En su época, Ovidio escribió: ”La abundancia me hizo pobre”. El contenido de esa antigua admonición me llevó a analizar con respecto a la felicidad, la influencia de la abundancia de bienes materiales, que solo se pueden obtener con la riqueza.
Sin ánimo de adentrarme en el tema filosófico de los objetos ideales, deduzco que nuestra vida se desarrolla en el ámbito de dos cosas principales: los objetos físicos o materiales y los objetos intangibles, inmateriales o también denominados objetos ideales. Así, los objetos tangibles, como serían aquellos que pertenecen a los reinos vegetal, animal y mineral, son percibidos por nuestros cinco sentidos conocidos. En cambio los objetos ideales como los valores, el estado de ánimo, la tristeza o el amor, por citar algunos, por su intangibilidad no son detectados por ninguno de nuestros cinco sentidos.
A la par de estos dos grandes grupos existen otros objetos con tangibilidad especial, los cuales de alguna manera pueden ser percibidos por algunos de nuestros sentidos y capturados por el hombre con un mínimo de esfuerzo, como lo serían por ejemplo los olores, los sonidos y el aire.
Pues bien, notamos que para lograr la felicidad integral de un ser racional convergen los tres grupos, pero su jerarquía coloca a los intangibles y de tangibilidad especial como los más importantes, siendo también los de más fácil acceso al ser humano. De tal manera, encontramos que de los dos indispensables para vivir físicamente como son el aire y el agua, el primero, sin el cual un ser humano no podría sobrevivir más de tres o cuatro minutos, no requiere para obtenerlo ningún esfuerzo ni erogación económica; y el segundo que es el agua, sin la cual el individuo moriría en menos de quince días, existe tal abundancia en el planeta que tenemos acceso prácticamente libre a este recurso. De donde perfectamente podemos deducir, que para sobrevivir fìsicamente no requerimos ni de la riqueza ni del poder.
Para nuestra especie que posee razón e inteligencia, para ser feliz no se basta únicamente con los objetos tangibles, sino que requiere de objetos intangibles o ideales para sentirse realizado material y espiritualmente; tales como el amor y sus subsidiarios la ternura, la aceptación, la comprensión, la solidaridad y la sexualidad, cuales tampoco ameritan ninguna erogación de carácter económico. Esto es que, para obtenerlos y disfrutarlos no se necesita riqueza o poder, cuales son dos circunstancias general y erróneamente consideradas como generadoras de la felicidad.
Sin embargo, observamos que la condiciòn de homo economicus del ser humano, lo induce a una lucha desesperada que durarà toda su vida, por acumular bienes materiales o tangibles y poder, que durará toda su vida; con la errada premisa de que son éstos los que pueden hacer su felicidad. En ese intento va invirtiendo sus mayores esfuerzos y con ello sus mejores días, pero en la misma proporción en que aumentan sus riquezas va dejando en el camino su juventud, salud y una vitalidad que lamentablemente no le puede compensar la riqueza o el poder adquiridos. Esa obsesión por lograr riqueza y poder, le induce a restarle importancia a los objetos intangibles, cuales son los que podrían llenar sus vacíos existenciales; llegando en muchos casos a la paradoja horrible de haber invertido los mejores años de su vida, en una carrera desesperada por lograr lo que estos por sí solos nunca podrán producirle: felicidad personal.
Por su parte, las personas que logran entender a tiempo los elementos necesarios para ser felices, asimilan que la felicidad es corporal-espiritual y mediante un análisis sencillo pero muy práctico, determinan que para sobrevivir físicamente sólo requieren como indispensables el aire y el agua, cuales siempre tienen a su alcance sin requerir grandes erogaciones económicas o especial esfuerzo, como arriba quedò analizado. Para satisfacer la parte espiritual, saben que tienen a su alcance y sin ningún costo los elementos fundamentales: Dios y el amor, que ejerciendo el libre albedrío y el estado de ánimo -cuales por cierto también son todos objetos ideales o intangibles- complementan eficientemente los requerimientos para lograr una vida feliz.
Luego de este sencillo análisis estamos obligados a preguntarnos:
¿Qué explicación lógica tiene que el ser humano invierta los mejores años de su vida, agotando su salud y su mejor intelecto para lograr acumular riquezas y poder , que por sí solos no pueden producirle felicidad?
La única respuesta razonable es: la ignorancia. Si, la ignorancia de la importancia invalorable que los objetos intangibles, inmateriales o ideales tienen para la felicidad integral del individuo; y el hecho cierto de que los fundamentales como Dios, el amor, la solidaridad, la ternura, la amistad, el sexo sublime y trascendente, no tienen ninguna posibilidad de ser adquiridos con riqueza física, bienes materiales o poder, porque si algún precio o compensaciòn requirieren, en todo caso serían el mismo amor, la misma solidaridad y/o una sexualidad sublime y trascendente, más allá de la mera parte física del acto.
Es esa la explicación por la cual en nuestro mundo existen tantas personas desorientadas, incautas y fatuas que no entienden tan evidentes razones, mientras son muy contadas aquellas que actúan con sabiduría. Asimismo, son muchas las personas muy ricas, poderosas y famosas que no logran la felicidad, porque extrañamente no descubren dentro de sí mismos todas las facultades y recursos de que disponen para serlo. Mientras otras que carecen de bienes materiales, riqueza y poder, pero encuentran en su ser interno los elementos para alcanzar la felicidad, logrando disfrutar de una vida plena y llena de regocijo.
No pareciera entonces difícil entender cual es el camino a seguir. Por tanto, usted que conoce estos secretos no los desaproveche: utilice los bienes intangibles o inmateriales que nada le cuestan, en pro de vivir una vida integralmente feliz, con la seguridad que los bienes materiales, la riqueza o el poder, sin duda llegaràn por añadidura y en el momento apropiado.
Próxima Entrega: PADRES INTEGRALES I