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Archive for the ‘PACIENCIA’ Category

EL PRESENTE Y EL DESTINO

Es una creencia casi generalizada que Dios determina nuestro destino desde antes de haber nacido y que eso es infalible;  no discuto tal  criterio, especialmente porque como soy un convencido de nuestra absoluta posibilidad de ser felices, para lo cual se requiere ser muy positivo, no puedo darme el lujo de preocuparme por algo que pudiera convertirse en una obsesión  negativa, como es para una gran mayoría de personas, el destino. Es que en mi personal concepto, lo que Dios sí que nos dispuso como una hoja de papel en blanco,  fue el camino que debemos recorrer durante toda nuestra vida -que por cierto es lo que  sí debe interesarnos-  por lo cual nos dejó en plena libertad de darle el sentido, color, sensación y sabor al paisaje, así como a cada  bache o recodo del camino; de tal manera que, en su inmensa sabiduría, creo que  para no aportarnos focos de preocupación innecesaria, nos dejó en libertad de diseñar nuestro propio “camino”, por lo cual nos regaló la posibilidad de hacer de ese viaje de nuestra vida, lo que más nos plazca, agrade o nos parezca conveniente. En tal sentido, para que pudiésemos estudiar, entender y encontrar la mejor forma de vivir esa extraordinaria experiencia de ese viaje, nos dotó de inteligencia y raciocinio, al tiempo que puso sobre el camino diferentes subidas, bajadas, obstáculos y/o accidentes, que nosotros con todos los recursos intelectuales y físicos de que fuimos dotados, pudiésemos perfectamente determinar la mejor forma de esquivarlos, superarlos, ignorarlos  o disfrutarlos, conforme nuestra propia forma de ver la vida y las cosas.

No es fácil emitir criterio sobre lo que piensan o sienten otras personas, por lo cual pareciera  lo más acertado, hablar de nuestras propias circunstancias y vivencias; a ese respecto y refiriéndome al camino de la vida que durante setenta y ocho años he transitado, debo comentar que desde que tengo verdadero uso de razón he estado perfectamente consciente de que no existe un destino predeterminado para mí, ese me lo hago yo;  inclusive ese elemento impredecible que a tantos preocupa y que denominan futuro, cual para mí –no obstante la insistencia de mi padre de que era muy importante- tampoco tuvo ni tiene tanta importancia, precisamente porque es imprevisible, impreciso e indeterminado, por lo cual no lo considero trascendente como parte de mi camino; quizás porque siempre he tenido plena conciencia de que, si fuere que llegare,  lo único que puedo aportarle para mi beneficio,  sería hacer bien lo que me corresponde… hoy.

¿Qué la manera de transitar nuestro camino  tenga que ver con nuestro posible destino? Pareciera lógico, por lo cual como  yo juego a ganador, no desperdicio ninguna posibilidad; es que estoy seguro que mi camino es hoy, por lo tanto es a este día  de hoy a quien debo toda mi atención, amor y cuidado. Estoy consciente de que conmigo transitan a mi lado, detrás y al frente, mis hermanos humanos y mis hermanos los animales;  a ambos me debo por mi principio fundamental de  utilidad y humanidad. De la misma forma,  a los recursos naturales que Dios dispuso sobre y en esta tierra para mi beneficio, estoy obligado a proteger, cuidar y defender a toda costa, so pena de desaparecer como especie sobre esta tierra, o por lo menos de negar su conocimiento, belleza, beneficio y disfrute, a las futuras generaciones. Como  observarán en  lo expresado en este párrafo, en nada puede ayudarme a mejor vivir mi camino, el pensar o preocuparme por un destino que, como el futuro, no es determinable de ninguna manera.

Tristemente he conocido personas que viven consternados por lo imprevisible de su posible destino o lo que pudiera sucederles mañana, que es como decir: en el futuro. Tanto me ha preocupado esta tendencia,  que he dedicado una buena parte de mi vida a escribir artículos de prensa y revistas, libros y el blog: www.unavidafeliz.com, que es visitado por más de 2.800.000 cibernautas en 119 países, así como conferencias y conversatorios, todos orientados a inducir a las personas a no dejarse afectar por el pasado, porque es un muerto; ni por el futuro porque no ha nacido; estimulándolos a dedicar todo lo mejor y más entusiasta  de la existencia, a ese diario transitar por el camino de la vida; cual no sólo tenemos la capacidad de hacer agradable y didáctico, sino inclusive, impregnarlo de magia y entusiasmo que contagie a nuestros congéneres negativos. Es durante el recorrido del camino que podemos amar, disfrutar de las flores, de la risa de los niños, del canto de los pájaros, del ruido de las quebradas, de las olas del mar; degustar los  manjares en que nuestros hermanos saben  convertir los recursos naturales que Dios puso sobre la tierra para nosotros, así como de mirar y escuchar a esas personas que amamos, cuya presencia, compañía y voz, dan sentido a nuestra vida.

Luego de todo lo expresado, en una reflexión sincera del qué y el por qué de nuestra vida… ¿No les parece una pérdida de tiempo dedicar nuestro intelecto a intuir un destino desconocido, cuando la realidad del hoy –que es el camino que en todo momento estamos recorriendo- tiene tantas cosas buenas y bellas que ofrecernos? Como todo en la vida, creer y preocuparse del destino es una opción exclusiva del libre albedrío de  cada ser humano, que yo respeto, pero que estoy obligado a declarar que no comparto; precisamente porque no le aporta nada a esa maravillosa bendición de vivir el hoy y no de sobrevivirlo, que definitivamente es la opción por mí libremente escogida y predicada  hoy y siempre.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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EL ROL DE PADRE

father-and-sonComo todos los padres, tuve un Padre que, luego que regresó a su hogar original, en  cualquiera de las noches claras cuando observo  el firmamento, se que detrás de una oreja de la luna y  en forma de estrella, me guiña un ojo diciéndome… “Que Dios te bendiga hijo.” En mi caso,  y respecto de mi descendencia, he sido bendecido por Dios, porque a mis setenta y siete años soy  padre de cinco hijos, quienes a su vez tienen trece  hijos e inclusive, ya me dieron un bisnieto. Ser un padre para mi ha sido una bellísima aventura,  porque tanto mis hijos como sus hijos permanentemente me manifiestan amor y yo los amo… mucho;  quizás porque siempre -desde muy niños- he respetado su libre albedrío; tengo buen humor, no soy anecdótico, no aconsejo sino que emito criterio, ni pongo cara de intelectual cuando hablo con ellos,  he logrado generar su confianza, por lo cual extrañamente, soy para algunos de ellos su confidente y a veces… su cómplice.

Aunque todos viven muy bien, no me importa para nada su posición económica, si son poderosos, muy inteligentes o famosos; porque les enseñé y ellos aprendieron, que lo más importante es la felicidad,  que no la genera ninguno de los factores enumerados, sino que es producto de cómo nos sentimos en lo interior. Así como que, respecto de su formación académica, solo les enseñé que prefería a que no estudiaran para ser genios, sino que fueran geniales.  Quizás por eso cada uno ha desarrollado libremente su personalidad, siendo diferentes pero… felices. Creo que el papel de los padres, más allá de suministrar apropiada y diligentemente sus necesidades vitales e independiente de la edad de sus hijos, es tratar en todo momento de comprenderlos y orientarlos, respetando siempre su individualidad y tomando muy en consideración el tiempo y el espacio en que crecen; que al menos en estos tiempos, es bien diferente al nuestro, y que razonablemente como consecuencia, también son diferente algunos de sus valores. Por tanto, no son ellos quienes tienen el deber de entendernos, sino nosotros quienes estamos obligados a comprenderlos a ellos; porque, en primer lugar no les pedimos permiso para traerlos al mundo y en segundo lugar,  porque hemos vivido muchos años y hemos experimentado situaciones que ellos no conocen y que pudiera ser que nunca lleguen a conocer, pero que de alguna forma el conocer algunas de ellas, pudiera en algo beneficiarlos en la actualidad o en el futuro.

Como quiera que la mayoría de mis hijos  viven en otros Países, los visitamos por lo menos dos veces al año y en esa temporada, que no excede más allá de quince días o un mes con cada uno y sus familias, renovamos nuestros lazos de amor y solidaridad familiar, que venturosamente, siempre ha sido muy agradable, porque seguimos compartiendo los mismos valores y principios fundamentales sobre la vida y las cosas. En esas oportunidades, cuando platico con alguno de mis nietos, independiente de su género, lo primero que hago es apagar el celular o hacer a un lado mi lap top –porque odio que estos instrumentos técnicos de hoy en muchos casos hayan sustituido el calor de la voz natural, el estrechar la mano o el abrazo fraterno- y  trato de utilizar el milagroso lenguaje del amor, que es mágico y especial para  compartir,  para situarme mentalmente en su tiempo y un poco  recordando mi curiosidad cuando tuve su edad, cual es la única manera de ubicarme a su nivel. De ellos he aprendido que debo mantener mi niño vivo, para poder  caminar y departir en su mundo, sin sentirme muy viejo, demasiado anticuado, ni demasiado… extraño.

Siento que uno de los deberes insoslayables de los padres, es dar una educación de hogar tal a sus hijos, que sea suficientemente buena desde el punto de vista ético, que se convierta en la base para que los hijos puedan recibir y procesar de la forma más exitosa la formación de sus escuelas. No puede un  hijo que no tuvo la formación correcta en su hogar, asimilar y valorar con responsabilidad, en todo su contexto positivo, la enseñanza de sus escuelas desde su etapa inicial hasta el final de las mismas, para que, como lo dijera alguien alguna vez, “puedan llegar a ser lo que deban ser.”

Por cierto, quiero aclarar que no estoy en contra del desarrollo tecnológico, porque  yo me beneficio de él, ya que  gracias a los nuevos dispositivos, independiente de los miles de millas que físicamente nos separan, es que puedo oír y ver todos los días y cada vez que lo desee,  a estos mis amados hijos y nietos. Pero sí debo advertir que, en muchos casos, hombres y mujeres, padres o no, descuidan la atención personal constante u ocasional a sus seres queridos, no atendiendo a sus llamados o necesidades inmediatas de comunicación, por atender los benditos celulares, ya sea para recibir llamadas o contestarlas, cuales  nunca tendrán la importancia que tiene la atención a un hijo o un cónyuge, o la intimidad de la atención inmediata que nunca podrán ser sustituidas por un elemento mecánico,  por muy adelantado que lo fuere.

Más allá de cualquier convicción religiosa, no dudo que si luego de partir de este mundo, volviera a estar por estos lares, como quiera que estoy seguro que sería yo quien decidiría mi meta igual como lo he hecho en esta oportunidad, sin pensarlo dos veces volvería a ser esposo y padre. En el primer caso, porque no me canso de agradecer a Dios que me haya obsequiado la mejor compañera de viaje largo, que durante  nuestros cuarenta y ocho años de matrimonio ha sido mi amada Nancy, quien me ha permitido vivir intensamente ese camino  de felicidad que disfruto… desde que la conozco; y en el segundo caso, porque como lo he dicho antes, el ser padre y abuelo para mí ha sido simplemente UNA HERMOSA AVENTURA que  disfruto y disfrutaré intensamente, cada día de mi vida.

Finalmente, debo recordar a los padres que desde que nacen hasta que mueren nuestros hijos deberían estar dentro de nuestras prioridades, ya que independiente de su edad, ellos siempre esperan de nosotros esa mano amiga o esa palabra orientadora de quien, como lo he expresado antes, los trajo al mundo sin su permiso, pero con el compromiso de solidaridad, respeto y consideración… por siempre.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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ACTITUD EN TIEMPO DE CRISIS

ARAGUANEY: ARBOL NACIONAL DE VENEZUELA

Que en nuestra querida Venezuela  hoy existe una crisis prácticamente global -que es como decir económica, política y social en general- generadora de uno de los factores más perturbadores para cualquier sociedad organizada, como es la incertidumbre,  es algo que no es discutible. Como consecuencia de tal realidad, se hace necesario meditar de la forma más seria –y a ser posible tranquila- sobre cuál debería ser nuestro comportamiento como ciudadanos frente a tal grave situación. En mi humilde concepto, mantengo el principio de que de nada sirve “preocuparnos”, porque esta actitud nada positivo aporta a una solución; sino que, por el contrario, nos altera aún más, haciendo más difícil “ocuparnos” de encontrar una alternativa en pro de localizar caminos, que nos ayuden a campear el temporal que nos azota.

Pienso que cuando el país está boyante y sin problemas no se requiere inteligencia, moderación o armonía para convivir las realidades del momento de la patria. Es en situaciones especiales, y si se quiere inéditas, cuando se requiere la mayor templanza para valorar y/o evaluar nuestro comportamiento personal, que  sin ninguna duda influirá de manera decisiva en el proceder colectivo. Creo que, quienes como yo hemos vivido con total sentido común las diferentes etapas que se han sucedió en los últimos sesenta años en Venezuela, sin haber dejado la vida o la razón en el camino,  estamos obligados a contribuir a la ponderación  cabal de la situación  nacional actual. No somos una isla al margen de los acontecimientos que hoy aquejan al mundo civilizado, ni debemos esquivar nuestras responsabilidades como habitantes de una nación, que al menos en mi caso, me dio todas las oportunidades para mediante la fe, la diligencia, el estudio, el trabajo y la confianza en mí mismo, adelantar mi principal proyecto: mi formación personal integral y el desarrollo de una familia con valores de honestidad, amor, sensibilidad social y solidaridad humana, que hoy se reflejan en la solidez de sus respectivos hogares.

En el mismo sentido de lo antes expuesto, siento que, como venezolanos,  estamos obligados a ser optimistas; porque el país ni se ha hundido ni se hundirá, especialmente porque su mayor capital no son sus múltiples riquezas naturales, sino que su principal recurso para salir adelante en cualquier situación que se presentare, lo somos nosotros, los venezolanos. Si, nosotros los ciudadanos aportando ideas, trabajo, confianza, fe y esperanza de un futuro mejor,  será como aumentaremos las posibilidades de superar los escollos que en estos momentos pudieran parecernos casi insalvables. No es con actitudes pesimistas, derrotistas, o como una vez lo dijera Rómulo Betancourt “…con alaridos de Casandras agoreras”, como podremos superar la situación que nos aqueja.

De cualquier manera, la situación actual de Venezuela, por acción u omisión nos involucra a todos; por tanto, somos nosotros, todos los venezolanos, quienes dentro de nuestras reales posibilidades, tenemos que meterle el pecho al país para sacarlo adelante. Yo, que conozco a Venezuela de Oeste a Este, desde Sichipés en la alta Goajira hasta San Fernando de Atabapo en Amazonas y de Norte a Sur desde Puerto Cabello hasta Puerto Páez, pero que además he recorrido buena parte del mundo fuera de nuestras fronteras, puedo decir con plena certeza, que Venezuela es como territorio,  una tacita de oro; y como nación, la mejor gente del mundo. Por eso, por todo lo dicho es que aún teniendo mucha de mi familia en Canadá, Estados Unidos y Colombia, mi sentido de pertenencia a esta tierra maravillosa, es superior al temor o a cualquier otro sentimiento que pudiere afectar mi sentido de conservación. Yo que viví con pleno conocimiento esta Venezuela, que en los últimos sesenta y seis años ha cambiado varias veces su denominación y signos nacionales; vivido democracias, dictaduras y revoluciones; épocas de extraordinario auge económico y situaciones de grandes carencias; sin cuestionar o juzgar de ninguna manera los compatriotas que emigran, no tengo la menor duda que mi puesto está aquí, en las buenas o en las malas, pero aquí, aferrado a esta tierra, a los setenta y siete años de pié, como los robles, dispuesto a resistir los ventarrones, los inviernos  y los veranos, porque sé y no tengo duda, que todo tiene su tiempo y que lo que algunas veces sentimos como un tropiezo, más adelante puede resultar una buena enseñanza o experiencia, que aporte mayor felicidad a esta tierra que tanto amamos: VIVA VENEZUELA hoy, mañana y siempre.

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ROL DE PADRES

Como todos los padres, tuve un Padre que, luego que regresó a su hogar original, en  cualquiera de las noches claras cuando observo  el firmamento, se que detrás de una oreja de la luna y  en forma de estrella, me guiña un ojo diciéndome… “Que Dios te bendiga hijo.” En mi caso,  y respecto de mi descendencia, he sido bendecido por Dios, porque a mis setenta y siete años soy  padre de cinco hijos, quienes a su vez tienen trece  hijos e inclusive, ya me dieron un bisnieto. Ser un padre para mi ha sido una bellísima aventura,  porque tanto mis hijos como sus hijos permanentemente me manifiestan amor y yo los amo… mucho;  quizás porque siempre -desde muy nños- he respetado su libre albedrío; tengo buen humor, no soy anecdótico, no aconsejo sino que emito criterio, ni pongo cara de intelectual cuando hablo con ellos,  he logrado generar su confianza, por lo cual extrañamente, soy para algunos de ellos su confidente y a veces… su cómplice.

Aunque todos viven muy bien, no me importa para nada su posición económica, si son poderosos, muy inteligentes o famosos; porque les enseñé y ellos aprendieron, que lo más importante es la felicidad,  que no la genera ninguno de los factores enumerados, sino que es producto de cómo nos sentimos en lo interior. Así como que, respecto de su formación académica, solo les enseñé que prefería a que no estudiaran para ser genios, sino que fueran geniales.  Quizás por eso cada uno ha desarrollado libremente su personalidad, siendo diferentes pero… felices. Creo que el papel de los padres, más allá de suministrar apropiada y diligentemente sus necesidades vitales e independiente de la edad de sus hijos, es tratar en todo momento de comprenderlos y orientarlos, respetando siempre su individualidad y tomando muy en consideración el tiempo y el espacio en que crecen; que al menos en estos tiempos, es bien diferente al nuestro, y que razonablemente como consecuencia, también son diferente algunos de sus valores. Por tanto, no son ellos quienes tienen el deber de entendernos, sino nosotros quienes estamos obligados a comprenderlos a ellos; porque, en primer lugar no les pedimos permiso para traerlos al mundo y en segundo lugar,  porque hemos vivido muchos años y hemos experimentado situaciones que ellos no conocen y que pudiera ser que nunca lleguen a conocer, pero que de alguna forma el conocer algunas de ellas, pudiera en algo beneficiarlos en la actualidad o en el futuro.

Como quiera que la mayoría de mis hijos  viven en otros Países, los visitamos por lo menos dos veces al año y en esa temporada, que no excede más allá de quince días o un mes con cada uno y sus familias, renovamos nuestros lazos de amor y solidaridad familiar, que venturosamente, siempre ha sido muy agradable, porque seguimos compartiendo los mismos valores y principios fundamentales sobre la vida y las cosas. En esas oportunidades, cuando platico con alguno de mis nietos, independiente de su género, lo primero que hago es apagar el celular o hacer a un lado mi lap top –porque odio que estos instrumentos técnicos de hoy en muchos casos hayan sustituido el calor de la voz natural, el estrechar la mano o el abrazo fraterno- y  trato de utilizar el milagroso lenguaje del amor, que es mágico y especial para  compartir,  para situarme mentalmente en su tiempo y un poco  recordando mi curiosidad cuando tuve su edad, cual es la única manera de ubicarme a su nivel. De ellos he aprendido que debo mantener mi niño vivo, para poder  caminar y departir en su mundo, sin sentirme muy viejo, demasiado anticuado, ni demasiado… extraño.

Más allá de cualquier convicción religiosa, no dudo que si luego de partir de este mundo, volviera a estar por estos lares, como estoy seguro que sería yo quien decidiría mi meta, igual como lo he hecho en esta oportunidad, sin pensarlo dos veces volvería a ser esposo y padre. En el primer caso, porque no me canso de agradecer a Dios que me haya obsequiado la mejor compañera de viaje largo, que durante  nuestros cuarenta y ocho años de matrimonio ha sido mi amada Nancy; y en el segundo caso, porque como lo he dicho antes, el ser padre para mí ha sido simplemente UNA HERMOSA AVENTURA que  disfruto y disfrutaré intensamente, cada día de mi vida.

Por cierto, quiero aclarar que no estoy en contra del desarrollo tecnológico, porque  yo me beneficio de él, ya que  gracias a los nuevos dispositivos, es que puedo oír y ver todos los días y cada vez que lo desee a estos mis hijos que no están físicamente a mi lado. Pero si debo advertir que, en muchos casos, hombres y mujeres, padres o no, descuidan la atención personal constante u ocasional a sus seres queridos, dándole poca importancia a sus llamados o necesidades inmediatas de comunicación, por atender los benditos celulares, ya sea para recibir llamadas o contestarlas; cuales  nunca tendrán la importancia que tiene la atención a un hijo o un cónyuge, o la intimidad de la atención inmediata que nunca podrán ser sustituidas por un elemento mecánico,  por muy adelantado que lo fuere.

Finalmente, debo recordar a los padres que desde que nacen hasta que mueren nuestros hijos deberían ser nuestra prioridad, ya que independiente de su edad, ellos siempre esperan de nosotros esa mano amiga o esa palabra orientadora de quien, como lo he escrito antes, los trajo al mundo sin su permiso, pero con el compromiso de solidaridad, respeto y consideración… por siempre.

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LA EDAD Y LA VIDA

Releyendo en alguna parte, encontré una anécdota sobre Galileo Galilei, cuando ya teniendo su barba blanca, unos amigos le  preguntaron ¿Cuántos años tienes? Y él les respondió ocho o diez años. Por tal respuesta le replicaron asombrados: ¿Cómo es eso? Y Galileo les replicó.  “…los años que tengo son los años que me quedan por vivir, porque los ya vividos ya no los tengo, como no tengo las monedas que se han gastado, todos ya se fueron.” Meditando sobre esta respuesta, tengo que llegar a la conclusión que ciertamente, los años que tenemos son los que nos quedan que vivir  y no los que ya hemos vivido, porque los vividos son como el agua que pasó bajo los puentes: pasó y no volverá, así como los años pasados no volverán y nada puede hacerse sobre ellos.

Entonces los años que son míos, como lo dijera Galileo, son los que me faltan por vivir, y por tanto, son esos años que me quedan los que deben ocuparme; vale decir, que voy a hacer con ellos y en ellos, pero como no sé cuantos serán, en realidad tengo que referirme, o mejor dicho,  a los días, horas, minutos y… segundos. Me corresponde pensar que voy a hacer en ellos y con ellos; sin duda alguna para procurar  mi mayor felicidad, la de mi entorno íntimo, y en general como cristiano, en mis semejantes.

De tal manera debo amar intensamente cada minuto y disfrutar con fruición las múltiples bendiciones que Dios puso para mí sobre esta tierra. Como siempre he sido un enamorado de la vida, ahora más que nunca, sobre la base de la citada reflexión me corresponde ser más amoroso con las personas que amo y manifestarle en cada ocasión posible ese amor que tengo por ellas. Asimismo, me corresponde dar lo mejor de mí en todo lo que hago, que es como decir que debo hacer todo con más pasión que nunca, sintiendo el placer de ser  útil y solidario con las personas; recordar a cada momento que el tiempo se agota y no puedo desperdiciarlo, sino… vivirlo. Ahora tengo que pensar que todo pasará, como han pasado mis años vividos; por tanto me corresponde disfrutar haciendo las cosas con amor y viviendo cada momento con emoción especial; debo aceptar que lo único que quedará de mí será el amor y los buenos actos que de mi recuerden las personas y, especialmente, mis seres queridos.

Venturosamente, como soy escritor, ahora más que nunca me corresponde escribir sobre lo bello de la vida, que he vivido y lo maravillosa que puede ser la existencia para cualquier persona que comprendiendo lo limitado de su vida,  entienda que solo amando, manifestando el amor y   haciendo el bien en cada momento, podemos sentirnos realizados física y espiritualmente. Esto conlleva aceptar la diversidad humana, respetar la individualidad, introspeccionar la obligación que tenemos quienes tenemos acceso y utilizamos los diferentes medios de comunicación, como personas felices, de procurar que los demás entienden que es posible serlo, porque depende de nosotros y de nadie más.

En el mismo sentido, nos corresponde pensar que algo que pareciera elemental para nosotros, pudiera ser que para otros pareciera muy complicado; por ejemplo, aquellos que dicen como su aporte a algún problema que sufren: “…estoy preocupado por tal o cual asunto…”, sin considerar que su preocupación, realmente, nada positivo aporta a la solución del problema, sino que, por el contrario, estar preocupado afecta su mente y su capacidad de resolver algo. Por lo cual no sirve de nada estar preocupado, sino que en vez de tal, debemos no preocuparnos sino ocuparnos de cómo solucionarlo; pero sin preocupación, sino actuando con diligencia, confianza, positividad y fe: con la mente despejada,   lo cual no es fácil si nos encontramos preocupados.

Igualmente, el odio, el rencor,  los malos deseos, las maldiciones, no hacen daño a quien se le profesan, sino que nos ensucia el alma, retarda nuestro crecimiento espiritual y entorpece recuperarnos de cualquier   mala acción que nos haya producido  alguien. En cambio, el amor, el perdón, la bendiciones, la caridad y poner las malas situaciones que no podemos resolver en las manos de Dios, nos ayudan a recuperarnos  física y espiritualmente de cualquier inconveniente que alguien nos produzca. Pero lamentablemente, pocas personas pueden procesar esta realidad que para  nosotros es obvia.

Por todo eso, estamos obligados a insistir hablando y escribiendo sobre estas verdades, que parecieran elementales, pero que   muchas veces  hacen la diferencia entre la gente triunfadora y feliz, y aquellos que se consideran perdedores e infelices por no lograr algunas de sus metas, sueños o ambiciones.

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EL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Sobre el aspecto histórico de cuando se originó la celebración del día de la mujer, mucho se ha escrito y especulado sobre declarar un año y/o día especial para su celebración.  Algunas fuentes informan de un primer evento de este género en 1795.  Según Wilkipedia, “…la primera celebración del Día Internacional de la Mujer tuvo lugar el 19 de Marzo de 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza”; pero no fue sino hasta 1972 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró a 1975 como el Año Internacional de la Mujer, invitando a USA a declararlo en 1977. No obstante que ya en 1789, en la conocida  Revolución Francesa,  las mujeres marcharon junto con los hombres en Versalles reclamando libertad, igualdad y fraternidad”, en la seguridad de que esa IGUALDAD que reclamaban, se refería a su género. Desde entonces las mujeres, especialmente las trabajadoras de los Estados Unidos a partir 1909, han estado no solamente luchando sino demostrando en las fábricas, sindicatos, universidades, hospitales y en las Fuerzas Armadas, que pueden  ser iguales o mejores que cualquier hombre, en la actividad que tengan que realizar o les sea asignada.

Actualmente existen unas cuantas Organizaciones Mundiales  que luchan  por los derechos e igualdad de la mujer con el hombre, en el campo laboral, político  y social,  como la DAW (División para el Adelanto de la Mujer),   INSTRAW, (Instituto Internacional de Investigación y Capacitación para la Promoción de la Mujer) y OSAGI (Oficina de la Asesora Especial en Cuestiones de Género y Adelanto de la Mujer), por mencionar algunas, siendo  que en 2011 se celebró el Centenario del Día Internacional de la Mujer y también comenzó a operar la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, también conocida como ONU Mujeres., donde recientemente han tenido una actuación especial la Chilena MICHELLE BACHELET y la Surafricana PHUMZILE  MLAMBO-NEGEUKA.

Luego de este extracto histórico, pienso que no es malo, pero si lastimoso, que tenga que existir una fecha especial en el año, para que se reconozca  el papel, no solo fundamental sino insustituible, de la mujer en cualquier tipo de sociedad o grupo humano con sentido de permanencia en el tiempo. Es que sin la mujer, no se mantendría la continuidad de la especie, y si se lograre sin ella, no valdría la pena la vida. Al menos para quienes como yo, hemos tenido una tierna madre, una cariñosa hermanita, unas bellas hijas y una espectacular compañera de viaje largo por 47 años, como es mi esposa, no podemos concebir un mundo feliz sin la existencia de la mujer; por lo cual,  el día de las mujeres deberían ser TODOS LOS DIAS y de hecho para mí lo son, independientemente de que sean solteras, casadas o tengan determinada preferencia sexual.

 No me avergüenzo sino me enorgullezco de haber aprendido de ellas lealtad, bondad, perseverancia, caridad, resistencia, fe, esperanza; así como por ellas haber fortalecido mis principios y valores humanos fundamentales, que me han ayudado a crecer espiritualmente, por lo cual hoy y siempre, donde, cuando y como esté, consideraré un gran honor tenerlas conmigo, como ese faro que ha orientado mis más bellos sueños; mis mayores ambiciones y mejores logros, en ese pequeño gran mundo que con ellas he compartido y que  siempre ha sido… muy feliz.

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                                               EXPERIENCIA, SABIDURÍA Y… AMOR

adulto mayor II

Cuando alguien se refiere a un “adulto mayor”, no se trata de un Dinosaurio o Matusalén, sino a un ser humano que recorrió el largo, largo camino  de la mayor parte de su vida, logrando sortear los baches, subidas y bajadas de la existencia, pero también que se impuso a nuestra gran  vulnerabilidad frente a  la fuerza arrolladora de una naturaleza incontenible, que así como lo depositó en esta tierra tiene muchas maneras de destruirlo en pocos segundos. Por tanto,  procede meditar sobre los mínimos beneficios que se ha ganado durante tantos años,  manteniendo la especie y contribuyendo al desarrollo social que hoy nos permite convivir en sociedad. También debe considerarse que es una fuente de sabiduría, porque en la experiencia de sus años vividos,  aprendió y puede demostrarnos el valor de la verdad, lo importante de la actuación recta y que hacer el bien siempre paga. Frente a esta realidad, lo menos que nos corresponde es demostrarle el respeto a sus palabras, porque a esa edad no es fácil sentirse seguro. En esa etapa de la vida,  los familiares debemos recordar su necesidad de socializar con sus contemporáneos y facilitarle su visita con quienes revive su tiempo, porque hablan y actúan de acuerdo a sus valores y eso les permite sentirse que no han envejecido… tanto.

¿Qué son muy anecdóticos y repetitivos? Así es, pero si esas historias que representan su vida no nos lesionan, oigámoslos con respeto, que de ello algo aprenderemos y esa comunicación les hace felices.  Ellos requieren sentir que su mundo no se fue del todo y  por eso conservan sus cosas personales, sin pensar si son o no de moda, porque representan una parte de lo que vivieron o… amaron. En esa edad, la paciencia se encuentra casi agotada; por tanto, deberíamos recordar nuestra niñez cuando por los mismos motivos, en ese siclo repetitivo de la vida, ellos nos comprendieron y  ahora nos toca comprenderlos.

Cuando tenemos un adulto mayor con  nosotros, debemos amarlo, respetarlo y aceptarlo como es, porque dio parte de sus mejores años para sacarnos adelante y pudiera ser que mañana ya no lo tengamos con nosotros, porque ha viajado sin regreso y lamentemos no haberle demostrado lo que ahora quisiéramos decirle, y ya sólo podremos orar. Recordemos que es importante crecer feliz y envejecer es como crecer: en ambos casos es muy importante sentirse respetados, y a ser posible…amados.

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PADRE E HIJO

 La sinergia de la vida debe llamarnos a profunda reflexión sobre la actitud de las personas conforme a su edad, so pena de transcurrir y terminar nuestros días frustrados, estresados y descontentos. El transcurso del tiempo asemeja a una máquina, que incesantemente aspira todo lo que encuentra a su paso, alimentando su inexorable evolución. Mezcla valores, principios, prejuicios, paradigmas, mitos, creencias e ideologías, triturándolos y homogeneizándolos para elaborar su producto: el tiempo por venir. Su resultado es el hombre del nuevo mundo; ese que está creciendo aquí, ahora mismo; normal para la gente de su época, pero que su comportamiento perturba a las personas de mayor edad, que no tengan la capacidad de entender estos procesos evolutivos.

Las personas mayores, normalmente respondemos a principios y valores que traducimos en paradigmas que rigen nuestra vida; por lo que, a cierta distancia de la acción cotidiana de las nuevas generaciones, que no consideramos integralmente dentro de estatus de nuestra conciencia pero que alimentan el indefectible desarrollo, aunque califiquemos como diferentes, no podemos obviar su efecto sobre nuestra cotidianidad. Para nosotros, especialmente en el caso de la relación de pareja, hoy ya no es una conveniencia sino una necesidad, abrazarse estrechamente a esos valores tradicionales y paradigmas que fundamentaron las uniones, para hacerse más fuertes frente al efecto de succión de esa máquina del tiempo, que, aunque no es detestable porque representa la evolución, que es inexorable, no podemos permitirle que desmejore nuestra convivencia personal y autoestima.

La mentalidad de los nietos debemos respetarla, pero no tenemos obligatoriamente que compartirla. Aunque aceptemos algunas de sus actitudes, si chocan con nuestros principios y valores fundamentales, no estamos obligados a promoverlas o patrocinarlas, si no respondan a nuestras concepciones éticas y morales. Sin embargo, no tienen por qué significar que en su forma de vida ellos estén equivocados y nosotros acertados, sino que viven diferente, precisamente porque sus valores son coincidentes con la vida de hoy, lo cual eso es importante procesarlo y aceptarlo, para entenderlos mejor, amarlos ser consecuentes con ellos y serles de mayor utilidad.

No tenemos por qué temer al cambio generacional; desde el inicio del mundo ha estado presente. Corresponde aceptarlo por necesario sin actuar a destiempo, porque la edad no perdona; y aunque pudiéramos enmendar, con los años se nos hace más difícil. Ambas formas de vida pueden convivir holgadamente, bajo el respeto mutuo y consideración compartidas. Al final, ellos serán lo único que quedará de nuestro amor sobre esta tierra.

 

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El momento del país es tan delicado, que debemos “Tener la valentía de parecer cobardes”, como lo escribiera José María Escrivá de Balaguer; porque habiendo quedado el país dividido en dos toletes, no se debe permitir bajo ninguna circunstancia la violencia.

No somos guapos de barrio ni jaquetones, sino gente amable, decente, culta, amante del diálogo, porque es esa la forma como se deciden los problemas en la familia y somos una gran familia que tiene nombre y apellido: Venezuela.  Todos somos miembros de ella y las familias no dirimen sus diferencias violentamente, sino poniendo por delante el diálogo y el amor que les une.

De parte y parte representamos diferencias que deben debatirse y aclararse en un clima de paz y entendimiento, paras que no se conviertan en motivo para enfrentamientos personales, que abran un peligroso camino del cual pudiera ser que no tengamos regreso; al menos, sin dejar  en el camino mucho dolor, rencor   y… sangre.

Para quienes, aunque no lo presenciamos personalmente, pero sí lo leímos de fuentes históricas muy serias, las últimas pocas guerras civiles en el Siglo pasado fueron horribles, quizás más terribles que las guerras convencionales entre países extraños.

No podemos permitir que se fomenten las condiciones para algo tan horrible como eventos donde se hieran o maten hermanos contra hermanos. Debemos considerar que, aunque de alguna manera seríamos todos responsables, los principales actores lo serían los dirigentes políticos del país, independiente de cual fuere su ideología política o posición, porque es a ellos a quienes siguen las masas.

Los dirigentes políticos, las autoridades y especialmente las policías y militares,  tienen que hacer un gran esfuerzo para medir las consecuencias de un evento desgraciado y desgarrador que pudiere derivarse de la intolerancia. Tenemos que evitar el uso de las armas, porque tenemos elementos de diálogo mediante los cuales ponernos de acuerdo. No se trata de un problema de no dar el brazo a torcer o aferrarse a ningún tipo de legalismo. Se trata de una situación fáctica peligrosa, más que de un problema jurídico,  porque las calles se están calentando y cualquier pequeño evento puede prender la chispa. El problema es fáctico y  deben aplicarse soluciones fácticas, porque en beneficio del orden público y la paz social, bien puede atenuarse la aplicación de algunas normas jurídicas, porque lo sería a favor del pueblo y es éste el que otorga la legitimidad.

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El ABURRIMIENTO EN LA PAREJA

mujer frustrada ii

El aburrimiento o  hastío, no surge del no hacer nada ni tampoco del resultado de no tener como distraerse;  serios estudios han determinado que es uno de los factores que incide en  un alto porcentaje en la separación de  parejas, que hoy pareciera pandémico.

                    El hastío en la pareja surge porque los consortes, poco  a poco, dejan extinguir la magia de los primeros tiempos, que hacía de cualquier momento sencillo algo reconfortante; y la solidaridad que se juraron por siempre, cual asimismo tiene mil maneras de expresarse, igualmente  se convierte en tan sólo un recuerdo que abona el terreno para el aburrimiento.

La vida de pareja puede ser la aventura más emocionante y variada que un ser humano pueda experimentar o convertirse en el recorrido de un largo camino lleno de malos momentos, como privaciones, incomprensiones, discusiones innecesarias, deslealtades e inconsecuencias por parte de uno de  los integrantes, que hará nacer la frustración de la otra parte, transformando lo que pudo ser bello y edificante en algo realmente aburrido y a veces… aberrante.

                   Miembros de pareja, especialmente mujeres, me han comentado que no obstante el interés y amor que ponen en la atención de cualquier detalle de su esposo, éste ni siquiera lo nota. Asimismo, que sin importar todo el esfuerzo que dediquen a mantenerse bellas y agradables para su marido, él sólo tiene palabras de alabanza para la imagen de su secretaria, compañeras de trabajo o vecinas.

                    Estas buenas señoras, cuando salen a la calle o asisten a reuniones, otros hombres y amigos se desviven por halagarlas y les dicen todas esas cosas reconfortantes sobre su belleza y vestuario, que ellas quisieran lo hiciera su consorte, y eso incrementa su descontento y sentimiento de desconsideración recibidos de su pareja; máxime cuando su mayor interés para ponerse bellas fue precisamente el agradar a sus maridos.

                    El dejar de tener las atenciones y agradable rutina de los tiempos de novios o recién unidos, donde un caramelo convertía un día normal en uno especial, y una flor una noche cualquiera en una inolvidable, golpean la ternura y lesionan el erotismo tan importante en la actividad sexual de la pareja, que la hace permanente, constante y renovada.

                   El aburrimiento es el producto de las desavenencias, que conforman un panorama sombrío golpeando la emoción y la autoestima, tan necesarias para la vida en pareja; condiciones indispensables para pensar que fuimos acertados en la escogencia.

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