Estas reflexiones van orientadas a personas que, consuetudinariamente se quejan de que siempre hacen las cosas mal, quienes por cierto, en los casos que me ha tocado asesorar, resultó que siempre pude probarles que, en todo lo que se consideraban fracasados, siempre otros lo había hecho peor.
Uno de ellos me comentaba con tristeza que se consideraba mal padre, por no haber logrado que ninguno de sus hijos coronara una carrera universitaria, considerándose culpable porque en la época del bachillerato tuvo que divorciarse y no pudo incidir decisivamente en su educación posterior. En principio le probé que si ellos hubiesen tenido la decisión y diligencia necesarias, sólo la muerte hubiera podido evitar su éxito, porque no dependía de él como padre sino de ellos como individuos, haber trabajado para alcanzar esa meta; de hecho, conozco hijos que no llegaron a conocer su padre y sin embargo culminaron sus aspiraciones. En segundo lugar, probé que muchos hombres, engendran hijos por quienes nunca se preocupan del alimento, menos aún si son debidamente educados, en cambio él había hecho lo que estuvo a su alcance por cumplir sus obligaciones. Por tanto, en su papel de padre, él siempre fue mejor que otros.
En otras oportunidades, conversé con quienes se lamentaron de no haber sido esposos, hijos, profesionales o trabajadores ideales; pero en verdad, todos habían cumplido su rol -normal conforme a sus características e idiosincrasia- sin haber llegado ninguno a cometer actos dolosos, crueles, graves o delincuenciales, sino que la queja se debía a su convicción de haber sido ineficientes. También en esos casos argumenté y probé, refiriendo situaciones cercanas, que como esposos, hijos, profesionales o trabajadores, muchos lo hicieron peor que ellos.
Es que como seres humanos somos diversos y, no obstante que en todas las actuaciones de nuestra vida siempre hay alguien que lo hace mejor o puede superarnos, en el mundo de la realidad, si nos recreamos en nuestro entorno, descubriremos que en todo, siempre hay alguien que hace las cosas peor que nosotros, cual es bien importante de considerar, por ser un mensaje de fe y optimismo, que fortalece el criterio que nunca somos peores que nadie más.
Auto victimizarnos o sentirnos culpables por tener unas características, personalidad e identidad especiales, que inciden en nuestras actuaciones cotidianas, no nos aporta nada bueno, ni a nosotros ni a nuestro entorno. Por tanto, lo positivo es aceptar tanto nuestros aciertos como nuestros errores, como algo normal en el desarrollo de nuestra vida.
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