Jesús de Nazareth aconsejaba mirar primero la viga en nuestro ojo antes de señalar la del hermano. Hoy, sus admoniciones tienen más vigencia que nunca, porque hemos hecho de la crítica descarnada e irreflexiva un mecanismo de satisfacción de resentimientos y frustraciones personales.
La insensibilidad y la palabra fácil, ofensiva e irreflexiva, hacen banderas en un mundo más dividido que nunca; precisamente por un aberrado sentimiento de inseguridad, donde el temor y la sospecha, sustituyeron el amor, la seguridad y la confianza en nuestros semejantes.
Las expresiones descalificativas de que nuestros compatriotas son borregos, los gobiernos inservibles, los extranjeros malos, los jóvenes irreflexivos, las mujeres casquivanas, los hombres descarados, los abogados ladrones y los médicos matasanos, han hecho de un mundo creado para el amor, la bonanza, el disfrute y la paz, una selva donde la lucha es a cuchillo por ver quien descalifica… mejor.
El resultado está a la vista: desconfianza, desamor, insensibilidad, perturbación, angustia, temor, competencia imperfecta y estrés colectivo progresivos, como fuente de violencia a nuestra espiritualidad, salud física, mental y psicológica.
En lo estrictamente íntimo, su efecto epidémico golpea la estructura familiar, haciendo los hogares menos hogares; afectando el vínculo más satisfactorio e importante en la pareja como fundamento de la familia: el interés y disfrute de la actividad sexual, que de mágico y sublime se convierte en el cumplimiento necesario de… una obligación.
Porque…¿Cómo puede disfrutarse de un buen sexo, bajo la permanente sospecha de que la contraparte lo hace por otro interés que no fuere el amor?
¿Puede la pasión, ternura, magia, idilio y fantasía, indispensables para el buen sexo, activarse sin la espontaneidad y entrega sin reservas, que le hace un acto sublime y uno de los más nobles de un ser humano?
¿No habrá llegado la hora de mirar la viga en el ojo propio y aceptarnos como realmente somos? Hijos de Dios, hermanos en busca de una vida buena, donde el amor, la solidaridad, la aceptación y la compasión, aliñados por la ternura, la pasión y el elevado sentimiento de compartirlo todo nos devuelvan la tranquilidad perdida?
¿No será momento de volver los ojos a ese Dios que convive con nosotros, para pedirle humildemente que nos permita ser más nosotros mismos, sin importarnos demasiado esa parte vanidosa del mundo externo, que nos coarta la espontaneidad, el compartir, el convivir en sana paz con nuestros hermanos humanos en ese maravilloso mundo de las cosas sencillas?
¿Por qué no probamos exaltar virtudes y confiar, en vez de magnificar defectos y desconfiar de todo?
¿Por qué no hacemos un esfuerzo por sustituir la crítica tendenciosa, por el engrandecimiento de las demás personas?
¿Qué tal si damos amor en vez de indiferencia, confianza en vez de sospecha y comprensión en vez de rechazo?
No perdemos nada intentándolo, pero cuánto podemos ganar.
¿A qué esperar entonces? Demos el paso, regalémonos y regalemos eso a tantas personas que necesitan… amor y comprensión.
Próxima Entrega: TODO TIENE SU TIEMPO.
me gusta reflexionar y no se si ese sea el mejor camino para llegar, gracias por sus ideas, saludos.
Simplemente para reflexionar y pensar en lo que estoy haciendo ahora con mi vida.