con verdad que con el correr de los años e independiente de la edad, no es maravilloso enamorarse y disfrutar del amor de ese ser amado, su sexualidad,  su ternura, su lealtad, su solidaridad, su dedicación, atenciones  y sus cuidados?´

-¿Quién en su sano juicio no disfrutaría de las caricias de  un hijo o un nieto amorosos?

-¿Quién podría decir que no es hermoso cuando un amigo te abraza y te ratifica su amor, especialmente cuando te encuentras en dificultades?

-¿Quién desmentiría que la sonrisa de los niños, el trinar de los pájaros, el ruido de las olas del mar, el rumor del  agua en los arroyos, la forma y color de las flores, no son un espectáculo simplemente magnífico a nuestra vista, que nos embelesa, fortalece y hace amar  aún más la vida?

-¿Quién podría negar que cuando finalizamos nuestra formación académica con  éxito, independiente de cuál sea su nivel, es un momento de inmensa felicidad y orgullo?

Pues bien, ninguno de estos pocos ejemplos de los muchos que nos regala la vida, podríamos experimentarlos sino con el transcurso de los años. Es por lo cual cualquier persona en estado de agonía, daría cualquier cosa por un día, un  mes o un año más de vida, sin temor a que va a ser  más viejo. Por el contrario, los años que conllevan la vejez, conforme a tu estado de ánimo, serán una bendición o un fardo duro de llevar.  Al menos en mi caso,  no tengo duda que mi vida –no obstante haber estado muy cerca de la muerte varias veces-  ha sido realmente bella, interesante y exitosa. Dios ha permitido que realice mis sueños; quizás porque fueron sencillos, absolutamente realizables y de acuerdo a mi formación de pensamiento cristiano y  positivo.

Hoy, con casi ocho décadas de vida, físicamente no puedo hacer algunas cosas como lo hacía a los veinte, pero tengo tantos y bellos recuerdos de mi niñez, adolescencia y juventud,  que aún estoy prolongando, que ciertamente no tengo que quejarme del correr y aumento de  mis años. De alguna manera, puedo decir que han sido más los logros y satisfacciones, que los momentos duros que he encontrado y superado en el camino de mi vida. Tal vez por eso me siento bien al escribir estas reflexiones, con la esperanza de que alguno de aquellos que temen a la vejez o a la muerte, en vez de perder su tiempo en estas nimiedades, se dediquen a evaluar todo lo que realmente  han vivido y lo que tienen por vivir, con el convencimiento que son ellos y nadie más, quienes con su optimismo, fe en Dios, esperanza, trabajo, decisión  y diligencia, podrán hacer de cada uno de sus años un reto y agradable aventura, que mucho quienes ya están bajo tierra hubieran desearon experimentar. Así como que para mí el tiempo es una ficción de nuestra mente, que solo nosotros podemos poner a nuestro favor para disfrutarlo intensamente.

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DISFRUTAR DE LA VIDA

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¿Qué y cómo es nuestra vida? Muy sencillo, simplemente un maravilloso recorrer un camino, cual aunque se considera largo realmente es muy corto;   donde de un lado tiene espinos, barrancos y senderos peligrosos, pero en el otro hay flores, bellas mariposas, tiernos pajarillos, sabrosas frutas y diferentes alimentos para satisfacer nuestro apetito; con la milagrosa ventaja de que, en todos los casos,  esos espinos pueden ser útiles, inútiles o nosotros podemos convertirlos en lo que seamos capaces de imaginar y…  realizar, lo que pone en nuestras manos, la calidad de la vida que obtengamos.

Es que la vida nos fue dada y diseñada por El Creador, de tal forma que fuimos especialmente dotados de elementos como los sentidos y la inteligencia, para que fuésemos nosotros mismos y no nadie o nada  externo,  lo que diese calor, sabor y contenido a esta existencia; ya que esencialmente, fuimos diseñados con la intención de que, independiente de cualquier situación, irremediablemente  fuésemos…  felices. Por lo cual, si nos abstraemos de lo negativo y consideramos las muchas virtudes y facultades  que como humanos disponemos, sin duda alguna, desde que somos niños, pasando por la adultez, la vejez y hasta el día que regresamos a nuestro hogar original, todo lo que nos sucede podemos ponerlo a favor del disfrutar  de la mejor manera, nuestra vida.

 Ejemplarizando desde el punto de vista físico, el día tiene veinticuatro horas de las cuales, en promedio, ocho dormimos, ocho trabajamos y ocho dedicamos a diferentes actividades sociales, esparcimiento o descanso adicional. Pues bien, en un  mundo donde millones de personas no tienen empleo ni actividad conocida, tener en qué  y cómo ocupar esas horas trabajando es simplemente un privilegio,  y por tanto un evento para disfrutarlo. Las ocho horas que dormimos, no sólo nos permiten descansar, recuperar las fuerzas gastadas en el trabajo, soñar y disfrutar de la compañía de la persona amada sin interrupciones de ningún género, y por tanto también es otra forma de lograr nuestra plenitud. Las restantes ocho horas que dedicamos a la distracción, el entretenimiento, el deporte, la socialización y/o descansar un poco más, no cabe duda que son también un disfrute.

Respecto del trabajo, independientemente de que para ser más eficientes, deberíamos realizar la actividad que más nos apeteciere, no deberíamos olvidar la enseñanza de Don Luís de Unamuno cuando expresó; “Lo importante no es hacer lo que a uno le gusta, sino gustar de lo que uno hace.” Esto es que, si atesoramos esta sentencia, siempre el trabajo será un placer. Al menos en mi caso, desde los nueve años en Caicara del Orinoco,  ayudando a una amiga de mi mamá a hacer tabletas de coco; posteriormente como Contador, Empresario, Abogado, Conferencista Gratuito para Sociedades y ONG sin fines de Lucro, Escritor y Bloguero; pasando por unos años cuando joven en Caracas, limpiando pisos  fuera de mis horas de trabajo para costear mis estudios en la Universidad Católica Andrés Bello, siempre he sido muy feliz trabajando.

Con relación a las horas para  la diversión y entretenimiento, por mis condiciones económicas y familiares, en su oportunidad no pude dedicarme a los  deportes, pero sí me convertí en un “come-libros“;  en buenas horas de mi tiempo libre y algunas horas cuando debería estar durmiendo, las dedicaba a la lectura que me apasionaba, lo que además de su disfrute,  luego me ayudó mucho en mis actividades académicas, como escritor y bloguero; igualmente socialicé muchísimo tanto en mis estudios de primaria y secundaria, así como en las Universidades donde estudié mi carrera e  hice mis postgrados.

Con referencia a las supuestas ocho horas, que como mínimo deberíamos dedicar  a dormir, quizás por mi naturaleza temperamental hasta cierto punto impaciente, creo que después de que tengo quince años, jamás lo  he logrado. Pero, las horas que duermo, pocas o menos, siempre las he disfrutado increíblemente; especialmente desde  hace más de cuarenta y ocho años que duermo con mi compañera de viaje largo, mi amada Nancy. Creo que a favor de mi satisfactorio sueño, juega el hecho de que como nunca he hecho daño a nadie,  sino que por el contrario he hecho todo lo posible por ser útil a mis semejantes sean cercanos o desconocidos; así como la labor de voluntariado que he realizado por años como conferencista y asesor familiar y de parejas, todo esto me da  una gran tranquilidad espiritual, que a mi manera de ver la vida es fundamental para dormir plácida y profundamente, como yo lo experimento.

En general, pienso que en este camino de la vida, todo lo que nos sucede o experimentamos, nos abre una oportunidad para disfrutar; siempre y cuando entendamos que en todo hay una parte aleatoria, que nosotros no podemos ni manejar ni prever, pero sí acondicionarla a nuestro interés o al beneficio colectivo. Es por lo cual, cualquier tropiezo, traspiés o caída, cual en un momento pareciera ser negativa, con nuestra inteligencia, diligencia, confianza en Dios y en nosotros mismos, podemos convertirla en una enseñanza o experiencia positiva, para en adelante beneficiarnos de ese conocimiento. Siento asimismo, que la mayor bendición de un ser humano, independiente de la condición en que se encuentre, es esa vida que nosotros nos procuramos, ya que como alguien lo escribiera alguna vez: “Aun en la condición más lamentable, es la vida del hombre siempre amable.”

Finalmente, como quiera que no dudo que nuestra existencia no solamente es física, sino que estamos dotados de un alma y un espíritu que nos hace trascender más allá de este mundo físico, detectable por nuestros cinco sentidos conocidos; es por lo cual las cosas más relevantes para nuestra felicidad como el amor,  el respeto, la solidaridad, los valores, las virtudes y los sentimientos, no son ubicables físicamente, precisamente porque son espirituales. Es por lo cual, de nada sirve una hermosa y mullida cama si no hay sueño; tampoco sirve de mucho un buen café o cena en el hotel más lujoso del  mundo, si lo experimentamos solos; de la misma manera, ninguna riqueza o poder, por grandes que fueren, pueden darnos un minuto de vida o un gramo de felicidad; y como consecuencia de lo expuesto en este párrafo, aseguro que la vida nos es dada para disfrutarla, pero su volumen o calidad de disfrute, va a depender del color que nosotros sepamos darle a cada evento o circunstancia que nos acontezca.

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¿QUE  VIDA  QUIERES?

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Como Todo en nuestra vida, el más alto porcentaje de lo que nos acontece corresponde a nuestra elección personal; así tenemos unos vecinos que son muy alegres; otros taciturnos y con cara de amargados; un médico muy pausado; una dama muy agradable, positiva y se nota segura de sí misma; el trabajador que arregla la electricidad que tararea una canción; el plomero que saluda alegremente o la chica que limpia que nos mira con recelo. Asimismo, todos los días tropezamos con niños juguetones, alegres, circunspectos, llorones o simplemente, indiferentes; en la calle saludamos personas que responden con una sonrisa, con un muy buenos días, otros con cara de acontecidos y otros que responden con un murmullo; una anciana con su bastón en la mano que lentamente cruza la calle, pero en sus ojos se nota la alegría de haber vivido… tanto; en la acera, otra señora también de edad que ve para todos lados recelosa y con cara de susto.

Llegamos al trabajo y allí una recepcionista alegre que nos da los buenos días; en otro escritorio un hombre  joven con cara de intelectual, pero que habla como tonto; más adelante otro empleado que sobre su computador se aisla de todo y… de todos; al final, un Gerente que considera a todos los empleados su equipo e inteligentemente los trata con cariño y respeto, haciéndoles sentir que son muy importantes, independiente de cual se la labor que desarrollan, y que sin ellos la  Empresa no podría adquirir el éxito que tiene.

Cuando sales o regresas a tu casa, te despide o recibe una esposa amorosa o una madre que te abraza y dice Dios te bendiga,  o por el contrario, en ambos casos no sientes amor sino indiferencia y la tendencia seudo paranoica en cuanto a lo que te puede suceder en el día. En verdad, nuestra vida es tan elemental, que nos permite ser nosotros y nadie más quien decide que color le damos a nuestra vida. Podemos tomar cada año de edad  como un regalo de Dios,  que nos permite disfrutar más tiempo de las miles bendiciones que El puso sobre esta noble tierra para nosotros,  o como un peso sobre  nuestros hombros, que en la medida que aumenta es más difícil de llevar. Por eso es tan importante aceptar que nuestra vida  se reduce a la inter relación diaria con los demás seres humanos; porque, para bien o para mal, HOY ES LO UNICO QUE ES NUESTRO; ayer es un muerto y mañana no ha nacido, lo cual es como decir: por ayer NO PUEDO HACER NADA y por mañana lo único que puedo aportar es HACER LAS COSAS BIEN HOY.

En el mismo sentido de todo lo antes expuesto, tengo dos posibilidades: o realizo todo acto o acepto cada  hecho de mi existencia para ser feliz, haciendo de la incertidumbre un reto a vencer para lograr mis propósitos, y seguramente lo logro;  o por el contrario, me lleno de inseguridad, falta de fe,  temor, permito que baje o bajen mi autoestima, por lo cual el pronóstico es que tu vida será oscura y nunca conocerás el bello ambiente de la primavera, siendo muy doloroso ese pequeño pedacito de la vida que es lo único tuyo: EL HOY, que  transcurrirá en el borroso otoño u oscuro… invierno.

Luego de todo lo dicho, procede preguntarnos: si ciertamente somos tan diversos e individuales, pero además de diversos orígenes, género y cultura… ¿Qué define nuestra felicidad? sin vacilar, debemos responder: NUESTRO ESTADO DE ANIMO; vale decir, del color que nosotros damos a  lo que nos rodea; lo que sentimos que somos nosotros mismos,  y muy especialmente como percibimos a nuestros hermanos humanos, su forma de actuar en esa inter relación permanente que hace nuestro diario batallar por lograr  una vida mejor.  Como consecuencia, cada  uno de nosotros decide cual es la vida que desea tener: buena, mejor, peor o… infeliz.

Desventuradamente para quienes no han meditado a profundidad sobre lo escrito, no existe  ningún mecanismo, factor o medicamento conocido que supere la auto decisión. Es por lo cual, entre el que hurga la basura en busca de alimento, el que trabaja ocho o más horas para lograr su sustento familiar, el académico que dedica su vida a enseñar lo que sabe a los demás, el que ostenta el poder, la riqueza  o la fama, lo único que diferencia su éxito o fracaso lo es, indefectiblemente, su capacidad para entender que nada ni nadie puede hacer por nosotros, más de lo que seamos capaces de hacer nosotros mismos; quedando entonces nuestro destino en nuestras manos, por lo cual jamás podremos justificarnos en aquello de la “mala suerte” o “falta de oportunidades”. Porque la mala suerte es la justificación a la ineptitud, displicencia, pereza, falta de diligencia y disciplina; y la falta de oportunidad no  justifica el fracaso, porque cuando la oportunidad no se presenta por sí sola, entonces nosotros, como seres humanos, estamos dotados de todas las herramientas intelectuales y físicas para crearla…  a nuestro antojo.

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En una oportunidad escuché a una dama decir que “…yo perdono pero no olvido.”  Tal aseveración me hizo reflexionar sobre el hecho de que, todos los seres humanos tenemos virtudes y defectos; como consecuencia, tenemos diferentes actuaciones y reacciones frente a similares situaciones o en función del comportamiento de nuestros congéneres humanos, sin que por ello tengamos derecho a condenarlos. Pienso que quien perdona pero no olvida, realmente tiene un comportamiento personal  e individual muy suyo, que podrá darle la denominación que quiera, pero nunca llamarle perdón. Siento que quien actúa o piensa de tal manera lo que sucede es que confunde el término PERDÓN por el vocablo ACEPTACIÒN. Si alguien te hiere o hace algún daño y tú lo dejas pasar y continúas tu relación con esa persona, pero recordando el daño recibido, en verdad no la has perdonado sino que has aceptado la ofensa y decides continuar con la relación, independiente de cual ésta fuere; me imagino que con la esperanza de que la ofensa o herida no deba producirse nuevamente, pero si no lo olvidas, eso queda en tu ser interno y será muy difícil que mientras mantengas ese sentimiento negativo vivo, puedas volver a confiar en esa persona y como consecuencia ser feliz.

Por otra parte, cuando nos hieren u ofenden y no perdonamos en su verdadero sentido, esto es olvidando por siempre lo sucedido como si nunca  hubiera acontecido, pierdes la bendición del perdón, que no es para la persona perdonada sino para quien perdona, porque descarga de su alma un sentimiento negativo y doloroso. En primer lugar, nuestra conciencia de que todos los seres humanos somos imperfectos, nos lleva a aceptar que somos susceptibles, en cualquier caso,  de cometer errores, realizar desaciertos y actuar de forma inconsecuente o incorrecta frente a cualquiera de nuestros relacionados. Pero también, debemos estar contestes de que así como podemos incurrir en errores o actuaciones inconvenientes para los demás, tenemos la virtud de que podemos corregir y proponernos nunca  más actuar de la forma indeseada. De siglos atrás se ha dicho que “…errar es de humanos y corregir de sabios.”  Lo cual yo pienso que es absolutamente cierto.

En segundo lugar, no podemos negar que el fundamento de nuestra vida es Dios y Dios es amor. Pues bien, es precisamente el amor, no solo para los demás sino para con nosotros mismos, lo que nos deberá llevar a perdonar en su sentido integral: olvidando el agravio recibido. Para situarnos en una ejemplarización muy común: la relación de pareja. En el caso de que uno de los integrantes ofende, hiere o hace algún daño a su par, pero luego al reflexionar fríamente el asunto, humildemente pide perdón y promete nunca más volver a  hacerlo, surge la interesante pregunta  ¿Qué otra cosa podría hacer en pro de compensar el daño, que no fuera solicitar el perdón y prometer no volverlo a realizar? No puede esperar el o la ofendida que en vez de pedir perdón,  se suicide, corte un miembro o realice cualquier otra acción descabellada, que realmente,  no repararía el daño causado ni haría bien a nadie, sino que por el contrario, podría producir un sentimiento de culpa al ofendido.

En cada caso que toco este tema me siento obligado a recordar a Jesús de Nazaret, quien durante toda su prédica conocida habló de la importantica del perdón, cual aconsejó a sus discípulos debería realizarse tanto como “…setenta veces siete.”, sino que para probarlo, lleno de ese amor que también siempre predicó, en el momento más duro física y espiritualmente de su vida, luego de haber sido expuesto al escarnio público, negado por sus amigos, apabullado, burlado, torturado y finalmente crucificado como un delincuente, sus últimas palabras lo fueron precisamente de perdón cuando imploró a su Padre Celestial: “Padre, perdónalos porque ellos no saben lo que hacen…” y con este último acto de amor, como escribiera un poeta “…conquistó la humanidad entera.”

Finalmente, conteste de mis grandes imperfecciones, pero con mi deseo de llevar un poco de paz al alma de mis hermanos humanos, sugiero el perdón más como remedio para el alma del ofendido, que como beneficio para el perdonado, porque ese acto maravilloso de perdonar con olvido, es lo que nos hace sentirnos sin rencor, tranquilos de espíritu, reconstruir la relación violentada, y sobre todo, sobre la base de ese ejemplo extraordinario de Jesús, sentirnos merecedores de ser llamados hijos de Dios.

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ROL DE PADRES

Como todos los padres, tuve un Padre que, luego que regresó a su hogar original, en  cualquiera de las noches claras cuando observo  el firmamento, se que detrás de una oreja de la luna y  en forma de estrella, me guiña un ojo diciéndome… “Que Dios te bendiga hijo.” En mi caso,  y respecto de mi descendencia, he sido bendecido por Dios, porque a mis setenta y siete años soy  padre de cinco hijos, quienes a su vez tienen trece  hijos e inclusive, ya me dieron un bisnieto. Ser un padre para mi ha sido una bellísima aventura,  porque tanto mis hijos como sus hijos permanentemente me manifiestan amor y yo los amo… mucho;  quizás porque siempre -desde muy nños- he respetado su libre albedrío; tengo buen humor, no soy anecdótico, no aconsejo sino que emito criterio, ni pongo cara de intelectual cuando hablo con ellos,  he logrado generar su confianza, por lo cual extrañamente, soy para algunos de ellos su confidente y a veces… su cómplice.

Aunque todos viven muy bien, no me importa para nada su posición económica, si son poderosos, muy inteligentes o famosos; porque les enseñé y ellos aprendieron, que lo más importante es la felicidad,  que no la genera ninguno de los factores enumerados, sino que es producto de cómo nos sentimos en lo interior. Así como que, respecto de su formación académica, solo les enseñé que prefería a que no estudiaran para ser genios, sino que fueran geniales.  Quizás por eso cada uno ha desarrollado libremente su personalidad, siendo diferentes pero… felices. Creo que el papel de los padres, más allá de suministrar apropiada y diligentemente sus necesidades vitales e independiente de la edad de sus hijos, es tratar en todo momento de comprenderlos y orientarlos, respetando siempre su individualidad y tomando muy en consideración el tiempo y el espacio en que crecen; que al menos en estos tiempos, es bien diferente al nuestro, y que razonablemente como consecuencia, también son diferente algunos de sus valores. Por tanto, no son ellos quienes tienen el deber de entendernos, sino nosotros quienes estamos obligados a comprenderlos a ellos; porque, en primer lugar no les pedimos permiso para traerlos al mundo y en segundo lugar,  porque hemos vivido muchos años y hemos experimentado situaciones que ellos no conocen y que pudiera ser que nunca lleguen a conocer, pero que de alguna forma el conocer algunas de ellas, pudiera en algo beneficiarlos en la actualidad o en el futuro.

Como quiera que la mayoría de mis hijos  viven en otros Países, los visitamos por lo menos dos veces al año y en esa temporada, que no excede más allá de quince días o un mes con cada uno y sus familias, renovamos nuestros lazos de amor y solidaridad familiar, que venturosamente, siempre ha sido muy agradable, porque seguimos compartiendo los mismos valores y principios fundamentales sobre la vida y las cosas. En esas oportunidades, cuando platico con alguno de mis nietos, independiente de su género, lo primero que hago es apagar el celular o hacer a un lado mi lap top –porque odio que estos instrumentos técnicos de hoy en muchos casos hayan sustituido el calor de la voz natural, el estrechar la mano o el abrazo fraterno- y  trato de utilizar el milagroso lenguaje del amor, que es mágico y especial para  compartir,  para situarme mentalmente en su tiempo y un poco  recordando mi curiosidad cuando tuve su edad, cual es la única manera de ubicarme a su nivel. De ellos he aprendido que debo mantener mi niño vivo, para poder  caminar y departir en su mundo, sin sentirme muy viejo, demasiado anticuado, ni demasiado… extraño.

Más allá de cualquier convicción religiosa, no dudo que si luego de partir de este mundo, volviera a estar por estos lares, como estoy seguro que sería yo quien decidiría mi meta, igual como lo he hecho en esta oportunidad, sin pensarlo dos veces volvería a ser esposo y padre. En el primer caso, porque no me canso de agradecer a Dios que me haya obsequiado la mejor compañera de viaje largo, que durante  nuestros cuarenta y ocho años de matrimonio ha sido mi amada Nancy; y en el segundo caso, porque como lo he dicho antes, el ser padre para mí ha sido simplemente UNA HERMOSA AVENTURA que  disfruto y disfrutaré intensamente, cada día de mi vida.

Por cierto, quiero aclarar que no estoy en contra del desarrollo tecnológico, porque  yo me beneficio de él, ya que  gracias a los nuevos dispositivos, es que puedo oír y ver todos los días y cada vez que lo desee a estos mis hijos que no están físicamente a mi lado. Pero si debo advertir que, en muchos casos, hombres y mujeres, padres o no, descuidan la atención personal constante u ocasional a sus seres queridos, dándole poca importancia a sus llamados o necesidades inmediatas de comunicación, por atender los benditos celulares, ya sea para recibir llamadas o contestarlas; cuales  nunca tendrán la importancia que tiene la atención a un hijo o un cónyuge, o la intimidad de la atención inmediata que nunca podrán ser sustituidas por un elemento mecánico,  por muy adelantado que lo fuere.

Finalmente, debo recordar a los padres que desde que nacen hasta que mueren nuestros hijos deberían ser nuestra prioridad, ya que independiente de su edad, ellos siempre esperan de nosotros esa mano amiga o esa palabra orientadora de quien, como lo he escrito antes, los trajo al mundo sin su permiso, pero con el compromiso de solidaridad, respeto y consideración… por siempre.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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NO AL MIEDO

 mujer asustada

No podemos permitir vivir en el mundo del miedo, porque si lo hacemos ya no viviremos, sino que sobreviviremos y no fue para eso que vinimos a este mundo. Miedo al desamor, miedo a las enfermedades, miedo a la inseguridad de todo género, miedo a los terroristas, miedo a una nueva guerra nuclear; todo lo cual nos imposibilita de salir a la calle, visitar los amigos, visitar la familia, acostarnos a la hora que nos plazca; temer cuando alguien estornuda, evitar que alguien nos bese, que nos abrace, que nos den la mano.

Tememos al taxista porque nos puede asaltar, a la señora embarazada que solicita ayuda porque creemos que es un señuelo, a un accidentado en la carretera por el mismo motivo; si en la noche vemos un auto que nos sigue aceleramos, doblamos la esquina  y desaparecemos; tememos a las motos que llevan un parrillero, sin considerar que  para ese fin, precisamente, fue que se  le adicionó la parrilla; tememos si en la noche vemos una patrulla, cuando por lo contrario nos corresponde sentirnos seguros, porque debemos suponer que su deber e intención es protegernos;   y… pare usted de contar.

Ahora bien… ¿Es posible que permitamos que la cuasi paranoia nos lleve a este nivel de vida tan precario?

¿Qué pasó con nuestra fe en Dios, nuestra confianza en sí mismos y nuestra autoestima?

¿Qué sucedió con nuestra seguridad en que hay más gente buena que mala en el mundo, por lo cual aun subsiste,  y que el venezolano es buena gente, solidario y generoso?

¿Se nos olvidó que nuestros mayores nos enseñaron que la policía, los bomberos, los socorristas son los principales amigos y que  el mejor hermano es el vecino más cercano?

Bedito sea Dios… ¿Cómo llegamos a esto teniendo el país más bello del mundo; con la mejor gente, con hermosos paisajes, los mejores climas,  hermosas llanuras, indescriptibles esteros, gigantescos mèdanos y espectaculares ríos; con la Flora más bella y la Fauna más variada del planeta?

Que existen problemas políticos, económicos, sociales y de inseguridad, pues ya lo creo; somos una nación de más de 30 millones de habitantes, con personas de diferente ideología, forma de pensar sobre la vida y las cosas, que dicen y actúan como lo sientenm porque somos esencialmente democráticos. Pero miremos hacia atrás, todo lo que hemos superado desde 1909. Hemos vivido dictaduras, democracias con muy buenas intenciones pero que no llenaron completamente las aspiraciones sociales; un experimento socialista que no termina de cuajar y todo lo hemos enfrentado con coraje, haciendo lo mejor que podemos nuestra actividad generadora de progreso, como ese aporte indispensable al desarrollo del país y… aquí estamos;  cada quien en lo suyo, con sus diferencias y desacuerdos, pero tratando de mantenernos en paz y armonía, y la realidad es que, quizás no de forma excelente, pero lo hemos logrado.

Entonces no hay razón para tener tanto miedo; simplemente, consideremos la situación actual problemática, que por cierto no es solo en Venezuela sino en el mundo; basta observar el Medio Oriente, Korea  y Europa, donde la situación sì que es muy grave y de muy difícil solución. Por lo tanto, tenemos que tranquilizarnos un poco, tomemos las previsiones necesarias y actuemos con cuidado, atención y respeto por los demás. Especialmente debemos ser sensibles y solidarios con nuestros semejantes, sin olvidar que seguimos teniendo familia, amigos, vecinos, servidores públicos honestos porque los corruptos no son el común; consideremos que seguimos siendo una comunidad, una sociedad pacífica, consciente de sus derechos y sus deberes… pero pacífica.

No debemos olvidar que continuamos siendo una gran familia: la familia venezolana, integrada por quienes aquí nacieron y quienes vinieron de otras tierras a incorporarse con nosotros a desarrollar este país. Y como quiera que tengo más de seis décadas viviendo aquí con pleno uso de razón política y económica, no puedo permitir que el miedo me dañe los años de vida que me quedan o me limite a seguir siendo útil, por los riesgos que pueda correr; por eso me siento obligado a gritar a los cuatro vientos a mis queridos hermanos venezolanos: el miedo es malo porque distorsiona la realidad, disminuye la fe, nos hace sentirnos indefensos, desmejorados, disminuidos. Y es por eso que debemos decirle al miedo, en cualquier situación o circunstancia:  NO, NO  y NO.

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LA MUSICA COMO PARTE DE LA VIDA

Desde las culturas más antiguas del mundo hasta hoy, la música ha sido parte integral de nuestra vida físico-espiritual. En la antigüedad fue muy ritual y religiosa; pero hoy, luego de ese largo recorrido por milenios, es tan importante que se han creado no sólo diversos estilos y medios de transmitirla, sino que en el mundo científico  de la medicina, se considera una importante terapia curativa, tanto para  el cuerpo como para la mente.

En las últimas seis décadas, la música pasó de ser una parte esencial del romanticismo hasta un signo de rebeldía y libertad. Especialmente en la década de los sesenta materializó un grito de insurrección de la juventud por mucho tiempo reprimido,  frente a un mundo  de guerras estúpidas, injusticia  y  desproporción de todo género.  En esta misma década, la música motivó el grito de libertad  en sus derechos, de ese ser maravilloso hasta ese momento mediatizado, casi ignorado y sojuzgado: la mujer.

De las misma manera como la música  de Los Beatles rompía paradigmas vetustos y melancólicos, promotores del dolor y la tristeza, cambiándolos por el pelo largo de los chicos y el tono sensual y a veces estridente, animando  los hot pants y la minifalda de las chicas, que representaron  un “ya basta” por parte de las mujeres, frente a un mundo de “machos”, donde era más importante la mojigatería insulsa e inútil, que su aporte valiosísimo en el contexto social, por su igualdad en inteligencia, diligencia, trabajo y libertad para amar, como ha quedado demostrado sobradamente, en los años posteriores.

Hoy la música es parte de nuestra vida cotidiana en la familia, las escuelas, las iglesias y el trabajo. Al menos en mi caso, la música habiendo sido fundamental como terapia en mi sanación del cáncer que sufrí el año 2011, hoy es no sólo mi compañera de labores, sino mi amiga en esos bellos momentos de reposo y deleite con mi compañera de viaje largo, pero también el fondo de mis plegarias y gracias a Dios por esta hermosa vida que me regaló.

Un piano, un violín, un saxo, una guitarra, un arpa, una flauta o un acordeón, como cualquier otro de los muchos  instrumentos musicales, en solo o como parte de una partitura, tanto en una noche de luna, como en una esplendorosa mañana primaveral, nos llenan el alma de diversos sentimientos, que llenan el espíritu, despejan la tristeza y nos hacen la vida más grata. Hoy sabemos que nuestras células oyen la música y nos ayudan a combatir el tedio, la soledad y la tristeza, que son tres enemigos emboscados que siempre están al acecho de nuestro bienestar. Por eso con sobrada razón aconsejo hacer de la música, sin importar el género o estilo, una parte integral de nuestra vida diaria.

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