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Archive for the ‘PENSADORES POSITIVOS’ Category

VIVIR VIVIENDO

¿Cómo debemos vivir? Buena pregunta, que si la hiciésemos a cien personas, seguramente noventa por ciento nos darían diferentes definiciones, dentro de las cuales se reducirían a la parte física de comer, dormir, trabajar, recrearse de vez en cuando, y sentirse cómodos o poco aburrido con su pareja, amigos o familia. Pero, la vida, que para ser tal en el real sentido de la palabra, debería ser algo más que eso, porque está llena de eventos específicamente humanos como los sueños, retos, proyectos, decisiones y emociones; ya que,  como seres racionales, vinimos al mundo con metas muy definidas e inherentes a nuestra especie, como por ejemplo ser útiles a nuestros semejantes, crecer espiritualmente todos los días, para de una forma continua ir avanzando progresivamente, hasta lograr la meta más deseada: lograr que ese diario caminar por nuestra existencia, cual es… SER FELICES.

A estos respectos tratados y a tratar, deberíamos vivir viviendo, que es como decir que, más allá de algunas limitantes que son absolutamente aleatorias, cuales vale decir, que en algunos casos van a depender de situaciones que están fuera de nuestro control, como algunos eventos naturales muy especiales como los terremotos, las guerras,  e incluso, la misma muerte, cuyo efecto en  casi todo los demás casos, dependerá de cual fuere la forma de cada uno, de ver la vida y las cosas. Así, por ejemplo, los resultados de los sueños, retos, proyectos y decisiones personales trascendentes, requieren de otros elementos o factores inmateriales que no pueden determinarse físicamente, como la confianza, la fe, la diligencia y la disciplina;  cuales hibernan en lo interno de cada uno de nosotros, esperando ser activados por nuestra voluntad, para el logro del o  los objetivos deseados.

Si consideramos que mirar la extraordinaria y variada belleza de las flores en la primavera; el vuelo de las multicolores mariposas en el aire; escuchar el hermoso y diverso  trino de los pájaros sobre los árboles y en el cielo; el ruido cadencioso de los arroyos en las montañas  y meandros en los ríos; el reconfortante eco del ir y venir de las olas sobre el mar, en los acantilados; la inocente risa de los niños en los parques; la sonora y arrulladora voz de los coros en las iglesias; los casi inaudibles pero constantes y repetitivos consejos de las abuelas;  y la mágica voz de esa persona que escogimos para ser especial en nuestra vida, nuestra cónyuge, cuando nos obsequia la más  hermosa bendición del alma: TE AMO.

 Igualmente,  regodearse con la belleza de las auroras en las mañanas, acompañados de un humeante cafecito mañanero;  del crepúsculo en la tarde cuando el sol despide el día en el verano, al sabor de  ese té especial y tranquilizante que tomamos antes de dormir; la belleza especial e incomparable de la nieve sobre los árboles en los inviernos, cuando degustamos el chocolate caliente que nos reconforta, son experiencias incomparables que vivimos intensamente y que, independiente de la temperatura, como nos lo preparan con tanto amor, nos llenan el alma de constante ternura.

 Por todo esto, considerando que sólo he citado algunos placeres que otorga de forma gratuita a nuestros sentidos la naturaleza, porque también debería citar la literatura, el arte, etc., en este paso por esta vida física que, independiente de cuantos años vivamos en tan corto periplo, dejar de considerar y disfrutar de tantas cosas, eventos y situaciones, que como bendiciones Dios dispuso para nosotros sobre esta tierra, ciertamente sería un desperdicio injustificable de nuestro  tiempo sobre ella; tanto,  que equivaldría a asegurar que no logramos el privilegio, que sólo depende de cada individuo de…VIVIR  VIVIENDO.

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¿Que la riqueza sea desagradable o inconveniente? En verdad, en la mayoría de los casos creo que no es así; que al fin y al cabo,  para casi todas las cosas que consumimos o utilizamos para vivir confortable en una sociedad organizada, requieren ser canceladas con dinero; siendo que además, con gran capacidad económica y sentimientos altruistas, es mucho el bien que se puede hacer a la humanidad. No obstante, siento que las cosas trascendentales para  un ser humano -que para mí es físico-espiritual- involucran no sólo cosas materiales, sino otras que tienen que ver con factores inmateriales como la ética y la moral personal, como el amor, la verdad, la bondad, la solidaridad, la lealtad y la tranquilidad de conciencia, no requieren dinero ni de ningún otro elemento que represente riqueza, más allá de sentir que se ha sido útil a nuestros semejantes.

En estas más de siete décadas de vida,  he tenido amigos muy ricos y poderosos, quienes en momentos especiales me confesaron que fueron mucho más felices integralmente cuando eran personas con ingresos normales y comunes, que luego que adquirieron una gran riqueza. Es que la riqueza y el poder  imponen a quien lo posee no sólo mantenerlo sino aumentarlo, lo cual requiere tiempo y esfuerzo, que normalmente se le resta a lo más preciado, que por cierto no puede adquirirse con dinero: la familia. Asimismo, he tenido amigos con ingresos normales de una persona, profesional o no,  diligente y trabajadora, quienes me manifestaron con toda sinceridad, que no ambicionaban ninguna riqueza o poder, que de alguna manera pudiera restarles atención a sus seres queridos,  cual para ellos eran su mayor tesoro.

Por cuanto pertenezco a una generación trepadora, vale decir que todos mis logros desde adolescente, los obtuve trepando por sobre convencionalismos sociales, etiquetas y exclusiones -que en la segunda mitad del Siglo XX en Venezuela-  hacían muy difícil a las personas sin recursos económicos como yo, acceder al conocimiento académico de calidad y/o cualquier actividad de poder político  o empresarial, mi escala de valores, que ponía por delante el respeto y utilidad a la persona  humana, me permitió con mucho trabajo, diligencia y confianza en mi capacidad, lograr prácticamente todas mis metas importantes como una familia amorosa, sólida y permanente, así como  fortuna, que para mí ha sido siempre la de disponer de los recursos diarios suficientes, para mantener una vida buena y decente, incluida mi formación académica y la de mis hijos.

Sé y no tengo duda,  que no se requiere gran riqueza para bien formarse y ser de utilidad a la sociedad. En mi caso, que tuve la ventura de encontrar  una compañera de viaje largo con la cual hacer un equipo con intereses comunes, convencidos de que Jesús de  Nazaret no estaba errado cuando sentenció: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y  “Cada día tiene su propio problema, le basta a cada día su mal“; sobre esa base filosófica establecimos nuestras metas y  luchamos por ellas hasta lograr cubrirlas, sin que de ninguna manera creyésemos que era indispensable acumular riqueza.  El tiempo, la perseverancia y la fe en  Dios que siempre nos provee, nos permitieron desarrollar plenamente nuestra familia hasta lograr la felicidad que hemos disfrutado y que luego de más de cuarenta y ocho años de feliz unión matrimonial continuamos disfrutando, así como nuestros  hijos y nietos.

Pienso que la mayor fortuna es el poder  lograr suplir oportunamente las necesidades diarias,  lo cual está al alcance de cualquier persona disciplinada y trabajadora, sin un esfuerzo extraordinario; porque la mucha riqueza, siempre está en riesgo de disminuir o desaparecer, lo cual crea un grave problema, que hoy más que nunca produce cambios negativos de carácter así como enfermedades físicas y mentales como  el estrés, cual por cierto no se puede eliminar con dinero, sino con tranquilidad espiritual. En este mismo sentido, cuando se es dueño de grandes riquezas y bienes, al estar rodeado por tantos intereses, se pierde la confianza en las personas de nuestro entorno más cercano, porque  se tiende a desconfiar de la autenticidad de la actuación, atención, solidaridad y amor, si lo son por la persona adinerada  o por los beneficios que de ella se pueden obtener.

Por otra parte, tampoco dudo que existan personas especiales, que al jerarquizar la humanidad por encima de la riqueza, logran conciliar tanto los intereses económicos como las relaciones íntimas y familiares, de tal manera perfecta que se ponen al margen de cualquier sospecha de insinceridad o intención dolosa, de aquellas personas que conforman su entorno íntimo. En estos casos especiales, la riqueza puede ser una bendición, para ser compartida con propios y extraños, en la medida de la necesidad y/o utilidad social que  se produzca. Debo confesar que personalmente no he conocido ningún multimillonario que dedique su dinero a hacer el bien, a excepción de aquellos que crean Fundaciones, especialmente para bajar sus pagos de impuestos, lo cual al final aumenta su riqueza. Es por todo lo cual, insisto en que lo más importante en esta vida para una persona normal no es la riqueza, sino la tranquilidad de conciencia, que nos permite ser y sentirnos bien amado por las personas por encima de la riqueza.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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EL PORQUÉ Y EL COMO DE LA VIDA

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Hoy en este día martes dos de Abril de 2019, cuando da inicio la Primavera en esta bella Ciudad de Boulder Colorado, frente a este hermoso valle  y sus bellas montañas, con sus canas de nieve en los picos de sus cumbres y las hojas mustias de sus árboles a punto de reverdecer,  que aún les deja el Invierno, que apenas hace unos pocos días dijo adiós; con un sol brillante saludando la mañana, recordé un pensamiento de Nietzsche, que desde muy joven siempre he tenido como guía: ”Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”.

Es que, sin ninguna duda, nuestra vida para que tenga sentido, requiere por lo menos una motivación especial, que nos haga sentir que nuestra  existencia contiene y requiere algo más elevado o trascendente que trabajar, comer y dormir. En mi adolescencia, en esos pueblitos pequeños donde me desarrollé, en una época donde los Profesionales Universitarios, eran una excepción, “mi porqué” fue lograr llegar a la Universidad y hacer una carrera; por ello luché, trabajé duro y aunque ya de mayor edad, encontré “el cómo” y lo logré. Luego, “mi porqué” lo fue el principio de la utilidad; esto es que, todas mis acciones como profesional y como persona, siempre lograran beneficiar de manera especial algo o alguien; por ello en mi ejercicio profesional de Abogado litigante y Asesor Jurídico, encontré “el cómo” con mi dedicado y duro trabajo, arreglando muchos entuertos y orientando muchos casos a una conciliación beneficiosa para las partes, en lugar de largos y costosos litigios, casi siempre con resultados imprevisibles.

Posteriormente, gracias a mis experiencias personales y mis observaciones sobre la vida y las cosas de los habitantes de buena parte del mundo, “el porqué” lo fue ayudar a familias  y parejas con situaciones gravosas, que ellos consideraban problemas pero yo asuntos por resolver, por lo que me hice Asesor Voluntario Familiar y de Parejas, siendo “el  cómo” mi dedicación a estudiar las circunstancias planteadas y tratar las soluciones como  articulista de periódicos y revistas, así como conferencista en Organizaciones de Servicio Social, ONGS, Universidades y Programas de Radio.  lo que me llevó a  lograr beneficiar a las personas que requirieron mi ayuda. Pero como mi entorno personal era realmente pequeño y “mi porqué” era ambicioso, para cumplir “mi como” dité mi Blog www.unavidafeliz.com, con el cual he llegado a  más de 2.800.000 cibernautas en más de 90 Países.

En esa  misma onda, con “el porqué” de ayudar al crecimiento espiritual, superación personal y  autoestima personal, para cumplir “mi como” me dediqué a escribir y en el año 2005 publiqué la primera edición de mi libro “Una vida Feliz”, el cual se vendió en su edición impresa en su totalidad el mismo año de su publicación, donde quienes por sus comentarios me dicen que les ha sido beneficiosa, para su vida cotidiana, su lectura.

Finalmente, debo decirles que no soy el único, pero sí una prueba actual y viviente de que Nietzsche estaba absolutamente en lo cierto cuando sentenció: ”Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”,  porque más allá de todo lo aquí escrito, lo más grande en mi vida de “mi porqué”, siempre ha sido la felicidad de mi familia, que fundamos y mantenemos mi amada esposa Nancy y yo durante más de 48 años, con tres bellas niñas, dos buenos y sanos hijos, once amados nietos y dos bisnietos, siendo que “el como” lograrlo lo fue el amor, el respeto, la solidaridad, consideración, buena comunicación y armonía permanente, lo cual no creo sea difícil de alcanzar, si constituimos la familia en un verdadero equipo con fines comunes, donde los éxitos o fracasos no corresponden a uno solo de sus integrantes, sino a todo el conjunto familiar.

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ACTITUD EN TIEMPO DE CRISIS

ARAGUANEY: ARBOL NACIONAL DE VENEZUELA

Que en nuestra querida Venezuela  hoy existe una crisis prácticamente global -que es como decir económica, política y social en general- generadora de uno de los factores más perturbadores para cualquier sociedad organizada, como es la incertidumbre,  es algo que no es discutible. Como consecuencia de tal realidad, se hace necesario meditar de la forma más seria –y a ser posible tranquila- sobre cuál debería ser nuestro comportamiento como ciudadanos frente a tal grave situación. En mi humilde concepto, mantengo el principio de que de nada sirve “preocuparnos”, porque esta actitud nada positivo aporta a una solución; sino que, por el contrario, nos altera aún más, haciendo más difícil “ocuparnos” de encontrar una alternativa en pro de localizar caminos, que nos ayuden a campear el temporal que nos azota.

Pienso que cuando el país está boyante y sin problemas no se requiere inteligencia, moderación o armonía para convivir las realidades del momento de la patria. Es en situaciones especiales, y si se quiere inéditas, cuando se requiere la mayor templanza para valorar y/o evaluar nuestro comportamiento personal, que  sin ninguna duda influirá de manera decisiva en el proceder colectivo. Creo que, quienes como yo hemos vivido con total sentido común las diferentes etapas que se han sucedió en los últimos sesenta años en Venezuela, sin haber dejado la vida o la razón en el camino,  estamos obligados a contribuir a la ponderación  cabal de la situación  nacional actual. No somos una isla al margen de los acontecimientos que hoy aquejan al mundo civilizado, ni debemos esquivar nuestras responsabilidades como habitantes de una nación, que al menos en mi caso, me dio todas las oportunidades para mediante la fe, la diligencia, el estudio, el trabajo y la confianza en mí mismo, adelantar mi principal proyecto: mi formación personal integral y el desarrollo de una familia con valores de honestidad, amor, sensibilidad social y solidaridad humana, que hoy se reflejan en la solidez de sus respectivos hogares.

En el mismo sentido de lo antes expuesto, siento que, como venezolanos,  estamos obligados a ser optimistas; porque el país ni se ha hundido ni se hundirá, especialmente porque su mayor capital no son sus múltiples riquezas naturales, sino que su principal recurso para salir adelante en cualquier situación que se presentare, lo somos nosotros, los venezolanos. Si, nosotros los ciudadanos aportando ideas, trabajo, confianza, fe y esperanza de un futuro mejor,  será como aumentaremos las posibilidades de superar los escollos que en estos momentos pudieran parecernos casi insalvables. No es con actitudes pesimistas, derrotistas, o como una vez lo dijera Rómulo Betancourt “…con alaridos de Casandras agoreras”, como podremos superar la situación que nos aqueja.

De cualquier manera, la situación actual de Venezuela, por acción u omisión nos involucra a todos; por tanto, somos nosotros, todos los venezolanos, quienes dentro de nuestras reales posibilidades, tenemos que meterle el pecho al país para sacarlo adelante. Yo, que conozco a Venezuela de Oeste a Este, desde Sichipés en la alta Goajira hasta San Fernando de Atabapo en Amazonas y de Norte a Sur desde Puerto Cabello hasta Puerto Páez, pero que además he recorrido buena parte del mundo fuera de nuestras fronteras, puedo decir con plena certeza, que Venezuela es como territorio,  una tacita de oro; y como nación, la mejor gente del mundo. Por eso, por todo lo dicho es que aún teniendo mucha de mi familia en Canadá, Estados Unidos y Colombia, mi sentido de pertenencia a esta tierra maravillosa, es superior al temor o a cualquier otro sentimiento que pudiere afectar mi sentido de conservación. Yo que viví con pleno conocimiento esta Venezuela, que en los últimos sesenta y seis años ha cambiado varias veces su denominación y signos nacionales; vivido democracias, dictaduras y revoluciones; épocas de extraordinario auge económico y situaciones de grandes carencias; sin cuestionar o juzgar de ninguna manera los compatriotas que emigran, no tengo la menor duda que mi puesto está aquí, en las buenas o en las malas, pero aquí, aferrado a esta tierra, a los setenta y siete años de pié, como los robles, dispuesto a resistir los ventarrones, los inviernos  y los veranos, porque sé y no tengo duda, que todo tiene su tiempo y que lo que algunas veces sentimos como un tropiezo, más adelante puede resultar una buena enseñanza o experiencia, que aporte mayor felicidad a esta tierra que tanto amamos: VIVA VENEZUELA hoy, mañana y siempre.

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FE Y PROACTIVIDAD

Los términos FE y PROACTIVIDAD siempre han caminado juntos al lado de toda persona exitosa, independiente de cual fuere el caso o circunstancia personal de que se trate. Hoy la  Psicología Positiva ha probado que hasta en los procesos de sanación de una enfermedad, la fe y la proactividad  ya  son  no solamente convenientes sino indispensables.  Aquellos apotegmas bíblicos de que “… la fe mueve montañas…”  y “…dame tus palabras y yo te daré mis obras…” son una realidad a favor de cualquier aspiración humana. Cuando digo que caminan juntos es porque únicamente la fe  no es suficiente si no se acompaña de la actividad constante y  entusiasta,  que  permite lograr la meta que nos proponemos. Es por eso que cuando hablamos de alguien que es proactivo, incluimos en dicho vocablo la fe, la disciplina, la constancia, el entusiasmo, la creatividad,  y muy especialmente, la confianza en sí mismo, que adicionamos al duro trabajo para encontrar y administrar debidamente los elementos y/o factores que fueren más convenientes o necesarios, en cada caso.

Considerando -como es cierto-  nuestra vida es elemental, porque fuimos diseñados de tal manera que tenemos  una especial capacidad para adaptarnos a cualquier ambiente o situación que se nos presente, no es fácil entender como algunas personas no terminan de asimilar que es en y dentro de sí mismos, donde se encuentran los elementos necesarios para lograr una vida integralmente dispuesta a la felicidad, cuales como antes hemos comentado, es la fe en nosotros  mismos como principales actores de nuestra propia vida, el elemento decisivo para lograr el éxito propuesto. De nada sirve la formación académica o cultural de cualquier género, si  no nos  convencemos de  nuestra capacidad para superar los escollos que se  presenten y por encima de ellos adelantar y lograr nuestras propuestas.

En tal sentido, igualmente de nada sirve un título o certificado de conocimiento particular, si no lo  utilizamos como canal para regir una conducta proactiva.  Es  que el Universo, del cual formamos parte, es sinérgico,  y como consecuencia, somos… energía; por lo cual, en tanto y en cuanto actuemos con el convencimiento de esa energía que nos hace proactivos, sin duda alguna seremos exitosos. De igual manera, si no ponemos en movimiento esa misma energía, alimentada por la fe, la confianza y el optimismo que nos alimenta para enfrentar cualquier evento o circunstancia, jamás alcanzaremos con suficiencia el logro de nuestras ambiciones. No se trata de un asunto de tiempo sino de persistencia, disciplina, confianza  y  diligencia. Debemos estar permanente y  absolutamente convencidos, que no  fuimos hechos para el fracaso, la mediocridad o la infelicidad,  sino que, por el contrario, como alguien lo escribiera, “Vinimos a este mundo, condenados a ser felices.”; que es como decir:  especialmente dispuestos a lograr el triunfo y la felicidad en una vida buena, que nos merecemos.

Asimismo, en lo social que conlleva el amor, la amistad, la familia y el éxito económico,   son más importantes que el género o la belleza física, la genialidad con que utilicemos nuestras características personales originarias, la cultura adquirida y la aplicación adecuada de las buenas experiencias propias y ajenas que nos dan los años vividos,  en el progresivo desarrollo de nuestras relaciones cotidianas. Somos parte de la gran familia humana, por lo cual, no basta con ser un buen médico, abogado, empresario  o artista para lograr el éxito integral,  si no introspeccionamos la necesidad de nuestros congéneres de ser tratados con respeto, consideración, sensibilidad y solidaridad con sus propias causas e identidad individual, lo cual requiere de empatía para ponernos siempre en el lugar de los demás y de tal forma idear cual sería nuestra propia reacción emocional si estuviésemos en  su caso.  Es considerando  y aplicando apropiadamente todos estos factores como podemos llamarnos con propiedad, agentes de progreso de una sociedad, todos los días más  orientada a la tecnología,  y por tanto necesitada de promotores de  fe y  proactividad, en función del bienestar supremo de todos los integrantes de esa misma sociedad a la cual pertenecemos.

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LA MADUREZ ESPIRITUAL

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Como todos mis lectores conocen, desde el año 2005 he dedicado buena parte de mi tiempo a la divulgación del tema de la “felicidad”, labor que inicié ese mismo año con la publicación de mi libro “Una Vida Feliz”; continuando con otros libros,  como columnista de prensa, de algunas Revistas y mi Blog http://www.unavidafeliz.com el cual es visto por más de 2.600.000 cibernautas, por lo cual hoy, al recibir en mi computador de un amigo una anécdota sobre cuando le preguntaron  a Rumi, maestro espiritual Persa del Siglo XIII,  ¿Que es la madurez espiritual?, éste al  analizar dicha pregunta, hizo algunas precisiones muy interesantes, concluyendo con esta sentencia:  “… se gana la madurez espiritual cuando dejamos de anexar la “felicidad” a las cosas materiales…”.  Esta sencilla pero profunda admonición, luego de más de siete décadas de vida feliz,  ratifica mi convicción de que la felicidad como realización físico-espiritual del ser humano, tiene que ver más con nuestra espiritualidad, que es interna, que  con las cosas materiales que siempre son externas. Dentro de mi pequeño gran mundo personal, esa ha sido la norma de mi vida; por lo cual  hoy, independiente de las circunstancias diarias, me mantengo feliz; precisamente por no vincular  o hacer depender de ninguna manera mi felicidad de alguna cosa material, tales como la riqueza, poder o  la fama.

Estoy claro que para sobrevivir físicamente, requerimos cosas elementales como el oxígeno, el agua y los alimentos, las cuales por cierto, para quienes confiamos en Dios,  siempre están a nuestro alcance sin grandes esfuerzos.  Pero respecto de la felicidad, prevalece sin  ninguna duda el aspecto espiritual. En el devenir de mi vida he visto tantos “pobres ricos”, con mucho dinero, pero absolutamente infelices; tantos  “poderosos” odiados, impopulares, quienes al final cuando pierden el poder, terminan traicionados, solos y hasta encarcelados, bajo juicio o huyendo de la justicia; y personajes “famosos”, quienes llenos de vanidad subestiman los valores humanos más elementales, pero al final cuando la fama decae: la tristeza, la infelicidad y algunas veces… el suicidio. Del otro lado,  personas sencillas, humanistas,  que nunca antepusieron la riqueza, poder o fama, al amor, bondad, cuidado y solidaridad con sus congéneres, vivieron y muchos otros aún viven felices, precisamente porque nunca, como lo sentenciara el maestro Rumi, anexaron  la felicidad a las cosas materiales.

No es difícil determinar que los sentimientos trascendentales de nuestra existencia no son materiales, sino que prioritariamente tienen que ver con nuestra espiritualidad. Así, por ejemplo, el valor humano más importante en nuestra vida, que es el amor, jamás dependerá de algo que no sean nuestros sentimientos internos, que nada tienen que ver con las cosas externas. En el mismo  sentido y también ejemplarizando, algunas satisfacciones fisiológicas como el dormir, no dependerá de  la comodidad del lecho de que se disponga, sino de que tengamos el sueño necesario en cada ocasión. De la misma manera, la verdad, la lealtad y otros principios y valores humanos importantes, siempre serán una manifestación de nuestro ser interno, que abonando a nuestra felicidad, no tendrán que ver con ninguna cosa material.

Creo que si meditásemos más sobre el real significado de la palabra felicidad, previo considerar algunos de los pocos ejemplos antes indicados, llegaríamos a la conclusión de que no es otra cosa que nuestra realización físico-espiritual, donde la espiritualidad es lo fundamental y lo físico es absolutamente complementario. De tal modo, comprenderíamos mejor la elementalidad de nuestra existencia y llegaríamos a la conclusión de que, definitivamente, la felicidad dependerá únicamente de nuestros sentimientos internos conectados a nuestro  espíritu y nunca de las cosas materiales que nos rodean; lo cual creo que fue el mensaje que quiso dar el  maestro Rumi en su admonición aquí comentada.

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LA EDAD Y LA VIDA

Releyendo en alguna parte, encontré una anécdota sobre Galileo Galilei, cuando ya teniendo su barba blanca, unos amigos le  preguntaron ¿Cuántos años tienes? Y él les respondió ocho o diez años. Por tal respuesta le replicaron asombrados: ¿Cómo es eso? Y Galileo les replicó.  “…los años que tengo son los años que me quedan por vivir, porque los ya vividos ya no los tengo, como no tengo las monedas que se han gastado, todos ya se fueron.” Meditando sobre esta respuesta, tengo que llegar a la conclusión que ciertamente, los años que tenemos son los que nos quedan que vivir  y no los que ya hemos vivido, porque los vividos son como el agua que pasó bajo los puentes: pasó y no volverá, así como los años pasados no volverán y nada puede hacerse sobre ellos.

Entonces los años que son míos, como lo dijera Galileo, son los que me faltan por vivir, y por tanto, son esos años que me quedan los que deben ocuparme; vale decir, que voy a hacer con ellos y en ellos, pero como no sé cuantos serán, en realidad tengo que referirme, o mejor dicho,  a los días, horas, minutos y… segundos. Me corresponde pensar que voy a hacer en ellos y con ellos; sin duda alguna para procurar  mi mayor felicidad, la de mi entorno íntimo, y en general como cristiano, en mis semejantes.

De tal manera debo amar intensamente cada minuto y disfrutar con fruición las múltiples bendiciones que Dios puso para mí sobre esta tierra. Como siempre he sido un enamorado de la vida, ahora más que nunca, sobre la base de la citada reflexión me corresponde ser más amoroso con las personas que amo y manifestarle en cada ocasión posible ese amor que tengo por ellas. Asimismo, me corresponde dar lo mejor de mí en todo lo que hago, que es como decir que debo hacer todo con más pasión que nunca, sintiendo el placer de ser  útil y solidario con las personas; recordar a cada momento que el tiempo se agota y no puedo desperdiciarlo, sino… vivirlo. Ahora tengo que pensar que todo pasará, como han pasado mis años vividos; por tanto me corresponde disfrutar haciendo las cosas con amor y viviendo cada momento con emoción especial; debo aceptar que lo único que quedará de mí será el amor y los buenos actos que de mi recuerden las personas y, especialmente, mis seres queridos.

Venturosamente, como soy escritor, ahora más que nunca me corresponde escribir sobre lo bello de la vida, que he vivido y lo maravillosa que puede ser la existencia para cualquier persona que comprendiendo lo limitado de su vida,  entienda que solo amando, manifestando el amor y   haciendo el bien en cada momento, podemos sentirnos realizados física y espiritualmente. Esto conlleva aceptar la diversidad humana, respetar la individualidad, introspeccionar la obligación que tenemos quienes tenemos acceso y utilizamos los diferentes medios de comunicación, como personas felices, de procurar que los demás entienden que es posible serlo, porque depende de nosotros y de nadie más.

En el mismo sentido, nos corresponde pensar que algo que pareciera elemental para nosotros, pudiera ser que para otros pareciera muy complicado; por ejemplo, aquellos que dicen como su aporte a algún problema que sufren: “…estoy preocupado por tal o cual asunto…”, sin considerar que su preocupación, realmente, nada positivo aporta a la solución del problema, sino que, por el contrario, estar preocupado afecta su mente y su capacidad de resolver algo. Por lo cual no sirve de nada estar preocupado, sino que en vez de tal, debemos no preocuparnos sino ocuparnos de cómo solucionarlo; pero sin preocupación, sino actuando con diligencia, confianza, positividad y fe: con la mente despejada,   lo cual no es fácil si nos encontramos preocupados.

Igualmente, el odio, el rencor,  los malos deseos, las maldiciones, no hacen daño a quien se le profesan, sino que nos ensucia el alma, retarda nuestro crecimiento espiritual y entorpece recuperarnos de cualquier   mala acción que nos haya producido  alguien. En cambio, el amor, el perdón, la bendiciones, la caridad y poner las malas situaciones que no podemos resolver en las manos de Dios, nos ayudan a recuperarnos  física y espiritualmente de cualquier inconveniente que alguien nos produzca. Pero lamentablemente, pocas personas pueden procesar esta realidad que para  nosotros es obvia.

Por todo eso, estamos obligados a insistir hablando y escribiendo sobre estas verdades, que parecieran elementales, pero que   muchas veces  hacen la diferencia entre la gente triunfadora y feliz, y aquellos que se consideran perdedores e infelices por no lograr algunas de sus metas, sueños o ambiciones.

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VENCIENDO LOS TEMORES

VENCIENDO LOS TEMORES

 

Algunas veces he escrito que “…los temores distorsionan la realidad…”,  y hoy más que nunca estoy absolutamente convencido de esa realidad, pero también que es posible combatirlos y derrotarlos. Cuando miro hacia atrás en  mi vida,  acepto que aquellos que alguna vez me afectaron, nunca llegaron a actualizarse o por lo menos en la entidad de gravedad o consecuencias negativas, como inicialmente los imaginé. Asimismo, por verdadero y didáctico, debo admitir y divulgar que cuando en alguna medida se materializaron, sus consecuencias no fueron tan negativas o graves para mi formación físico-espiritual; sino que  por el contrario, o representaron una enseñanza en pro de una mejor vida o agradecí a Dios porque hubiesen sucedido.

No pareciera discutible, que el temor -cuando fuere razonado y controlable- represente un mecanismo de defensa o de previsión natural; pero también estimo que en su más alto porcentaje, este indeseable sentimiento es sólo creación de nuestra mente que, sin que se haya actualizado porque se trate de presentimientos, nos afecta en el largo camino existencial, perturbando y disminuyendo nuestra capacidad de disfrutar de los sentimientos de seguridad y plenitud de vivir todas las hermosas y reconfortantes bendiciones que tenemos a nuestro alcance, producto de nuestra condición de seres inteligentes, dotados de raciocinio y sentidos que nos alertan frente a situaciones dañosas probables, actuales o futuras.

Si nos convencemos de nuestra capacidad para ser positivos, optimistas, proactivos,  valientes, luchadores, vencedores de obstáculos, generosos, útiles y diligentes; adicionadas estas cualidades a nuestra herencia divina, que nos da cualidad especial dentro de todos los seres vivientes, para reaccionar o aprovecharnos de cualquier situación o circunstancia desventajosa, podemos superar cualquier escenario atemorizante,  que sin ser una realidad -como son la mayoría de los temores- atente con robarnos o disminuir esa bendición especial de que disponemos de vivir una vida plena, disfrutando con fruición de tantas cosas buenas, hermosas y edificantes; situaciones, sentimientos y circunstancias reconfortantes que nos producen alegría, solaz, plenitud y consecuencialmente,  alegría y felicidad.

Nosotros mismos decidimos la manera en que queremos vivir. Si  lo queremos experimentar intensamente, de manera milagrosa y bella, estamos obligados a imbuirnos y practicar diariamente todas esas virtudes ya mencionadas, que son un escudo infranqueable frente a ese enemigo permanente que es EL TEMOR: que al final, como ya lo hemos comentado, resulta de pensamientos negativos de lo que “Podría suceder” o “No hubiese ocurrido a tiempo”, cuales son especulaciones  mentales que estamos en capacidad de controlar con la confianza en sí mismos, la fe y la esperanza, que sí son reales como parte activa de nuestra propio dinamismo físico e intelectual; o si por el contrario, permitimos que una ficción mental que nos atemoriza, pero seguramente nunca llegará o si llegare no será tan grave, entonces por nuestra propia ineficiencia y no la de ninguna otra circunstancia, arruinará nuestro más preciado legado: UNA VIDA FELIZ. 

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EL REGALO MÁS GRANDE DEL MUNDO

la vida III

Para muchas personas esta frase pareciera trillada, pero por mi formación espiritual, conozco su resultado y me siento obligado a divulgarlo; ya que, si sólo sirviera para la reflexión positiva de una sola persona, me sentiría compensado. Desde que tengo uso de razón, considero mi vida como EL REGALO MAS GRANDE DEL MUNDO, porque gracias a ella puedo percibir la hermosura de la naturaleza y las personas; pero además comunicarme con mis semejantes, así  como con especies animales y vegetales, como las mascotas y las plantas, que no tengo duda distinguen y/o aprecian mis caricias, palabras y sentimientos.

Ese milagro maravilloso que es mi vida, en un mundo donde somos  tan vulnerables, pienso que para mantenerse como tal requiere de formación cultural. Vale decir, que así como para sobrevivir físicamente tenemos que cuidar nuestra salud y nuestros pasos, espiritualmente tenemos que cultivarnos y fortalecernos, lo cual únicamente podemos alcanzar meditando sobre cada uno de nuestros actos, manifestación e introspección de nuestros sentimientos.

En tal sentido, si queremos aumentar la posibilidad de supervivencia física nos conviene una buena alimentación, evitar riesgos innecesarios y no hacer daño a ninguna persona o elemento natural, lo cual nos aseguraría un alto porcentaje de éxito a nuestro favor; más como lo físico y espiritual es biunívoco, uno de los grandes riesgos para nuestro cuerpo son las enfermedades, las cuales en su gran mayoría –independiente de lo que piensen algunos científicos- se producen como consecuencia del estrés, cuando albergamos sentimientos destructivos como la intranquilidad, desamor, remordimientos, odios, envidias, deseos de venganza, vacíos vivenciales; o simplemente,  cuando no tenemos nuestra conciencia tranquila, porque en algo no hemos actuado correctamente.

Por mi experiencia he aprendido, que la tranquilidad y a ser posible la  fortaleza espiritual que nos permiten sentirnos en paz, es la mejor medicina preventiva frente a posibles patologías e invalorables en los procesos de sanación, como ya ha sido aceptado por la Sicología Positiva. Asimismo, que el amor,  la generosidad y la felicidad, son las mejores oraciones a nuestro Padre Celestial; porque demuestran la excelencia de su obra, representada por nosotros.

Aprecio la vida, porque gracias a ella puedo decir “te amo” sin importar el origen, sexo, raza o nacionalidad de mis semejantes; porque me permite percibir a Dios en mi ser interno y esto, además de fortalecer mi fe y esperanza, me elimina cualquier temor o desconfianza.

Finalizo recordando que –más allá de esa parte aleatoria de nuestro destino que no podemos controlar- Dios nos dota de todas las herramientas necesarias para ser felices, pero que a nosotros toca utilizarlas eficientemente, de tal manera que nuestra vida se convierta realmente, en EL REGALO MÁS GRANDE DEL MUNDO.

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A CIERTA EDAD

YO (ANTIGUO LOOK), MATT Y JENNY CON SUS HIJOS RIVER, MARCHI STORY) Hoy, leyendo sobre lo que debería sentir una mujer después de los cuarenta  años, se me ocurre escribir sobre lo que pudiésemos sentir los hombres luego de  los cincuenta; y como tengo ya cincuenta de edad más veinticinco de experiencia, puedo escribir con suficiente cualidad sobre lo que un hombre  siente luego de haber vivido cincuenta años. Por mi propia experiencia, cuando tuve menos de treinta quise comerme el mundo, sin considerar que, si lo lograba terminaría intoxicado de tal manera que seguramente moriría. De los treinta  a los cincuenta entendí que sólo me correspondía una parte de él, precisamente la que me convenía, y por tanto, luché duramente durante ese período, trabajando al lado de esa maravillosa compañera de viaje largo que me regaló Dios: mi nunca suficientemente reconocida y amada esposa. Como resultado del estudio, el tesón, la positividad, la diligencia, la confianza en mí, en la gente y el trabajo en equipo, logré en ese período encontrar una buena parte de mi meta, quizás la más importante que llenó mi espíritu: mi bella familia integrada por mi esposa,  dos hijos y tres hijas, a quienes pude dar  una buena vida en general, incluida su educación universitaria y su formación académica complementaria en el Exterior.
Luego de los cincuenta años, habiendo vivido intensamente cada uno de mis pasos por este mundo, he entendido plenamente que no hay edad especial para ser felices, porque toda edad es buena para el solaz, la plenitud y… el amor; especialmente, porque estas tres maravillosas sensaciones únicamente podemos sentirlas, y eso es algo que nadie puede hacer por nosotros, pero tampoco nadie puede evitar que lo experimentemos. En este período aprendí que no somos ni mejores ni peores que nadie, sino simplemente seres humanos con virtudes y defectos, por lo tanto debemos aceptar gustosamente, que quienes habitan con  nosotros en la intimidad o fuera de ella, sean simplemente seres  humanos con las mismas virtudes y defectos, así como  con las miserias humanas que llevamos dentro, cuales la mayor parte de nuestra vida estamos tratando de contener.
Aprendí también que es mucho mayor la cantidad de gente buena que la mala y que éstas últimas, en su mayoría, son producto de la  inapropiada formación, incomprensión, mal ejemplo y falta de amor de quienes los formaron, pero que también la sociedad no hizo mucho por comprender sus inquietudes, frustraciones y… soledad, por lo cual dejaron de creer en la bondad de sus hermanos humanos, y al actuar en su contra luchan contra ellos mismos, de alguna manera para castigarse, porque saben que toda acción engendra una reacción  proporcional.
Aprendí que las arrugas, el paso lento, el pelo blanco y la nostalgia, que  a los  jóvenes preocupan, no son precisamente una deshonra, vergüenza o, de alguna manera imposibles de evitar; porque  es honroso, venturoso y afortunado llegar a viejos; las arrugas y el paso lento, son como los surcos y el riego que van surgiendo con el  andar por  el camino de la vida,  los cuales, como en la agricultura, son necesarios para la buena cosecha; el pelo blanco y la nostalgia, disponemos de elementos y herramientas que  pueden evitarlos, si es que se desea, porque hay quienes disfrutan la nostalgia y se sienten muy bien con sus canas.
Finalmente, en esta etapa de la vida, aprendemos dos cosas fundamentales para concluir nuestro ciclo vital: la primera, que la mayor fortuna es la fe en Dios que nos regala la  tranquilidad espiritual, que nos permite vencer el temor, disfrutar de un buen sueño y observar con ternura  y  arrobamiento, las muchas bendiciones que El puso para nosotros sobre esta bendecida tierra; la segunda, que la única riqueza realmente necesaria, es aquella que nos suministra las cosas  básicas para una vida cómoda y nos permite disponer de todo lo que requerimos… cada día, lo cual por cierto  no requiere de esfuerzo monumental, sino de  hacer las cosas que convienen en el momento apropiado, esto es, lo que algunos por desconocer estas reglas de la vida, prefieren por comodidad calificarlo como: “tener suerte”. Como corolario, cuando tenemos como yo, una juventud prolongada que puede mantenerse tal hasta el día de nuestra partida, damos gracias a nuestros compañeros de viaje por habernos acompañado en esa ruta compartida, que fue del color que nosotros mismos supimos darle; bendecimos a nuestros descendientes quienes dejamos como semilla que germinará por siempre sobre esta madre tierra; nos convencemos que ayer es un muerto, mañana no ha nacido, por lo cual HOY es lo único que interesa; y con toda tranquilidad, felicidad y conciencia, damos gracias a Dios por haber… VIVIDO.

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