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Archive for the ‘PERSEVERANCIA’ Category

Normalmente, el ser humano que tiene poder, riqueza o fama, difícilmente puede disfrutar integralmente de las muchas bendiciones que nos da la vida, que en su mayoría son sencillas. Es que estos factores tan apetecidos no son fáciles de administar sin una dedicación especial, que normalmente deberá tomarse del tiempo que correspondería compartir con las personas de nuestro entorno íntimo que más amamos. En mi largo camino por esta vida, he podido compartir con personas que disponían de estos supuestos atributos; de ellos aprendí que paradójicamente disfrutaban más de la vida, aquellas personas humildes que los servían o asistían. Ciertamente, cuidar el poder, la riqueza o la fama, requiere dedicación exclusiva y atención permanente, y sin que ellos fuere condenable, sin duda que sacrifica el tiempo que se debería dedicar  a la familia y los amigos más íntimos, lo cual crea vacíos vivenciales difíciles de llenar,   que al acumularse,  producen estrés, tristeza y a veces estados depresivos, que por mucho que se disimulen, afectarán la salud física, espiritual o mental de los involucrados.

En una oportunidad me reuní con un importante hombre de gobierno, quien me confesó lo ingrato que era para él, ocupar buena parte de su tiempo que requería para mirar crecer a sus hijos y atender a su esposa, en ocuparse de asuntos oficiales que por ser su obligación personal, a los cuales debía poner su mayor atención,  no podía delegarlos a nadie más. En esa oportunidad me dijo con un dejo de tristeza, que aún con todo el poder que ostentaba, no era feliz a lo cual le respondí que no lo entendía bien, ya que por su posición a él debería sobrarle todo, a lo cual me respondió textualmente: “¿Sabes amigo? Es increíble que algunos fines de semana, mientras mi chofer o la chica que ayuda a mi esposa con los niños en la semana, aún con sus menguados ingresos están disfrutando sin  ninguna preocupación  en la playa con sus respectivas familias,  mientras yo que tengo ingresos muy superiores a los de ellos y una posición sólida en la sociedad, no obstante ser un fin de semana, tengo que estar atendiendo algún asunto por cuenta del Presidente o Vicepresidente de la República, que requieren mi atención personal. En verdad esto me afecta tanto, porque no sé como esta situación podrá afectar la salud  mental en esta etapa de crecimiento de mis hijos y  hasta cuando mi esposa podrá soportar una soledad y falta de atención que no merece.”

De la misma manera, un buen amigo que poseía una sólida fortuna económica,  con el cual en mi época de empresario mantuvimos relaciones comerciales pero también amistosas, un día cualquiera que departíamos en el lobby de un hotel en Caracas, me hizo una confesión, que aunque dolorosa fue muy didáctica en mi carrera de empresario; en aquella oportunidad él se quejaba de que atender la dirección de varias Empresas que le producían mucho dinero y estaban bajo su responsabilidad, no le dejaban espacio para el esparcimiento normal de una persona, pero además lo más grave era que su hogar estaba muy decaído, toda vez que su cónyuge –a quien amaba profundamente- no podía procesar que para él fuera más importante dedicar el tiempo a velar por sus negocios y acumular dinero, que  atender una familia que lo amaba y necesitaba permanentemente y que, según las palabras de ella, nadie podía vaticinar hasta cuando duraría, mientras su Secretaria seguramente estaba paseando o compartiendo con su familia sin ninguna preocupación. En esa ocasión no emití ningún criterio fundamental, sino que me limité a observarle que era necesario que midiera los riesgos y actuara en consecuencia.

Esas cuitas de mi amigo me afectaron significativamente, porque yo también era el Presidente de algunas Empresas en el territorio  nacional, y aunque mi esposa  por su profesión hacía equipo conmigo en la administración de las  mismas, en oportunidades nosotros estábamos empezando a sentir esas mismas preocupaciones, ya que nuestros hijos, aunque muy bien atendidos por las empleadas domésticas que tenían muchos años con nosotros y eran de toda  nuestra confianza, estaban creciendo mientras yo debía viajar constantemente, lo cual me limitaba de compartir con ellos integralmente. Pues bien, esa conversación nos produjo una profunda reflexión que nos comprometió a poco a poco ir reduciendo nuestra actividad empresarial para estar más tiempo con nuestros hijos, al punto de que como apenas tenía cuarenta años de edad, con la idea de cambiar de vida, ingresé a la  Universidad a estudiar Derecho, me gradué de abogado y di un giro de ciento ochenta grados a mi vida, de lo cual hoy estoy convencido que fue una decisión trascendental para nuestra felicidad y la de nuestros hijos.

He querido hacer la referencia a mis lectores de esta triste paradoja, porque ciertamente y en la mayoría de los casos, mientras los poderosos y poseedores de grandes riquezas, descuidan una parte muy importante de su vida, dedicándose a luchar por mantener y/o aumentar  su  poder o patrimonio, sus empleados con sus limitados recursos, disfrutan intensamente de sus fines de semana, vacaciones y días feriados en la playa o la montaña, sin otra preocupación que la de compartir en armonía familiar, acumulando la mayor felicidad posible, convencidos de que para ello sólo requieren de los recursos que les genera su actividad normal, común y corriente. No significa esto que sea en todos los casos y axiomático, por lo cual vale la pena para los ricos y poderosos, meditar sobre el tema para no caer en esa especie de trampa que significa descuidar lo que no se puede lograr con poder o dinero, por adquirir cualidades y beneficios que no son indispensables para  la unión, el amor y la felicidad familiar.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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ACTITUD EN TIEMPO DE CRISIS

ARAGUANEY: ARBOL NACIONAL DE VENEZUELA

Que en nuestra querida Venezuela  hoy existe una crisis prácticamente global -que es como decir económica, política y social en general- generadora de uno de los factores más perturbadores para cualquier sociedad organizada, como es la incertidumbre,  es algo que no es discutible. Como consecuencia de tal realidad, se hace necesario meditar de la forma más seria –y a ser posible tranquila- sobre cuál debería ser nuestro comportamiento como ciudadanos frente a tal grave situación. En mi humilde concepto, mantengo el principio de que de nada sirve “preocuparnos”, porque esta actitud nada positivo aporta a una solución; sino que, por el contrario, nos altera aún más, haciendo más difícil “ocuparnos” de encontrar una alternativa en pro de localizar caminos, que nos ayuden a campear el temporal que nos azota.

Pienso que cuando el país está boyante y sin problemas no se requiere inteligencia, moderación o armonía para convivir las realidades del momento de la patria. Es en situaciones especiales, y si se quiere inéditas, cuando se requiere la mayor templanza para valorar y/o evaluar nuestro comportamiento personal, que  sin ninguna duda influirá de manera decisiva en el proceder colectivo. Creo que, quienes como yo hemos vivido con total sentido común las diferentes etapas que se han sucedió en los últimos sesenta años en Venezuela, sin haber dejado la vida o la razón en el camino,  estamos obligados a contribuir a la ponderación  cabal de la situación  nacional actual. No somos una isla al margen de los acontecimientos que hoy aquejan al mundo civilizado, ni debemos esquivar nuestras responsabilidades como habitantes de una nación, que al menos en mi caso, me dio todas las oportunidades para mediante la fe, la diligencia, el estudio, el trabajo y la confianza en mí mismo, adelantar mi principal proyecto: mi formación personal integral y el desarrollo de una familia con valores de honestidad, amor, sensibilidad social y solidaridad humana, que hoy se reflejan en la solidez de sus respectivos hogares.

En el mismo sentido de lo antes expuesto, siento que, como venezolanos,  estamos obligados a ser optimistas; porque el país ni se ha hundido ni se hundirá, especialmente porque su mayor capital no son sus múltiples riquezas naturales, sino que su principal recurso para salir adelante en cualquier situación que se presentare, lo somos nosotros, los venezolanos. Si, nosotros los ciudadanos aportando ideas, trabajo, confianza, fe y esperanza de un futuro mejor,  será como aumentaremos las posibilidades de superar los escollos que en estos momentos pudieran parecernos casi insalvables. No es con actitudes pesimistas, derrotistas, o como una vez lo dijera Rómulo Betancourt “…con alaridos de Casandras agoreras”, como podremos superar la situación que nos aqueja.

De cualquier manera, la situación actual de Venezuela, por acción u omisión nos involucra a todos; por tanto, somos nosotros, todos los venezolanos, quienes dentro de nuestras reales posibilidades, tenemos que meterle el pecho al país para sacarlo adelante. Yo, que conozco a Venezuela de Oeste a Este, desde Sichipés en la alta Goajira hasta San Fernando de Atabapo en Amazonas y de Norte a Sur desde Puerto Cabello hasta Puerto Páez, pero que además he recorrido buena parte del mundo fuera de nuestras fronteras, puedo decir con plena certeza, que Venezuela es como territorio,  una tacita de oro; y como nación, la mejor gente del mundo. Por eso, por todo lo dicho es que aún teniendo mucha de mi familia en Canadá, Estados Unidos y Colombia, mi sentido de pertenencia a esta tierra maravillosa, es superior al temor o a cualquier otro sentimiento que pudiere afectar mi sentido de conservación. Yo que viví con pleno conocimiento esta Venezuela, que en los últimos sesenta y seis años ha cambiado varias veces su denominación y signos nacionales; vivido democracias, dictaduras y revoluciones; épocas de extraordinario auge económico y situaciones de grandes carencias; sin cuestionar o juzgar de ninguna manera los compatriotas que emigran, no tengo la menor duda que mi puesto está aquí, en las buenas o en las malas, pero aquí, aferrado a esta tierra, a los setenta y siete años de pié, como los robles, dispuesto a resistir los ventarrones, los inviernos  y los veranos, porque sé y no tengo duda, que todo tiene su tiempo y que lo que algunas veces sentimos como un tropiezo, más adelante puede resultar una buena enseñanza o experiencia, que aporte mayor felicidad a esta tierra que tanto amamos: VIVA VENEZUELA hoy, mañana y siempre.

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LA MUSICA COMO PARTE DE LA VIDA

Desde las culturas más antiguas del mundo hasta hoy, la música ha sido parte integral de nuestra vida físico-espiritual. En la antigüedad fue muy ritual y religiosa; pero hoy, luego de ese largo recorrido por milenios, es tan importante que se han creado no sólo diversos estilos y medios de transmitirla, sino que en el mundo científico  de la medicina, se considera una importante terapia curativa, tanto para  el cuerpo como para la mente.

En las últimas seis décadas, la música pasó de ser una parte esencial del romanticismo hasta un signo de rebeldía y libertad. Especialmente en la década de los sesenta materializó un grito de insurrección de la juventud por mucho tiempo reprimido,  frente a un mundo  de guerras estúpidas, injusticia  y  desproporción de todo género.  En esta misma década, la música motivó el grito de libertad  en sus derechos, de ese ser maravilloso hasta ese momento mediatizado, casi ignorado y sojuzgado: la mujer.

De las misma manera como la música  de Los Beatles rompía paradigmas vetustos y melancólicos, promotores del dolor y la tristeza, cambiándolos por el pelo largo de los chicos y el tono sensual y a veces estridente, animando  los hot pants y la minifalda de las chicas, que representaron  un “ya basta” por parte de las mujeres, frente a un mundo de “machos”, donde era más importante la mojigatería insulsa e inútil, que su aporte valiosísimo en el contexto social, por su igualdad en inteligencia, diligencia, trabajo y libertad para amar, como ha quedado demostrado sobradamente, en los años posteriores.

Hoy la música es parte de nuestra vida cotidiana en la familia, las escuelas, las iglesias y el trabajo. Al menos en mi caso, la música habiendo sido fundamental como terapia en mi sanación del cáncer que sufrí el año 2011, hoy es no sólo mi compañera de labores, sino mi amiga en esos bellos momentos de reposo y deleite con mi compañera de viaje largo, pero también el fondo de mis plegarias y gracias a Dios por esta hermosa vida que me regaló.

Un piano, un violín, un saxo, una guitarra, un arpa, una flauta o un acordeón, como cualquier otro de los muchos  instrumentos musicales, en solo o como parte de una partitura, tanto en una noche de luna, como en una esplendorosa mañana primaveral, nos llenan el alma de diversos sentimientos, que llenan el espíritu, despejan la tristeza y nos hacen la vida más grata. Hoy sabemos que nuestras células oyen la música y nos ayudan a combatir el tedio, la soledad y la tristeza, que son tres enemigos emboscados que siempre están al acecho de nuestro bienestar. Por eso con sobrada razón aconsejo hacer de la música, sin importar el género o estilo, una parte integral de nuestra vida diaria.

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VENCIENDO LOS TEMORES

VENCIENDO LOS TEMORES

 

Algunas veces he escrito que “…los temores distorsionan la realidad…”,  y hoy más que nunca estoy absolutamente convencido de esa realidad, pero también que es posible combatirlos y derrotarlos. Cuando miro hacia atrás en  mi vida,  acepto que aquellos que alguna vez me afectaron, nunca llegaron a actualizarse o por lo menos en la entidad de gravedad o consecuencias negativas, como inicialmente los imaginé. Asimismo, por verdadero y didáctico, debo admitir y divulgar que cuando en alguna medida se materializaron, sus consecuencias no fueron tan negativas o graves para mi formación físico-espiritual; sino que  por el contrario, o representaron una enseñanza en pro de una mejor vida o agradecí a Dios porque hubiesen sucedido.

No pareciera discutible, que el temor -cuando fuere razonado y controlable- represente un mecanismo de defensa o de previsión natural; pero también estimo que en su más alto porcentaje, este indeseable sentimiento es sólo creación de nuestra mente que, sin que se haya actualizado porque se trate de presentimientos, nos afecta en el largo camino existencial, perturbando y disminuyendo nuestra capacidad de disfrutar de los sentimientos de seguridad y plenitud de vivir todas las hermosas y reconfortantes bendiciones que tenemos a nuestro alcance, producto de nuestra condición de seres inteligentes, dotados de raciocinio y sentidos que nos alertan frente a situaciones dañosas probables, actuales o futuras.

Si nos convencemos de nuestra capacidad para ser positivos, optimistas, proactivos,  valientes, luchadores, vencedores de obstáculos, generosos, útiles y diligentes; adicionadas estas cualidades a nuestra herencia divina, que nos da cualidad especial dentro de todos los seres vivientes, para reaccionar o aprovecharnos de cualquier situación o circunstancia desventajosa, podemos superar cualquier escenario atemorizante,  que sin ser una realidad -como son la mayoría de los temores- atente con robarnos o disminuir esa bendición especial de que disponemos de vivir una vida plena, disfrutando con fruición de tantas cosas buenas, hermosas y edificantes; situaciones, sentimientos y circunstancias reconfortantes que nos producen alegría, solaz, plenitud y consecuencialmente,  alegría y felicidad.

Nosotros mismos decidimos la manera en que queremos vivir. Si  lo queremos experimentar intensamente, de manera milagrosa y bella, estamos obligados a imbuirnos y practicar diariamente todas esas virtudes ya mencionadas, que son un escudo infranqueable frente a ese enemigo permanente que es EL TEMOR: que al final, como ya lo hemos comentado, resulta de pensamientos negativos de lo que “Podría suceder” o “No hubiese ocurrido a tiempo”, cuales son especulaciones  mentales que estamos en capacidad de controlar con la confianza en sí mismos, la fe y la esperanza, que sí son reales como parte activa de nuestra propio dinamismo físico e intelectual; o si por el contrario, permitimos que una ficción mental que nos atemoriza, pero seguramente nunca llegará o si llegare no será tan grave, entonces por nuestra propia ineficiencia y no la de ninguna otra circunstancia, arruinará nuestro más preciado legado: UNA VIDA FELIZ. 

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A TODAS LAS MADRES DEL MUNDO

DIA DE LAS MADRES IIEn esta conmemoración del Día  de Las Madres, desde el fondo de mi alma y  cada célula de mi cuerpo, siento que revive en mi ese niño que  Dios me regaló y que nunca morirá. Excepcionalmente tengo dos madres: mi madre natural, ya muerta,  y mi siempre tierna esposa, que la ha sustituido en los momentos más difíciles de mi vida. Por eso mi celebración es colectiva,  porque tengo tres hijas que también son amorosas madres, a quienes también celebro. Siempre he sentido un profundo respeto por todas las madres; especialmente por las   venezolanas, independiente de su cultura, conocimiento, posición social o económica, porque como escribiera Andrés Eloy Blanco: “…son iguales la madre de Cristo y la de Judas, porque ambas están hechas de pulpa milagrosa…”. Especialmente esas madres venezolanas solteras, que cargan valientemente con sus hijos, sin más ayuda que la bendición de Dios y el duro trabajo en las calles, fábricas o tiendas; labor por cierto menos dura que la de cuidar la educación familiar y formal de esos hijos –continuamente en estado de peligro-  que en muchos casos no alcanzan a conocer ni recibir ayuda de sus padres.

 Esas son mis preferidas: mis honrosas, sacrificadas y valientes madres; venezolanas; las  guerreras de siempre, que amaron a  un hombre con la misma intensidad que aman a sus  hijos, quien no entendió su rol de padre sino de macho, lo cual me hace remembrar las palabras del poeta venezolano Héctor Guillermo Villalobos, cuando en sus  versos, describió descarnadamente su dolor: “…Eduvigis, Gumersinda, Críspula o como te llame, mujer del nombre infeliz que te puso el almanaque; india color de la tierra que se ha chupado tu sangre, siempre callada y humilde, concubina, bestia, madre, tres veces te nombro santa y al comenzar a cantarte barro el polvo que tú pisas con la pluma del romance…”  Creo que como que yo, en mi Venezuela, en este mes de Mayo, Dios que como nosotros las ama especialmente, les obsequió por siempre las flores más bellas, nacidas en esta tierra nuestra: Los Araguaneyes, Apamates, Trinitarias, Cayenas y Paraísos de diferentes colores; es el cuadro de arte multicolor que el Gran Hacedor del Universo, en reconocimiento a su valentía, resignación, amor y  sacrificio, aun a costa de su propio dolor para la continuación de la especie,  sin ninguna duda, así como hoy les otorgará todas las primaveras y… por siempre.

 

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ENCONTRARSE A SI MISMO

mujer pénsando

Encontrarse a sí mismo no es algo que se quede en una frase banal; sino por el contrario, representa algo muy serio, cuyo resultado pudiera ser decisivo en el futuro, en la existencia de cualquier persona; especialmente quienes ya no siendo adolescentes, piensan seriamente en su proyecto de vida.

Encontrarse a sí mismo tiene que ver con la óptica personal de qué es lo que creemos y esperamos de la vida; de qué sentimos que requerimos y cómo haremos parase trata de realizarlo. De alguna manera, se trata de cómo entendemos nuestra capacidad para trazar, modelar y realizar ese largo, pero interesante, camino sobre esta madre tierra.

Todo tiene que ver con nuestra concepción físico-espiritual de lo que es… vivir. Consecuentemente, involucra principios y valores, que serán los rectores de todas y cada una de nuestras actividades, para lograr nuestros tales fines. En tal sentido, se requiere una gran sinceridad con nosotros mismos, en ese recóndito pero ineludible lugar dentro de nuestro interior, denominamos conciencia.

Encontrarnos con nosotros mismos es determinar sin duda, qué es lo que queremos hacer de nuestra vida, lo cual nos llevará a actuar en consecuencia. Determinada esa meta, no podemos desviar ninguno de nuestros pasos y, si sucediere, corregirlos a marcha forzada, porque es de suponer que cada uno de nuestros actos los realizaremos en función de ese importante objetivo que nos hemos planteado.

Involucra la globalidad de nuestro proceder como estudiantes, trabajadores, miembros de una familia y de una comunidad. Así, cuando nos encontramos con nosotros mismos y por tanto sabemos qué es lo que queremos de la vida, escogeremos la pareja apropiada, estudiaremos lo que se compadezca con esa forma de vida que queremos y trabajaremos en lo que estimamos idóneo con nuestras ambiciones. Siempre desde una óptica holística; esto es, con visión integral y de conjunto.

No pueden andar nuestras ambiciones y actuaciones separadas, sino que todo debe girar alrededor de ese eje que es la forma de vivir escogida. Por eso es tan importante la sinceridad con nosotros mismos, para que toda actuación nos aleje de cualquier frustración o trauma, llenándonos de realización; porque en función de nuestro objetivo crecemos física y espiritualmente a medida que avanzamos, convirtiendo los problemas en asuntos por resolver y los obstáculos en acicate para luchar con más fuerza, en función de nuestro proyecto personal de vida.

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LA HERENCIA DE “MADIBA”

MANDELA

En Agosto de este mismo año escribí sobre la vida, el amor, honor y nobleza de Nelson Mandela, o como cariñosa y respetuosamente le llamaban “Madiba” sus conciudadanos, y finalmente, periodistas y estadistas, con los mismos sentimientos,  también le denominaron de tal manera;  fue un último legado al origen de su Clan Madiba de la etnia Xhosa de Africa del Sur, que le regaló al mundo este ser tan especial. Hoy, con el mayor respeto, consideración y admiración por su obra y memoria,  escribo al «Khulu», que en lengua Xhosa significa Abuelo sabio, generoso, digno y especialmente respetable; igual como a Gandhi le llamaron “Bapu” (Padre) en idioma guyaratí.

Desde muy joven me interesó la vida de tres hombres, quienes son paradigma de la libertad de los pueblos del mundo: Mahatma Gandhi (1869), Nelson Mandela (1918) y Martin Luther  King  (1929). Siento que cada uno, en su tiempo, representaron algo más que un liderazgo local o regional, sino que  trascendieron  sus países y continentes para llevar, con sus actos, su mensaje al mundo entero.

Madiba fue un hombre físicamente igual que cualquier otro; inclusive, en su juventud, violento, pensando que era mediante esa lucha como se podía nivelar la gran desigualdad del Apartheid imperante en Sudáfrica; a diferencia de Gandhi, quien nunca fue violento y siempre creyó en la paz,  también estudió Derecho. Los 27 años de cárcel durante los cuales su pueblo sufría incontables penurias, le dieron el tiempo suficiente para pensar, reflexionar y entender que era mediante el amor, el perdón, la fortaleza espiritual, la constancia, la fe y la unión, como se podía lograr unir su país, por años dividido entre la minoría colonizadora blanca del Imperio Británico  y los nativos negros, que eran la mayoría, pero que siempre llevaron la peor parte.

La gran herencia de Madiba fue la prueba que con sus actos nos dejó, de que si estamos seguros que defendemos la verdad y la justicia, no importa la fuerza del enemigo ni sus recursos; si tenemos el valor de afrontar la maldad y el odio con el amor y el perdón;  si tenemos el coraje y la entrega suficientes para arriesgar todo, hasta la vida por nuestros ideales, es muy difícil que frente a esos valores triunfe el odio y el  mal.  La lección fue aprender que,  cuando se defienden  ideales, se trata de resistencia, perseverancia, valor,  entrega y  no de tiempo.

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La sinceridad es una de las grandes virtudes del ser humano; entre otras cosas, porque nos permite sentir que decimos la verdad y esa es una forma de tranquilizar el espíritu. Cuando hablamos de sinceridad, en lenguaje coloquial, queremos decir que nos comunicamos y  manifestamos a los demás  lo que realmente sentimos.

Sin embargo, casi nunca nos referimos a la “auto sinceridad”, vale decir, quienes y como somos realmente nosotros mismos, lo cual trae por consecuencia que muchas personas vivan una existencia confusa y complicada, porque no logran encontrarse consigo mismos. Como consecuencia, al no aceptarse  realmente como son, tratan de lograr atajos o justificaciones para  sus decisiones, que  de tal manera suelen ser desacertadas.

Si nos preguntamos y nos respondemos quienes somos, nos vemos obligados a analizarnos sinceramente de adentro hacia afuera, sobre cómo sentimos que somos  en nuestro fuero interno; esto es ¿Nos sentimos internamente nobles, generosos, amables, amigables, considerados, desprendidos, amorosos, solidarios, leales,  auténticos, afortunados, diligentes, espiritualmente elevados y… felices? O si por el contrario ¿Nos sentimos aislados, indiferentes a los problemas de los demás, segregados, excluidos, rabiosos o inconformes con nuestra familia, amigos y fortuna? La respuesta a estas interrogantes íntimas en nuestra conciencia, nos permitirá medir  hasta que punto estamos en capacidad de vivir una vida plena, al tiempo que nos posibilitará determinar cuáles son nuestras deficiencias o capacidades para lograr tal objetivo.

Las personas felices saben perfectamente quienes y como son. No se sienten superiores ni inferiores a nadie, sino que simplemente se valoran como son. Este conocimiento íntimo de su ser y sentir, les permite saber hasta dónde pueden ser vulnerables frente a cualquier evento doloroso, pero también cuan mesurados actuarían en una situación especialmente afortunada. El conocimiento de su ser intrínseco les permite asimismo advertir su capacidad para beneficiar   a su entorno íntimo y a la comunidad en general.

Por eso es tan importante conocernos internamente para saber  QUIENES Y COMO SOMOS REALMENTE, que  es como decir, cual es nuestro peso específico. Tal certeza nos hace ser comedidos y entender hasta donde somos capaces de lograr cualquier empresa; cual cosa está a nuestro alcance y cual no; y como resultado,  nuestro potencial para entender a las personas y sus necesidades,  sin subestimar o sobreestimar nada o a nadie. Tal conocimiento nos ayudará a realizar de la mejor manera, la actuación más trascendente de un ser humano en esta vida: SER UTIL.

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Seguramente existen variadas definiciones de lo que significa la vocación,  pero generalmente la referimos a la supuesta capacidad especial que uno imagina que alguna persona podría tener en el futuro (especialmente los niños o adolescentes) para realizar alguna actividad artística, artesanal  o profesión.  Esta especie de paradigma, también suele referirse a los anhelos, sueños o gustos de las personas.

En verdad, en mi concepto muy personal la vocación es una tendencia que pareciera aflorar en algunas personas hacia una actividad, física- cultural o espiritual conocida. Pero no es algo fatal que tiene que materializarse, sino que   sólo es eso: Una tendencia, que no obligatoriamente tiene que llevar a una persona a realizar una actividad específica. De hecho, si una persona no conoce que existe alguna actividad, profesión u oficio, nunca tendrá una vocación a ese respecto.

Por otra parte, pienso que toda persona normal (Sin patologías especiales) que se le repute con una vocación especial hacia algo, podría igual o con mayor aptitud realizar otra actividad muy distinta; porque la vocación sin la formación y el conocimiento de ese algo, sin duda no tiene ninguna efectividad benéfica, ni para la persona ni para la sociedad.

De hecho, conozco brillantes profesionales que me comentaron que en su niñez sus relacionados y ellos mismos pensaron que tenían una vocación especial para las ciencias de la salud, pero con el correr de los años terminaron siendo extraordinarios Abogados o Economistas. Sin duda que si hubieran estudiado medicina, odontología o enfermería, hubiesen sido igualmente brillantes.  Me hago estas reflexiones porque creo que la “falta de vocación” para algo no es más que una justificación para la mediocridad.

Creo que fuimos dotados de una inteligencia y un espíritu especialísimos que nos hace aptos para cualquier actividad sobre esta tierra de Dios. Por tanto, creo más en la actitud y aptitud para realizar cualquier actividad en esta vida, que en la vocación que supuestamente traemos en nuestro equipaje cuando llegamos a esta vida.  No tengo  ninguna duda que si nos interesamos por algo, lo estudiamos, le ponemos amor, constancia, diligencia, perseverancia, pasión  y trabajo, es muy difícil que no logremos  materializar un sueño o anhelo de coronar exitosamente alguna actividad que nos haga especialmente útiles a nuestra sociedad.

Mi mensaje es: vale más la actitud positiva y el trabajo duro y constante en busca del éxito en lo que anhelamos, que la predisposición  o tendencia a lograrlo.

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