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Archive for febrero 2008

Todos los días, pero especialmente hoy, bendigo este bellísimo amanecer. El sol, la brisa, las flores, el canto de los pájaros y la risa de los niños, me aseguran que Dios esta aquí, que nos protege, que no se ha olvidado de nosotros y por eso… doy gracias.

Anoche, el incesante ruido de los autos, el chirriar espasmódico de las llantas sobre el pavimento y las sirenas de las ambulancias; el grito desentonado de un vecino que no se resigna a ser violentado en su derecho de dormir en paz y el maullido de un gato en la noche, me hicieron reflexionar sobre el hecho de que si ese animal cayera de un segundo piso, pudiera ser que se produjera alguna rotura o lujación, pero no perecería.

En cambio mi persona, o cualquiera de mis congéneres humanos, únicamente requerimos tropezarnos y dar con nuestro cuerpo en el pavimento, contra una pared o cualquier otro elemento compacto para morir, o por lo menos quedar deshabilitados por mucho tiempo.

Medité sobre los billones de bacterias y microbios que me circundan diariamente e infectan, desde la esponja con la cual lavo los platos, pasando por la más impecable de mis camisas hasta los alimentos y los labios amorosos que beso todos los días.

A cada momento saludo personas que como yo, viven a millonésimas de segundo entre la razón y la locura. Asimismo, basta un microgramo de colesterol en una de sus arterias para obstruirlas; o que disminuya su capacidad visual al atravesar la calle y… allí termina su historia.

Cuando enciendo mi auto recuerdo que miles de chóferes en sentido contrario, sólo requieren haber tomado licor, menos de cuarenta y ocho horas antes, para que sus reflejos debilitados produzcan una colisión donde no sólo yo, sino otras personas resulten heridas, o quizás… pierdan la vida.

Siento mi gran vulnerabilidad física frente a un mundo que satisface todas mis necesidades, pero que es riesgoso, peligroso, desencadenador imprevisto de hecatombes y catástrofes gigantescas, ante las cuales soy absolutamente impotente.

Son esas las razones que me hacen bendecir este día, continuador de miles de días más que Dios me ha posibilitado vivir. Lo bendigo por mí, por mi familia y por mis amigos, pero también por esos millones de hermanos humanos, cuales algunos ni siquiera conozco, pero que como yo tratan de vivir este inestimable regalo que representa… vivir.

Por y para ellos escribo hoy, para recordarles que si queremos vivir felices, no tenemos otra opción que confiar en que Dios está con nosotros y en todo momento pendiente de cubrir nuestras espaldas frente a tanta vulnerabilidad física. Que ese es un recurso del cual disponemos todos y sería inoficioso desperdiciarlo.

Es una invitación a meditar sobre el tema y luego, además de cuidar cada paso, ponerse en manos de Dios. Después de más de sesenta y seis años viviendo, en su mayoría felices, me consta que Él es muy bueno en eso de ayudarnos a vivir con paz, tranquilidad, felicidad y … esperanza.

Nueva Entrega: EL VALOR DE LA VERDAD

 

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abuelo-i.jpgHoy visite al Abuelo, y como siempre aprendí algo nuevo de él. Es un hombre sin grandes conocimientos formales, pero… sabio. Como lo escribiera Marilyn Vos Savan: «El conocimiento se adquiere por medio del estudio; la sabiduría, por medio de la observación».

Este hombre de ochenta y dos años de edad, paso firme e inquieto, quien pudiera no haber concluido la escuela primaria, podría dictar una cátedra de cómo vivir una vida feliz.

En repetidas oportunidades hemos hablado por largo tiempo. Durante nuestras pláticas nunca se quejó de su edad, su familia, la gente joven o de los años que ha vivido. Todo lo contrario, siempre me habla de la bendición que representa haber vivido tantos años, de los muchos amigos que tuvo y tiene, de todo lo que disfruta la vida y la intención que tiene de vivir feliz muchos años más.

El abuelo fundó y desarrolló una familia amplia, disfrutando de nietos y bisnietos. Siempre tiene una respuesta rápida a cualquier pregunta. Como nunca le he visto subido de peso, cuando le pregunto como lo logra, solamente me responde: cómo de todo. Si le inquiero por qué es que nunca se enferma, me responde: soy un hombre feliz. En una oportunidad le pregunté si le temía a la muerte, a lo que me contestó: no… no pienso en ella.

En los últimos setenta y cinco años el mundo cambió radicalmente, dejando en el camino muchos viejos nostálgicos, tristes y refunfuñones, quienes no pudieron superar los profundos cambios que se sucedieron; pero al abuelo eso no le hizo mella. El se adaptó a las nuevas circunstancias y se mantuvo a flote, bajo el criterio de mantenerse en la cresta de la ola.

Este personaje, de quien he aprendido mucho de lo que utilizo para mejor vivir y ayudar a otras personas, refuerza mi criterio de que no es el conocimiento formal, la riqueza o el poder, los que pueden otorgarnos sabiduría o felicidad, sino el disfrutar de cada aspecto de la vida, dentro del maravilloso mundo de las cosas sencillas.

La sabiduría es un don aplicable a nuestra forma de ver la vida y las cosas, que nos ayuda a experimentarlas con más tranquilidad y mayor intensidad, pero que se nutre de la observación y se solidifica en la convicción de que Dios siempre proveerá lo que requerimos.

En una oportunidad le comenté mi preocupación por la apatía y el aburrimiento de tantas personas que observo todo los días, a lo que dijo que nunca había tenido tanta riqueza o abundancia como para enfermarse de hastío, rutina o desencanto.

Esa frase me abrió una reflexión, haciéndome notar que ciertamente, cuando un ser humano tiene que luchar a diario en su formación, trabajo, sacando adelante su familia y viendo por su futuro, poco tiempo le queda para el hastío, la rutina o el desencanto.

De donde concluyo que es la actividad constante y positiva, el amor por lo que hacemos, la confianza en que vivimos una vida buena y la esperanza de que todos los días será mejor, el mejor seguro frente al aburrimiento y la tristeza, pero además una demostración de sabiduría.

Próxima Entrega: UN DIA CUALQUIERA

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Una bala que viaja a 340 metros por segundo, otra, otra y otra hasta que la caserina se vacía. Todas viajan con la muerte a sus espaldas. Un impacto y todo termina… sin razón, sin sentido, sin objetivo lógico. Pero en el centro de lo más sensible, el alma explota en… mil pedazos. La onda expansiva del choque con el cuerpo de la víctima es más pequeño, infinitesimalmente más pequeño que el impacto que produce en el alma.

Es el triunfo del mal sobre el bien; es la sangre de Abel, que nuevamente es derramada por su propio hermano. Son los hijos de Dios, nacidos a la vida sin otra deuda que su propia existencia, que mueren bajo el fuego de otro… hijo de Dios.

No murieron treinta y tres. No, murieron miles, millones de… sentimientos, de sueños, de esperanzas. De alguna manera, morimos todos… un poco. Porque cuando un hijo de Dios, sin ninguna razón aparente acaba con la vida de uno de sus hermanos, de alguna forma muere algo de nosotros dentro, muy dentro de nosotros mismos, porque todos somos todos… uno.

 

Habitamos un planeta que nos fue dado para compartir como hermanos todas esas bendiciones que existen en el, para experimentarlas, para vivir…felices. La sangre de esos hermanos inocentes es la misma de Virginia Tech, de Columbine, son los mismos ojos desorbitados por la sorpresa de no entender porque se muere, de los niños del Brasil, de los Ghettos del Tercer Reich, de los niños de Vietnam, de Burundy, de Sierra Leona, de Colombia.

Esa sangre nos salpica a todos. Los sentimos en el alma y… en el espíritu; en el ombligo de nuestra propia naturaleza humana. Es ese frío pegajoso, lento que se infiltra en nuestra columna vertebral, que arde en nuestras entrañas… de incomprensión. No puede ser normal que un inocente muera, sin conocer siquiera… porqué está muriendo. Es el terror que coagula la sangre en nuestras venas y deja una herida maldita que nunca cura. Después de esto nunca seremos los mismos.

Los cuerpos tirados sobre el pavimento… inertes y ensangrentados y sus madres que ya no saben si vale la pena seguir viviendo. En otro charco de sangre, un infeliz también hijo de Dios que agoniza… perdido: extraviado en el laberinto de su propia insania. Preso en las rejas de sus propios sentimientos de odio, sus frustraciones, complejos, inhibiciones; de sus arrebatos, de sus urgencias nunca satisfechas, de sus sueños… jamás cumplidos. Todas esas sensaciones convertidas en su peor enemigo… que no le dio tregua. Que convivió con él todos sus años. Que le torturó siempre con hambre de dolor, con vocación de destrucción, con sed de muerte… hasta acabarlo a él mismo, definitivamente. Pudiera ser que aun siendo victimario, ese infeliz hermano nuestro hubiere sufrido más tiempo y de peor forma que todas sus víctimas… juntas. Nunca podremos saberlo.

Entonces, cabe preguntarse: ¿Por quien doblan las campanas de Northern Illinois University? ¿Por las víctimas? ¿Por Abel?, o… ¿También doblan por el depredador… por Caín? O ¿Por su madre que nada tuvo que ver con esto y para quien siempre fue su bebé?

Pero… ¿Quizás doblan también por nosotros, por todos nosotros que dejamos una parte de nuestra vida en este horrible episodio? ¿Qué sucede cuando sistemáticamente se violan las reglas más elementales de nuestra vida? Simplemente, el caos.

No fuimos diseñados para el mal, para el dolor, para la desgracia. Somos hijos de Dios. Nos parecemos a Él. Nuestro corazón es sensible, nuestra alma noble. Nuestro espíritu…grande. Nuestro cuerpo por el contrario, es vulnerable a la tentación. Nuestra mente es frágil… demasiado frágil.

A mil millonésimas de segundo de distancia en el tiempo, la razón de la sin razón no tiene capacidad ilimitada para resistir una vida que es muy… compleja. Necesita ser alimentada y soportada por la confianza. La fe en algo más allá que aquello que percibimos todos los días con nuestro cinco sentidos: Dios, omnipotente y omnipresente que conecta nuestro espíritu.

Si la fe falla, nuestra vulnerabilidad se acrecienta, se hace… ilimitada. Nuestros millones de células cerebrales, haciendo cientos de miles de sinapsis no pueden solas digerir semejante volumen de información. Es muy diversa…variada: el bien, el mal, el amor, el sexo, el odio, la caridad, la envidia, el ego, la autoestima, el orgullo, la vergüenza, la ilusión, los recuerdos, la frustración, el temor, el pasado, el futuro, la muerte, el fracaso, el éxito, la esperanza y… la competencia por todo.

La mente no puede más, estalla como una bomba en mil pedazos y sucede la antinatura, lo indeseable, lo más terrible, lo inaceptable: el hombre mata al hombre.

Los quejidos de Dios son rugidos horribles que quedan en el mundo del espíritu: No podemos oírlos. Ni ver sus lágrimas que se pierden, se evaporan y se convierten en nubes… en el alma. No podemos mirarlas pero las sentimos.

Pero el hombre recoge su dolor. Sigue su camino. No puede parar. Sería suicidarse y eso… no se debe hacer. Debe continuar, tiene que hacerlo. Necesita olvidar. Tiene que sanar sus heridas. Secar sus lágrimas y seguir… siempre seguir. No hay otra opción. Hay un mundo que vivir y corresponde hacerlo de la mejor manera posible; al menos, es lo que Dios espera de nosotros.

Aun quedan unos hermanos que ayudar… que cuidar. Pero sobre todo, hay que amar… amar mucho a nuestros semejantes, porque cuando no amamos no entendemos suficientemente lo importante de aceptar a nuestros hermanos en su diversidad, con su cultura, con su mentalidad, con su forma individual de ver la vida y las cosas.

Ese déficit actual, casi global, de comprensión, de aceptación, de respeto por la sagrada individualidad, de respeto por la persona humana de todos los Hijos de Dios, pudiera ser el factor más importante que jugó a favor de esa horrible matanza.

Por eso, para que nunca más se repita, estamos obligados a promover la solidaridad humana; sin condicionamientos, sin contrapartida, sin esperar ninguna recompensa; porque la mayor, la más importante, la trascendente, es precisamente el que nuestros niños vayan y vuelvan a la escuela en paz; que nuestros ancianos vayan y vuelvan del parque munidos de sus bastones, no para agredir o evitar ser agredidos, sino para soportar el peso de su cuerpo cansado por tantas primaveras; que nuestros cónyuges asistan y permanezca seguros en su trabajo y regresen sanos y salvos a los hogares. Y eso, sólo podremos lograrlo de forma integral si nos amamos los unos a los otros como Dios nos ama, sintiéndonos todos uno, y eso venturosamente, no es tan… difícil.

Próxima Entrega: EL ABUELO

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El proyecto para salvar la pareja mediante la reingeniería de pareja conlleva revisión, análisis sincero, descarnado e integral de la situación en un momento determinado, preparando un plan para salvarla pero partiendo de cero, como si nunca hubiese existido la relación.

Arrancar de cero deja atrás el rencor pero no la certeza del daño que producen los agravios, señalando los que deben evitarse en el futuro pero abriendo el camino para compensar con creces los mutuamente inferidos.

El nuevo proyecto encarna la promesa de un nuevo idilio; la aventura del enamoramiento; la paz espiritual que proporciona el restañar las heridas; y la esperanza del disfrute renovado de ser un solo cuerpo, una sola carne… un alma en común.

Intentar constituir una relación no renovada sino nueva, se convierte en un reto compartido de vencer los rencores, el temor, la tristeza, la soledad, el dolor, la frustración y la angustia, que si ponemos nuestro mejor empeño sin duda tendrá éxito.

Comenzar sin ataduras, dando rienda suelta al alma para volar sobre los sueños nunca realizados; materializar proyectos ideados, deseados y esperados pero no concretados siempre será emocionante, porque proporcionará la posibilidad ideal para convenir una forma diferente para la vida diaria en familia; resolución de los problemas; utilización del tiempo libre y para el manejo de las relaciones amistosas y familiares comunes.

Como el amor que no había muerto, el disfrute de su sexualidad se refuerza; la creatividad, magia y fantasía le imprimirán nuevo ritmo, colorido y entusiasmo, que tendrá a su favor el previo entrenamiento, experiencia y perfecto conocimiento de las apetencias y rechazos sexuales mutuos. Esa satisfacción con nuevos bríos, reforzarán la sensación de que se trata de una nueva relación y no de un remiendo en una que pudiera volver a romperse.

Don Andrés Mata apropiadamente escribía: «…después de cada invierno, florece nuevamente el limonero.» Doy fe de la realidad de estos versos. Todos los días podemos enderezar el barco. Dentro de nosotros mismos tenemos los elementos idóneos: libre albedrío, estado de ánimo, fe, confianza, optimismo, y el poder ilimitado del amor. Solo requerimos diligencia para utilizarlos. Para comenzar una nueva vida todos los días son buenos.

En caso de vida o muerte siempre escogemos la vida. Este es el caso. A favor de nuestra felicidad no tenemos debemos hacer el último intento. La alternativa es lograrlo. Pero, si no resultara exitoso tendremos la tranquilidad de consciencia de haber actuado diligentemente.

Es por lo cual sugiero utilizar un programa de reingeniería de pareja, comenzando de cero, intentando nuevamente conocerse; enamorarse como cuando novios; olvidar agravios y recordar los momentos felices; mirar con optimismo el futuro, aceptando sus personalidades y bendecir el privilegio de poder intentar el regreso… a casa.

En el hogar vive la única realidad que tiene cara y calor humanos. Allí está la persona a quien interesamos realmente, porque su vida está unida a la nuestra y es parte irremplazable en nuestro equipo de fábrica de sueños… posibles. Aprovechèmosla y disfrutèmosla intensamente, que ese es nuestro pago en esta vida.

Próxima Entrega: POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS EN LA UNIVERSIDAD NORTHERN

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¿Has escuchado hablar de la Reingeniería?

En lenguaje coloquial resumido, se trata de una herramienta de planificación que al determinar el mal funcionamiento de una empresa, se utiliza para rediseñarla pero con la visión de comenzar de cero.

Cuando sientes que la relación de pareja se hunde, el alma se hace jirones. El dolor se pega del espinazo… de tu alma. La soledad araña tu columna vertebral. No puedes escapar de ti mismo, son tus fantasmas que están ahí…dentro de ti. La soledad… espanta. El presentimiento te produce un vacío que temes no poder volver a llenar.

¿Es tu caso y lo estás viviendo? ¿Estás desorientado, perturbado y no sabes que hacer?

Pues yo te digo que si la llama del amor sigue viva y puedes revisarte con capacidad crítica e intención de… reinventarte; si presientes que del naufragio pueden salvarse dos y no uno, entonces es hora de luchar con todo, sin importar riesgos, medios o costo. Hay demasiado que perder, pudiera ser la parte más hermosa de tu vida y… tus sueños.

Sé como se siente. Hace años lo viví. Miré la cara del fracaso sentimental y sentí el frío de las lágrimas. Me consta que no hay otra alternativa que luchar. Sin amor no se vive, se sobrevive.

Aun en la peor situación la esperanza permanece. Es la historia del mundo… y de nuestra vida. Cuando está en juego la felicidad, hay que luchar. No hacerlo sería cobardía y nunca nos lo perdonaríamos. En el intento no estarás solo porque Dios es amor y estará contigo.

Entonces, si para volver a ser feliz eres capaz de olvidarlo y perdonarlo… todo, haciendo una retrospección sincera de tu comportamiento, reconociendo lo que diste o dejaste de dar o lo que pudiendo hacer no hiciste, recuerda que cuando se considera todo perdido, no queda nada más que perder y se juega a ganar.

Intentar la solución que prescribo implica experimentar sentimientos duros… dolorosos. Se requiere aceptar los errores cometidos y que se ha fallado.

Recomponer la relación requiere un temple especial. Hay tanto dolor que puede ser tan debilitante. Quizás sea el motivo principal por el cual muchas parejas ni siquiera se plantean la posibilidad de reiniciar la relación.

Pudiera ser que tu par también lo necesite, que lo desee pero no tenga tu integridad para olvidar el dolor, frustración, perturbación y soledad en el alma… y en la piel.

Entonces, si te decides, si te dices a ti mismo lo haré, levanta el vuelo como el águila, con valor, con fe, con esperanza renovada, seguro de tu peso específico; de lo que vales, de lo que mereces, de lo que en justicia te corresponde y adelante. Tenemos el arma de la reingeniería que en otros casos ha sido efectiva, lo demás está en tu diligencia y… en manos de Dios que todo lo hace bien.

Si te interesa, mañana te espero para preparar la estrategia…

Próxima Entrega: REINGENIERIA DE PAREJA (Un nuevo Proyecto)

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amor-i.jpgAntoine de Saint-Exupéry escribió:» «Los ritos son necesarios porque hacen unos días diferentes de los otros.» Personalmente y en mi familia, aprendimos a vivir nuestros días como un rito que nos ayuda a hacer «unos días diferentes de los otros».

El día de los enamorados y la amistad lo considero ocasión para celebrar y me sumo a ella, porque estoy enamorado y tengo muchos amigos.

En las floristerías y tiendas en general, jóvenes entusiastas, pacíficos ancianos y uno que otro esposo de aspecto resignado, todos con un presente para la persona amada, nos recuerdan el color rosa de la vida, mientras hacen la delicia de los comerciantes.

Lamentablemente, esa reconfortante visión de reconocimiento al amor en la cotidianidad, pareciera ocultarse detrás de la cortina de la lucha desesperada por sobrevivir, más que para vivir.

Los restantes días del año, la consideración, ternura, aceptación y reconocimiento a esa labor entusiasta, dedicada, callada y consecuente de quienes nos aman de manera especial, no es para la mayoría su principal preocupación, perdiéndose disfrutar permanente y apasionadamente.

Cuando se siembra en el alma de la persona amada la convicción de que se es amado, no requiere celebración o presentes especiales, porque para ella todos los días son especiales y estima la dedicación amorosa, considerada y respetuosa, como el mejor presente.

La ratificación diaria, entusiasta y renovada del afecto, emoción, reconocimiento y respeto, al compartir lo mejor de la vida con la persona amada, supera cualquier celebración o regalo.

He escuchado confidencias de personas enamoradas frustradas, tristes y desorientadas, quienes lamentaban, más que no haber recibido costosos presentes y celebraciones del ser amado, la ausencia de amor y reconocimiento que merecían.

Si los humanos entendiéramos bien el privilegio de vivir y amar, los trescientos sesenta y cinco días del año lo dedicaríamos al amor y la amistad, cuyo disfrute es lo único que nos llevamos de esta vida.

Quienes vivimos enamorados, todos los días y en todo momento, celebramos el enamoramiento dando amor y otorgando reconocimiento, que vinculados a la lealtad, solidaridad, ternura, aceptación y fantasía, hacen el mejor cóctel que alguien pueda degustar.

No obstante que han desnaturalizado el día de los enamorados y la amistad, convirtiéndolo de ocasión sublime en comercial, algunos enamorados descuidados, encuentran en esta celebración, quizás la única oportunidad en el año para, mediante un obsequio, presentar su reconocimiento al amor o amistad que reciben. Bienvenido sea el día de los enamorados.

No debo terminar este resumen sin brindar expresamente mi palabra de reconocimiento, a esas muchas personas enamoradas, que hoy como todos los días aman con pasión, solidaridad y entrega, sin recibir ningún reconocimiento especial, porque ellas encarnan la esencia del amor: otorgarlo sin esperar compensaciones, porque al darlo ya tienen su recompensa.

Próxima Entrega: REINGENIERIA DE PAREJA.

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Todos los días y cada instante es tiempo para enamorarse. Son tantas y tan variadas las sensaciones, percepciones, personas y cosas maravillosas que nos rodean, que sería imperdonable no enamorarnos de tanta belleza.

Como hijos de Dios fuimos dotados de tal capacidad para amar, que en nuestra alma y espíritu, siempre hay espacio para todo y para todos… en todo momento.

Tal importancia tiene el amor, que cuando por cualquier circunstancia perdemos la capacidad de amar, desaparece el principal incentivo de vivir y la naturaleza, sin mucha pérdida de tiempo, se encarga de devolvernos a donde vinimos.

Acertadamente alguien escribió: «Para estar contento, activo y sentirse feliz, hay que estar de novio con la vida.» Hace unos cuantos años, al suscribir este apotegma lo hice parte de mi vida, obteniendo los mejores resultados en mi reconfortante vida sentimental.

Especialmente, en la relación amorosa que une a dos personas, el color rosa, la música y el perfume identifican el amor. Idilio, magia, curiosidad y un toque de locura, lo hacen posible. La ternura, aceptación, pasión y fantasía, permiten sentirlo. El sexo y su vinculación físico-espiritual, que promueve la entrega sin reservas, obsequian su máxima expresión de goce.

Comer, dormir y contemplar el mundo en toda su maravillosa extensión, sin duda es reconfortante, anima y mantiene nuestra vida física; pero para lograr la plenitud requerimos satisfacer necesidades intangibles, que son las que por virtud de nuestra razón, alimentan el alma y espíritu, siendo el amor la de mayor jerarquía para producirnos la anhelada felicidad personal.

Procurar, priorizar y vivir todas esas sensaciones es un estado mental, físico y espiritual que debemos hacer permanente, para poder decir con propiedad que «estamos enamorados.»

Sobre la trascendencia del amor entre dos personas como lazo fundamental para su plenitud, Luciano de Crescenzo nos regaló su mejor expresión cuando sentenció: «Cada uno de nosotros somos ala, y solo podemos volar cuando nos abrazamos a otro.»

Todas las cosas trascendentes en nuestra vida, corresponden a decisiones que son intangibles, que no requieren nada físico, sino la actitud de realizarlas y la aptitud para concretarlas. Simplemente, corresponde a nuestra decisión personal, tomarlas o dejarlas.

Pienso, que si no logramos interpretar estos mensajes y los aplicamos debidamente a nuestra cotidianidad hasta lograr enamorarnos de la vida, haciéndola color de rosa, con música sublime y perfume excelso que nos identifica como enamorados, nuestra capacidad de ser felices será muy limitada.

Por otra parte, si no logramos conquistar esa felicidad que todos merecemos, corremos el riesgo de tener que, al final de nuestra propia vida, hacer la dolorosa confesión atribuida al brillante, pero ya desaparecido, escritor Jorge Luís Borges cuando, en el contexto de algunas de sus reflexiones, expresó: «He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: No he sido feliz».

Próxima Entrega: UNA OCASIÓN ESPECIAL

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amantes8a.jpg El goce que produce el acto sexual entre dos personas que se aman con plenitud, representa el máximo de satisfacción que puede experimentar un ser humano. En el convergen el cuerpo, el alma y el espíritu para decir: te amo. Ese condicionamiento sublimizador del sexo lo hace superar cualquier otra expectativa, constituyéndolo como indispensable para nuestra felicidad personal.

Por el y con el nacemos, convirtiéndose progresivamente en urgencia no sólo de satisfacción física sino también espiritual.

El sentimiento más determinante hacia otra persona lo es el amor, que instintivamente relacionamos con el sexo.

El sexo, como el vino debe disfrutarse con lentitud, fruición y deleite. Todo tiempo y oportunidad son buenos para degustarlo y su embriaguez en vez de rebajarnos, nos eleva por encima de nuestra propia naturaleza originaria.

Fuimos dotados del sexo para vivirlo en toda su intensidad, que es prácticamente inestimable, porque carecemos de instrumentos que nos permitan medir la excitación y efectos que despierta en nuestra actualidad y potencialidad.

El sexo constituye el regalo más excelso que Dios nos dio. Representa la única posibilidad natural de convertirnos en parte de otra persona, encarnándola física y espiritualmente.

La concepción del sexo, como nuestra propia vida debe ser integral, constante y permanente. No podemos vivir una parte de nuestra vida o del sexo y otra no, porque son inseparables. No vivir una parte de la vida es como morir y no disfrutar una parte de nuestro sexo, sería como carecer de el.

El sexo al originarnos en una lucha donde fuimos triunfadores, se posesiona de todos nuestros sentidos conocidos y más allá de éstos. Lo vivimos en las imágenes, sonidos, olores, sabores, y en forma extraordinaria en el tacto. Pero su forma más sublime es una conjunción ideal, percibida por algo más allá de esos cinco sentidos conocidos, que nos dota de capacidad inusitada para fabricar sueños, magia y fantasía.

Vivir el sexo es algo más que disfrutar una sensación de goce físico, temporal, pasajero e intrascendente, cual no sería más que una regresión atávica a nuestro origen, como meros elementos reproductores, sin expectativas de espiritualidad.

Vivir el sexo es penetrar lo más hermoso de nuestra existencia. Es integrarnos con otra vida en una nueva vida, sin dejar la propia en el intento. Es sentir toda nuestra capacidad de creatividad, disfrute, nobleza y entrega, al poner en juego nuestros más puros y elevados sentimientos, haciéndonos como dioses, fabricantes de vida, sueños y esperanzas.

Es esa la dimensión del sexo que lo hace sublime, que le da continuidad y permanencia. Esa la entidad que nos posibilita sentir, luego de decenas de años practicándolo con la misma persona, que es la parte más bella de nuestra vida, siempre renovado, con algo nuevo que espera por nosotros, para decirnos que vale la pena seguir viviendo.

Próxima Entrega: TIEMPO DE ENAMORADOS

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 En la búsqueda de la plenitud del acto sexual, el hombre no se conforma con activarlo como mero mecanismo reproductivo, sino que al imprimirle progresivamente espiritualidad, lo convierte en un mecanismo de dar como en fuente de placer mutuo, más que de vida.

En las personas que se aman, el sentimiento de dar supera la necesidad de recibir; en una comunión que involucra por igual cuerpos y espíritus, prodigando ternura, aceptación, ausencia de egoísmo, respeto y solidaridad, transforman lo que originalmente fue un coito reproductivo, por la incomparable experiencia de hacer el amor.

Para que el acto sexual llene todas sus expectativas tiene que ser activo: físico, mediante la acción voluntaria y entusiasta de los cuerpos, y espiritual, por el concurso de sentimientos de amor, ternura, pasión, idilio, solidaridad y entrega, como los más importantes que involucra el acto.

Orientados por nuestro intelecto, desde el inicio de la relación que origina el acto, en el plano físico con los ojos percibimos la atracción y enviamos mensajes de aceptación y entusiasmo. Por el tacto trasmitimos energía y sensaciones. El oído recibe los sonidos de amor, sólo audibles y comprensibles para los enamorados. El aroma del amor es indefinible, pero cala hasta lo más profundo del ser, inyectando deseo, activando hormonas y despertando la pasión de su letargo, para saciar su sed que siempre demanda… más.

Un sentido más allá de los conocidos y exclusivo del humano, penetra el alma envuelto en encajes de mil colores, con siseo de alas de colibrí; invadiendo de mariposillas el estómago; liberando feromonas y endorfinas a granel, para desarreglarlo todo y convertirlo en fiebre de locura pasional donde todo es posible, nuevo, agradable, desprejuiciado, prometedor pero improvisado; con sabor a sorpresa, sin temor a lo imprevisto ni evaluación de riesgos, ensayando actuar como pequeños… dioses.

Es el toque mágico, fantasioso e inesperado del amor que empuja, rompe la monotonía, transforma lo normal en especial y lo elemental en sublime: es el sexo activado que no se resigna a su originalidad y se aferra a la magia, a la fantasía, a lo sublime, superando su conformación física y tangible, para volar a la conquista del máximo de gloria, que encarna la felicidad que es física y espiritual, pero… activa.

En esos instantes sublimes, los amantes desnudos y sedientos de placer, se activan y producen energía inverosímil suficiente para incendiar sus cuerpos y sus almas, quemándolos en ese fuego rosado y pasional de dar y recibir amor, ternura, magia y… fantasía. En ese besar, lamer, morder, gemir, suplicar, subir y bajar del cielo a la tierra y de la tierra al cielo recibiendo y dando el máximo del placer, percibimos nuestra esencia superior de fabricantes de sueños y constructores de realidades, sin otros elementos que nuestro milagroso cuerpo.

Es el sexo activo nuestra mejor experiencia en esta vida, que no debemos desestimar ni dejar pasar, porque engendra placer, satisfacción, confianza y representa un regalo especial de Dios, para hacernos más placentera nuestra estadía en este mundo maravilloso que nos dio por heredad.

Próxima Entrega: VIVIR EL SEXO.

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El acto sexual, por el mismo hecho de poner en movimiento tanto la parte física como la intelectiva, en principio, como generalidad, debería ser sinérgico e involucrar ambos actores.

Nuestra individualidad y tipicidad nos hace diferentes unos de los otros, dificultando la aplicación de conceptos generales con relación a nuestra actuación particular. Así, por ejemplo, los signos externos de excitación en el hombre son inocultables, mientras que en la mujer no son fáciles de observar, lo que permite en ocasiones ocultarlos o solaparlos mediante una actuación determinadamente premeditada.

Cuando una persona participa pasivamente en el acto sexual, este pierde la emoción, ternura, magia y fantasía, que le hacen el más reconfortante evento entre un hombre y una mujer.

Quien no desea el acto pero lo conciente no obstante su personal indiferencia, ausencia de deseo o rechazo a ese contacto íntimo, renuncia a su propia satisfacción al prestar su cuerpo como instrumento de autocomplacencia del otro actor, desviando lo que debió ser una actuación mutua y hermosa hacia el ejercicio de violencia sexual moral por falsedad, afectando sus propios sentimientos y autoestima.

Pienso que la diferencia entre la masturbación y el hacer el amor, más allá de cualquier consideración teórico-materialista, es precisamente el concurso activo mutuo, que imbuído de amor, pasión, ternura, magia e intención de producirse el máximo de placer, lo convierte en sincera y auténtica entrega de cuerpo y… alma.

Quien consciente de su inmotivación, subyugando su propia voluntad al permitirlo, normalmente lo hace orientado hacia el logro de algún objetivo extraño a los sentimientos que motivan el acto sexual, violentando su propia ética personal al supeditar su dignidad y espiritualidad a intereses subalternos, nunca suficientes para justificar utilizar su cuerpo, que es el tabernáculo de Dios, en un acto tan íntimo sin las motivaciones éticas y morales que lo justifican.

Pudiera ser que en casos aislados, la actuación pasiva de uno de los actores se origine por conveniencia, supuesta necesidad, o en premeditada actuación para lograr un fin extraordinario como pudiera ser la concepción de un hijo. En tales casos, en mi criterio personal, aunque no violenta ninguna norma jurídica estimo que no es legítimo, porque al actuar con engaño premeditado se pierde la plenitud que desde el punto de vista cultural logró superar su propia originalidad, al elevarlo sobre su propio instinto y ubicarlo en la categoría de espiritual.

No obstante todo lo expuesto, estas especulaciones, ausentes de toda intención de juzgar lo que sólo a Dios y a los actores corresponde, pretenden establecer la profunda diferencia entre un acto sexual pasivo y aquel activo que se supone realizan las personas que se aman, como lo trataremos en la entrega de mañana.

Próxima Entrega: EL SEXO ACTIVO

 

 

 

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