El tiempo de Dios no es comparable con el del hombre porque Dios es infinito, es una fuerza, una esencia inconmensurable, por lo tanto al ser finita la dimensión del tiempo que conocemos los humanos, carecemos de entidad de comparación. No tenemos posibilidad de conocerlo, ni de entenderlo a cabalidad; pero eso no debe afectarnos, porque desde el punto de vista de nuestra vida terrenal, si lo conociéramos de nada nos serviría.
Los humanos en nuestro tránsito por esta vida, estimamos el tiempo en unidades de medidas finitas como los segundos, minutos, horas, días meses, años, centurias y milenios, pero el tiempo de Dios es otra cosa completamente diferente; se trata de tiempo de esencia y en esencia, incomprensible para nosotros. Ese tiempo de Dios sólo puede ser captado por nuestro espíritu, que como Dios es intangible.
Creo sin ninguna duda en la perfección de ese tiempo de Dios; en el viví antes de nacer y de ese tiempo infinito fue que vine a este mundo a disfrutar una vida terrenal transitoria, a cumplir una misión de carácter finito para luego regresar a mi mundo infinito, en ese tiempo perfecto que es de Dios y…mío. Por eso no temo a la muerte, porque para mí es un paso más en mi camino de ascensión a la perfección espiritual. Mi muerte física cuando llegue, será el regreso a… mi hogar, que me permitirá, como lo comentara un famoso pastor evangélico antes de morir, «… ver la cara de mi Padre.»
Mientras me voy en mi viaje de regreso, utilizo el tiempo finito de esta vida finita. Disfruto los días y las noches con todas esas cosas materiales, pero sin olvidar mi origen y mi esencia espiritual; lo hago sin más prisa de la conveniente pero con avaricia, con fruición, con deleite, consciente de que pudiera ser la última y quizás nunca podría repetirlas, ni en esta vida ni en otra.
En esta dimensión física amo tiernamente a mi esposa, a mis hijos, a mis nietos y se los digo todos los días; los abrazo, los beso, porque sé que como mi vida física es finita, pudiera ser que no tenga otra oportunidad de repetirlo. A mis amigos y a todas las personas que conozco y me permiten ofrecerles mi amor, trato de persuadirles, de todas las formas posibles, de que es un privilegio ser su congénere, que soy feliz compartiendo con ellos, que me interesan como seres humanos, que su dolor es mi dolor y su alegría la mía. Cuando me aceptan, me oyen, me tratan, me sonríen y me señalan mis múltiples imperfecciones, me siento el hombre más feliz del mundo y… doy gracias.
Además de mi dedicación a mis hermanos humanos como lo he dejado expuesto, considerando que ese «tiempo» que vivimos todos los días, es un espacio que transcurre entre el amanecer y el volver a amanecer y así hasta el final de nuestros días, considero mi deber supremo como especie única, hecha a imagen y semejanza de Dios, cuidar y proteger la diversidad inigualable del medio ambiente que conforma nuestra gran patria terrestre, utilizando sus recursos con divina prudencia, cuidándolos y protegiéndolos con la conciencia de que son perecederos, y que también corresponden a los que vienen después de nosotros para mantener nuestra simiente sobre esta madre tierra.
Lo que como humanos llamamos tiempo y espacio, que responde a parámetros y medidas finitas, cuales no sabemos que serán para Dios, Él con todo su poder los adapta a su forma esencial, para dentro de la entidad terrenal velar de la forma más amorosa y cuidadosa todos los días de la vida por cada uno de sus hijos, sin distinción de ningún género. Su esencia infinitamente justa es tan amplia que tiene suficiente espacio para todos; inclusive para aquéllos que en este mundo parecieran no creer en su poder y omnipotencia.
Les comento que con tristeza observo el desperdicio injustificado de ese recurso realmente no renovable, en ese espectáculo diario de prisa en las calles, los centros de trabajo, de estudio, de transporte y hasta… en los parques. Todo el mundo anda apurado. ¿Por qué? Vaya usted a saberlo. Las personas andan apuradas porque están apuradas; sin tomarse el tiempo mínimo necesario para preguntarse por qué están apuradas, y si no existirán opciones para andar con menos prisa, y de tal manera disfrutar un poco más de las muchas cosas bellas que la vida nos regala, pero que si estamos tan apurados, posiblemente no podemos observarlas en su verdadera dimensión.
Próxima Entrega: EFECTOS DE LOS HIJOS EN EL MATRIMONIO
Amauri, mis saludo. Con respecto a tu articulo el tiempo II comparto lo que dices q todo lo q viene de Dios es perfecto, pero q el hombre q el hombre no lo sea porque estarias negando la misma perfección de Dios ya q el hombre es parte de él. El hombre esta contenido en Dios es decir q de alguna manera tambien es Dios. El hombre es como una gota d agua del oceano, en esencia, en su contenido, tiene todo lo q contiene de toda el agua del oceano. El hombre debe aprender a ser Dios, somos dioses en embrion. Y esto debe hacerlo con ayuda de su poder de elección, la situación es q aun no elegimos lo correcto, no elegimos lo q es de Dios. Con referencia al tiempo t digo q el tiempo no existe como tal, piensa por un momento q no envejecieramos, que siempre fuese de día, ¿podrías hablar del tiempo?, solo existe el ahora, ya q lo llamamos una fracción de «segundo» en un minimo instante es futuro, presente y pasado. solo se vive un instante donde el hombre a tomado puntos de referencias para dividirlo y hablar del llamado tiempo. Y por estar el hombre con su atención en su gran invento del tiempo es que vive una vida apurada descontrolada que le trae malas elecciones y vejez. Debemos colocar más nuestra atención en Dios, en su Luz, vivimos donde este nuestros pensamientos, nuestra conciencia este. ¿Porque no elegir vivir en la Luz?