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Archive for the ‘ADMINISTRACION DE JUSTICIA’ Category

UN ABOGADO II

 

dama de la justicia

Hoy, aquí en Houston TX., donde estoy cumpliendo compromisos familiares por corto tiempo; donde como en todos los Estados Unidos Norteamericanos, aunque los Abogados ganan mucho dinero, pero casi sin excepciones son considerados unos alabarderos, procede leer y releer los conceptos que sobre nosotros como profesionales, se expone en la obra Arte Forense, cuando se indica: “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado treinta años de vida, que sea en conjunto no literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la infalible memoria de un niño; y tal vez con todo esto formaréis un abogado completo”, siento que aquí se hace una radiografía de lo que debería ser un Letrado, en el verdadero sentido de su esencia profesional.

Quienes escogimos la carrera del Derecho o Abogacía, como se le llama en algunas partes, no importa cuán desprestigiada la hayan convertido algunos pocos rábulas, sigue siendo un verdadero honor, porque requiere como lo dice el texto transcrito, una buena dosis de espiritualidad; una gran amplitud de visión; deseo y constancia en aprender todo lo que se pueda sobre nuestros hermanos humanos y las normas legales que rigen a la sociedad en donde nos desarrollamos; que tenga la valentía de criticarse a sí mismo y entender las identidades propias de las demás personas; que ponga la moral por delante de todo y como balanza de su propia alma para presentir que es bueno, mejor o… peor; que, aunque sea muy joven, por lo menos observe las actitudes y aptitudes de sus mayores, para tomar lo bueno y desechar lo mediocre o malo; que no deje morir su niño interno, para mantener sino la memoria por lo menos la ternura que siempre acompaña a las buenas acciones. Creo, que con todo esto, adicionando la diligencia, el empeño, el trabajo, la confianza en sí mismo y la sencillez, podemos llegar a lo que el maestro Don Luís Ossorio conceptuó lo que debemos ser los abogados: “Arquitectos del Alma de la Gente”.

Las enseñanzas de mi madre en mis primeros diez años de vida del amor al prójimo y a la justicia divina; el observar en mi adolescencia y primera juventud (porque a los 76 años me siento joven) tanta miseria humana y tanto aprovechamiento y abuso de los que más tienen sobre los que de todo carecen, sembraron en mi alma el que algún día podría, de alguna manera, colaborar con la Justicia, para hacer menos injusta la relación humana. Por eso, en mi juventud, cuando no era fácil para un muchacho pobre y sin contactos ingresar a una Universidad venezolana a estudiar Derecho, tuve que esperar mejores tiempos y ya cuarentón logré mi meta: hacerme un Abogado. Desde entonces entendí perfectamente el aspecto filosófico de la carrera y lo extraordinario de ser un Letrado, en una sociedad organizada y dentro de un Estado de Derecho. Ello me permitió ejercer por algunos años en Estrados y luego de algunos estudios de Cuarto Nivel, dedicar una parte de mi tiempo al Asesoramiento Corporativo y otra, la mayor al Asesoramiento Social y voluntario, como lo dijera el Maestro Ossorio, más como arquitecto del alma de la gente que como litigante, por lo cual, como nunca me he sentido viejo y por tanto la nueva tecnología no me es desconocida, edité mi página web http://www.unavidafeliz.com, donde, sin haber nunca dispuesto de gran fortuna -porque esta carrera no es precisamente para hacerse rico- durante más de quince años he prestado ese asesoramiento gratuito y voluntario a un crecido grupo de personas de todo género y en diferentes países, lo cual nunca hubiera podido lograr si no hubiese estudiado Derecho.

Es por lo antes expuesto que debo comentar que me siento muy honrado de ser abogado y tengo un profundo respeto por mis colegas, quienes en su gran mayoría son honestos, éticos e injustamente desprestigiados. Tengo un hijo y una hija abogados, quienes como yo, estudiaron por vocación y con la intención de servir y no de ser servidos, que es como decir, SER UTILES, cual es la mayor condecoración que un ser humano puede alcanzar, especialmente si es como yo Cristiano, porque es “…amar al prójimo como a sí mismo.”, de quienes por cierto estoy muy orgulloso. Esto lo escribo para entusiasmar a aquellos jóvenes que tienen vocación para ser abogados y/o piensan estudiar Derecho; porque es bueno que sepan que esta no es una profesión para hacer millones de dólares, pero sí para vivir dignamente y con grandes satisfacciones, en una vida que es elemental y cuyo fin máximo es ser… felices, lo cual es imposible si no tienes tu conciencia limpia, que te genera un tesoro muy preciado para vivir intensamente la vida: la tranquilidad espiritual.

Todos los días doy gracias a mi Padre Celestial por haberme inspirado a tomar la acertada decisión de ser un Abogado, quizás porque eso coincide con mi forma de ver la vida y las cosas, y por ello para  mí no es importante, el poder, la riqueza ni la fama, porque mi meta está más allá de tales supuestas especiales condiciones, ya que, sólo ambiciono el amor, el respeto y la consideración de las personas que amo, quienes a diferencia de mi persona que no tuve nunca una ayuda, he podido colaborar para lograr sus metas, precisamente por haber podido ejercer con ética y probidad,  una profesión digna: la abogacía.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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Ciertamente, hoy debo celebrar  mi mayor y especial aventura: Estudiar Derecho. Hoy celebro mi Aniversario 26 como Abogado, aunque con un poco de dolor por los que se fueron de esta vida y los que ya no están en Venezuela. En mi caso, la carrera de Abogado, que alcancé a los cincuenta años de edad, con mis colegas casi todos de no más de 30 años, luego mi Especialidad a los 55 años y posteriormente mi Maestría a los 60, no me hace un viejo abogado ni un abogado viejo, porque realmente,  a mis 76 años, soy un abogado de juventud prolongada. Tal condición me obliga a comentar para quienes –independiente de su edad- desean ser abogados, que esta profesión –cual no hubiera podido alcanzar sin la ayuda permanente de mi compañera de viaje largo Nancy,   ya dentro del recinto universitario, diariamente estudiando conmigo en las plazas y hasta leyéndome una tesis mientras manejaba mi auto- me ha permitido momentos hermosos e inolvidables.

Gracias a los conocimientos adquiridos en esta privilegiada carrera universitaria, pude entender a ciencia cierta el límite de mis derechos y  deberes; la diferencia entre la Ley y la Justicia; la diferencia entre el ser y el deber ser, entre otras importantes circunstancias de la vida. También, gracias a tales conocimientos, pude materializar la máxima ambición  de un ser pensante: SER UTIL A SUS SEMEJANTES EN SITUACIONES COMPLEJAS. Especialmente, me sirvió como ejemplo a mis cinco hijos, de que nunca es tarde para aprender y que si tenemos coraje, diligencia y fe en nosotros mismos, siempre se puede lograr la meta propuesta.

El estudiar a esa edad, luego de más de 25 años de  no sentarme en un pupitre universitario, me rejuveneció espiritualmente. Recuerdo con un hermoso sentimiento, que guardo en ese rinconcito del alma donde se atesoran las intimidades especiales,  la ternura con que fui siempre tratado por mis muchas condiscípulas muy jóvenes, para quienes fui y aun hoy sigo siendo su amigo: “el señor Amaury” Para ellas y para todos mis colegas de promoción manifiesto mi amor más puro; elevo a mi Padre Celestial una oración por su éxito, salud y… felicidad. Al tiempo que me permito recordar el compromiso que representa en nuestro ejercicio profesional, las palabras del maestro Don Luis Ossorio, cuando definió a los abogados, como “Arquitectos del Alma de la Gente.”

No puedo terminar estas reflexiones sin recordar con especial agradecimiento, a esas valiosas personas quienes fueron mis profesores durante esos 5 años; cuales sin excepción  hasta mi último día deberé respeto y reconocimiento. Pero muy especialmente a mi amigo personal y Padrino de Promoción, hoy más allá de esta dimensión,  Leoncio Landaez Otazo y a mis dilectos ductores Iván Pérez Rueda,  Coromoto Alvarado (Madrina de Adopción) y Yanett Ramos, quienes siempre tuvieron para mí una palabra de aliento  y esperanza, tan importante en esas lides para alguien que además de estudiante a esa edad, debía cumplir como Director Empresarial y padre de familia a tiempo completo.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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simon bolivar LSer un venezolano hoy no es sólo un gentilicio cualquiera, porque en la situación que se encuentra Venezuela, ser venezolano significa entender que Venezuela es la madre que se encuentra muy enferma. Esta es una certeza que con sinceridad pero con valor, debemos aceptar los hijos de este país, si es que de verdad queremos merecer ese título honorable de ser venezolanos.

Es que cuando la madre está enferma, independiente de su gravedad, el hijo accede a ella con su mayor energía, disposición y solidaridad para prestar la ayuda necesaria a quien le dio la vida. Pero, si como en la actualidad nuestra madre Venezuela está grave, sus hijos buenos, que somos la mayoría, tenemos que dejar todo lo que estamos haciendo para dedicar con prioridad nuestro mayor dedicación, amor, comprensión y valor para concretar todo lo que haya que hacer, para contribuir a su mejoría. En la idea de lograr su sanación, no importa los obstáculos, donde ni como se presenten; porque lo más importante es la salud de la madre. quien requiere de la voluntad y buena conducta de todos y cada uno de sus hijos.

No es momento de recordar malos momentos o cobrarnos cuentas entre unos y otros, sino de sentarnos a conversar como hermanos, sobre lo que podemos aportar cada uno para mejorar las condiciones de salud de nuestra progenitora. Considero trascendente recordar que Venezuela siempre será madre, tanto para nosotros como para las nuevas generaciones que nos continuarán, por lo cual, nosotros responderemos en la historia y ante ellos, por la diligencia o negligencia con que actuemos en esta oportunidad, cuyo resultado devendría su mejoría o agravamiento.

Como en mi caso personal, Venezuela nos ha dado gratis todo: vida, educación, trabajo y fortuna -considerando esta última como lo que requerimos diariamente para vivir. Así, confieso que no pagué ni un Bolívar para estudiar primaria, bachillerato o mi grado de Abogado. Si algo gasté en mi formación académica, lo fue en mi Especialidad y luego en mi Maestría, porque quise realizarlos en una Universidad privada y algunos cursos que hice en el Exterior. Entonces, luego de esta confesión…¿Cómo no sacrificar lo que sea necesario por esta buena madre? Yo estoy dispuesto y de hecho lo estoy haciendo: perdono y acepto mis posibles errores, así como los de mis demás conciudadanos, gobernantes o administrados; por lo cual aporto mi granito de arena para oír con respeto a quienes piensan diferente a mí; abro la mano y el corazón con afecto, para cualquier acción o actitud que ayude a Venezuela a reconquistar su paz y seguridad social, económica y jurídica; precisamente porque quiero con merecimiento llamarme VENEZOLANO.

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BANDERA DE VENEZULA IIIHoy, cuando la oposición venezolana recibió el apoyo –no únicamente  partidario sino de una mayoría significativa del pueblo descontenta, especialmente con el modelo económico actual- la pregunta es: ¿A DONDE VAMOS?  Pues bien, no es una respuesta que pueda satisfacer individualmente,  ni la nueva Asamblea Nacional ni el Gobierno del Presidente Maduro; porque el destino nacional dependerá de la actuación consensuada de estos dos actores, ya que las dos partes encarnan  una representación proporcional, pero legítima y total del  80% o más del pueblo venezolano, representado por el PSUV que apoya al Gobierno y la MUD que personifica una parte fundamental de los venezolanos –que más allá de su orientación partidista- descontentos con la gestión gubernamental votaron por un cambio en el  modelo de Gobierno actual. Dicho de otra manera, llegó el momento de que, si queremos una Venezuela próspera y buena para la vida, no tenemos otra opción que la de reencontrarnos, reconocernos como venezolanos por delante de cualquier interés y sentarnos a remendar los entuertos que las disquisiciones, incomprensiones, retaliaciones, actos indebidos, ilegales e inmorales, fundamentados en la impunidad rampante, han hecho de nuestro país el más peligroso para la seguridad personal, jurídica y social, así como el último en el interés de los posibles  inversionistas nacionales y extranjeros.

¿Cómo llegamos a esto y quienes son los culpables? En este tramo del camino, aunque tiene relevancia, no es lo fundamental. Lo realmente importante es enderezar el barco, porque aún no ha zozobrado; todavía estamos a tiempo de enderezar el rumbo hacia una sociedad inclusiva y de oportunidades, donde tanto los opositores  así como los miembros del PSUV en el Gobierno se sientan parte activa y protegida del país, conforme a su actuación, dedicación y cumplimiento de los deberes  que, en función del bien y la paz social, les corresponda y de esta manera evitar el peor mal inmediato: LA INGOBERNABILIDAD. No es hora de cobrar cuentas personales ni revanchas políticas que únicamente empeorarían la situación, sino todo lo contrario, es hora de reconciliación, perdón que no impunidad; de diálogo sincero y descarnado. Nos estamos jugando el País, ese que estamos obligados a reconstruir para nuestros descendientes, porque si los trajimos sin su permiso a este mundo, estamos obligados a proporcionarles los elementos que les permitan un futuro democrático, única forma de ejercer sus derechos con libertad  personal y de oportunidades, para poder cumplir cabalmente con los deberes que le impone la sociedad: no es una concesión sino un compromiso de todos los venezolanos. Manos a la obra.

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LA HERENCIA DE “MADIBA”

MANDELA

En Agosto de este mismo año escribí sobre la vida, el amor, honor y nobleza de Nelson Mandela, o como cariñosa y respetuosamente le llamaban “Madiba” sus conciudadanos, y finalmente, periodistas y estadistas, con los mismos sentimientos,  también le denominaron de tal manera;  fue un último legado al origen de su Clan Madiba de la etnia Xhosa de Africa del Sur, que le regaló al mundo este ser tan especial. Hoy, con el mayor respeto, consideración y admiración por su obra y memoria,  escribo al «Khulu», que en lengua Xhosa significa Abuelo sabio, generoso, digno y especialmente respetable; igual como a Gandhi le llamaron “Bapu” (Padre) en idioma guyaratí.

Desde muy joven me interesó la vida de tres hombres, quienes son paradigma de la libertad de los pueblos del mundo: Mahatma Gandhi (1869), Nelson Mandela (1918) y Martin Luther  King  (1929). Siento que cada uno, en su tiempo, representaron algo más que un liderazgo local o regional, sino que  trascendieron  sus países y continentes para llevar, con sus actos, su mensaje al mundo entero.

Madiba fue un hombre físicamente igual que cualquier otro; inclusive, en su juventud, violento, pensando que era mediante esa lucha como se podía nivelar la gran desigualdad del Apartheid imperante en Sudáfrica; a diferencia de Gandhi, quien nunca fue violento y siempre creyó en la paz,  también estudió Derecho. Los 27 años de cárcel durante los cuales su pueblo sufría incontables penurias, le dieron el tiempo suficiente para pensar, reflexionar y entender que era mediante el amor, el perdón, la fortaleza espiritual, la constancia, la fe y la unión, como se podía lograr unir su país, por años dividido entre la minoría colonizadora blanca del Imperio Británico  y los nativos negros, que eran la mayoría, pero que siempre llevaron la peor parte.

La gran herencia de Madiba fue la prueba que con sus actos nos dejó, de que si estamos seguros que defendemos la verdad y la justicia, no importa la fuerza del enemigo ni sus recursos; si tenemos el valor de afrontar la maldad y el odio con el amor y el perdón;  si tenemos el coraje y la entrega suficientes para arriesgar todo, hasta la vida por nuestros ideales, es muy difícil que frente a esos valores triunfe el odio y el  mal.  La lección fue aprender que,  cuando se defienden  ideales, se trata de resistencia, perseverancia, valor,  entrega y  no de tiempo.

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PERDON, AMOR Y NOBLEZA

NELSON MANDELA IINarrar la biografía de uno de los hombres más ilustres, nobles y bondadosos que ha parido la contemporaneidad, sería realmente, por conocido,  una repetición innecesaria: NELSON MANDELA. Sin embargo y no obstante que su vida es muy conocida como político, estadista y ganador del Premio Nobel de la Paz, su obra llena de valor, estoicismo, optimismo, esperanza, perdón, nobleza y lucha sin descanso, han sido un baluarte actual de la humanidad, que prevalecerá por siempre y sobre el cual las nuevas generaciones encontrarán una referencia de que, el perdón y el amor son los dos ingredientes más importantes para la reconciliación de los pueblos.

Nelson Mandela junto con su gente sufrió la más brutal represión durante muchos años, y personalmente  más de 27 años de duro encierro en la cárcel, en un país y una época donde la Justicia y el cuidado del Estado hacia sus nacionales, lo era únicamente para los blancos. En ese oprobioso sistema denominado el apartheid, impuesto por el Imperio Británico, él  nunca dejó de luchar ni perdió la esperanza en que siempre hay una luz al final del túnel, por lo cual sólo se requiere coraje, tesón, constancia y más constancia para alcanzarla.

Sin considerar las matanzas de sus conciudadanos y los castigos recibidos personalmente, cuando llegaron las condiciones, él inspirado en el amor, la paz y el perdón como única posibilidad de unir  a su pueblo, materializó esas virtudes uniendo el País al llamar a sus opositores y verdugos a hacer Gobierno conjunto, como máxima demostración de que sí era posible la reconciliación, si se unían las voluntades de  hacer patria.

Cual Ghandi, Mandela no utilizó armas sino que depuso la rebeldía de sus primeros años, para utilizar en contra de los enemigos personales y de su pueblo, el instrumento más poderoso que ha conocido la historia contra los Regímenes despóticos, inhumanos y autoritarios: LA PAZ.

Hoy, a los 95 años, Nelson Mandela ha cosechado el fruto de su duro trabajo durante toda su vida con la libertad de su pueblo, en su cama de enfermo con la atención, honores  y preocupación por su salud, de las más altas Instituciones y Personalidades del mundo, quienes le hacen llegar su reconocimiento y agradecimiento, independiente de su ideología;  porque el amor, el perdón y la paz, son el mayor patrimonio de que disponemos los seres humanos  para prevalecer como sociedades organizadas, con sentido de permanencia.

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El momento del país es tan delicado, que debemos “Tener la valentía de parecer cobardes”, como lo escribiera José María Escrivá de Balaguer; porque habiendo quedado el país dividido en dos toletes, no se debe permitir bajo ninguna circunstancia la violencia.

No somos guapos de barrio ni jaquetones, sino gente amable, decente, culta, amante del diálogo, porque es esa la forma como se deciden los problemas en la familia y somos una gran familia que tiene nombre y apellido: Venezuela.  Todos somos miembros de ella y las familias no dirimen sus diferencias violentamente, sino poniendo por delante el diálogo y el amor que les une.

De parte y parte representamos diferencias que deben debatirse y aclararse en un clima de paz y entendimiento, paras que no se conviertan en motivo para enfrentamientos personales, que abran un peligroso camino del cual pudiera ser que no tengamos regreso; al menos, sin dejar  en el camino mucho dolor, rencor   y… sangre.

Para quienes, aunque no lo presenciamos personalmente, pero sí lo leímos de fuentes históricas muy serias, las últimas pocas guerras civiles en el Siglo pasado fueron horribles, quizás más terribles que las guerras convencionales entre países extraños.

No podemos permitir que se fomenten las condiciones para algo tan horrible como eventos donde se hieran o maten hermanos contra hermanos. Debemos considerar que, aunque de alguna manera seríamos todos responsables, los principales actores lo serían los dirigentes políticos del país, independiente de cual fuere su ideología política o posición, porque es a ellos a quienes siguen las masas.

Los dirigentes políticos, las autoridades y especialmente las policías y militares,  tienen que hacer un gran esfuerzo para medir las consecuencias de un evento desgraciado y desgarrador que pudiere derivarse de la intolerancia. Tenemos que evitar el uso de las armas, porque tenemos elementos de diálogo mediante los cuales ponernos de acuerdo. No se trata de un problema de no dar el brazo a torcer o aferrarse a ningún tipo de legalismo. Se trata de una situación fáctica peligrosa, más que de un problema jurídico,  porque las calles se están calentando y cualquier pequeño evento puede prender la chispa. El problema es fáctico y  deben aplicarse soluciones fácticas, porque en beneficio del orden público y la paz social, bien puede atenuarse la aplicación de algunas normas jurídicas, porque lo sería a favor del pueblo y es éste el que otorga la legitimidad.

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No se trata de un mal sueño o pesadilla, una novela de terror o algo que suceda a miles de kilómetros de distancia; es una realidad horrible aquí, en nuestra propia ciudad… todos los días.  Son  niños y jóvenes  que vemos en nuestras calles; o aquellos que nunca miramos porque viven en ese mundo cercano, pero invisible para nosotros, que subyace oculto en los cordones de miseria que circundan nuestra ciudad.

Cuando leo que más del 70% de los asesinados, homicidas o sicarios, indistintamente, en su mayoría se ubican entre 14 y 18 años, siento que un frío recorre mi espina dorsal y no sé si es angustia, dolor, tristeza, frustración, terror, desolación o… impotencia.

Los padres sabemos, porque lo vivimos, que amamos los hijos “con el corazón dentro y las tripas afuera” como predicara Andrés Eloy Blanco; y de alguna manera, todos los hijos son… nuestros hijos.

Frente a este dantesco panorama corresponde preguntarnos:

¿Qué sucedió con ellos?

 ¿Cuál es el nivel de culpa de los padres en su comportamiento?

Creo que los padres, conforme actuemos frente a nuestros hijos, podremos hacer de ellos hombres de bien, exitosos o… perdedores.

En mucho, el destino de los hijos lo marca la formación hogareña. Sin que fuere la única causa, algunos padres, para evitarles sinsabores y tropiezos, no les dejan conocer la realidad de la vida diaria del hogar y los hacen desentendidos, insensibles, desconsiderados, ingratos, irrespetuosos,  dependientes e… inútiles.

Aprender el valor de las cosas; que todo lo recibido amerita esfuerzo; que los recursos no caen del cielo sino del duro trabajo de los padres; que deben priorizarse las necesidades porque no alcanza para todo, son enseñanzas que evitan la conducta  displicente y desentendida con los padres, evitando que se acostumbren a una vida fácil, cual cuando dejen el hogar no podrán satisfacerse por sí mismos con los medios normales y caerán en el facilismo, y quizás en la delincuencia.

El mejor blindaje que podemos dar a nuestros  hijos para enfrentar un futuro desconocido e imprevisible -donde ya no podrán contar con nuestra ayuda- lo constituye los principios y valores familiares de rectitud, mesura, trabajo, estudio, esfuerzo, ahorro, consideración y respeto por la persona humana, siempre y cuando sean reforzados por nuestro ejemplo.

Seguramente, si esos niños y jóvenes perdidos, hubiesen tenido en su hogar la enseñanza y el ejemplo de esos principios y valores, su destino hubiese sido…  diferente.

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Un día cualquiera, camino al Palacio de Justicia de Valencia, en el semáforo de la avenida Cedeño, una menor de edad pedía limosna; unos metros adelante había otra vendiendo flores y en la mitad de la calzada, dos zagaletones hacían acrobacias para justificar una dádiva.

En la avenida Lara, observé niños pordioseros y un chaval que tiraba hacia arriba artefactos encendidos, con riesgo de quemarse o producir quien sabe qué tragedia. Todo por una moneda para comer -paradójicamente- en uno de los países más ricos del mundo.

Observé desilusionado que la indiferencia de transeúntes y conductores era total. A nadie preocupa o extraña esta tragedia. Pareciera normal que en Venezuela, sus niños y jóvenes en vez de asistir a la escuela y formarse para la vida, dediquen su tiempo a la mendicidad y maromas frente a los autos, por unas monedas para, escasamente, suplir alguna de sus necesidades, pero sin beneficiar su incorporación cultural y productiva a la sociedad real.

No obstante, en nuestro ordenamiento jurídico existen normas imperativas que protegen a los menores en situaciones riesgosas o de peligro, los cuales deben hacer cumplir Jueces, Procuradores, Fiscales del Ministerio Público y Funcionarios Municipales competentes, quienes todos los días pasan por este semáforo, porque el local donde laboran, con toda su parafernalia, se ubica aescasos metros de distancia de esa intersección vial.

Pero no sucede nada. Los flamantes funcionarios públicos no lo advierten, y si lo hicieren, poco les importa. Saben que nadie pedirá cuenta por su negligencia -que en este caso es un acto de corrupción administrativa- porque devengan una remuneración que les paga el Estado, de la exacción que nos hace mediante el cobro de los impuestos, con la única intención de evitar estos males.

Realmente, me siento impotente y triste frente a tanta desidia ciudadana, negligencia y corrupción oficial. Siento que los administrados somos culpables por omisión; que hemos olvidado que integramos una sola familia que requiere solidaridad permanente; que esos niños son nuestros niños; que conformamos una sociedad donde todos somos responsables por todos. Tan pecaminosa como la actuación oficial es… consentirla.

No debemos continuar pasivos ni substraernos al problema; podemos contribuir a eliminarlo protestando, denunciando y demandando de los burócratas, cumplimiento eficiente de sus obligaciones. Mientras no lo hagamos nos haremos cómplices y continuaremos siendo una sociedad impotente, porque tener derechos y no ejercerlos, es igual que no tenerlos.

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Un día cualquiera, en camino al Palacio de Justicia de Valencia, en el semáforo de la Avenida Cedeño, una menor de edad pedía limosna; unos metros adelante había otra vendiendo flores y en la mitad de la calzada, dos zagaletones hacían acrobacias, para justificar una dádiva.

En la Avenida Lara, observé niños pordioseros y un chaval que tiraba hacia arriba artefactos encendidos, con riesgo de quemarse o producir quien sabe que tragedia. Todo por una moneda para comer –paradójicamente- en uno de los países más ricos del mundo. Observé desilusionado que la indiferencia de transeúntes y conductores era total. A nadie preocupa o extraña esta tragedia.

Pareciera normal que en Venezuela, sus niños y jóvenes en vez de asistir a la escuela y formarse para la vida, dediquen su tiempo a la mendicidad y maromas frente a los autos, por unas monedas para, escasamente, suplir temporalmente alguna de sus necesidades, pero sin beneficiar su incorporación cultural y productiva a la sociedad real.

No obstante, en nuestro ordenamiento jurídico existen normas imperativas que protegen a los menores en situaciones riesgosas o de peligro, cuales deben hacer cumplir Jueces, Procuradores, Fiscales del Ministerio Público y Funcionarios Municipales competentes, quienes todos los días pasan por este semáforo, porque el local donde laboran, con toda su parafernalia, se ubica a escasos metros de distancia de esa intersección vial.

Pero no sucede nada; los flamantes Funcionarios Públicos no lo advierten, y si lo hicieren, poco les importa. Saben que nadie pedirá cuenta por su negligencia -que en este caso es un acto de corrupción administrativa- porque devengan una remuneración que les paga el Estado, de la exacción que nos hace mediante el cobro de los impuestos, con la única intención de evitar estos males.

Realmente, me siento impotente y triste frente a tanta desidia ciudadana, negligencia y corrupción oficial. Siento que los administrados somos culpables por omisión; que hemos olvidado que integramos una sola familia que requiere solidaridad permanente; que esos niños son nuestros niños; que conformamos una sociedad donde todos somos responsables por todos. Tan pecaminosa como la actuación oficial es… consentirla.

No debemos continuar pasivos ni substraernos al problema; podemos contribuir a eliminarlo protestando, denunciando y demandando de los burócratas, cumplimiento eficiente de sus obligaciones. Mientras no lo hagamos nos haremos cómplices y continuaremos siendo una sociedad impotente, porque tener derechos y no ejercerlos, es igual que no tenerlos.

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