«SI VOLVIERA A VIVIR, NO ESCOGERÌA OTRA VIDA DIFERENTE.»
Siento que vivo en un mundo de gente muy rica. Las personas que tropiezo todos los días me recuerdan con variados ejemplos y circunstancias, que realmente disponemos cada uno de grandes tesoros que, lamentablemente, para la mayoría, pasan inadvertidos.
No existe posibilidad de medir el valor de algunas cosas imposibles o muy difíciles de readquirir o recuperar, que tengan que ver con la integralidad física del ser humano, porque por el efecto de la relatividad, su entidad estaría determinada por las características específicas de cada caso en particular.
Así, en una oportunidad tropecé en un parque con un tierno niño de ojos hermosos y sonrisa amplia, que no reprimía su emoción, mientras trataba mediante señas explicaba algo a su hermanita menor, porque… no podía hablar.
Otra vez, sentado en un café, me llamó la atención la inocultable alegría de una adolescente, quien en compañía de otras dos reía, mientras tomaba su taza de café con la mano izquierda porque la derecha la suplantaba una prótesis.
Muchas veces he visto en las calles a un niño llevando de la mano a un adulto, narrándole lo que sucede alrededor y señalando los obstáculos, porque se trata de una persona ciega.
Por mi trabajo, recibo diariamente quejas de novios, cónyuges y personas solteras, por la situación económica, familiar, política o de la desatención de los seres que aman; en su totalidad, se trata de personas sanas e integral y físicamente completas.
Toda esa diversidad de situaciones y actuaciones, me hacen evaluar los tesoros que aunque están a la vista de todos, para algunos pasan inadvertidos. Siento que únicamente disponer en buen estado, de los órganos que posibilitan ejercer mis cinco sentidos, mis extremidades y el resto de mi cuerpo, me hacen el hombre más rico del mundo.
Ciertamente, soy tan rico que si alguien me ofreciera todos los millones del mundo por una de mis extremidades, no necesitaría pensarlo para decirle que no. Tampoco concibo precio para ninguno de mis órganos sensoriales, ni los internos como el corazón, el hígado o los riñones, por nombrar algunos. Si alguien pudiera generalizar su precio -lo cual no es posible- sumaría tantos millones que se necesitarían muchas vidas para gastarlos.
Entonces ¿Cómo entender que diariamente veamos en la calle personas sanas e integralmente completas físicamente, angustiados por cosas tan intrascendentes como el dinero, la fama, la belleza física o el poder, cuales individual o conjuntamente no podrían solucionar ninguna de las deficiencias señaladas, sin considerar el incuantificable tesoro que significa poseerlas?
¿Porqué no tomar el ejemplo de aquellas extraordinarias personas minusválidas, que sonríen y son felices dando todos los días gracias a Dios por mantenerlos vivos?
¿No es acaso la vida en sí misma el mayor regalo de Dios y disponer con salud de nuestro cuerpo físico, nuestro mayor tesoro?
Es tiempo de meditar sobre ello, porque es la única manera de disfrutar a conciencia de todas las bendiciones que Dios nos da… todos los días.
ME LLENA DE MUCHA REFELXION ESTA LECTURA PUES A VECES VAMOS POR LA VIDA SIN VER A LOS LADO Y SIN DARNOS CUENTA QUE HAY PERSONAS MAS FELICES QUE AQUEL QUE TIENE TODOS LOS SEGMENTOS DE SU CUERPO
GRACIAS…..