En un mundo abundante de personas y cosas buenas, la regla debería ser que todos fuésemos felices. Pero no es así; la infelicidad ha hecho de este mundo su predio particular. Uno de sus más horribles ejemplos se dio recientemente, cuando en el máximo de su infelicidad, un jovencito de apenas 17 años de edad, sin razón conocida, mató a varias personas inocentes para luego suicidarse con esa misma arma asesina.
¿Dónde podría estar la respuesta a esta terrorífica actitud?
Los motivos reales, creo que nadie los conoce. Es la terrible razón de la sin razón, que solo afecta a los seres pensantes, especialmente cuando no son felices; porque los que lo son, pudiera ser que en un caso de necesidad, en acto de sublime generosidad ofrenden su vida para salvar a otros, pero no se quitan la propia ni matan inocentes que nada tienen que ver con la situación que genera el evento trágico. Siendo que sería el ser felices lo que evitaría estas actuaciones, debo referirme específicamente a dos recursos que con nuestra inteligencia podemos poner a favor del logro de la felicidad y que únicamente dependen de nuestra imaginación: LA FANTASÍA Y LA MAGIA.
En primer lugar, La fantasía que es exclusivamente mental, nos permite imaginar situaciones conforme desearíamos que fueren o sucedieren en la realidad, y que cuando es debidamente administrada se convierte en fuente de extraordinarias sensaciones.
La fantasía también es producto de la imaginación, que es capaz de ignorar la realidad y convertir lo normal en fantástico y eso me parece de una gran trascendencia en la búsqueda de una vida feliz. Entre otras cosas, porque la felicidad en realidad no es física ni tangible, sino un sentimiento derivado de nuestra actividad mental.
De tal manera que, si concibo una situación cualquiera como fantástica, ese es el mensaje que afecta mi estado de ánimo, cual es el que al final determina la calidez de mis sensaciones. Por ejemplo, puedo fantasear con el cuerpo de mi esposa, con su voz, con su pelo, con su piel, con su sexo y no por eso cambio su conformación física, sino que mi mente la convierte en lo que yo idealizo, produciéndome satisfacción en la misma medida y extensión de mi fantasía.
Como en el ejemplo anterior, cuando me alimento, me visto o realizo cualquier actividad diaria, puedo fantasear sobre su contenido o significado. Mi mente es infinita, da para todo. Cómo lo veo, lo siento o asimilo, es algo que procesa mi cerebro de acuerdo a mi voluntad.
Así, cuando le digo a mi cerebro: «Quiero que conviertas esta situación normal en fantástica y te ordeno que lo hagas de tal manera», lo realiza en fracción de segundos. Tan fácil como eso. Puedo sentirlo, percibirlo, disfrutarlo. Simplemente, lo vivo. Soy tan especial como ser humano que me doy el lujo de VIVIR LA FANTASIA, que es como decir que soy capaz de convertir la irrealidad en realidad. Pues bien, al menos en mi vida, la fantasía es parte importante de mi cotidianidad y siempre me ha producido felicidad.
Respecto de la segunda, que es La Magia, tan importante es para mì que no sabría vivir sin ella. Las contadas oportunidades cuando una soy infeliz, es porque pierdo su rumbo. Claro está que no me refiero a esa magia antiguamente vinculada a la Astrología y la Alquimia, con especulaciones de carácter esotérico o sobrenatural. Para mí esa es otra cosa, la cual por cierto no me da ni frío ni calor.
Me refiero a mi magia, la que fabrico con mi intelecto. Esa que me hace convertir un asunto común y corriente en algo diferente y agradable. Esa que como pareja nunca he permitido que perdamos. Ella le da un valor especial a ese cuadro de arte sobre la pared, a ese viejo libro en la biblioteca, a ese prendedor que un día adquirimos en una feria, y a esa servilleta de papel ya amarillenta y con tinta borrosa, sobre la cual se lee: una fecha y la palabra «Te amo».
Es esa nuestra querida magia, que hace de la palabra música; que rompe leyes físicas y naturales al darle más valor a un caramelo que a un kilo, o a una rosa que a una docena. Esa que viaja con nosotros a todas partes y que, en algunas tardes, cuando mi esposa y yo nos sentamos en un café y pedimos el mismo chocolate muy caliente, con que tantas veces desayunamos, gracias a su especial efecto, extrañamente ese aroma inconfundible nos devuelve casi cuarenta años atrás y nos recuerda que somos privilegiados porque aún nos amamos como en aquel tiempo, o quizás… más.
A esa fantasía y a esa magia, nosotros como pareja le debemos mucho de nuestra felicidad conyugal. Por eso no permitimos ninguno de nuestros días sin un momento de fantasía o magia, porque sería darle oportunidad de ataque al hastío, la rutina… el aburrimiento. Por eso les aconsejo que si hasta ahora no les han dado el valor que tienen, empiecen a utilizarlas y, seguramente, aumentará su felicidad, o por lo menos les posibilitará mayor regocijo.
Próxima Entrega: ¿A QUIEN AMAR?
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esta hermoso tu pensamiento
por fin he encontrado alguien
que dice que se puede, y que no
duda de todo
gracias me reconforto demsiado =D
es hermoso uno siente que se puede