En el mundo de la realidad y en el campo de lo personal, la derrota como tal no es fácil de definir, porque perder una batalla, sufrir un descalabro, no lograr un objetivo propuesto u obtener un resultado adverso en una empresa, la mayoría de las veces no debe considerarse una derrota. Especialmente, porque con el transcurrir del tiempo, tarde o temprano, descubrimos con regocijo que fue preferible no haber ganado o haber obtenido una victoria que nada realmente beneficioso, de forma extraordinaria, hubiera aportado a nuestra causa o vida.
Nuestra existencia transcurre en un ir y venir de acontecimientos de diferente magnitud y resultados, pero en todos los casos, por razones conocidas o no, son consecuencia de nuestra propia actuación. Su condición es causal no casual. Sólo son derrotados quienes admiten los eventos o circunstancias adversas como derrotas. De hecho, situaciones que eventualmente parecieran derrotas, luego aceptamos que fueron preferibles. Es que, para nuestro bien, no nos está dado conocer el porvenir, y por tanto, conviene aceptar que más allá de nuestra diligencia, esfuerzo, dedicación y fe, no tenemos elementos para prever en el futuro lo mejor o peor de cada evento. Debe bastarnos para sentirnos bien, la seguridad de haber actuado en cada caso, conforme se esperaba de nosotros.
Si aceptamos que perder una batalla significa una derrota, entonces nunca obtendremos la victoria. Por el contrario, si no aceptamos la derrota como posibilidad en nuestra vida, hasta en el evento más desventurado encontraremos algo nuevo que aprender, que nos reconforte y aliente y se convierta en acicate para seguir adelante. Fue luego de muchas equivocaciones, desvelos y frustraciones, que pudieran haberse considerado derrotas pero no aceptadas como tales, que los grandes descubrimientos, inventos y logros realmente extraordinarios, pudieron convertirse en victorias para la humanidad.
Desde antes de ser concebidos, nuestra herencia genética es de triunfadores; el espermatozoide que fecunda el óvulo que nos da vida, lucha con millones para lograr su objetivo y… triunfa. Luego, durante toda nuestra vida, alcanzar el éxito en los propósitos importantes y trascendentes, exige un recorrido largo y accidentado, porque excepcionalmente, en el inicio del camino encontramos el final deseado.
Con toda razón H. W. Arnold, sentenció: “La peor derrota de una persona es cuando pierde su entusiasmo”. Coincido plenamente con este criterio; no obstante, para quienes creen en la derrota en sus luchas, creo que lo único que pueden hacer por disminuir ese doloroso sentimiento, es recordar que deben asumirla con dignidad, cual es como decir, aceptar que son las actuaciones negativas o inapropiadas, desinteligencias, imprevisiones o falta de diligencia, lo que produce los resultados negativos; porque nosotros, como seres humanos inteligentes fuimos diseñados para el éxito pero nunca para el fracaso.
Buenos dias Dr. Amaury, feliz año¡¡¡¡…que Dios lo siga bendiciendo e iluminando para que nos continua deleitando con sus bellos articulos….es muy bonito y muy real este del fracaso…es muy real la frase que cita alli…si perdemos el entusiasmo, ya todo lo que iniciemos no tiene sentido porque lo haremos con desgano….tambien creo que muchas veces las personas que nos rodean contribuyen a sentirnos «fracasados», a veces aportan comentarios tan negativos a cosas que nos salen mal quieren arreglar nuestras vidas, que nos invade el desgano…solo queda hacernos de oidos sordos y confiar en dios que es quien nos guiara al sitio exacto y nos devolvera el entusiasmo, tambien influye confiar en nosotros mismos y estar seguros de que si hoy caimos nos vamos a levantar…que tenga lindo dia….
Dr. Castillo que bueno que hallan personas como usted, que Dios lo bendiga. siempre leo sus articulos pues me ayudan en mi diario vivir. como puedo encontrar sus libros, pues vivo en Valencia edo. carabobo y en ninguna libreria los encuentro. Quisiera sabersi aun mantiene sus reunions en el añil, y como seria la forma de poder asistir.
hola buen celebro haber localizado esta pagina, me fascina la forma como expresa el conocimiento que solo lo da la experiencia de vida. muchos abrazos.