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Archive for the ‘PENSAMIENTO POSITIVO’ Category

             TODOS SOMOS UNO… CON DIOS

Hoy, expectantes, observamos como el planeta cambia aceleradamente;  no sólo en su aspecto ambiental natural global (Meteorología, clima, pluviometría, etc.), sino en la manera como el hombre interpreta su  circunstancia vivencial.

La máquina del tiempo tritura viejas estructuras mentales y paradigmas que durante milenios indujeron al hombre a sentirse en lo interno temeroso, desamparado, imperfecto, insano,  pecador, inseguro, y consecuencialmente… infeliz.

Estamos rompiendo cadenas atávicas que nos amarraban  a supersticiones, gurúes religiosos y santos  e iluminados  dirigentes, quienes  supuestamente representaban la intermediación entre Dios y el hombre, con lo cual logramos liberarnos y  acceder directamente a Él mediante la oración -que es una confidencia íntima- más que con el rezo, que es invocación repetitiva y memorizada.

Como Él es nuestro padre y no se requiere antesala o intermediarios para hablar con nuestros padres ¿Por qué lo requeriríamos con nuestro Hacedor? Tal interrogante no tiene lógica y nuestro contacto con Dios no es ilógico sino racional.

Siento que por fin comenzamos a entender nuestro poder interno y capacidad personal para hacer nuestra vida conforme a nuestros ideales, sueños y metas; más seguros que nunca de que nuestro gran Hacedor  (Dios), quien es una energía universal que lo organiza todo perfectamente, vive en nosotros; pero de ninguna manera para castigarnos o reservarnos castigos en otra vida, sino para ayudarnos a vivir mejor y conforme a nuestra fe, optimismo, amor, generosidad y diligencia en ésta, con lo cual preparamos el camino para la próxima.

Por nuestra condición espiritual, sabemos que estamos aquí con un propósito, que presumimos de crecimiento y avance en esa instancia, por lo cual debemos deber  recorrer este camino de la vida de la mejor manera posible, y para eso está con nosotros el amor, la consecuencia, la aceptación, la generosidad, la solidaridad humana y ese tesoro exclusivo del ser humano, que nos permite transformar cualquier evento a nuestro favor por trágico que fuere: nuestro estado de ánimo.

No tenemos duda que Él  vive en nuestro corazón si lo invocamos y hacemos las cosas en su nombre, convirtiéndose y convirtiéndonos en  nuestra mejor  guía; y nada de eso tiene que ver con la religión que se profese, que responde a un comportamiento personal externo orientado al conocimiento de Dios, por lo cual, el contacto con Él al ser puramente  espiritual e interno,  acentúa la fe en creencia religiosa y no tiene porque colidir con ella,  sino que, jerarquizando la espiritualidad, pudieran   complementarse.

Hoy, gracias a esta forma de pensar,  sentimos que podemos amar si limitaciones ni exclusiones porque, sin  importar quienes somos, de dónde venimos o a donde vamos; cual nuestro sexo, posición social, económica, ideología o religión; sabemos que  conformamos la gran familia humana, que es su creación más acabada sobre esta tierra para hacernos uno con él y nutrirnos de su esencia divina que nos transfiere una parte de su poder, que es inconmensurable como lo ratificó Jesús de Nazaret cuando sentenció: “…si tienes fe como  una semilla de mostaza, moverás esa montaña…”

Cuando observo tantas personas atemorizadas por el castigo divino que supuestamente les espera; que se complican su vida con problemas, que por su intrascendencia son sólo asuntos por resolver, siento que por ignorar ese poder heredado de Dios, están desperdiciándolo para resolver asuntos elementales de sus vidas, que progresivamente convierten en importantes.

Por experiencia propia sé que no es difícil producir esos cambios de actitud, ya que mientras no los conocí, procesé internamente, me convencí y practiqué, también viví con temores, zozobra y angustias injustificadas, que sólo eran producto de mi ignorancia de ese esencial conocimiento tan fácil de usar, pero que atrasaron mi felicidad y la que pude dar a otros por muchos años.

Es un tema de reflexión que dejo para mis lectores, en la vía de ayudarles a vivir una vida con menos temores y más edificante, que en mi caso me dio inmejorables resultados y no tengo duda que quien de ustedes se convenza de ello, mejorará en muy poco tiempo su forma de vida, convirtiéndose en fuente amor, optimismo y bondad para sus relacionados.

En recuerdo de lo que pude hacer y no hice por mí mismo y por las personas que amé y amo,  precisamente por desconocer y  no aplicar estas verdades, quisiera ayudar a otros a evitárselo dejándoles para su revisión, meditación y a ser posible  ACTUACION, estas reflexiones que no son ficción sino experiencias de mi propia vida.

Por todo esto, amorosa pero respetuosamente, les sugiero que, más allá de cualquier creencia religiosa –que no se afectaría con su nueva actitud-  se convenzan de que tienen ese poder de Dios dentro de sí mismos, y úsenlo diariamente en su amor con la   familia, trabajo, salud y en sus relaciones con las otras persona y puedo asegurarles que SERÁ ESPECTACULAR EL CAMBIO EN SUS VIDAS.

QUE DIOS LES BENDIGA HOY Y… SIEMPRE.

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Para quienes como yo no contaminan su presente arrepintiéndose con lo que recuerdan que alguna vez hicieron o dejaron de hacer, nuestro mejor día es… HOY.

Al despertar miré una mañana bellísima mientras escuché diversos ruidos  en la calle y el griterío de los chicos de un Colegio vecino, que me ratificaron el valor de esta vida bella e irreemplazable porque ahora mismo, muchas personas no pueden experimentar ninguna de estas sensaciones, porque están… MUERTOS.

Unicamente poder de abrir los ojos en las mañanas es una nueva vida; porque muchas personas de menor o mayor edad que nosotros, anoche se acostaron para dormir y se quedaron descansando sobre sus camas,  y ya no despertarán… jamás.

Los chicos y los mil ruidos de la calle, me hacen dar gracias a Dios porque puedo OIR o ESCUCHAR, cuando sé que en estas últimas ocho horas de sueño, más de 1000 personas en el mundo nacieron SORDAS, y es posible que jamás escuchen ese reconfortante vocablo: TE AMO.

Cuando abrí mi ventana observé en la calle una bella señora con su niñita uniformada para el Kínder, y al levantar la vista, las hermosas montañas que circundan la Ciudad y di gracias, porque sé que miles de personas jamás podrán regocijarse mirando estas cosas, porque nacieron CIEGOS.

Volví a mi habitación y contemplé mi siempre bella y fiel compañera de viaje largo, quien me regaló mis bellos hijos e hijas y que, con su amor y dedicación personal, me hace sentir todos los días que vale la pena VIVIR, y nuevamente agradecí a mi Padre Celestial, porque diariamente recibo consultas de muchas  personas que acceden a mi página web, buscando consuelo porque están MUY SOLAS.

Estas reflexiones me hacen aconsejar a mis lectores que, mediten sobre el hecho de que  el día más hermoso siempre es HOY; por lo cual sería un desperdicio dejar de de disfrutar su múltiples beneficios de todo género, recordando lo que no hicimos o dejamos de hacer en un pasado sobre el cual nada podemos hacer, o lo que es igualmente inútil: preocuparse por un futuro que es incierto y sobre el cual, tampoco podemos hacer otra cosa que no fuere HACER LAS COSAS BIEN  HOY, en lo cual está incluido vivir intensamente y con fruición nuestro maravilloso presente.

Así que, corresponde contar nuestras bendiciones y VIVIR… VIVIR INTENSAMENTE HOY, porque esa es nuestra parte en esta vida.

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“EL PASADO ES UN MUERTO Y DEBE PERMANECER BAJO LA TUMBA”

En los problemas de pareja, paradójicamente, el factor constante de perturbación no lo representa las situaciones que sufren en la actualidad, sino aquellos eventos que se sucedieron en el pasado, sobre los cuales no es posible hacer nada pero que continúan atormentándoles, precisamente porque no han sabido cerrar la puerta al pasado.

El pasado es un muerto y los muertos deben permanecer en el cementerio. El pasado no corresponde a un tiempo específico, sino que se trata del que no es actual; vale decir, todo lo que sucedió hace un segundo, ya es pasado y nada se puede hacer por cambiarlo.

Lo más que debemos hacer por el pasado es recordar los bellos momentos. La vida tiene tantas cosas bellas que disfrutar, sin que sepamos hasta cuándo, que es un desperdicio dedicarle parte de nuestro valioso hoy a un tiempo que se fue, pudiendo consagrarlo a vivir intensamente todas las muchas bendiciones que Dios puso en este mundo para nuestra satisfacción y deleite.

Si perdimos un amor, no nos comprendieron, engañaron o agraviaron, nada nos beneficia recordarlo, sino por el contrario, debemos olvidarlo. No importa cuanto tiempo pudimos amar, lo importante fue que amamos, y amar siempre ha sido un privilegio. Es lo bello del amor lo que debemos recordar. El amor, simplemente se vive, se disfruta intensamente y con fruición; y esa maravillosa sensación es algo que ya jamás nadie podrá quitarnos.

Si no cerramos la puerta del pasado a los recuerdos negativos, no podremos mantener el alma limpia y preparada para el nuevo amor que vendrá, que por regla general será más emocionante y pleno. De hecho la hermana gemela del pasado es la nostalgia, cual desvirtúa los eventos sucedidos, con riesgo a hacernos perder la perspectiva de la realidad.

Sabemos de todo el amor y la ternura que somos capaces de dar. Si alguien no nos quiere, pues se lo pierde. Es con optimismo, con fe y confianza en nuestras realizaciones como viviremos nuestro hoy y construiremos nuestro futuro. Todos los días crecemos espiritualmente y por eso somos una buena opción para quien quiera compartir felicidad.

En este camino de la vida, alguien viene en sentido contrario buscando lo mismo que nosotros; más temprano que tarde nos encontraremos y el amor que nunca muere, renacerá; seremos felices en nuestro hoy, y en el mañana, si es que llega. Entonces… ¿Qué razón tendría recordar lo malo del ayer?

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CRECER O DISMINUIR EL AMOR

AMANTES

Alguna vez leí queLa luna y el amor cuando no crecen, disminuyen.” Ciertamente, creo que la física y la espiritualidad, casi siempre tienen puntos de coincidencia; quizás porque ambos son producto del mismo Creador.

En el amor, no tengo ninguna duda que, no obstante su robustez y resistencia, aunque nunca muere definitivamente, si no se abona su crecimiento, indefectiblemente, disminuye.

El amor es la fuerza más poderosa que mueve al ser humano: es el combustible de nuestra venturosa e indispensable sinergia vital.

Por amor se han creado y destruído imperios, se han escrito bellas y terribles historias; así como que por el se hace maravillosa la vida, siendo su principal consecuencia  el mantenimiento de nuestra especie y amor más allá de nuestra existencia física.

Si como seres humanos no hubiésemos descubierto, fortalecido y mantenido el amor, seríamos tan salvajes que ya hace muchos años, habríamos destruido este mundo.

En ese maravilloso, pequeño, pero gigantesco mundo de nuestra intimidad, el amor simplemente es indispensable; sin el no existiría la pareja, que es la piedra angular de la familia.

Sin el amor en permanente fortalecimiento, no se mantendrían los nexos familiares, amistosos, patrióticos, ni la solidaridad humana, que hacen de la vida física una experiencia extraordinaria e insuperable.

Entre la denominación un gran amor y un amor normal, la diferencia es la magnitud de  su alimento cotidiano, que deviene de ese mundo sencillo pero significativo de nuestra conexión diaria.

El amor no requiere sacrificios ni actos heroicos; demanda respeto, afecto, ternura, aceptación, comprensión y la posibilidad permanente de amar con libertad y sin presiones de ningún género.

El amor bueno, ese que se mantiene en el tiempo apasionado y emocionante, es espontáneo: nace del cuerpo y… del alma. No soporta ataduras ni manipulaciones, porque se alimenta de la libertad que le insufla intensidad a cada uno de los actos que de el se derivan.

Quien no comprenda esa necesidad de libertad en el amor, nunca recibirá amor espontáneo; y un amor condicionado, tímido o temeroso, será cualquier cosa menos… amor real, cierto y verdadero.

De tal suerte que, si queremos un amor emocionante, mágico, fantástico y permanente, siempre en aumento y nunca en disminución,  el secreto es alimentarlo siempre con demostraciones reales y diarias de ternura, respeto, reconocimiento, consideración, atención, generosidad y buena comunicación, de lo cual es fuente abundante nuestro maravilloso mundo de las cosas sencillas.

¿Verdad que no es nada dificil, sino agradable intentarlo?

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CADA DIA TRAE SUS PROPIAS PREOCUPACIONES…

Después de más de dos 2.000 años de haber sido pronunciadas, las palabras Jesús de Nazaret, continúan teniendo plena vigencia, para mantener una existencia armónica y equilibrada.

Siguiéndolas por más de seis décadas, he podido procurarme una vida feliz; por lo cual, dentro de lo posible, trato de divulgarlas.

Una de sus máximas, que para mí es un compromiso por el cual escribo este artículo, fue: “Al que se le da mucho se le pedirá mucho…” y  no puedo negar que  a mí Dios  me ha dado… mucho.

Me entristece observar  personas que, innecesariamente y con obsesión, se  preocupan por lo que pudiere acarrearles el futuro; y lo que es más grave, por malos recuerdos del pasado,

Preocuparse por lo que pudiera suceder mañana, es un ejercicio de adivinación contra nuestra propia tranquilidad; ya que, evaluar eventos inciertos que pudieren perjudicarnos, cuales nadie puede asegurar que sucederán, es una actitud casi masoquista, sin ningún resultado positivo.

Pero, preocuparse por  un pasado, sobre el cual nada podemos hacer para remendar lo errado o doloroso, es tan inútil como intentar tomar varias veces la misma agua de un río, porque  luego que pasa no existe posibilidad de volver a retomarla.

Asimismo, si los problemas diarios normales ya son pesados ¿Cuál será su magnitud si les sobrecargamos con los que  intuimos vendrán en el futuro, más aquellos que recordamos del pasado?

El resultado de tales comunes aberraciones mentales, es gastar nuestro tiempo con esos pensamientos negativos, en vez de  dedicarlo a disfrutar intensamente el  maravilloso hoy, lleno de  bendiciones, precisamente para hacer nuestra vida agradable y placentera, que, como el agua del ejemplo, pasarán y nunca más podremos recuperar.

Jesús, siempre sabio, nos regaló una enseñanza que estamos obligados a meditar y evaluar,  hasta hacerla parte de nuestra actuación diaria, porque, en buena parte, pudiera ser que de ella dependa, nuestra felicidad.

Esa sencilla pero  didáctica  sentencia, que para mí, como todo compendio filosófico de vida, es corto y sencillo, enseña: “Cada día trae su propio problema… basta a cada día su mal.” ¿Verdad que no es difícil entenderla, asimilarla,  recordarla y practicarla?

Nunca es tarde para comenzar;  pero cuando se trata de nuestra felicidad, se convierte en un compromiso. Así que, si somos de los que perturba el futuro o esclavizan las frustraciones y dolores pasados, tomemos esta tabla de salvación y, seguramente que siguiéndola, podremos  corregir el entuerto.

 

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“LA FELICIDAD DEBE CONSIDERARSE COMO UN OBJETO DE LA CIVILIZACIÓN”

Oswald.-

Para satisfacer a una asidua lectora que me escribe de Montevideo, nuevamente trato sobre el tema de la felicidad como máxima ambición del ser humano. En tal sentido,  coincido con Oswald, porque ser felices, aunque es un hecho cultural, constituye un derecho humano natural, quizás el más sentido,  que todos debemos procurar ejercer.

La felicidad no tiene una definición universal única, pero erróneamente las mayorías la imaginan vinculada o dependiente de factores como riqueza, belleza, fama o poder; sin embargo, sin desestimar su importancia, como elementos complementarios, no podría por sí sola ninguna de ellas originarla o mantenerla.

Es que para producirnos felicidad, que es  un sentimiento de realización material-espiritual, requerimos vincular nuestro cuerpo al espíritu, lo cual sólo produce el binomio Dios-Amor, cuales venturosamente viven dentro de nosotros y están siempre a nuestro alcance.

Por ejemplo, cuando degustamos un trago de vino en solitario, por nuestras papilas gustativas sólo recibimos satisfacción corporal, pero al compartirlo con la persona amada, al incorporar la parte espiritual representada por el amor, lo convertimos en un acto feliz. Idénticamente, realizar el acto sexual para satisfacer la urgencia  biológica, sólo produciría satisfacción corporal; pero si lo experimentamos con la persona amada, al incorporar la parte espiritual representada por el amor, lo convertimos en un acto feliz.

La felicidad no se obtiene por eventos extraordinarios o especiales -cuales por cierto se dan muy pocas veces en la vida- sino que se conforma con cada uno de los muchos y variados actos de nuestra vida cotidiana; especialmente, en el maravilloso mundo de las cosas sencillas.

La felicidad tampoco tiene por qué ser permanente, ya que al constituirse de momentos felices –que pueden ser extensos o breves-  será más feliz quien acumule mayor número de momentos felices. Mutatis mutandi, tampoco una persona tiene por qué ser  infeliz de forma permanente.

Como hemos determinado que no existe felicidad sin el concurso del espíritu, y éste es interno, somos nosotros quienes decidimos cual evento nos hace felices y cual no. Esta precisión nos blinda frente a quien deseare hacernos infelices, porque nadie puede penetrar nuestro interior.

De tal suerte, podemos concluir que la felicidad corresponde a una actitud, que deriva en una aptitud personal para convertir momentos agradables en momentos felices, al adicionarles el factor de espiritualidad, indispensable para traducirlos en realizaciones material-espirituales, cual, en todo caso, sería un concepto apropiado de lo que es la felicidad.

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Como todos los nuevos años, escribo sobre ellos no antes de que se inicien ni sobre la base de lo que viví en el que se quedó en el tiempo o viviré en adelante, sino en el cómo vivo.

Ciertamente, para mí todos los años son iguales: simplemente, maravillosos. Observo nacer, avanzar y morir los días, las plantas y… los hombres; pero, en todo ello encuentro una parte positiva en la cual se refleja la mano de Dios; es el ciclo vital: nacer, desarrollarse y morir, pero siempre, no importa cuánto tiempo, hay un espacio para la vida; esa es la parte interesante, ya que, los años, como nuestra existencia, serán del color que sepamos darle.

Aquellos de mentalidad negativa,  comentan con tristeza que el año pasado fue gris, porque afectó en defecto su interés personal, temiendo que el próximo pudiera ser peor, sin considerar cómo pudo ser para los demás. Otros, de pensamiento positivo, comentan que aunque en  este año no les fue tan bien, y se sucedieron asuntos problemáticos o delicados, confían que en  el próximo les irá mucho mejor. Somos cada uno de nosotros, quienes hacemos buenos, mejores, malos o peores los años que transcurren.

En los últimos seis meses de este año vi morir mis dos hermanos mayores, y no por eso este año fue malo para mí. Es que cada uno de ellos vivió su vida por más de setenta años, y a su antojo.  Vinieron a esta vida a vivir y eso hicieron. ¿Qué cómo vivieron? Como lo decidieron; porque fue para tener esa capacidad que Dios les dotó de razón, intelecto y libre albedrío, con lo cual conformaron su estado de ánimo, cual es lo que determina el color y sabor de la vida.

Yo sé -porque lo he vivido-  que un espacio pequeño de felicidad integral, bien podría  valer una vida; porque más que el tiempo o el espacio donde permanezcamos, lo importante, lo trascendente, es lo que sentimos y cómo nos sentimos.

Mientras tengamos capacidad para amar y ser generosos para compartir nuestro amor con nuestros semejantes; podamos sentir el aire fresco de la noche, oír el canto de los pájaros; el arrullo que es la voz de nuestros seres amados y nos sintamos uno con Dios y con cada uno de nuestros semejantes, todos los años serán… ESPECIALMENTE BUENOS.

No tengo duda que 2011 será un bellísimo año; festejémoslo juntos.

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Cuando escucho el ulular del viento en mi ventana y miro el vuelo raudo de los pájaros en ese cielo hermoso, con nubes de mil formas caprichosas, bajo el cual los hombres deambulamos en busca de algo mejor todos los días, pienso que Dios, vida, amor y amistad, conforman el sendero maravilloso y especialísimo, donde los seres racionales podemos lograr nuestra realización material y espiritual, comúnmente conocida como… LA FELICIDAD.

Dios, como gran hacedor en esta vida de proposiciones diversas, y única posibilidad de trascender a un plano superior, nos asegura un viaje hermoso, divertido, emocionante y edificante por este mundo físico, en la misma medida de nuestra capacidad de entender y asimilar como utilizar las grandes dotes, cualidades y bendiciones con que fuimos diseñados.

La vida física, que es el mayor tesoro de que disponemos, no es más que la alfombra sobre la cual podemos hacer de nuestra existencia, una experiencia mágica o un paso borrascoso.

La amistad, que como relación requiere permanente alimentación, dedicación y cuidado, cuando se hace fuerte y sincera,  pudiera ser uno de los más apreciados condimentos para darle sabor a nuestra vida, porque nos obsequia placer, compañía y… seguridad.

Somos seres únicos y tan especiales, que podemos con nuestros sueños crear nuestro propio mundo de fantasía, pero con increíble capacidad para convertirlos en realidad. Tal es la fuerza vivificante y sustantiva de los sueños, que cuando por alguna razón agotamos la capacidad de soñar, ciertamente comenzamos a morir… en vida.

Toda nuestra existencia racional funda su sentido de supervivencia sobre ese otro factor extraordinario y también único de nuestra especie, sin el cual nuestra vida, excepcionalmente vulnerable, se hace terrorífica: la esperanza. De tal suerte que, quien en un momento dado siente perderla, camina por la vida, como lo escribiera Walt Whitman: “…amortajado hacia su propia destrucción”.

Si consideramos con la seriedad y responsabilidad la importancia debida de esos factores vivenciales, haciendo de Dios  uno con nosotros, al adicionarles el amor, la amistad, los sueños, la generosidad y la esperanza, podremos experimentar y contagiar a nuestros semejantes, de una existencia exquisita; donde cada segundo represente un tiempo sin tiempo, tan especial, que en sí mismo encarne… toda una vida.

Y lo más importante de esta última consideración vivencial es que, por depender exclusivamente de nuestra voluntad y ser interno, nadie, bajo ninguna circunstancia, puede evitar o  limitarnos la posibilidad de lograrlo.

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CON LAS MANOS VACIAS

 

«NADA TRAEMOS A ESTA VIDA NI NADA NOS LLEVAMOS»

Antes de morir Alejandro El Grande, exigió  que sus tesoros se esparcieran por el camino hasta su tumba; y que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd a la vista de todos. Con ello quiso significar que cualquier bien material adquirido en esta vida, aquí se queda y que, venimos con las manos vacías y así partiremos de este mundo.

Manejar estos conceptos puede hacer la diferencia entre una persona feliz, al compartir lo que logra con sus  hermanos humanos, y otra que dedica su vida a atesorar bienes por temor a perderlos, convirtiéndose en avara y, consecuencialmente, infeliz.

Ningún bien material trasciende nuestra existencia física o puede servirnos en la otra. Como los adquirimos en esta tierra, aquí debemos disfrutarlos y aquí se quedarán irremediablemente. Por tanto, la avaricia además de hacer daño a quienes se les niegan, castiga a quien dedica sus mejores años atesorando lo que no podrá utilizar después de su muerte.

Como legado de nuestro Creador, las cosas trascendentes e indispensables para nuestra realización personal, como el amor, el tiempo y la espiritualidad, cuales sí nos llevaremos con nosotros, no las hizo depender de ningún esfuerzo material sino de  nuestra personal voluntad; resguardándolas en nuestro interior, para que nadie, bajo ninguna circunstancia, jamás pudiera privarnos de ellas.

El amor, nos posibilita deleitarnos en el milagro más grande de la naturaleza: nuestros hermanos humanos, permitiéndonos asimismo vivir intensamente las emociones y sentimientos más nobles, venciendo todo obstáculo que disminuya nuestras capacidad de dar.

El tiempo, ese arcano indefinible de  luengas barbas y rostro venerable, cual quisiéramos mantener ilimitadamente, nos es dado sin que podamos conocer cuánto, por qué y hasta cuándo estará con  nosotros, por lo cual, sería inútil ocupar en ello nuestro intelecto.

La espiritualidad deviene de nuestra herencia divina; nos permite entender la temporalidad de la vida física y nos hace intuir otra instancia más elevada, a la cual irremediablemente debemos ascender, al tiempo que, al vincularla a nuestra materialidad, consiente edificarnos y deleitarnos en esta vida, como una preparación para la posterior.

Quizás fue esa la enseñanza que quiso dejarnos Jesús de Nazaret, la cual todos deberíamos seguir,  cuando sentenció: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;  sino haceos tesoros en el  cielo donde ladrones no minan ni hurtan…”

 

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Desde que tengo uso de razón, de alguna manera siempre me he visto envuelto en alguna “crisis”, ya fuere familiar,  sentimental, política, económica o social, por lo cual para mi tranquilidad, he aprendido a moverme en ellas como pez en el agua.

Las crisis, como las enfermedades y los accidentes, como quiera que son tratables o evitables, son algo con lo cual debemos vivir y de sortear lo mejor posible, sin permitir que nos afecten más allá de lo que se considere normal.

El nacimiento mismo, como fenómeno biológico es crítico, pero como cualquier evento originado por nosotros, controlable. Asimismo, cualquier otra crisis que se origine por nuestras actuaciones o derivada de ellas, independiente de cual fuere su género, podemos manejarla conforme a nuestra actitud frente a la vida.

Cuando alguien se desespera por su óptica del problema político actual, se debe a que no procesa las muchas opciones que podemos manejar frente al asunto por resolver; siendo que tampoco entiende el pensamiento diverso típico de los seres racionales, y que lejos de acorralarlo, lo enriquece.

Si la situación económica aprieta, siempre aparece una luz en el túnel, porque la economía es un producto social y los humanos diseñamos y activamos los mecanismos que la rigen;  como consecuencia, sólo hace falta entender esos procesos y ajustarse a sus condiciones particulares y específicas, recordando que nuestro problema fundamental es el pan de cada día que siempre lograremos proveer, y no el de un futuro que ni siquiera sabemos si llegará para nosotros.

Los problemas sentimentales resultan de  nuestra introspección de las actuaciones de quienes amamos. Así las cosas, seremos nosotros y no nuestros interlocutores quienes demos o no trascendencia a la información recibida. De hecho, lo importante no es cuanto nos aman, sino cómo y en qué medida experimentamos el sublime sentimiento de amar.

¿Por que es feliz el loco? Porque  imagina lo que quiere y cree en lo que imagina; lo cual prueba que no son los eventos o informaciones recibidas en sí mismas lo que determina su trascendencia, sino como lo asimilamos y convertimos en experiencias existenciales.

En definitiva, es nuestra actitud frente a la vida y sus naturales crisis lo que determina su nivel de afectación en nuestra existencia, cual es como decir que somos nosotros y nadie más quienes decidimos su resultado. Es la ventaja de ser pensantes, racionales y herederos de una parte del poder de Dios.


 

 

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