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Archive for the ‘ENTREGA’ Category

¿ LLEGA O SE ENCUENTRA LA FELICIDAD ?

JOVEN PAREJA FELIZ

Sobre la pregunta del título, tanto a nivel positivo como negativo, se ha escrito mucho. Yo mismo escribí hace trece años, sobre temas de la vida real y  a nivel positivo, un libro de trescientas cincuenta páginas, el cual por cierto está disponible y puede bajarse en forma digital y  completamente gratis en este mismo Blog, al final de cada post. Pues bien, luego de más de veinte años como Asesor Familiar y de Parejas, donde platiqué de forma continua con muchos  padres que tenían problemas con sus hijos; personas que conformaban uniones conyugales,  solteros y divorciados; así como que viajé por más de 14 países, siempre observando cuidadosamente el comportamiento humano,  puedo decir con toda certeza que LA FELICIDAD NO LLEGA, SINO QUE DEBE CREARSE.  Cuando alguien comenta que “Tal o cual persona encontró la felicidad.”, lo que realmente encierra esta oración  es que esa persona que es feliz,  buscó y encontró dentro de sí mismo, qué o cómo es que se siente feliz.

Desde el mismo momento cuando respiramos por primera vez, nuestra vida se concentra en sobrevivir, pero luego al tener plena conciencia, entendemos que esa primera etapa de nuestra vida debe ser superada por nuestra  razón e inteligencia, para lograr algo superior como es: VIVIR, en su sentido integral, lo cual significa VIVIR INTENSA Y PLENAMENTE, circunstancia que no podremos realizar si no se conquista la más cara ambición  humana: LA FELICIDAD. Es que la felicidad, como quiera que se refiere a un sentimiento interior, por lo cual no se puede inferir a simple vista si una persona es feliz o no, no llega ni se encuentra a la vera del camino de nuestra vida, sino que, se requiere invariablemente  que nosotros mismos la provoquemos, precisamente haciendo de cada paso del sendero de la vida un acto feliz, sin esperar o ambicionar que la felicidad  llegará o la encontraremos al final del camino.

Puesto  que una  de las características de la felicidad es que como la infelicidad no es permanente y sin intervalos en nuestra vida, aunque fuere de segundos, no tenemos otra opción que aceptar que la felicidad no es más que la suma de muchos momentos felices, cuales sin duda es a nosotros y no a nadie fuera de nuestro ser interno, a quien le corresponde determinar su estatus, integridad y duración.  Siempre lo he manifestado, escrito y practicado, que soy yo quien le da color a los actos y circunstancias de mi vida, por lo cual soy yo y nadie más, el responsable de mi felicidad. Ejemplarizando: si siguiendo la guía que nos dejara Jesús de Nazaret, si somos capaces de olvidar el ayer; no preocuparnos sino ocuparnos del mañana; perdonar a quienes nos hagan o intenten hacernos daño, amando a nuestros semejantes y especialmente a nuestro entorno íntimo, siento que tengo más probabilidades de ser feliz que quien no asiente su vida sobre estos principios.

En mi caso, considerando que nuestra vida es elemental,  y en mucho por mi formación familiar, esos antes citados valores han sido una constante de mi vida desde niño, por lo cual  siempre he sido, soy y seré feliz hasta el último de mis días; precisamente porque he creado mi propia felicidad amando a la gente, aceptándolos como son, respetando su individualidad, solidarizándome con sus problemas –que normalmente no son más que asuntos por resolver–  y siempre seguro de que, salvo raras excepciones, existe una gran posibilidad de recibir de los demás, sino lo mismo,  por lo menos algo parecido a lo que yo les doy. Por eso no entiendo los hijos que se pelean por siempre con sus padres u otros familiares, no obstante el  vínculo sagrado de la consanguinidad; ni  las parejas que luego de amarse y entregarse en cuerpo y espíritu, no son capaces de perdonarse alguna ofensa o agravio,  y destruyen lo que les costó tanto amor, esfuerzo, dedicación y tiempo construir; o los amigos que, al crear ese sentimiento tan especial -que a veces supera la calidez de la familiaridad consanguínea- lo desmejoran o destruyen por imponer su criterio, por situaciones fútiles, superficiales y superables, pero que no son capaces de afrontar con la autoevaluación sincera de su actitud y respeto por la persona humana.

La vida me  ha enseñado que algo fundamental para entender a los demás, y que por cierto no es difícil, es ponerse en su situación en determinadas circunstancias que muy bien pudieran ser las nuestras. En tal sentido, como mis congéneres son tan humanos como yo, estoy obligado a pensar cual hubiese sido mi actitud en su caso y como consecuencia tratar de sobrellevar la situación que se presente; si lo hago, seguramente podré entender mejor sus actuaciones y posiciones frente a esa cotidianidad, que nos envuelve como grupos y/o sociedad organizada, cuyo resultado es precisamente, la convivencia en armonía y paz, para abonar a nuestra felicidad personal. Casi a medio Siglo de matrimonio feliz, una bella y numerosa familia en la misma situación; muchos y muy queridos amigos, tanto en persona como cibernéticos, no dudo en recomendar a mis lectores que no esperen que la felicidad les llegue del cielo o la encuentren mediante la riqueza, la belleza, el poder o la fama, sino que deben procurarla mediante actos de amor, comprensión, respeto, solidaridad, sensibilidad y buena comunicación; siempre diciendo la verdad y sin guardar las situaciones de diferencias con nuestro entorno, sino manifestando lo que sentimos a tiempo de que se pueda instrumentar alguna solución, porque cuando se guardan o esconden los sentimientos, éstos buenos o malos, crecen hasta convertirse en obsesiones o situaciones que pueden llegar a ser hasta… patológicas y eso, precisamente, es fuente de infelicidad.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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EL AMOR Y LA VIDA

Releyendo un escrito que me hizo llegar una buena amiga y brillante abogada colaboradora nuestra, sobre un  empresario millonario chileno fallecido en 2011, el señor Felipe Cubillos,  quien le dio por el altruismo y filosofar sobre diferentes aspectos de nuestra vida integral, teniendo o no fortuna. Me llamó la atención uno de sus textos sobre el amor, cuando expresó: “Acerca del AMOR, da las gracias al universo, él te despierta cada mañana con un beso y una sonrisa. No pidas nada más y haz como las abejas y las mariposas, ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”

Pienso que, como lo comentara este buen hombre, el AMOR es el mayor de los bienes que nos regala Dios a los seres humanos, tanto que la vida sin él, realmente no tendría sentido. Asimismo, creo que deberíamos meditar sobre su concepto de que las abejas y las mariposas…”ellas no buscan la flor más linda del jardín, sino aquella que tiene el mayor contenido.”  No significa esto que no sea importante la presencia de la persona amada, porque al fin y al cabo es la atracción inicial lo que nos induce a contactar a ese ser que escogemos para ser una persona especial en nuestra vida, en todos los sentidos. Pero, luego de más de 47 años de matrimonio feliz, se y no tengo duda que  es el contenido de nuestro par, vale decir: su espiritualidad, su consecuencia, su consideración, su sincera comunicación y su lealtad, los factores que le dan sentido de felicidad y permanencia a la pareja, porque la sensualidad y la sexualidad se van desarrollando en la medida que nos vamos conociendo íntimamente, hasta que como lo dijera un escritor francés, en vez de unirnos “nos confundimos el uno en el otro”.

Asimismo creo que la cosa económica no es fundamental cuando logramos encontrar alguien que hace pareja con nosotros, con sentido de equipo, que es como decir; en la relación que conformamos como pareja y/o familia, ganamos o perdemos como equipo y no individualmente, porque tanto los éxitos como los inconvenientes son producto de la actitud de dos y no de uno. Estoy seguro asimismo que, cuando la sinceridad se arraiga en ambas personas, surge el elemento fundamental que mantiene la relación: LA ARMONIA, que es el producto de decir en el mismo momento lo que se siente, y no esperar a que la mente, con sus casi normales presentimientos,  haga las cosas más problemáticas de lo que realmente son.

Finalmente, me corresponde aconsejar a quienes me leen permanentemente, que como dijera Cubillos, aunque la presencia es importante, lo fundamental para la felicidad y la permanencia de una pareja, es el contenido espiritual y moral de nuestro par, que al ser una persona especial para nosotros –en todos los sentidos- con toda razón y derecho, espera igual de nosotros.

Si tienes alguna duda o requieres aclaración sobre el tema aquí tratado, el correo del autor está disponible: amauricastillo@gmail.com

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NO A LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

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Cuando  medito sobre el que mi madre y mi única hermanita, hoy desaparecidas,  a quienes durante su vida  amé;  mi esposa a quien hoy continúo amando  intensamente son mujeres, siento ira y decepción por vivir en un mundo donde, no obstante que hemos ido a la luna  y más alla, aún esta sociedad enferma sigue actuando con las mujeres como miles de años atrás, cuando vivíamos en las cavernas.

 En mis más de siete décadas de vida he visto avanzar más de mil años el transporte, los negocios, las finanzas, las comunicaciones, la  educación, la familia, la relación de pareja, la geopolítica y… las armas; pero el cambio en la actitud machista –que es el eslabón perdido entre el hombre y el mono,  tanto el  común, como  los ilustrados, el Estado, la Justicia y la fuerza de las Organizaciones Multilaterales, en cuanto a salvaguardar el derecho de la mujer –por su condición de tal- a  una existencia digna y segura; libre de violencia de cualquier género, ya fuere sexual, psicológica y física, cuidando la respetabilidad e igualdad de género en todos los ámbitos de la vida en sociedad, incluidos los cargos en las Empresas y en los Gobiernos o Instituciones Multilaterales;  y la misma Iglesia Católica, que no les permite ejercer el Sacerdocio, como recientemente lo manifestó el Papa  Francisco,  ha sido simplemente… un fracaso, por no decir otra cosa.

¡Dios!… y pensar que la mujer crea  hombres, los amamanta y enseña a caminar; que sin ella no podrían cumplir con la parte ética natural de mantener la especie sobre esta Pacha Mama; luego, cuando crecen, sin su amor no podrían lograr ninguna realización valiosa y permanente; pero tampoco valdría la pena transitar el camino de esta vida sin su amor, que le da sentido, porque es ternura,  pasión, comprensión, aceptación, solidaridad, lealtad, y a veces hasta… resignación.

Cuando somos adultos, esos seres maravillosos que son las mujeres se hacen nuestras amigas,  novias, esposas, madres de nuestros hijos; y cuando los años nos demuestran nuestras muchas debilidades, en época que ya los hijos no están, ellas son las compañeras de viaje largo que nos acompañan hasta el final, independiente de nuestra capacidad sexual, de salud o económica. En esos años, independiente de la raza o posición social, sólo ellas pueden hacérnoslos realmente “dorados”, porque, de alguna manera, cuando tenemos una avanzada edad, ellas vuelven a hacer por nosotros lo mismo que hicieron por nuestros hijos: hacernos sonreír, tomarnos de la mano  y… ayudarnos a cruzar la calle.

Bendito sea Dios que nunca, de ninguna manera,  he violentado a ninguna mujer; quizás, porque en todas, en mi niñez,  sentí en ellas a mi madre y mi hermanita; luego cuando adolescente tuve tantas y buenas amigas en la escuela, que hicieron esa época activa y edificante; después, en mi primera juventud, en  la Universidad, todas mis amigas, casadas y solteras,  eran mayores que yo, pero me amaron como amigo y allí aprendí que es verdad que las mujeres, a diferencia de las mayoría de los hombres,  saben amar sin tener que… ir a la cama. En mi segunda juventud –que aún a los 75 años disfruto- una mujer maravillosa,  después de más de cuarenta y siete años de matrimonio, desde el mismo día que la conocí hasta hoy,  ha hecho mi vida muy feliz, y no porque yo sea un dechado de virtudes, sino porque creo que ha evaluado  mi incondicional y voluntario acatamiento a su individualidad, así como mi convencimiento de que no puede existir una relación de pareja, con carácter de permanencia, cuya base de amor no sea el respeto y la libertad de amar cuando y como uno sabe hacerlo, así como  la mutua e indeclinable solidaridad y lealtad integral. Por eso, por todo eso, lucho y lucharé siempre por la igualdad de género de la mujer. Quizás por qué no tengo ningún temor sino gran orgullo, de que ellas sean, en mucho, mejores que nosotros los hombres.

Estoy seguro, sin ninguna duda, que el mundo cambió para bien aceleradamente desde los años sesenta del Siglo pasado, cuando la mujer decidió incorporarse de verdad y con todos los hierros, a los retos que la vida ofrecía a sus habitantes, dispuesta a demostrar que para la intelectualidad, trabajo y cuidado del mundo, no existe diferencia de género, sino limitación inducida de oportunidades que, venturosamente, para bien de la humanidad, todos los días serán  menores.

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QUE QUIERO DE TI

FOTO ESPECIAL AMAURI Y  NANCYQuiero que seas como eres: como te lo indica tu naturaleza, como lo siente tu conciencia, como crees que es lo correcto –independiente de cómo a mí me parezca- porque eso es integridad, autoestima; sentir que uno significa verdad, sinceridad, comunicación real;  pero, especialmente, representa amar con libertad, y el amor sin libertad puede ser cualquier otra cosa… pero menos amor; al menos el amor que merece quien se entrega en cuerpo, alma y sin reservas.

Te acepto como tú eres; como una hija de Dios -que no un ángel-  con tus virtudes y defectos, que así como los míos,  con el tiempo la dedicación, la ayuda mutua para mejorar, iremos acrecentando unos y disminuyendo los otros. Sé y no tengo duda que eres especialmente honesta, sincera y tierna; no tengo duda de tu potencial de crecimiento físico-espiritual, de tu generosidad, de tu capacidad para soñar  y hacer de tus sueños un proyecto posible y lograble, en el cual yo siempre tengo cabida.

Quiero que no cambies nunca, porque tú me inspiras respeto, consideración, atención y deseos de vivir siempre a tu lado. No me importa para nada qué hiciste o pensaste de las cosas fundamentales de la vida antes de  conocerme, porque sobradamente me has demostrado que lo que yo considero importante en nuestra relación, también lo es para ti y eso nos hace un equipo imperdible, donde el triunfo es mutuo y no individual.

Nunca temas que si cometes un error, independiente de su magnitud, te juzgaría, porque ese es trabajo de Dios y no de alguien que te ama como yo.  Lo que sí tienes que saber es que si llegara a suceder, en mí tendrías la mano extendida y el corazón abierto para ayudarte a encontrar la solución; porque, precisamente, por eso te quiero como eres.

Ninguno de los dos es indispensable para vivir, pero nos complementamos y equilibramos, cual es como decir que para una vida feliz e integral nos necesitamos,  y aquí estaremos, voluntariamente, siempre  el uno al lado del otro.

Te quiero con tu edad;  esa que paró mi reloj el día que te conocí. Nunca has sido ni más joven ni  más vieja, porque siempre has tenido la edad ideal para amar  mágica e intensamente en el hoy, que es lo único que es nuestro, actual y seguro. Por eso, te quiero… como eres.

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Como la vida es elemental, podemos disfrutarla en toda edad

VIDA ELEMENTALEse proceso que denominamos VIVIR, que lo es desde el nacimiento de un óvulo para ser fecundado por uno entre miles de espermatozoides y  concebir un ser humano hasta el día de la muerte, es simple y absolutamente elemental, aunque para muchos pareciere complicado. El libre albedrío y estado de ánimo de que venimos dotados internamente, nos suministra herramientas para una vida simple, que sólo depende de  nosotros mismos para hacérnosla fácil, agradable  y… ELEMENTAL. Por una razón inexplicable, tendemos a complicárnosla  cuando,  como seres gregarios pero individuales, integramos comunidades, donde debemos cumplir determinadas normas para la convivencia pacífica, indispensable para la continuación de la especie sobre esta tierra; para cumplir  este objetivo ético-natural debemos unirnos a otra persona, siendo que  en dicha escogencia pudiéramos acertar o equivocarnos. Si acertamos, ganamos el premio mayor y con esa compañera de viaje largo  haremos nuestra vida más emocionante, fantástica y edificante, que permaneciendo solos. Si nos equivocamos, pues lo tomamos como una enseñanza, atesorando y recordando lo bueno que pudimos vivir y olvidando los sinsabores o desengaños sufridos, con la convicción de que adelante, en el camino de nuestra existencia, alguien espera para darnos lo que nos merecemos, porque  siempre ofrecemos lo mejor de nuestros sentimientos… así de simple.

En cualquiera actividad, como estudiar o trabajar -entre otras-  debemos iniciarlas con el proyecto emocionante que fija la meta, cual también es elemental: UN SUEÑO. No puede concretar  nada importante, quien no es capaz de soñar  y visualizar el  logro futuro; y es que la vida no pasa, sino que somos nosotros quienes pasamos por ella y lo único que nos llevamos es lo que hubiésemos realizado positivamente; y sin soñar, amar y servir, difícilmente podremos disfrutar las muchas bendiciones que existen sobre la tierra para nosotros; especialmente EL AMOR, que también es elemental, pero asimismo, el combustible que mueve al mundo.

En esa vía de vivir pudieran abrírsenos vacíos, pero entonces nos hacemos los locos tomándolos como algo pasajero y le aplicamos la fe, el optimismo y la esperanza; recursos que no requieren otra inversión que nuestra voluntad personal, que al final nos devuelve eso para lo cual fuimos creados: LA FELICIDAD. Entonces, luego de este sencillo análisis podemos preguntarnos: ¿Qué es lo complejo de la vida? Y sin ninguna duda llegaremos a la conclusión acertada: NUESTRA ACTITUD.

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PAREJA...

Sin tintes académicos sobre Sexología, como disciplina especializada de las Ciencias de la Salud, sino como mero observador de la influencia del acto sexual en nuestras vidas, luego de haber experimentado sus efectos por más de cuatro décadas, aseguro que representa un indicador de vitalidad.

Mis observaciones en personas enfermas, de baja autoestima, tristeza, depresión, inseguridad e indeseables relaciones de pareja, por lo general su factor común ha sido el desinterés o insatisfacción en las relaciones sexuales. Por el contrario, cuando he investigado sobre el tema en quienes tienen buen humor, son alegres, entusiastas, positivos, proactivos y emprendedores, el factor dominante ha sido la plena actividad sexual.

Es que la vitalidad no responde sólo a una buena salud física, sino que imbuye la salud mental y espiritual, materializadas en el inocultable vigor que da el amor por la vida, por las personas y por lo que se hace y que es parte de esa actitud contagiosa de las personas vitales.

Pero… ¿Cuál es ese sexo vital y cómo diferenciarlo de cualquier otro tipo de sexo?

El sexo vital es aquel que, al vincular sus sensaciones eróticas a las más elevadas manifestaciones espirituales, transforma el acto natural reproductivo, superando su originalidad, para convertirlo en un evento cultural trascendente. Ese sexo vital incorpora a lo biológico y fisiológico, la sublimación del acto como facultad exclusiva del ser humano que, como producto del amor, traduce en idilio, ternura, pasión y solidaridad en un mundo mágico, sin espacio ni tiempo, que se crea mientras hacemos el amor; cuando nuestros mecanismos de defensa desaparecen y actuamos con vocación de darlo todo, sin otro interés que producir la mayor satisfacción posible.

Esa interacción tan especial, plena y beneficiosa, física y espiritualmente, no puede darse en cualquier tipo de relación sexual esporádica, accidental o forzosa, sino en aquella que es producto de la voluntad motivada por los más altos sentimientos de espiritualidad. No existe otra posibilidad de transformar el coito natural reproductivo en acto cultural de máximo disfrute y plenitud, que no sea mediante la sublimación del sexo, que posibilita vencer la herencia de miles de años, impresa en nuestros genes, para convertirla en un amor idílico, romántico, fantasioso, apasionado y mágico; hijo de sueños y transformador de fantasías en realidades.

La posibilidad de disfrutar de ese sexo vital no es difícil, porque se encuentra todos los días a nuestro alcance, a nuestro lado; esperando la inyección de amor, entusiasmo, magia, pasión y fantasía, necesarios para un buen desempeño sexual. Se trata de esa amorosa guerrera de todos los días, nuestra amada pareja, que es capaz de ser esposa, madre y amiga, pero que, si nos ponemos inteligentes, menos egoístas y tiernamente la excitamos para que desarrolle su propia creatividad, puede convertirse en nuestra novia de siempre; y como amante, en productora de las más agradables sorpresas.

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RUPTURA DE PAREJA

pareja brava

¿Por qué se rompe el vínculo de Pareja?

Para quienes hemos mantenido una feliz pareja durante varias décadas, el rompimiento de las que hemos personalmente conocido, en la mayoría de los casos ha sido injustificado, dada la importancia de la relación. La separación conlleva la muerte de hermosos sueños, inversión de tiempo en cuidados, sacrificios y ambiciosos proyectos, que desaparecen o se quedan en el aire.
Cuando además ya existe descendencia, entonces la situación se hace mucho más grave y casi trágica; pues si no se trata de dos personas maduras, inteligentes y suficientemente generosas para mantener una buena relación luego del evento, la separación pudiera afectar más a los hijos que a los mismos integrantes de la pareja disuelta.

Lo más triste es que, en el más alto porcentaje, el rompimiento tiene su origen en desavenencias hasta cierto punto pueril o solucionables mediante el respetuoso trato y comprensión del problema, que casi siempre nada tendrían que ver con situaciones realmente graves, que justificaren la disolución del vínculo que los une.
Es muy poca la incidencia de los denominados “motivos graves”, como infidelidad sexual, adicción a drogas, intento o corrupción del cónyuge a los hijos, o condena a presidio por varios años. Casi todos los casos abren y cierran su ciclo con situaciones de mala comunicación, incomprensión, desconsideración, desatención, falta de solidaridad, aburrimiento o rutina; pero sin duda, solucionables. Uno de los más significativos factores que concurren para lograr la ruptura, lo es la falta de reconocimiento mutuo a la labor e iniciativa de los integrantes de la pareja en su vida cotidiana.

En el ejercicio de asesores familiares verificamos que, en la casi totalidad de los casos, era la acumulación de situaciones inconvenientes -pero no graves- lo que producía o hacía más conflictivas tales desavenencias. Determinamos que la mayor frustración se producía por la indiferencia de una parte a los esfuerzos en pro de la satisfacción o beneficio del otro miembro y/o de la relación, con respecto a la atención, dedicación, cuidado, lealtad y sinceridad aportados; incluidos dentro de tales esfuerzos el cuidado personal para agradar a su cónyuge, así como aquellos necesarios para mantener esa magia que genera una relación sexual activa, emocionante y solidaria.

El final llegaba cuando los miembros olvidaban que la pareja surge, cuando se decide dejar la soltería para unir destinos a alguien que se ama, pero de quien se espera apoyo mutuo, respeto, buena comunicación, solidaridad, lealtad, comprensión, aceptación, y de tal manera procurarse una vida más fácil, emocionante, edificante y feliz. Cuando no se dan estos factores, surge progresivamente el desencanto; el cual si no se ataca efectivamente con elementos de renovación de esos sentimientos desmejorados, el sentimiento de frustración suele ser progresivo y termina por ser insoportable.

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¿A quién importa la edad de una mujer interesante, que exuda entusiasmo y amor por la vida; que impresiona con algo que  va más allá de la presencia física; especialmente aquella que ya no es una chiquilla inmadura y alocada, sino que enjuga en su personalidad esa parte de la juventud que nunca perderá, y ese aplomo frente a cualquier situación, que la hace admirable, naturalmente bella, segura de sí misma, un poco enigmática y como la fruta “hecha”… deseable?

La veo llegar y la examino de arriba abajo; la percibo pulcra,  con aroma de flores de mañana fresca,  con atuendo discreto pero muy femenino, donde se conjuga la coqueta vanidad de mujer bonita, con la elegancia que corre por sus genes, para hacer ese coctel mágico que las hace especiales y… “sexy”.

Pertenecen a una generación romántica pero realista; que amó y sabe amar intensamente, pero segura del derecho a la reciprocidad merecida. Que por amor lo da y exige todo; que no endosa su dignidad ni identidad en aras de un sentimiento que limite o niegue amar… con libertad.

Han acumulado conocimiento y experiencia sobrada en el compartir lo mejor y lo peor; aprendieron, experimentaron y vivieron la resistencia, la aceptación, la fantasía y la pasión en el amor y…  el sexo; pero nunca se resignaron a vivir una relación insincera, apática, aburrida o mentirosa, porque si fracasan en una relación, saben que en el camino de su vida, alguien viene para darles lo único que exigen y merecen: amor sincero.

A estas mujeres no hay mucho que enseñarles pero bastante que aprender de ellas; substancialmente, mantener el equilibrio, dando trascendencia a la lealtad y el compromiso, frente a cualquier regresión atávica, derivada de instintos primitivos.

Han trillado el camino de media vida esquivando baches, subiendo colinas y bajando al pozo a tomar agua clara; recibiendo espinas y retornando flores; luchando por mantener su identidad propia, frente a tanto iluso que suele equivocarse y terminar perdiendo el rumbo. Que no es fácil perturbarlas o  hacerlas pasar un mal rato.

Son inmejorables para hacer pareja, porque tienen mucho que ofrecer, saben lo que quieren y como dar lo mejor. De ellas aprendí que la vida es bella, que vale la pena vivirla intensamente. De alguna manera, representan esa realidad que me permite ratificar, que es cierto que podemos ser felices en pareja, si acertamos en escoger la persona apropiada.

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Cuando dos personas diferentes llegan a hacer de sus vidas un solo cuerpo y una sola alma, es un evento especial que sólo puede producirlo… el amor. La principal motivación para unir nuestra vida a la de otro, casi siempre extraño hasta poco antes de conocerlo, es confundirse en uno solo con esa otra persona.

El amor surge espontáneo, pasional y… urgente. Su espontaneidad le genera riesgo, pasión y peligro. Su urgencia es la de lograr unir el cuerpo y el alma con quien amamos, sin importar el riesgo. Cuando amamos, jugamos a ganar o a perder; simplemente, lo arriesgamos todo sin reservarnos nada. Nuestros mecanismos de defensa se minimizan y sólo queda espacio para la emoción, la pasión, el entusiasmo, la ilusión y… la esperanza. Todo inmerso en esa bruma rosada que nos hace ver la vida como debería serlo: muy bella.

El resultado de esa hermosa aventura que significa hacer pareja, dependerá de que los dos tengan la capacidad de confundirse en un solo corazón y una sola alma; lo cual por cierto no es tan difícil, pero sí requiere de nobleza, generosidad, deseos de dar, reconocer y aceptar a quien amamos, en sus propias y originales dimensiones humanas.

No es posible encontrar un “prototipo” conforme nuestros deseos, pero si tenemos la capacidad de fundirnos con el otro, al confundirnos nos hacemos una parte de su cuerpo y su alma. Así, al integrarnos en uno solo, vencemos las diferencias, caminamos por el mismo sendero con los mismos intereses, ambiciones y sueños; eso es posible, lo he vivido y disfrutado por más de treinta y nueve hermosos años. No ha sido fácil, pero si emocionante y engrandecedor.

Es como una meta que establecemos, en beneficio de la cual todos los días hacemos algo positivo, beneficioso y… agradable. Tiene que ver mucho con el color que uno asigna a las situaciones y eventos de la vida diaria. Somos nosotros y nadie más los responsables de lograr el premio; viviendo de la mejor manera posible, manteniendo vivo el afecto y el respeto, haciendo del hogar un nido de amor donde se funde y progrese una familia; y eso sólo puede lograrse cuando dos personas que se aman y hacen pareja, tienen el valor y sinceridad de mostrarse como son, de actuar para fundirse y confundirse en un solo cuerpo y una sola alma.

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«Nuestro paso por la vida es demasiado bello y temporal para recorrerlo… solos»

Hoy, un radiante rayo de sol se coló por la persiana y me despertó antes de tiempo. A mi lado, Nancy dormía plácidamente. Me regalé unos segundo observándola y di gracias a Dios por ser un hombre realmente privilegiado. A mis 67 años no estoy solo, sino que comparto cada minuto de mi vida con mi insustituible compañera de viaje… largo. Esa que a sus 57 años de edad sigue siendo linda, entusiasta, emprendedora, alegre, tierna, respetuosa, solidaria y…feliz. Su placidez habitual al dormir no deja duda de su tranquilidad espiritual.

Ese, mi primer paisaje edificante, de un hermoso día como todos los de nuestra vida diaria, me produjo reflexión sobre cómo la decisión de hacer pareja puede incidir definitivamente en el resto de  nuestra vida, especialmente cuando, aún manteniendo nuestra capacidad productiva y el espíritu en su más alto nivel, los años indefectiblemente hacen mella en nuestro aspecto físico y la velocidad en el transcurso de los años, que produce cambios en la ideología de vida de las personas, nos alejan los interlocutores válidos, ampliando espacios a veces infranqueables, en la manera de ver la vida y las cosas, nuestras tradiciones, principios y paradigmas que rigen nuestro comportamiento.

Siento que cuando hacemos pareja con la intención determinante de que sea para siempre y la acompañamos con las acciones diarias orientada a edificar a nuestro par, mediante demostraciones de amor verdadero, respeto, ternura, aceptación, reconocimiento, buena comunicación,  solidaridad y fidelidad,  estamos asegurando no sólo la compañía para disfrutar plenamente de los muchos momentos de goce diario, sino esa placidez progresiva que va invadiendo nuestra alma, en la misma medida en que pasan los años y logramos nuestros propósitos, desarrollamos nuestros hogares, sacamos adelante nuestra familia y vemos crecer las nuevas simientes, que evitarán que con nosotros desaparezca nuestro amor sobre esta tierra.

Cuando hacemos parejas bien avenidas, el paso de los años no nos hace daño, sino que, el transcurso del tiempo se convierte en fuente de ese hacer mancomunado, que llega a convertirnos en  una sola persona, con similares intereses,  intenciones y deseos, imbricados en un equipo de trabajo y disfrute; donde ambos somos productivos y necesarios, no sólo para la subsistencia física sino para el goce físico-espiritual, combinación sin la cual no se puede lograr la felicidad integral.

Tengo la bendición de tener muchos amigos, pero al mismo tiempo la tristeza por aquellos que  no identificaron la importancia de entender los derechos, necesidades, ambiciones y justas aspiraciones de sus pares. Hoy, la mayoría de ellos, con arrepentimiento tardío, sienten que su riquezas, fama y poder no pueden compensar ni siquiera un día de amor verdadero, ternura espontánea, solidaridad sin intereses, aceptación sin condiciones; porque esas son necesidades espirituales que no pueden ser  evaluadas por  elementos tangibles ni tradicionales, pero tampoco adquiridas por medios de cambio convencionales como dinero, fama o poder, porque responden a sentimientos elevados, por encima de  nuestra propia naturaleza física.

Alguien acertadamente escribió que para estar triste no se requiere compañía. Sin duda, la mayor tristeza del hombre la produce la soledad; pero no la de ausencia de personas a su alrededor, sino aquella que se siente en el alma, cuando no hay nadie que comparta contigo íntima e integralmente, con solidaridad tus ambiciones, necesidades y realizaciones.

No hay sentimiento de seguridad comparable al que se siente, cuando en las noches de lluvia, después de un día agitado sentimos en nuestros pies el rescoldo de esas dos brasitas, que como en los cuentos de navidad, se convierten los pies de nuestra amada. Es el pago que Dios da a los hombres de buena voluntad que saben amar, respetar, aceptar, reconocer, honrar y edificar, a esa otra persona que nos escogió, en un concierto de millones de seres humanos.

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