Para quienes vivimos intensamente cada minuto de nuestra vida, un nuevo día prácticamente es una nueva vida. El amanecer es como el nacimiento y a partir de ese momento, cuando se abren los ojos y se ve el mundo, esa maravilla que es la obra de Dios, le sonreímos y nos sentimos que renacemos a un mundo diferente al del día anterior.
Fuimos tan bien diseñados que nos renovamos permanentemente; automática e inconscientemente, cada segundo mueren y nacen nuestras células. Conscientemente, si atendemos con ánimo y optimismo el color de las flores, el canto de los pájaros, la sonrisa de los niños y la mirada tierna del ser amado, daremos gracias al Creador por permitirnos experimentar tantas y tan bellas sensaciones en esas maravillosas veinticuatro horas que emprendemos al nacer el día.
Nuestra vida es tan elemental, fácil y sencilla, que las cosas más bellas, trascendentales e importantes, sin las cuales ésta sería monótona y aburrida, nos son dadas de manera agradable, gratuita y casi sin ningún esfuerzo. Respirar, observar el paisaje, soñar con los ojos abiertos, saludar y abrazar a las personas que amamos, sólo requieren el deseo de hacerlo y el sentimiento de que es un privilegio realizarlo, cuando tantos quedaron en el camino y ya nunca podrán experimentarlo.
Compartir experiencias, ayudar al necesitado, sonreír al que parece triste, son oportunidades que encontramos a cada paso, que no debemos desperdiciar, porque engrandecen el alma y edifican a quienes las obsequiamos. Que mensaje más hermoso es una palabra para quien se encuentra deprimido o un acto de solidaridad al que parece desolado. Un abrazo, un beso o simplemente un toque cariñoso en la espalda al enfermo, suele ser más reconfortante que cualquier medicina.
Todo el día está lleno de oportunidades para sentirnos bien: trabajar, estudiar, comer, divertirse, ejercitarse, realizar labores domésticas y de voluntariado, nos ayudan a fortalecernos física y espiritualmente, pero además nos dejan la conciencia de que hemos hecho las cosas bien para nuestro cuerpo y para nuestra alma, lo que nos permite acostarnos en paz y descansar con deleite, una noche que nos hemos ganado sobradamente.
¿Quien dijo que nuestra vida es complicada? Quizás aquellos que en vez de disfrutar golpea el amanecer sus ojos y sólo observan lo oscuro de la noche sin valorar lo hermoso del firmamento, lo espectacular de las estrellas, ni la discreta pero maliciosa complicidad de la noche para el amor.
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