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Archive for 10 de enero de 2008

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En la sociedad contemporánea, antes de incentivar el superarnos a nosotros mismos, se nos induce a superar a los demás, sin consideración alguna sobre  cuales son nuestros deseos,  ambiciones y concepción interna de nuestro papel en el conglomerado humano, ni sobre nuestras innatas capacidades. Simplemente, la meta es: superar a los demás.

 En esa carrera a que se nos somete vamos fortaleciendo nuestra propia insatisfacción, sin oportunidad a preguntarnos cuál sería nuestro avance, si en vez de perseguir superar las metas de los demás nos esforzáramos en lograr y superar las propias,  eliminando malos hábitos, cultivando la templanza, la ecuanimidad, la armonía, la aceptación y la solidaridad humana,  especialmente exigiéndonos todos los días un poco más de lo que dimos el día anterior en el camino de lograr nuestros propósitos.

 Si  vencemos esa tendencia a darle más importancia a competir con los demás que con nosotros mismos, descubriremos una inmensa capacidad de mejorar en todos los sentidos, así como la satisfacción de ser arquitectos de nuestro propio destino, sobre la base de nuestra individualidad, que nos hace únicos, incomparables e inigualables; con una carga genética  que nos dota de características intrínsecas, especiales y particulares, con capacidad inusitada para realizar los actos más nobles, heroicos y trascendentes que beneficien a la humanidad.

 Son esos rasgos específicos de nuestra individualidad lo que determina que algunos seamos especialmente buenos para las artes y las letras, sembrando el mundo de maravillosas obras literarias, esculturas, pinturas y música sublimes; otros para las ciencias,  creando los instrumentos para luchar contra las más graves enfermedades, y la mayoría de las veces, venciéndolas; construyendo las más inverosímiles máquinas que se desplazan sobre la tierra, atraviesan los mares y los cielos para hacer más cómoda y llevadera la vida del hombre; otros para los deportes que hacen más sana nuestra vida.

Tal es la  nobleza y generosidad humana que algunos dedican su vida a un apostolado para velar por los menesterosos, refugiados y  aquéllos que por diversas razones padecen hambre y desolación. Por eso estamos obligados a no desperdiciar nuestras innatas capacidades persiguiendo superar a los demás en actividades, cuales pudiera ser que por sus características propias y vocación natural,  otros pudieran realizar de manera más eficiente, aportando mayor beneficio a  la humanidad.

Cuando decidimos superarnos a nosotros mismos con prioridad a superar a los demás, logramos con más eficiencia alcanzar las  metas; crecemos espiritualmente, sintiéndonos más satisfechos, comprometidos con nosotros mismos y con la humanidad. En esa situación sí que disfrutamos la libertad de ser como lo deseamos y realizar lo que nos motiva.

Ese sentimiento de plenitud nos hace amarnos y amar a los demás, llenándonos de optimismo y confianza en lo que hacemos, pero también disfrutar de la vida y sentirnos auténticamente útiles, alejándonos de la envidia, la competencia imperfecta, la insatisfacción y… hasta del odio.

 Esa nueva visión de la vida nos ayuda a superar nuestras deficiencias y limitaciones, facilitándonos aceptar a las personas como son al  entenderlas mejor y  poder ayudarlas a superar sus problemas. Esa capacidad de hacernos a nosotros mismos con prioridad a cualquier sentimiento de competencia, nos imbuye en la idea de que  en la misma medida en que ayudamos a crecer a los demás, aumentamos nuestro crecimiento espiritual.

Por tanto, estará en mejor capacidad de ser útil, disfrutar de tranquilidad espiritual y lograr la felicidad, quien luche por su individualidad, dedicando lo mejor de sí a su superación personal en función de ser útil a sus semejantes,  que aquel que se dedique a la competencia permanente, desestimando la importancia de desarrollar su propio potencial, mientras corre desesperado en busca de superar a los demás, sin evaluar el  riesgo y las consecuencias para la sociedad, en el caso de que  pudiese estar equivocado, al desestimar su vocación natural.

 El superarnos con prioridad a los demás nos realiza personalmente al convertirnos en hacedores del bien; de dar amor y compasión,  infundiendo optimismo, positivismo y perseverancia; mientras controlamos mejor nuestras emociones, al valorar la importancia de los inconvenientes porque son ellos el acicate para aprender a vencerlos.

Toda esa riqueza de sentimientos convertidos en  acciones  nos acercarán a la ansiada meta de todo ser pensante, cual es de que al tiempo que se aporta el mayor volumen posible de felicidad, en esa misma entidad se contribuye a la propensión a que  las futuras generaciones habiten un mundo más humano, sensible  y solidario, donde tengan un puesto digno, con la seguridad que la mayor preocupación de toda persona, siempre será la contribución al logro del bienestar y la felicidad  colectiva.

Próxima Entrega:  DISFRUTAR EL MOMENTO

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