Mi hija mayor, feliz esposa y madre, abogado y reside en Colorado USA, antes de presentar un examen en el Board de Educación de ese Estado, me comentó su expectación por el posible resultado. Como pude le hice un rápido análisis de sus opciones y la trascendencia de dicho evento, en lo fundamental de su vida: su familia.
Con esta hija siempre hemos sido buenos amigos y como ella es cristiana, logré tranquilizarla con el argumento de que si hacemos lo que nos corresponde, Dios sabe mejor que nosotros lo que nos conviene y por tanto lo único que nos corresponde es la diligencia al realizar lo que nos interesa. Creo que fue lo que trató de enseñarnos Jesús cuando expuso: «Mi padre sabe mejor que tú las cosas que necesitas…».
Creo trascendental para los padres como «Asesores» consuetudinarios de los hijos, sembrarles en el alma este Principio. En un mundo donde lo único previsto es lo imprevisible, siempre estamos en riesgo de equivocarnos al considerar qué es lo que nos conviene. Por tanto, sólo la fe en la omnipotencia de Dios para guiar nuestros pasos, nos puede dar la tranquilidad y paz espiritual que requerimos para ser felices.
Por la categoría de ese ministerio, si todo lo hacemos al amparo de Dios, bajo sus leyes, siempre será positivo el resultado de nuestro asesoramiento que tanto necesitan y beneficia a nuestros hijos. Más de sesenta y seis años de vida y cinco hijos felices, me han demostrado que eso funciona con efectividad.
Viví eventos que en su momento no fueron exitosos y que me entristecieron, los cuales hoy que vivo satisfecho con mi vida, acepto que fueron pasos dolorosos pero necesarios para lograr mis metas, en esa especie de empinada escalera que es la vida.
En el caso citado de mi hija, no obstante sus deseos de colaborar con los ingresos familiares, siendo que tiene un esposo y tres niños, ella hizo lo correcto al solicitar guía, porque está consciente y lo acepta, que no le está dado conocer cómo incidiría en su vida futura.
Por otra parte, mi hija y yo sabemos que nuestro Creador sí que lo conoce perfectamente; desde el momento de su concepción está al tanto de qué es capaz y hasta donde ella puede y debe llegar. Ninguno de los dos tenemos duda, eso le infundí desde niña y ella atesoró el mensaje.
Porque, pudiera ser que logre ese trabajo y genere adicionales ingresos a la familia, pero … ¿De alguna manera harán más sólidos los vínculos de amor, respeto, consideración, aceptación, solidaridad, lealtad, y buena comunicación? O ¿Por desgracia ese trabajo requiera una parte del tiempo esencial para atender ese papel indispensable e insustituible de buena madre y esposa?
Ningún humano, ni siquiera yo que soy su padre y los conozco muy bien como familia estable, podría predecir los efectos, porque ninguno de los dos podemos conocer el porvenir; se trata de eventos futuros e inciertos, cuales ni siquiera sabemos si llegarán… para nosotros. Nuestra única posibilidad como humanos en la búsqueda del éxito es ser diligentes al hacer lo que nos corresponde. La decisión final es de Dios y de nadie más.
Quienes tenemos fe en la omnipotencia y omnipresencia de Dios, conocemos que ni una hoja se mueve sin su voluntad y por eso hablamos de la importancia para los padres de la necesidad de comprenderlo. Aquel que no lo asimile, le conviene hacer un stop en el camino, mirar hacia atrás y revisar lo andado; seguramente, como en mi caso, recordará que en oportunidades lamentó no haber logrado algo, pero luego con el correr del tiempo los acontecimientos demostraron su conveniencia para lograr mejores resultados.
Alguna vez leí que «… a la vuelta de la esquina hay un milagro para nosotros.» Quienes creemos en esa máxima sabemos que no conocemos cual es la esquina, por eso tenemos que ir a todas las que podamos. Eso es lo trascendente: ser diligentes. Esa es la parte que nos corresponde, porque si no vamos a todas las esquinas viviremos con la duda, nunca sabremos si estaba allí esperándonos y la dejamos pasar por ser… negligentes.
Sugiero a los padres leer estas líneas y hacer una retrospección a cuando eran niños y recordar lo importantes que fue para ellos las actuaciones y consejos de sus progenitores. Recordar cuántas veces les consultaron y cuánta tranquilidad trajeron a sus espíritus. No tengo duda que esta reflexión les ayudaría a entender la trascendencia de ese papel de Asesores por siempre, que para bien de nuestros hijos y nuestra personal satisfacción, nunca, bajo ninguna circunstancia, deberíamos perder.
Próxima Entrega: EL TIEMPO
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