Para nuestra ventura, todos llevamos un niño dentro que nace, vive y muere con nosotros, permitiéndonos aún en las peores circunstancias, presentir que algo desconocido vendrá, que se traduce en… esperanza.
Ese niño personal, en el transcurso de nuestra existencia se refugia en su casita de sueños, que laboriosamente se construye pero nunca termina, en el árbol siempre en crecimiento de nuestra espiritualidad.
Es que a los niños les atemoriza la vida de los adultos que lo confunden todo; frente a esa fatal realidad, para cubrir futuras eventualidades, se crea un refugio donde guarecerse cuando la actuación adulta se haga insoportable.
Parece lógico que cualquier niño se sienta perturbado y confundido en grado máximo con actuación para él tan rara como la de los adultos.
¿Cómo podría alguien explicarle que tiene algo de agradable levantarse -o ser obligado a hacerlo como un zombi- a las seis de la mañana en vez de a las nueve, o que en lugar de desayunar cómodamente sentado en su casa, alguien salga corriendo comiendo un sándwich, sólo para ir a trabajar?
¿Cómo hacer entender a un niño que para su madre, que representa el único amor y protección que su cerebro puede procesar, sea más importante ganar un salario que atender su más tierna formación; o que para su padre sea preferible una partida de golf con su jefe, que un paseo sabatino con él en el parque que tanto le gusta y donde tiene tantas cosas que conocer?
No obstante que su mente no se ha desarrollado totalmente, los niños perciben cuando los padres discuten, se agreden o actúan de forma desconsiderada, sembrándoles desasosiego y… terror.
Los niños no comprenden cómo es que siendo tan agradable jugar, brincar, correr, pasear, siempre haya un adulto que dice no hagas eso. Tampoco pueden entender que siendo tan agradable comer dulces, galletas, helados, tortas y refrescos, tengan que desayunar todos los días, saludables pero horribles cereales, avena y leche.
¿A quién se le ocurre que no sea agradable frecuentar los amiguitos vecinos, lanzar la pelota al patio ajeno, tirar de la cola del perro, guindar una campanilla del cuello del gato, o liarse en una pelea en la parte trasera del automóvil?
Esas incongruencias para la mente de un niño -y muchos adultos como yo- fue lo que nos motivó a construir un refugio para proteger nuestro niño, de esa inevitable condición de adulto.
Ese niño me recuerda que toda actividad en esta vida, aunque los adultos se empeñen en demostrar lo contrario, siempre tiene algo bueno para jugar, reír, pasear, comer, beber o… disfrutar de cualquier manera; incluidos por supuesto los senos de la mamá y los trenecitos eléctricos.
¿No deberíamos atender más a menudo ese niño, que saca su periscopio para husmear el mundo, y recordar que sus aprenhensiones son las mismas de nuestros hijos?
Si lo hiciéramos, quizás seríamos más pacientes, comprensivos, complacientes y… les entenderíamos mejor.
Próxima Entrega: LOS DECRETOS.
Agradesco estas lineas tan llenas de razón y sencibilidad sé que será de mucha ayuda para los padres y asi poder entender a nuestros chiquititos.
hola como estan mira soy una madre feliz por qur tengo un bebe super inteligente y por su inteligencia es que les escribo me gustaria saber si un niño de 1 año y medio no corre peligro siendo tan imteligente e imperactivo su antividad diario es muy activa tanto que ya se le entiende todo lo que dice reconoce a todos lo que estan al sy alrredor saves algunos colores a igual que algunos numeris por ese motivo me gustaria que me ayudaran al respecto