El lenguaje de Dios, que inunda con su simbolismo particular todos los espacios del Universo. Es especial y sólo perceptible para quienes permanecen en su sintonía. Así, el canto de los pájaros, el ruido del agua en el arroyo y la risa de los niños, nos hablan de su bondad infinita y su amor permanentes. El rugir del viento entre las montañas y el murmullo casi imperceptible del caer de las hojas de los árboles, nos susurran que Él está en las grandes y pequeñas cosas. El ruido de las olas del mar al chocar en los acantilados, el trueno en la tempestad y el rayo en la tormenta, es parte de ese grito desgarrador cuando dañan a un justo.
Dios no dialoga, menos aún de la manera como nosotros lo hacemos. Oye nuestra oración, que es un monólogo, pero no responde con voz que pueda percibir ninguno de nuestros sentidos conocidos. Con Él no existe acción y reacción como en la comunicación humana. Oramos y esperamos, sin que nos corresponda conocer cuando, cómo o si se nos concederá lo pedido. La decisión es suya y la respuesta…su resultado.
Su inmediatez con nosotros hace innecesario el diálogo verbal. Nuestro espíritu y la fuerza universal que Él representa, imperceptible a nuestro ser físico, se mantienen vinculados espiritualmente y en perfecta armonía. Sería como hablar con nosotros mismos, escuchando el eco de nuestra propia voz.
Al reflejarnos en Él, en nuestra consciencia diferenciamos el bien del mal, cual es lo que nos interesa. Actuamos con plena libertad, pero su ayuda es condicionada: si amamos a las personas, procuramos su bien y las engrandecemos, acompaña cada uno de nuestros actos, pero de lo contrario, se aparta y nos deja correr nuestro propio riesgo, en un mundo donde solos somos muy vulnerables física y espiritualmente.
Percibo a cada instante y sin ninguna duda que Dios vive conmigo cada segundo de mi vida. Su voz, únicamente perceptible por mi espíritu guía cada uno de mis pasos conscientes; actúa permanentemente en mi inconsciente y se solaza diseñando junto conmigo mis sueños, haciendo realidad los que me benefician y dotándome de la fe suficiente para entender sus ilimitados poder y sabiduría.
Por eso no requiero su fonética, como en el caso de mi comunicación con mis hermanos humanos, quienes no están en contacto con mi espíritu; pero estoy convencido de que, cuando lo estima necesario o conveniente para mí, Dios refracta el eco de su lenguaje único sobre las paredes de mi alma, orientando mis pasos por caminos seguros. Cómo lo hace o de que medios se vale, es algo que no debe importarme, porque mi interés se fundamenta en los resultados y estos siempre se han manifestado objetivamente a mi favor.
La voz de Dios, sólo audible al espíritu, vence la soledad, elimina el temor, la tristeza y encarna la esperanza; posibilitándonos disfrutar de este inigualable tesoro que representa el continuar vivos, disfrutando de todas las muchas bendiciones que se encuentran dispuestas en este mundo para nuestro bienestar. Pero también nos recuerda a cada instante que este es solo un paso en el camino de nuestro desarrollo espiritual que no termina con nuestra muerte, porque nuestra alma como Él, nunca perecerá.
Próxima Entrega: AUTOCONTROL, UNA NECESIDAD VITAL.
Dr. Amaury Castillo.
Gracias, muchas gracias por este trabajo tan excelente el cual denota su sencibilidad hacia Dios, y en Dios.
En general su trabajo es muy bueno, hay por algunos minimos errores en la escritura, los cuales no se notan ante la calidad que expresa su trabajo, todo es perfecto, lo felicito, siga adelante, gente como usted son necesarios en grandes cantidades en nuestro mundo actual.
Por favor reciba mis saludos y respeto.
Carlos I Bandres.
Miami Florida.