Desde que abrimos los ojos al momento de levantarnos, hasta que nuevamente nos dormirnos, todo se reduce a una toma de decisiones.
Así, desde niños tenemos la alternativa de decidir contentarnos con lo que tenemos, conocemos, percibimos y entendemos, o si por el contrario, investigamos el panorama que nos presenta la vida, en busca de algo diferente. Es por lo cual algunos, para encontrar algo más que satisfaga sus deseos, llaman a la mente para que ayude a crear la opción que encaje en su particular manera de imaginar una vida distinta, únicamente forjable mediante los sueños.
De esa toma de decisión dependerá lo que de la vida se espere y logre. Cuando aprendemos a soñar, como esos hombre y mujeres que ante los ojos atónitos e incrédulos de una sociedad regular, timorata y fundamentalista, lograron vencer la normalidad realizando portentos, que en su tiempo la ignorancia colectiva denominó «milagros», tomamos la alternativa de tener una vida diferente, produciendo nuestros propios sueños en vez de aceptar lo que ella nos presenta, utilizando el recurso de ejercer nuestro derecho a soñar.
Como los sueños son una operación mental, no requieren materializarse para vivirlos. En ese mundo inconmensurable de nuestra mente, se disfrutan desde el mismo momento de su concepción y su entidad sólo depende de nosotros.
Paradójicamente, lo importante para un soñador pudiera ser, más que materializar el sueño, vivirlo. Su percepción de posibilidad lo es perfecta: conocemos exactamente del color, sabor, espacialidad y temporalidad como se idealiza. Por ser nuestra propia creación, nos es familiar.
No todos los soñadores logran sus sueños, pero sí los viven y los disfrutan; porque en su mente los conocen a detalle: son sus padres y se ama demasiado a los hijos. Para un soñador no es fácil lograr todos sus sueños, porque su vida está llena de ellos y… son muchos, pero los disfruta en la misma entidad, independientemente de que se den todos, pocos o ninguno.
Precediendo cada gran logro universal, otras personas, de diferentes formas y en distintas épocas, trillaron ese mismo camino. Todos presintieron que era posible, como vivía en sus sueños.
Volar venciendo leyes naturales, crear energía, curar las enfermedades y… hasta modificar artificialmene la vida animal o vegetal, fueron hechos que primero tuvieron vida en los sueños de esas personas maravillosas que los materializaron, quienes los disfrutaron en sus mentes cuando apenas eran sueños, como al concretarlo en el mundo de la realidad fìsica.
Eso es lo maravilloso de los sueños: con toda libertad pueden fabricarse, vivirse y disfrutarse, desde su alumbramiento hasta su concreciòn final.
Quien vive los sueños no conoce la frustración, porque anticipa los resultados y los vive sobre la base de que lo importante es soñar, en su mundo todo es posible.
La posibilidad, factibilidad y probabilidad, son paralelas en su paso por ese amplio sendero donde la realidad y la irrealidad sólo las diferencia la dimensiòn de la ambiciòn, vagando en un mundo sin tiempo ni espacio, a horcajadas sobre los lomos de la obra más acabada de Dios: la mente, que es infinita.
En la primera entrega determinamos la necesidad de soñar, en esta hemos expuesto qué y cómo experime el que decide soñar.
En la próxima, analizaremos el cómo debemos soñar. Así que, aquí los espero mañana, pudiera ser que ya tengan la intención de decidirse a soñar y ese es el primer paso, en una vìa que pudiera transformarles de observadores pasivos de una vida que no tiene por qué ser fatal, a diseñadores y ejecutores activos, dentro den un mundo con una dimensiòn apasionante: el mundo de los sueños.
Próxima Entrega: CONFORMANDO LOS SUEÑOS.
Deja una respuesta