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Posts Tagged ‘CRECER’

mundo

Una linda mañana de primavera; camino por las calles de Roma sin conocer personalmente a nadie, pero todas las caras me son familiares: hombres, mujeres, niños; unos jóvenes, otros menos jóvenes  y otros… mayores; rubios, blancos, afroamericanos, latinos, pero todos en lo mismo; viviendo… tratando de vivir lo mejor posible. Es la misma gente y el mismo mundo.  Es mi mundo y son mi familia humana. Sonrisas, ansiedad, alegría, tristeza, sueños, ambición, decepción; unos apurados, otros caminando lentamente; pero todos procurando por encontrar alguien con quien hablar, con quien compartir, con quien huir de esa horrible soledad, que una sociedad sorprendida ante sus propios retos, incapaz de reaccionar positivamente ante el futuro, atemorizada de ella misma, nos ha ido creando temor colectivo… progresivamente. En mi lucha contra esa tendencia a considerarnos extraños por ser de diferente nacionalidad, origen o raza, aún siendo hermanos en Dios, sonrío a unos y otros, mientras siento el frío de la mañana, pero también la calidez de las miradas y signos positivos de respuesta de esas personas que no conozco ni sé quienes son, pero que como yo sienten que  somos diversos, diferentes, pero… familia.

Padre Celestial, gracias… muchas gracias por haberme permitido vivir estos años; por todo lo que he conocido, por regalarme mi familia humana que tanto amo. Gracias por enseñarme a sonreír y a sentir amor por mis semejantes. Gracias por permitirme disfrutar igual del vuelo presuntuoso  del águila  como del  parsimonioso paso de una mariquita  sobre el marco de mi puerta. Padre amado, gracias… mil gracias por haberme enseñado a disfrutar de este maravilloso mundo de las cosas sencillas, que llena mis días y mis noches; por el canto de los pájaros, el murmullo de las quebradas, la sonrisa de los niños, la belleza de las flores, la música de las campanas, el vuelo silencioso de las hojas al caer para dar nueva vida a… la vida y el inigualable sonido de la palabra amor,  porque eso hace mi felicidad.

Padre… de alguna manera, no importa cómo, donde ni de qué forma, ayúdame a llevar mi sonrisa, mi palabra, mi mano amiga y mi corazón abierto, a tantos hermanos solos y tristes quienes no han entendido que tú estás aquí, con nosotros, en la tierra, en el agua, en el aire, en cada cosa o movimiento; que no requerimos nada extraordinario para ser felices, porque nuestra existencia es elemental. Así, todo es bello, maravilloso, único; porque todo tiene una razón y un propósito; porque es tu obra que nos obsequias todos los días, sin considerar si lo merecemos o no y con la única intención de que seamos… felices.

Y esta noche Padre, cuando la luna resplandezca semi escondida detrás de una nube, las estrellas guiñen sus ojos al mundo,  y yo cierre los míos, déjame considerar que, aunque  fuere con una sonrisa tranquilicé o alegré el alma de alguien, porque así sentiré que soy digno de llamarme… tu hijo.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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un camino ii

Aunque la noche fuese oscura y borrascosa;  los rayos azotaren la tierra derribando los árboles;  el camino empinado, pedregoso y resbaladizo, siempre existirá un  camino, y sobre él… el hombre: ese ser maravilloso, creado por Dios a su imagen  semejanza y… con mucho de su propio poder.  No importa si las condiciones son adversas, los hombres tenemos reservas físicas  y espirituales para superar cualquier escollo, que a veces, en estado de hibernación dentro de nosotros, surgen con fuerza en los momentos más difíciles. Por eso, jamás debemos perder la esperanza, porque no fuimos diseñados para ser perdedores, sino ganadores. Nuestro fuero interno es un hervidero de vida, energía, ideas, recursos y valor, cuales son la  herencia divina que vino con nosotros a este mundo cuando nacimos, nos acompañará siempre, y quizás, también luego de finalizar nuestro largo camino.

Somos la especie más inteligente, fuerte, adaptable y noble que puebla la tierra; por tanto, con nuestra fe, voluntad, trabajo y diligencia, podemos modificar y atravesar montañas, desviar, represar los ríos y dividir los mares; siempre en pro de nuestro desarrollo positivo. Si esto es así, y de hecho lo es… ¿Por qué turbarse o desesperarse? ¿Por qué permitir el estrés por situaciones o circunstancias que denominamos problemas y no son más que asuntos por resolver? ¿A qué  temer si el mundo es nuestro? Hoy reinamos sobre él como se nos parece y siempre ha sido así. Es que, como seres gregarios,  no requerimos herramientas ni armas especiales para sobrevivir; basta con la inteligencia y la palabra, que unidas a la integridad, el valor, el amor  y la fe, como acertadamente lo sentenciara Jesús de Nazaret, podemos transformar el mundo.

Siento que hoy, más que nunca, debemos reflexionar sobre lo expuesto. Somos seres benditos por Dios en todo, además de los factores existenciales ya mencionados, fuimos dotados de un sistema inmunológico especial, que únicamente requiere pensamiento positivo, buena alimentación y amor a nuestros semejantes, para mantenernos sanos convirtiéndose en escudo frente a cualquier enfermedad. Quizás por ello, hace centurias un filósofo griego escribió acertadamente: “Primero enferma el alma y luego el cuerpo.”

Finalmente, luego de más de siete décadas observando en medio mundo la actuación de mis hermanos humanos, con sus obras, aciertos, virtudes  y errores, no tengo duda que somos hechura perfecta de Dios y sólo requerimos comprenderlo para vivir  una vida sin sobresaltos, temores y  feliz.

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vida sencillaComo todos mis días, el de hoy fue un día bello, porque estoy vivo, tengo una familia maravillosa, múltiples amigos que amo y muchas cosas que hacer, por lo que al sentirme activo y útil a mis semejantes me induce a escribir estas reflexiones para los visitantes de esta página web. Muy temprano tomé la Biblia y al azar leí a Mateo cuando dice: «Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos» (Mateo 7:12). Tan edificante admonición afianzó mi ruego a Dios porque todos los días, pueda hacer algo por alguien, especialmente una palabra que le haga entender que la vida es elemental y bella, y por tanto, menos difícil de vivirla para cada quien; por lo cual debemos disfrutarla intensamente, porque existen más bendiciones que lo que consideramos problemas, pero que no son más que asuntos por resolver y Dios siempre está aquí para ayudarnos. Es que todos los días estoy más convencido de que los humanos, una vida que nos es dada elemental, tendemos a complicarla.

Al regresar a mi casa releí al Rabino HAROLD KUSHNER, en unos párrafos de su espectacular libro “When All you’ve Wanted Isn’t Enough” (Pag. 145) , cuando escribe:

“…Acerca de que se trata la vida? No es acerca de escribir grandes libros, amasar una gran fortuna, alcanzar el poder. Es acerca del amar y ser amado. Es acerca de disfrutar su comida y sentarse al sol, en vez de almorzar corriendo y regresar apuradamente de la oficina. Es para saborear los momentos que no perduran, los atardeceres, las hojas que cambian de color en el otoño, los escasos momentos de comunicación real. Es acerca de saborearlos en vez de perderlos porque estamos tan ocupados, y no van a esperarnos hasta que tengamos tiempo para ellos.”

Profunda reflexión de H. Kushner, que ojalá sea meditada por quienes lean este artículo, porque sin duda alguna, las cosas más hermosas y valiosas de nuestra vida cotidiana, son esas que de forma coloquial pero brillante nos expresó el autor ya citado, las cuales por cierto no son nada difícil de materializar. Pienso que si digerimos correctamente esta lectura, seguramente nuestra vida será todos los días, menos difícil y estresante. Siendo que además contribuirá a hacer la vida más grata y tranquila a esas personas que conviven con nosotros y que tanto amamos.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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hombre-pensativo.jpgNo son los días de lluvia, ni el tener que manejar casi dormidos, todos los días para llevar los niños a la escuela. No es el sol de la mañana que quema nuestra cara,   esas tardes brumosas, que huelen a… tristeza. Tampoco es el llanto constante de los niños, o la visita inoportuna de la vecina para describir a detalle sus males; o el ring insistente del teléfono recordando un pago olvidado, pero que debe hacerse antes de veinticuatro horas.

      No se trata de las noticias que nunca son suficientemente buenas; o los aumentos de sueldo que no llenan nuestras aspiraciones; o quizás que nos ataca la depresión, o algo más grave: que nos estamos poniendo…viejos. No, ninguno de esos motivos tiene la fuerza para abrirnos esos vacíos nunca comentados, en el anchuroso pero secreto mundo de nuestra intimidad, que no nos permiten ser integralmente felices.

      Es que de alguna manera, para nuestra propia ventura, por siempre y en el insondable mundo de nuestra interioridad, nunca hemos dejado, ni dejaremos de ser niño; sin importar si nos llaman adultos, si nos asignan mil responsabilidades, si se nos cae el pelo y las líneas de expresión, discreta pero progresivamente, invaden nuestro rostro. Aún recibiendo elogios, obteniendo fama, poder y fortuna; y sin que de nada sirva que nos digan papá, mamá o abuelos, en todo tiempo seguimos siendo niños: no lo podemos remediar. Es un regalo de Dios que está ahí disponible, pero únicamente utilizable cuando la vida de adulto se hace insoportable.

      En esas emergencias existenciales, surge blanca nieves con sus siete enanitos, o cinderella; o una pequeñísima oruga en el camino, o una mariquita subiendo por el marco de una puerta; o pinocho con cualquiera de los personajes de ilusión de los hermanos Andersen llamando a su niño…extraviado; y nos devuelven por el tiempo necesario a ese mundo maravilloso del abra kadabra de los pequeñitos.

     Ese mundo dorado de castillos de caramelo, donde hay mucho pastel… y helados que no tienes que comprar;  donde te aceptan todo,  y…como eres; donde todos quieren evitar que llores; donde eres la atracción central; donde no tienes que rendir cuentas… de nada. Sin importar si estás desnudo, medio vestido, o con la cara manchada de chocolate, todos te dicen: que lindo, te amo,  eres lo más bello… a toda hora.

       En una oportunidad leí que alguien decía que “Crecer es ir haciéndose triste…” No tiene porqué ser así, pero  a veces pareciera que lo es.  Crecer es una urgencia vital porque significa desarrollarse, y sin duda, nuestro destino es avanzar… siempre hacia adelante, nunca hacia atrás. En la medida en que crecemos, ese niño se va refugiando en nuestro interior, se nos va hundiendo, se va quedando atrás, se esconde… pero está ahí, en lo más profundo de nuestro ser.  Precisamente por esa urgencia natural de desarrollarnos representada en el deseo de crecer,  cuando vamos al kínder ansiamos ir pronto a la primaria; luego tenemos el mismo apremio para ir a la secundaria y después a la Universidad para graduarnos, comenzar a trabajar y ya nunca más… dejar de hacerlo.

      De forma similar, en nuestra vida íntima también  despedimos al niño para dar paso a las interrogantes típicas de los adultos; a las  hormonas que bullen en nuestro cuerpo haciendo mayor el desconcierto de adolescentes. Luego la intrepidez del joven que se siente capaz de vencer al mundo, sin medir ninguna consecuencia y finalmente, el incomprensible e indefinible sentimiento de resignación soterrada que en la mayoría de los casos acompaña a la adultez.

      En cada una de esas etapas  de nuestro proceso de desarrollo una actuación nace pero no se reproduce sino que… muere. En la pubertad, los sueños nunca satisfechos; en la adolescencia, la renuncia a lo que sabemos que no podemos tener. En la juventud, una vida que comienza con grandes emociones, promesas de amor, comprensión y la esperanza de un futuro espectacular, que en poco tiempo mengua… las emociones.

      Como por un destino fatal nos sumergimos en el incumplimiento de las promesas empeñadas, y si no tenemos algunas reservas espirituales mínimas, nos imbuimos en una vida monótona, rutinaria, aburrida  y a veces… sombría, que preñada de angustia nos hace preguntarnos: 

      ¿Sería para vivir esta vida monótona y sin emociones que vinimos a este mundo?

     ¿Para esto  fuimos dotados de una vida que prometía ser emocionante, reconfortante… extraordinaria?

      ¿Para esto crecimos?

      La respuesta es no, de ninguna manera. Como hijos predilectos de Dios no vinimos a este mundo para soportar una vida monótona, aburrida y sin emociones. Eso sería contrario al plan divino de nuestra creación, porque fuimos dotados de cinco sentidos precisamente  para percibir las maravillosas emociones que nos llegan del medio ambiente en el cual vivimos. Pero además, en nuestro fuero interno, tenemos un venero inagotable de bienestar, siempre dispuesto para servirnos y  el cual podemos manejar a voluntad: nuestro milagroso estado de ánimo, que es el mecanismo del que fuimos dotados por la naturaleza para que nos sirviera de escudo frente a la tristeza y el desencanto, que  por la bipolaridad de los valores, desventuradamente duermen pared de por medio donde reposa la felicidad.

     Para nuestra desventura, como adultos hemos permitido que  una sociedad desarrollista, gradualmente nos envuelva en esa especie de carrera morbosa de buscar y acumular más cosas materiales de las que realmente requerimos; sin importar si en los recodos del camino se nos van quedando nuestros mejores sentimientos, que abonan nuestra vocación a la felicidad…

Próxima Entrega: UN STOP EN EL CAMINO -Parte  II

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