Concibo mi vida del tamaño de mis sueños. El ser un pedacito de Dios y uno con todos mis hermanos humanos me convierte en un… fabricador de sueños, que crearon mi refugio frente a las adversidades que he vivido o los agravios que he recibido.
Desde la atalaya de mis sueños, observo el mundo como yo quiero y no como lo que ven los demás. Siempre ha sido así. Crecí en un medio inapropiado, donde no hay espacio para la ambición, y la esperanza tiene cara de hambre, renuncia y vulgaridad; ausencia de entusiasmo y promoción de la mediocridad. Los sueños fueron mi escape, mi pasaporte de salida y el bálsamo que curó mis heridas… sin dejar huellas.
Pero, los sueños no están en el ambiente ni en otra parte que no sea nuestro intelecto. Nacen, crecen y a veces desaparecen, en la medida en que somos capaces de crear y creer en algo más de lo que vivimos diariamente. Los sueños los fabricamos nosotros, a nuestra medida, con los elementos que tenemos a la mano. Eso es lo extraordinario: nos permite imaginar una realidad…diferente.
Yo sueño conforme a mi necesidad. Así, sueño con un amor, con lo que quiero ser, dar y recibir de los demás, con mi actitud frente al bien, al mal, a las personas, cosas e ideas y mi mente lo fabrica, precisamente como lo deseo. Las fuerzas universales actúan a favor de los sueños para concretar los que nos convienen. Jesús enseñaba: «Mi Padre, sabe mejor que tú las cosas que necesitas…»
Mi trabajo es fabricar mi sueño y ser diligente para su concreción. El de Dios, decidir si me conviene. Por eso, hago mi parte feliz, fabrico el sueño y me imbuyo dentro de él, no lo hago una parte de mí, sino que me convierto en un pedazo de él.
No vivo para soñar, vivo soñando. Pero mis sueños, aunque les doy un toque de locura, no son una locura; son un sueño, que es lo más parecido a la realidad, pero con la ventaja que…la supera. Le doy forma a mis sueños conforme a mis necesidades. Los proyecto, diseño, les doy nombre: les doto de entidad propia: son los sueños de Amaurí Castillo. Eliminan barreras, moderan la realidad adaptándola a mis necesidades mentales y espirituales que guían mi vida física.
Para aportarles mayor posibilidad de materialización, trabajo con disciplina y constancia; estudio, oigo y observo las personas y sus circunstancias con amor, atención, interés y respeto; dispuesto a prestar el concurso de mi ayuda y aprender de ellas, siempre pidiendo a Dios entender, por qué sus sueños, son sólo… sueños.
Realizo y vivo mis sueños porque son míos, no los del vecino o compañero de trabajo. Son mi hechura, se parecen a mí. En ellos me incluyo con todo lo que tengo. Mi mente en contacto con Dios y mi cuerpo fìsico, que es un mero instrumento, los convierto en una máquina que fabrica mis sueños. Incorporo mi mente y espíritu a la fuerza del Universo, que es también uno con Dios y conmigo, para viajar juntos descubriendo los mundos que sabe crear mi mente.
Concretarlos no me compete. Es trabajo de Dios, como el mejor convertidor de mis sueños en realidad… si me conviene. Tengo fe, confianza y no tengo por qué estar recordándoselo.
No me contento con idear un sueño sin diseñarlo, pensarlo, estudiarlo y ponerle detrás todo mi potencial humano, representado en mi mejor diligencia, trabajo, constancia y disciplina, haciendo de todo esto mi mejor forma de… soñar.
Próxima Entrega: VIVIENDO EL SUEÑO.
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