Como producto de la sinceración con los reales resultados de la educación en la vida del hombre contemporáneo, soplan vientos de cambio hacia una EDUCACION POSITIVA en contraposición a la tradicional, que sin catalogarse como negativa, debe ser revisada para adaptarla a los nuevos tiempos.
Esta predisposición en avance en los paises culturalmente más adelantados intenta orientar a los educadores a excitar y exaltar las virtudes, vocación, propensión, aciertos y capacidades de los pupilos, que establecer imposiciones y destacar defectos.
La idea pareciera ser rebajar la importancia de la solemnidad, formalismo y sumisión dogmática del alumno, para substituirlas por la proactividad compartida, pero respetuosa, entre educadores y educandos.
Existe duda sobre los efectos de la exagerada rigidez de los educadores, la aplicación de carácter fuerte, evaluación estricta y sanción, mediante formulación de pruebas y complicados exámenes, imperantes en la educación tradicional.
El elevado formalismo, solemnidad y disciplina impuestos, motivan una conducta conformista, pasiva y timorata, coartando la creatividad e iniciativa personales.
El reglamentarismo de la educacion tradicional pareciera estar divorciada de la importancia de la diversidad de criterios que hacen la riqueza de la personalidad individual.
Tales paradigmas educativos, pudieran violentar la personalidad y potencialidades innatas al interiorizar el temor al castigo, reprimenda o vergüenza públicas, generando competencia para aparentar mayor formalidad y superar a los demás, subvirtiendo la importancia de la propia identidad y conveniencia de superarse a si mismos.
La imposición de una reglamentación inflexible, donde no se limita el espacio para la iniciativa propia o la disidencia, al imponer una disciplina coersitiva dependiente de la permanente vigilancia, desestima la promoción a la autodisciplina que deriva de la convicción, más que del temor.
Por mantener los reglamentos y la disciplina impuesta, se desatiende en la formación que se imparte sus efectos en la vida de los educandos fuera de los locales de clases, priorizando el cómo en vez del qué.
Por temor a la censura jerárquica, los educadores imponen a como de lugar el cumplimiento reglamentario, sin prever sus efectos frente a las cambiantes realidades sociales, traduciéndose en pérdida de sensibilidad y solidaridad humanas, frente a los demás.
Todo pareciera indicar que la educación tradicional promueve en su mayoría ciudadanos formales, pasivos, acartonados y hasta cierto punto sumisos, más cuidadosos de las solemnidades que de los efectos de sus actuaciones.
Todo nos indica que ciertamente se requiere la revisión sincera, especialmente de las actitudes de los educandos, al impartir una formación que debería estar orientada hacia el logro de una vida buena dentro del contexto social, la cual por cierto comienza en el hogar, como lo analizaremos en la próxima entrega
Próxima Entrega: Educación Positiva (El hogar como escuela)
exelente tema te envio felicitaciones si creo que la educacion tradicional convierte a las personas poco participativas social, politica y laboralmente.