¿Qué impulsó y que esperaron como recompensa los hombres y mujeres que dedicaron su existencia a la búsqueda del bienestar de sus semejantes?
Jesús de Nazareth, la Madre Teresa de Calcuta o M. Gandhi, entre otros, así como todos los que, reconocidos o ignorados, lucharon incansablemente por lograr justicia social, inclusión, igualdad de oportunidades y trato, paz y crecimiento espiritual para las mayorías, fueron impulsados por el amor y no esperaron una recompensa especial, al menos en el aspecto personal o individual.
En este periplo de más de medio Siglo que ha sido mi paso por esta vida terrenal, he observado que solemos ser recompensados en nuestras acciones en función del amor, dedicación, efectividad y diligencia que pongamos en su realización.
El predicador es digno de su estipendio, pero al predicar ya tiene su recompensa, reza un principio bíblico, que considero extensible a cualquier actuación individual.
Existen leyes o reglas naturales, que aun no estando escritas, a través de los siglos nos han demostrado su efectividad. La famosa regla de oro de Jesús, de hacer a los demás lo que se quiere que ellos hagan por nosotros, representa la concreción de su consecuencia en nuestra existencia.
Expongo mi testimonios y no lo que «podría ser; entonces debo comentarles que he sido siempre recompensado con largueza y en función del amor, interés, decisión, confianza y diligencia que he puesto a mis actuaciones, cuyo resultado ha sido una vida plena y feliz, donde aún sin esperar más de lo que merezco, siempre he recibido más de lo que necesito.
No es sano esperar recompensa por que hacemos, pero es justo recibirla y sin duda llegará; buena o mala, positiva o negativa, pero siempre conforme a la índole, sentido, intención y naturaleza de nuestras actuaciones concretas.
Cuando actuamos en función de la felicidad de nuestros semejantes, estamos fabricando una recompensa cónsona, que llegará oportunamente, aunque pudiera ser que no identifiquemos el evento que como tal la representa… pero llegará.
Como padre, cuando hablo con Dios pido prioridad en sus bendiciones para mi familia, porque si merezco una recompensa por mi intención y actuaciones a favor de mis hermanos humanos, la mejor sería aquella que les beneficie. No olvido al Salmista cuando exponía que en su larga vida no había visto hijo de justo mendigando pan.
¿Podría un padre esperar mejor recompensa?
No debe hacerse el bien esperando recompensa, porque la satisfacción de hacerlo ya la representa. Pero esas leyes de compensación que rigen nuestra vida, hará cónsona su retribución, al resultado de nuestras acciones.
No debemos olvidar que esas leyes funcionan de la misma manera, cuando las actuaciones representan males para nuestros hermanos humanos. Sólo que en tales casos, la recompensa, que será del mismo género, pudiera serlo… con ventaja.
El ejercicio de nuestro libre albedrío, nos posibilita con toda libertad, escoger la opción más apropiada. Es en algo que nadie puede sustituirnos y… debemos hacerlo.
Pròxima Entrega: TENERLO TODO.
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