Los padres… quienes vivimos ese extraordinario rol somos seres afortunados… muy afortunados. Dios nos permite parecernos un poco a Él. Damos vida como Él y como Él podemos ser guía de seres humanos. Pienso que hay muchas maneras de manifestar el amor, pero una de las más sublimes es la de sembrarlo con nuestros actos en el alma de quienes amamos. Ese es el caso de los padres. Cuando entendemos nuestra verdadera función, podemos vivir todas las etapas de nuestros hijos desde su nacimiento hasta cuando dejamos este mundo, y entonces tenemos el privilegio de alguna manera, por su descendencia, repetir nuestra propia vida en ellos.
Calificar quien es o no buen padre, requeriría de un análisis de carácter filosófico que tendría que ver con la ideología del analista y por tanto, siempre sería un concepto general. En mi experiencia como hijo y mi condición actual de padre con hijos felices, quienes mantienen conmigo una inmejorable relación que ha superado lo consanguíneo por lo amistoso, me siento calificado para emitir un criterio serio, ponderado y bien intencionado, sobre lo que para un hijo debería significar unos buenos padres.
En principio, no hay ser viviente más vulnerable que un niño recién nacido, por no decir recién concebido, porque es un hecho incuestionable que desde el momento de su concepción hasta que deja el hogar, el hijo requiere de atención por etapas progresivas que tienen que ver con su alimentación, salud, educación y formación para la vida. Ese cuidado contínuo corresponde a ambos padres. Al fin y al cabo, cuando se trae un niño al mundo se lo hace sin su consentimiento. Simplemente se le concibe voluntariamente, pero se le trae sin que pueda dar su aprobación. Ese hecho se constituye en un extraordinario compromiso de procurarle una vida sana y feliz. Lo cual no debería ser muy difícil, porque nuestra sociedad se ha organizado de tal manera que, en todas y cada una de sus actividades se contempla como prioritaria la atención a los niños.
Los hijos traen un equipaje de amor, inocencia y ternura que aumentan el regocijo que hacen de las parejas verdaderos hogares; por lo cual, unos buenos padres serían aquellos que, en todas sus actuaciones agotaran sus posibilidades de tener como derrotero, los mejores logros para sus hijos. Esto representaría para ellos formarse en un hogar bien avenido, donde el amor, el respeto y la consideración por su persona humana sería la condición suprema. Es incuestionable que normalmente, los hijos dan a la sociedad lo mismo que recibieron en sus hogares.
Un buen padre será aquel que produzca en la etapa del embarazo una vida feliz y de cuidados a la madre, que se proyectará en buena salud física y mental al concebido. Luego de nacido, pondrá su mejor empeño en mantener al niño en condiciones de salud y bienestar físico, mental y espiritual; enseñándole con su mejor ejemplo desde su más tierna edad el amor, el respeto y la aceptación, como aspectos esenciales de toda relación humana. En la etapa del crecimiento y hasta su mayoridad, deberá estar consciente de que lo que él haga estará siendo observado por el menor, quien sin duda lo imitará e incidirá en su personalidad, carácter y actuación, como el mayor peso en la definición de esa identidad que le acompañará toda su vida.
Los padres dignos de este honroso título conocen perfectamente las necesidades de sus hijos y las jerarquizan. Saben que tan importante es el pan de cada día, como el amor y la compañía permanentes, la salud corporal, y la salud espiritual; que tan importante es la formación académica, como el ejemplo que de ellos reciban; que tan importante es el tiempo que se dedica al trabajo para lograr el sustento familiar, como aquel que se consagra a la atención de su pequeño pero gran mundo de su vida diaria familiar. Por eso establecen como eje de todas sus actuaciones su hogar. Es por lo cual nunca cambian el tiempo que deben otorgar a sus hijos por acrecentar sus ingresos. Ni un fin de semana con su familia, o la asistencia al juego de fútbol de un hijo, por la atención a otros compromisos de carácter social.
Los verdaderos padres nunca olvidan que los hijos crecerán y por ley natural dejarán el hogar; por eso no desaprovechan oportunidad para vivir un poco de su propia vida… mientras les quede tiempo. Saben que la única manera de mantener su amor, confianza y comunicación cuando partan, es el recuerdo placentero de su estadía en el hogar y la consecuencia con que fueron allí tratados. Están conscientes de que su partida no será nunca motivo de infelicidad, sino de felicidad; porque en casa aprendieron qué se hace y cómo se vive en un hogar feliz y por tanto, aunque partan del hogar, sin importar cual fuere la distancia del suyo propio, siempre querrán la presencia, el consejo y la ayuda de quienes les produjeron una niñez y juventud felices.
Los padres merecedores de esa palabra siempre grata: “papá” y “mamá”, saben que gracias a su actuación respetuosa, tierna, consciente y considerada con sus hijos, éstos pueden partir pero realmente nunca se irán por siempre. Jamás romperán ese vínculo espiritual e invisible, pero muy fuerte, que les une a quienes les dieron lo mejor de sí para hacerlos personas dignas y con vocación de felicidad. No dudan ni por un momento que a sus hijos nunca les faltará nada fundamental, porque lo más importante para ser felices, que es el amor a sus semejantes y la seguridad de que Dios siempre estará con ellos, se la sembraron en el alma desde su más tierna edad, y quienes las poseen, como lo establece el principio Bíblico al amar a su prójimo como a si mismos, todo lo demás llegará por añadidura.
Fue eso lo que quiso decirnos el salmista cuando con gran sabiduría refirió: “… en mi larga vida no he visto hijo de justo mendigando pan.”
Próxima Entrega: PADRES INTEGRALES II
Acabo de leer Padres integrales I.
Mi opinion: El equilibrio emocional de todo ser humano, comienza justamente desde la concepcion. El solo hecho de venir a este mundo deseado por sus Padres, es el origen de todo.
Un hijo deseado,es un ser humano seguro de si mismo. Es lo que va ha reflejar cuando sea adulto. Es el amor que da a los demas. Es la ayuda que brinda a su projimo. Es el ejemplo que da.
Cuando un hijo es deseado y como digo arriba es el origen de todo, ese hijo , va ver a sus padres con agradecimiento y nunca le va rendir honores, porque se siente agradecido que ellos fueron un vinculo, para El venir a este mundo. Y el agradecimiento viene del AMOR, viene de darle GRACIAS A DIOS por vivir.
El hijo que es deseado siente desde el primer dia que se unio, ese ovulo con ese espermatozoide el AMOR.
El AMOR que los padres le dan a sus hijos, fueron los que ellos recibieron . «No se da lo que no se tiene».Pareciera como una regla de la vida. Pero no es asi. Unos Padres que estan alerta o despiertos y saben que ellos no recibieron ese Amor de sus Padres y que no fueron deseados. No repiten los mismo con sus hijos. Porque han entrado en consiencia de No hacer los mismo. Y romper cadenas.
Y todo de esto se logra. Cuando se tiene a DIOS presente. Y se agradece por esos Padres que te dio.
Que DIOS BENDIGA su libro Sr. Amauri.
Bersy