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Archive for the ‘TRISTEZA’ Category

Un abrazo se parece a una lágrima, puede ser de dolor o de amor, comprensión, alegría y solidaridad. Hoy, con los mineros de Atacama en Chile, nuevamente humedecieron mi espíritu las lágrimas de alegría, de madres confundidas con el abrazo de hijos, madres, padres, esposas, hermanos, amigos y… un Presidente realmente humano.

Millones de personas en toda América, Europa, Africa, Asia y Oceanía, fuimos profundamente conmovidos y, de alguna manera, nos sentimos uno con los mineros rescatados del fondo de la tierra. El mundo retomó la sensibilidad humana universal perdida, desterrando fronteras y barreras ideológicas, para dar paso al amor, la solidaridad y la ayuda efectiva; de tal forma presenciamos una historia sorprendente, donde se impuso la vida sobre la muerte, la felicidad y la alegría sobre el dolor y la tristeza.

La sociedad organizada demostró su poder cuando actúa sin temor; con fe, unión, decisión y contundencia frente a sus Gobernantes, independiente de cual fuere el sistema que los rige.

En el campamento La Esperanza las mujeres dieron el ejemplo: permanecieron veinticuatro horas diarias, en las peores condiciones de salubridad, alimentación y climáticas para gritar: aquí nos quedamos hasta que se rescate a nuestros familiares, y el Gobierno se vio impelido a actuar y… lo hizo eficientemente.

El Presidente Piñera, dejando de lado la parte ideológica, unió al País y al mundo para pedir ayuda –que recibió sobradamente. Con su Ministro de Minas  estuvo allí permanentemente con su esposa. De él escuché el saludo y consejo apropiado para  un hombre que resucita: “…bienvenido a la vida, a disfrutarla intensamente.” Este ejemplo  debería ser seguido por otros mandatarios.

Esa admonición presidencial ha sido mi norte y lo he escrito cientos de veces: Disfrutar la vida intensamente, como única posibilidad para ser y hacer felices a los demás.

Demos gracias a Dios por el resultado, pero aprendamos de ello el aprovechar cada instante para amar intensamente, manifestarlo y probarlo con hechos; porque además de ser maravilloso dar amor y ternura, no sabemos hasta cuándo podremos hacerlo, y si lo desperdiciamos, no hay segunda oortunidad.

Así como acariciamos una flor, disfrutamos un perfume u oímos una bella música, tenemos que sentirnos y vivirnos con deleite; no importa si el sentimiento es familiar, amistoso o pasional, lo importante es sentirlo, manifestarlo y actuar en consecuencia; con la seguridad de que los milagros existen y este rescate es la mejor prueba de ello.

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Hay días que parecen noches. Creo que este es no de ellos. Un día triste para mí. Tengo tres hijas que amo entrañablemente. A los diez años, todas iban a su escuela armadas de sus morrales con su merienda y sus libros. Hoy ya son madres que, igual que nosotros como padres, dejan todos los días sus hijas en las escuelas.

Pero no es así en el mundo, no en todo el mundo. Al amanecer, cuando me conecté con las noticias por Internet me escupió la cara y golpeó el corazón la foto de una niña de apenas diez años vestida de militar, al hombro un fusil AK-47, con su carita pintada con los tres colores de la bandera colombiana y unas siglas que decían: FARC.

El título de la noticia era: «Una niña de 10 años se escapó de las FARC tras ver morir a su hermano El oficial del ejército que ofrecía la declaración, comentó: «Le dimos una muñeca y ella nos dijo que su primer presente había sido un fusil»

Demasiado para un padre de tres niñas; las lágrimas inundaron mis ojos, porque en esa carita de diez años, escondiendo con una mueca de aparente sonrisa su desconcierto, impotencia y miedo, de alguna manera ví reflejadas las caras de mis niñas, que sí pudieron ser… niñas.

Esas miles de niñas, que hoy, en este mismo momento y frente a un mundo inconsciente e insensible, en vez de una muñeca empuñan un fusil para matar, ya nunca podrán ser niñas, y eso es un grito desgarrador que tengo que ahogar en mi garganta y que quema mi alma; porque ellas son nuestras hijas, las hijas del mundo, las hijas de todos, a quienes como humanos estábamos obligados a hacerles una vida buena, especialmente para disfrutar esa niñez que ya… nunca podrán recuperar.

Pero lo más horrible es que no puedo hacer más que llorar, orar y… escribir sobre su pena, su renuncia involuntaria a la parte más hermosa de la vida: su niñez.

Y uno se pregunta ¿Cómo puede alguien cometer tal crimen? ¿Qué motivo puede justificar tal atropello a la persona humana, en su más tierna edad? Ninguno, no hay justificación para actitud tan miserable.

No son seres humanos quienes lo hacen, son algo menos que fieras rapaces; son hienas con sus bocas putrefactas y asquerosas, babeando odio y sedientas de sangre, en intento maligno de hacer de la belleza… carroña, para luego devorarla.

Padre Celestial, por favor no las abandones. Son tus hijas; tú las trajiste a este mundo para ser felices, no para sufrir tanto. Por favor, ayúdanos a encontrar como poder… ayudarlas. Se lo debemos, se lo debemos todos, porque son las hijas perdidas de nuestros corazones y de nuestras almas y… quizás aún haya tiempo de recuperarlas.

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      Son las diez de la mañana de un día de verano en Chicago, en el parque Foster Beach a orillas del Lago Michigan. En la playa conformada por cientos de metros cúbicos de arena que fueron transportados hasta allí por la autoridad de la Ciudad, grupos de familias acceden con sus niños y… sus perros para recrearse en el agua,  para mi muy fría, pero no para quienes están acostumbrados a los bruscos cambios de temperatura, que en los últimos veinte años por efectos del calentamiento global han afectado sus costumbres, convirtiéndola en normal.

      Grupos de gaviotas confundiéndose con las palomas, en búsqueda de algún desperdicio para saciar su hambre paran su vuelo sobre la playa, sin importar la presencia humana, en ese cambio obligado de su hábitat que transformó su dieta de peces por… desperdicios de todo género.

      Sobre el escaso pasto que lucha por sobrevivir,  grupos de latinos alborozados y vocingleros así como algunos blancos  en shorts, disfrutan sus parrilladas al aire libre, lo que ya no pueden hacer en sus apartamentos que son demasiado reducidos y donde escasamente tienen espacio para ubicar los mínimos enseres, necesarios para subsistir con sus numerosas familias.

      Los niños corretean las contadas ardillas que, en la misma situación de las gaviotas y palomas, tratan a riesgo de su propia vida aprovecharse de las sobras de los invasores de su mundo, que acabaron con sus fuentes naturales de alimento, para luego refugiarse en los escasos árboles que forman parte de la  subsistente vegetación, que con gran esfuerzo la Alcaldía de la Ciudad logra mantener aún con vida.

      Al margen de la vía flores multicolores que despiden la primavera, conforman un bello paisaje disfrutado especialmente por los ancianos que descansan su caminata en los bancos de madera al margen de la caminería; quizás rememorando cuando flores tan bellas pero mucho más abundantes que esas, adornaban los jardines de sus propias casas, hoy ya… inexistentes.

       La belleza del escuálido paisaje natural que aún subsiste, es interrumpido por el ruido de las sirenas de las ambulancias y el ruido de los más de quinientos aviones que diariamente, por encima del lago, acceden a los  Aeropuertos Midway y O´Hare, este último uno es de los más congestionado del mundo.

       Al regresar observo los transeúntes, en su mayoría subidos de peso y descuidados en su presencia, quienes caminan apresuradamente… mentalmente perdidos en un mundo que sin duda no tiene que ver con el preciso momento en que viven.  Quizás por eso sus rostros no reflejan alegría, satisfacción o plenitud; ni saludan, sonríen, canturrean o simplemente… disfrutan del paisaje. Pienso que como las gaviotas, palomas y ardillas, su mayor preocupación es como lograr su dieta diaria, en  un mundo que también cambió su hábitat que, por tratarse de entes inteligentes, no solamente afectó su subsistencia física, sino su alma y su vida espiritual.

      Seguramente por eso perdieron la capacidad de disfrutar del aire de la mañana, de las flores,  de los animalitos, de las sonrisas y de la voz de los niños, que nos recuerdan que aun tenemos un mundo bueno en el cual vivir;  de la tranquilidad que genera el paso lento pero digno de los ancianos, que nos indica que en toda época de la vida se puede ser feliz; y el disfrutar de la comunicación fluida y generosa con los demás seres humanos, que nos ratifican como hormigas de la misma cueva, con capacidad inusitada de ofrecer y recibir amor, generosidad, solidaridad  y… caridad.

      Frente a este desolador espectáculo, me pregunto:

      ¿Será posible que no observemos lo que nos sucede?

      ¿Continuaremos permitiendo que los antivalores modernos como el consumismo, la vanidad,  la futilidad, el deseo de riqueza exagerada y sexo indiscriminado roben nuestra tranquilidad, paz, sensibilidad, solidaridad humana, plenitud y hasta… la familia?

        ¿Estaremos condenados a resignarnos a sobrevivir, en vez de vivir intensamente cada uno de nuestros días?

        ¿Qué tenían de diferencia con nosotros nuestros ancestros que reían, silbaban, cantaban, bailaban, saludaban, sonreían, y no requerían de grandes eventos o situaciones extraordinarias para sentirse plenos?

          ¿No sería acaso la diferencia, su capacidad y aptitud para  disfrutar del maravilloso mundo de las cosas…sencillas?

          ¿Acaso… no podemos recuperar lo perdido?

          Claro que sí. Sin duda podemos recuperar esos recursos intangibles que fundamentaron la felicidad de nuestros ascendientes, que de forma  paulatina pero progresiva nos fueron arrebatados por el tiempo,  en gran parte debido a una equivocada concepción del valor integral que para un ser  humano tienen los bienes económicos.  Porque aún Dios no se ha olvidado de nosotros. Sobrevive su mayor legado: la razón, la inteligencia, el libre albedrío y el estado de ánimo, que son absolutamente nuestros porque nadie puede quitárnoslos… nunca.

         Sólo requerimos  una toma de decisión. Es un problema más de actitud que de aptitud. La primera, depende de nuestra voluntad, la segunda podemos desarrollarla nuevamente sobre la base de la primera. Al fin y al cabo, somos el animal más adaptable a los cambios sobre esta madre tierra. Sobre esto tratarè en la próxima entrega:  

LO QUE EL TIEMPO NOS DEJO II

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