En una oportunidad leí que «El perdón es divino…» Suscribo en su totalidad esa máxima, porque el hecho de perdonar a quienes nos agravian sin que nada de dolor o rencor quede en nuestro corazón y extirpando de nuestra alma todo sentimiento de frustración o revanchismo, ciertamente nos acerca a Dios y eso nos da un destello de divinidad. Es que el acto de perdonar nos eleva por encima de nuestras miserias humanas. Cuando perdonamos y olvidamos, simplemente vencemos nuestros sentimientos originarios, permitiendo que nuestra espiritualidad supere nuestro instinto natural.
Pero la recompensa del perdón es grande porque sobreviene la tranquilidad y el sosiego, vuelve la calma y se llenan vacíos espirituales. El alma se siente superada, elevada… más limpia. Sentimos que estamos más cerca de Dios. Para Jesús el perdón era tan importante que condicionó el contacto del hombre con Dios a la práctica del perdón, cuando sentenció: «Cuando vengas a hacer una ofrenda y tengas problema pendiente con tu hermano, anda primero y arréglalo y luego ven a hacer tu ofrenda.» Como Él consideraba que el perdón limpia el alma, con esta admonición quiso decirnos que mientras no tengamos nuestra alma limpia no debemos hacer nuestra ofrenda (oración), siendo que para limpiarla simplemente debemos perdonar a quienes nos ofenden.
Tan importante sería el perdón para Jesús que cuando enseñó la más excelsa de todas las oraciones como el Padre Nuestro, condicionó el perdón de su Padre a que a nuestra vez perdonásemos a quienes nos ofenden, cuando dijo: «Padre nuestro (…) perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores…». Lo cual es como decir: si yo no perdono tú no tienes porque perdonarme.
Por otra parte, en las enseñanzas a sus Apóstoles también les decía: «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial.» Y yo puedo dar testimonio de la gravedad para el agraviado de no perdonar, porque tuve la oportunidad de conocer personas que por años vivieron una vida espiritualmente miserable, por sufrir de angustias indeterminables por ellos mismos, hasta que pudieron intuir que el origen de tal estado permanente de mal ánimo, lo era precisamente el recuerdo doloroso por los agravios recibidos. Al identificar el problema perdonaron con el firme propósito de olvidar y el remedio fue efectivo: volvió la calma a su alma y mejoró substancialmente su estado de ánimo.
La misma situación de angustia y desasosiego se da en el ser humano que estando consciente de que ha cometido errores, actuaciones u omisiones que han causado daño a otras personas, no se perdonan a sí mismos. En estos casos, luego de reconocerlo, meditarlo y procesarlo, al perdonarnos nos elevamos por encima de nuestra propia materialidad, nos acercamos a Dios y sentimos otra vez nuestra alma limpia y la recompensa es la tranquilidad espiritual, que es el mejor remedio para eliminar la angustia.
Es que perdonar es amar y amarse, y conviene recordar que «Sólo el amor puede vencer el odio.» No deberíamos olvidar que fue por amor que fuimos diseñados por Dios y por amor engendrados y concebidos por nuestros padres.
Considero que algunos paradigmas muy comunes lo único que han hecho es producir problemas. Por ejemplo, aquel de que «Hay ofensas tan graves que no se pueden perdonar» Siempre me ha parecido muy emocional pero nada inteligente ni práctico, o por lo menos nada beneficioso al agraviado. En principio el mayor efecto dañoso del agravio se produce en la misma medida en que el agraviado lo recuerde. Por tanto, mientras el ofendido recuerde el agravio, sufrirá por ese ingrato recuerdo, con el agravante de que pudiera ser que el ofensor ya ni siquiera recuerde el evento dañoso.
Mientras no se olvide el agravio se estará trabajando a favor del agraviante, ayudándole a lograr mejor su objetivo: producir sufrimiento; y para evitar ese dolor la mejor solución es perdonar y… olvidar. Cuando se logra olvidar y perdonar, simplemente se gana la partida porque pierde su efecto el daño y el agraviado se pone fuera del alcance del adversario, al constituirse el perdón en una solución liberatoria.
Como lo escribiera Francoise de La Rochefocauld: «Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos.»
Con absoluta certeza debo referirles que la sed de venganza y el desasosiego que produce el recuerdo del agravio cuando no ha sido perdonado, afecta gravemente nuestro cuerpo físico. Hoy ya no es una especulación sin base científica, el que cuando estamos llenos de rencor nuestra química corporal se altera y nos produce un estado neurótico, que nos hace más vulnerables al desmejoramiento de nuestra salud física y psíquica.
El estado mental que produce el recordar el agravio por no haberlo perdonado, nos convierte en receptores de estrés y como consecuencia, en una fuente generadora de enfermedades, disminuyendo nuestra capacidad de disfrutar de las cosas hermosas que existen en el ambiente que nos rodea, y que hacen agradables y confortables todos los días de nuestra vida.
Por otra parte, descubrimientos científicos en los últimos veinticinco años del Siglo pasado, nos han demostrado la capacidad de nuestro cuerpo de generar hormonas beneficiosas a nuestra salud física, tales como las endorfinas y las feromonas, cuales únicamente surgen y se desarrollan cuando nuestro estado de animo está en su mejor momento, como en ocasiones de alegría y en la práctica de los deportes. Las primeras, conforme al criterio de los doctores Guillemín y Huges (1975) son «moléculas polipeptídicas, en realidad drogas que segrega el cerebro», las cuales tienen un efecto inmediato y casi mágico sobre el carácter del ser humano, e inclusive en el dolor en su parte física.
Dentro de los beneficios de esas hormonas podemos asegurar que son extraordinariamente positivas en el mantenimiento de la lozanía de la piel y el sistema capilar, así como que en estados mórbidos graves como en el caso de células cancerígenas, estas hormonas contribuyen a reforzar las células sanas que al final pueden destruir las enfermas…
Próxima Entrega: EFECTOS POSITIVOS DEL PERDON (PARTE II)
Hoy he sabido de Usted, y he leído algunos de sus muchos artículos. Siento que tengo un compromiso con usted, y por eso hago este comentario para agradecerle por ayudarnos a comprender tantas cosas pendientes que cargamos en nuestras mente y sentimientos que aún no hemos clarificado por cuestiones de propósito o por falta de disposición o porque no hemos tenido la oportunidad de lograr alcanzar el permiso divino aún para satisfacer esa necesidad. Ahora se que existe estas valiosas páginas que nos servirán de muchas formas para complementar, aprender, distraer y lograr nuevos objetivos. Muchas por existir un ser que sin egoísmo comparte con quienes más necesitamos de la Luz.
Agradecido.
hola todos les deseo con todo mi corazon y mi ser una feliz noche y un feliz descanso y hermosos sueños.
como persona tengo miucho amor para dar y pienso que es una bendicion de DIOS ya que naci en hogar muy humilde .con muchas necesidades en mi niñes.privado de muchas cosas materiales ,claro que DIOS me hizo rico con el amor de mis padres y hermanos.y el de mi hogar que he tratatadode darlo tal como lo recibi ¿hoy estoy convencido
que dar amor es el sentimiento que mas riquesa genera
estoy convencido que es lo mas varato que hay en el universo entero ,si reflecionamos con deteninimiento .lograriamos seres mas ricos y felices
un abrazo expresa mas que muchas palabras. que bueno
que nuestra moralidad etica y espiritualodad las llevaramos en todos nuestros actos
felides sueños chao